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EE.UU. :: 25/11/2009

El presupuesto del Pentágono: el mayor nunca presentado, y sigue creciendo

Sara Flounders
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] El 55 por ciento del presupuesto total de EE.UU. para 2010 irá a parar al ejército. ¡Más de la mitad!

El 28 de octubre, el presidente Barack Obama, firmó la Ley de financiación de la Defensa, que constituye el mayor prepuesto militar de la historia estadounidenses.

No se trata sólo del mayor presupuesto militar del mundo sino que supera a todos los gastos militares del resto del mundo en su conjunto. El presupuesto militar para 2010- que no incluye muchos de los gastos relacionados con la guerra- alcanza los 680.000 millones de dólares. En 2009 fue de 651.000 millones y en 2000 de 280.000. Es decir que en 10 años se ha más que duplicado.

¡Que contraste con el tema de la asistencia sanitaria!

El Congreso de Estados Unidos ha estado debatiendo un programa de servicios médicos básicos – que todos los países industrializados tienen de una forma u otra- durante seis meses, en los que se han producido fuertes presiones de las compañías de seguros, amenazas de la extrema derecha, y advertencias siniestras para evitar que el programa de salud no suponga sin un céntimo más para el déficit.

Pero durante el debate a vida o muerte del seguro médico para millones de trabajadores y gentes pobres que no tienen cobertura sanitaria, se ha aprobado una gigantesca subvención a las mayores corporaciones estadounidenses para contratos militares y sistemas de armamento- que sí ocasionan un enorme déficit-, sin apenas discusión y con escasos artículos en los periódicos.

[La Asociación] Médicos por un Programa Nacional de Salud (Physicians for a National Health Program) estima que un sistema universal de salud costaría 350.000 millones de dólares al año, que realmente sería la cantidad ahorrada tras la supresión de los costes administrativos del actual sistema privado de asistencia sanitaria- un sistema que deja sin seguro a casi 50 millones de personas.

Comparen esta cantidad con los sobre costes anuales del presupuesto militar. El propio presidente Obama, al firmar el presupuesto del Pentágono, declaraba: “El Departamento de contabilidad del Gobierno (GAO, en sus siglas inglesas) ha investigado los 96 programas más importantes de Defensa correspondientes al año pasado y ha encontrado una desviación del gasto que alcanza los 296.000 millones de dólares”. (whitehouse.gov, 28 de octubre)

Los 50.000 millones del sistema piramidal de Bernard Madoff, supuestamente el fraude mayor de la historia, palidecen con la comparación. ¿Por qué no se ha producido una investigación penal sobre este robo multimillonario? ¿Dónde están las comparecencias ante el Congreso y la histeria de los medios sobre estos 296.000 millones de dólares extras? ¿Por qué los directores de las corporaciones no han comparecido esposados ante los tribunales?

Los gastos no reflejados en el presupuesto son subvenciones militares concedidas a las grandes corporaciones estadounidenses y se tratan como simples negocios. Con independencia del partido en el poder, el presupuesto del Pentágono aumenta, los gastos adicionales crecen y la proporción del gasto para asuntos internos disminuye.

Adictos a la guerra

El presupuesto militar de este año es sólo el último ejemplo de cómo la economía estadounidense se mantiene a flote artificialmente. Décadas de constante reanimación de la economía capitalista mediante el estímulo de los gastos de guerra, han creado una adicción al militarismo del que las grandes empresas estadounidenses no pueden prescindir. Pero no han sido suficientes para resolver el problema de la superproducción capitalista.

La justificación esgrimida para la multimillonaria inyección anual de dólares era que ayudaría amortiguar o evitar una recesión capitalista y contendría el paro. Pero como el fundador del Partido Mundial de los Trabajadores, Sam Marcy, advertía en 1980, en “General Over White House” [Lo generales dominan la Casa Blanca], en el previsible futuro cada vez se necesitaría más estímulo de este tipo. Lo que eventualmente tendría el efecto contrario y se convertiría en un masivo depresor que haría enfermar y pudrir las raíces de toda la sociedad.

La raíz del problema es que mientras la tecnología se hace más productiva, los trabajadores cada vez perciben una menor parte de lo que producen. La economía estadounidense es más y más dependiente del estímulo de los superbeneficios, y los miles de millones de dólares de sobre costes militares necesitan más y más tiempo para absorber una gran parte de lo producido. Lo que constituye la razón esencial de la redistribución de la riqueza de los trabajadores hacia los bolsillos de los más ricos.

Según el Center for Arms Control and Non-Proliferation, el gasto militar estadounidense es ahora significativamente mayor, en dólares ajustados a la inflación de 2009, que durante los años álgidos de la Guerra de Corea (1952: 604.000 millones), la Guerra de Vietnam (1968: 513.000 millones) o la era militarista de Reagan en los años 1980 (1985: 556.000 millones.) Sin embargo, ya no resulta suficiente para mantener a flote la economía estadounidense.

Ni obligando a los ricos países petroleros, aliados de EE.UU., a convertirse en países deudores por la compra incesante de armas se ha podido resolver el problema. Más de dos tercios de todas las armas vendidas en el mundo en 2008 procedían de compañías militares estadounidenses. (Reuters, 6 de septiembre)

Si bien un enorme programa militar pudo en los años 1930 sacar a la economía estadounidense de un colapso devastador, su prolongación en un periodo tan largo ha minado el proceso capitalista.

El economista Seymour Melman, en libros como “Pentagon Capitalism”, “Profits without Production” [Beneficios sin producción] y “The Permanent War Economy: American Capitalism in Decline” [La economía de guerra permanente: El capitalismo estadounidense en declive] avisa del deterioro de la economía de EE.UU. y del nivel de vida de millones de personas.

Melman y otros economistas progresistas piden una “reconversión económica” racional, es decir, la transición de las industrias de armamento de una producción militar a otra de carácter civil. Demuestran que con el coste de un solo bombardero B-1 o un submarino Trident se podría pagar el salario de miles de profesores, facilitar becas o guarderías o reconstruir carreteras. Mapas y gráficos demuestran que el presupuesto militar da empleo a muchos menos trabajadores que el mismo dinero invertido en necesidades sociales.

Se trata de buenas y razonables ideas, pero da la casualidad de que el capitalismo no es racional. En su insaciable ansia de obtener mayores beneficios, siempre se decantará por los máximos beneficios inmediatos incluso a costa de su propia supervivencia a largo plazo.

No a los “dividendos de la paz”

Las grandes expectativas suscitadas, tras el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética, respecto a la inversión de miles de millones de dólares en “dividendos de paz”, se estrellaron contra el continuo y astronómico crecimiento del presupuesto del Pentágono. Esta penosa realidad ha producido tal desmoralización y ha abrumado de tal manera a los economistas progresistas que hoy casi no se dedica atención alguna a la “reconversión económica” o al papel que el militarismo desempeña en la economía capitalista, incluso ahora que es mucho mayor que en los momentos culminantes de la Guerra Fría.

La subvención de miles de millones anuales para el ejército en la que los economistas burgueses han confiado desde la Gran Depresión para poner en marcha la maquinaria y volver a empezar ya no es suficiente. Una vez que las corporaciones se hacen dependientes de los regalos multimillonarios su apetito se vuelve insaciable. En 2009, para evitar el desmoronamiento de la economía mundial capitalista, se han regalado más de 700.000 millones a los grandes Bancos. Y eso fue sