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Estado español :: 17/08/2009

¿Qué pasa con los centros de menores? Segunda parte

No a O'Belen
¿Cómo es posible que le quiten la tutela a mis padres para dársela a una empresa? La Fundación se financia en más de un 90% del dinero que le entregan las administraciones.

El porqué de las cosas

¿Por qué pasa todo esto en los centros de menores? Respondemos a esta pregunta con otra, formulada en su día por una menor internada en un centro terapéutico: ¿cómo es posible que le quiten la tutela a mis padres para dársela a una empresa?

Esta pregunta, que sólo puede responderse bajo la lógica del llamado libre mercado, es la clave. ¿Cómo es posible que la vida de estos niños dependa de empresas de servicios subcontratadas por las administraciones? Es posible porque los niños de las familias sin recursos, como no pueden ser consumidores, han pasado a ser bienes de consumo. Se han convertido en objetos susceptibles de generar beneficios a terceros.

Para entender cómo hemos llegado a esto, es necesario hacer un breve repaso a la historia social de nuestro país. Lo haremos a través de la historia de la pobreza y su evolución.

Pobreza carencial

Nos situamos todavía bajo el franquismo. La inmigración del campo a la ciudad había generado barrios nuevos, muchos de ellos a base de infraviviendas, donde sus habitantes viven en situación de pobreza, una pobreza que todos identificamos con carencias materiales por falta de recursos económicos. Este tipo de pobreza carencial generaba en el resto de la población o bien indiferencia o bien pena, tristeza. Despertaba solidaridad y empatía en la red social a la que pertenecía.

Pobreza criminalizada

Curiosamente a este tipo de pobreza llegamos de la mano de la democracia. Un periodo políticamente convulso y de crisis económica. Poco a poco las tremendas ilusiones de cambio se van disipando a medida que aumenta la desesperanza al irse comprobando los efectos de la gran traición que sufrimos los trabajadores en los llamados Pactos de La Moncloa. Se va consolidando lo que llamaron Transición. La desilusión se apodera de muchos activistas sociales, que vuelven desencantados a sus casas, por lo que se resiente y mucho la capacidad de resistencia del tejido social. En los barrios, se va abandonando la calle y cada vez la vida es más puertas para adentro. De manera consciente, los dirigentes de la izquierda política van desarticulando el tejido social. Tras la derrota colectiva, se impone la búsqueda de soluciones individuales para salir adelante. La solidaridad activa se resiente. Y se remata conscientemente. Los medios de comunicación de masas, de la mano del Ministerio del Interior, inician una feroz campaña "publicitaria", inventándose un término trágicamente famoso también hoy día: la inseguridad ciudadana. De repente los titulares ya no hablan del paro que azota el país (es época de reconversiones industriales), sino que un sinfín de delitos, muchos de ellos cometidos por niños, atenazan la conciencia de la opinión pública. Esta miserable campaña (similar a la que sufrimos hoy día) surte efecto, y la seguridad ciudadana se convierte en una obsesión. Quienes piden mano dura no son los de siempre, sino las personas normales de los barrios normales.

Todo esto coincide con la violentísima irrupción de la heroína, que empieza a causar estragos. Casi nadie se acuerda ya de este silencioso genocidio que acabó con toda una generación de jóvenes en los barrios obreros. Y se culpa de ello a los más débiles. Los habitantes de las barriadas más marginales son presentados ante la opinión pública como magnates del narcotráfico. Qué curioso que gentes sin recursos ni para garantizar su subsistencia de un día para otro contaran con la organización, la logística y el dinero para fletar aviones y barcos con toneladas y toneladas de heroína. A día de hoy hace falta ser muy obtuso para creerlo.

En definitiva, que aquellos pobres que antes despertaban la solidaridad de sus conciudadanos, ahora son los culpables de todos los males de la sociedad. Dan miedo, y hay que protegerse de ellos. Los pobres son así criminalizados, objeto no ya de solidaridad sino de represión. Han quedado socialmente excluidos. Con todas las consecuencias que tiene la exclusión social sobre quien la sufre, y sobre el resto de la sociedad, ya que las conductas delictivas se disparan por esta misma exclusión. Pero así de paso se justifica la represión y la campaña mediática emprendida contra los "niños navajeros". Una vez más, una profecía autocumplida.

Mercantilización de la pobreza

El capital no estaba dispuesto a tener un importante porcentaje de la población al margen de sus tasas de beneficios. Al no poder explotarlos ni extraerles la plusvalía, se convertían en un estorbo y en un gasto. Utilizarles como chivo expiatorio ya no era suficiente. Y por eso idearon cómo exprimirles y a la vez dejarles postrados para siempre en su situación de indefensión extrema al margen de la sociedad.

Llegó el momento del liberalismo salvaje, especialmente tras el colapso del estalinismo en Europa del Este. La burguesía se embarcó entonces en una orgía de privatizaciones de la que los servicios sociales tampoco se salvaron. Se crean multitud de empresas disfrazadas de ongs y fundaciones benéficas que se entregan en cuerpo y alma al control social. Un ejército de educadores, trabajadores sociales y psicólogos se dedicarán, a partir de entonces, a fiscalizar la vida de los más pobres, jugando a ser "secretas" en nombre de la ciencia y la solidaridad. Ingentes cantidades de dinero público pasan a manos de "entes solidarios" que gestionan los servicios sociales, haciendo desaparecer legalmente todo ese dineral que el Estado destina a los pobres, dinero que los pobres nunca ven ni sienten. Los pobres sólo ven informes, reproches, amenazas y atentados contra su dignidad e intimidad familiar. Todo el mundo se cree con derecho a decirles qué tienen que hacer y cómo tienen que vivir. Se les disecciona en multitud de "mesas del menor" y foros absurdos donde estos nuevos policías sociales se creen con el derecho de ser jueces y verdugos. Todo ello por su bien, claro está. Que los pobres lo son porque no saben vivir decentemente. Con lo que además tenemos coartada ideológica: si no salen de su situación es porque no quieren, ¡con la cantidad de recursos que se destinan a ayudarles! Y como los niños dan más pena, pueden ser más rentables. Así que se los expropian a sus padres y se los entregan a empresarios sin escrúpulos disfrazados de filántropos (alguno habrá que en su narcisismo se lo llegará a creer) que gestionan centros de primera estancia, centros de acogida, centros terapéuticos y centros de reforma, gestión que dicen realizar siempre pensando en lo mejor para el menor. Que si no funcionan no es porque las llamadas intervenciones estén mal diseñadas o porque sus fines no sean los declarados, sino porque los niños son tan malos y desagradecidos que no quieren aprovechar su estancia en los centros.

Y así es como hemos llegado a convertir a los niños pobres en objetos de los que extraer un rendimiento económico. Perverso pero eficaz, hay que reconocerlo.

Fundación Internacional O´Belen, un ejemplo paradigmático

La Fundación Internacional O´Belen es una de esas organizaciones sinónimo de lucro que surgieron en los años 90 al calor de la mercantilización de la pobreza. Inicialmente se decantaron por el mercado más impune por innovador, el de la psiquiatrización, convirtiéndose en los pioneros en los centros terapéuticos. También decidieron ser los pioneros en investigar sobre los trastornos del comportamiento, más que nada por lo de justificar su negocio, ampliarlo y de paso darle cobertura científica a las atrocidades que cometen. Así que se embarcaron en el Proyecto Esperi (que nunca acaba, extendiéndose en el tiempo mientras duren las subvenciones, que chupar del bote público no es algo secundario para los mercenarios de la ciencia), que según sus promotores (Fundación O´Belen, Fundación Iberdrola y Fundación Accenture) permite desarrollar una herramienta de diagnóstico precoz de los trastornos del comportamiento en menores. Sin sentir el más mínimo rubor, se permiten el lujo de asegurar que el 20% de los niños y adolescentes españoles tienen este trastorno. ¡Qué gran mercado se han creado! Ellos mismos son los encargados de realizar una investigación que determina que sus servicios no sólo son necesarios, sino que cada vez lo son más. Hace falta tener muy poca vergüenza para intentar colar esto como ciencia. Por muchos psiquiatras de renombre que recientemente están intentando fichar para sus patéticos y también subvencionados congresos. Pero como el negocio va viento en popa, todo el mundo asume u otorga mediante el silencio y la subvención indiscriminada a estos elementos.

O´Belen no se conforma con la gestión de los centros terapéuticos para atender en ellos a los chavales que se adecuan a sus servicios según los criterios que ellos mismos se han inventado, sino que han extendido el negocio a todo lo relativo a menores. Obviamente ya han metido el hocico en el mundo de las medidas judiciales para menores infractores. Ni tampoco le han hecho ascos a abrir todos los centros de acogida que pueden, que aunque menos rentables que los terapéuticos y los reformatorios, también dan dinerito. Cómo no, si también es un gran negocio. Pero van más allá. También controlan en algunas comunidades autónomas lo relacionado con el acogimiento familiar y los procesos de adopción. Y no se iban a olvidar de los PRIS (Plan Regional de Integración Social) que también forman parte del negocio. Y además en doble sentido: gestionan varios de estos cursos de formación laboral (trincando la consecuente subvención pública), y posteriormente a través de la empresa solidaria Aspira que creó, explota directamente a muchos chavales, ya que primero trabajan gratis haciendo para ellos las prácticas y posteriormente incorpora a algunos de ellos a la plantilla, incumpliendo no sólo los distintos convenios colectivos sino incluso el Estatuto de los Trabajadores en esta bonita e integradora empresa.

Para que no queden dudas del carácter lucrativo de esta fundación, sólo es necesario ver quienes son los componentes de eso que llaman "entidad benéfica sin ánimo de lucro": altos directivos de importantes empresas y políticos de segunda fila que se iban quedando sin poltrona. Algunos nombres bastarán: Emilio Pinto (presidente de la FIOB, ex portavoz del PP en Sigüenza), Carlos Moreno (ex concejal en Sigüenza del PP, miembro de la Diputación de Guadalajara como no adscrito tras ser expulsado del PP), Jose Carlos Moratilla (ex presidente de la Diputación de Guadalajara por el PSOE, tras cambiarse la chaqueta del CDS donde se inició en esto de los asuntos públicos), Jose Morales (subdirector territorial en Madrid de Ibercaja), Javier Herrero (consejero delegado de Iberdrola) o Manuel Pizarro (ex presidente de Endesa y número dos en las listas del PP en las últimas elecciones generales). Y como no podía ser de otra manera, también cuentan con el manto protector de la Iglesia, siendo miembro fundador de O´Belen Manuel Ureña, arzobispo de Zaragoza.

En resumen, en lugar de eminentes psicólogos, pedagogos y educadores, así como destacadas figuras comunitarias (lo que esperaríamos si ingenuamente nos creyéramos aquello del altruismo a favor de los niños desamparados) nos encontramos con un curioso elenco de políticos profesionales derechistas de segunda fila e importantes empresarios, todos ellos bendecidos por un Arzobispo.

Esta Fundación se financia en más de un 90% del dinero que le entregan las distintas administraciones, es decir, del dinero de nuestros impuestos. Sin embargo, cuenta con patrocinadores, entre los que destacan Peugeot, Grupo Lábaro, Alvargómez Gestión Inmobiliaria y la Diputación de Guadalajara (es decir, más dinero público). Ante esta tozuda realidad, para seguir creyendo en el no afán de lucro es necesario un verdadero auto de fe.

www.fundacionobelenno.blogspot.es

 

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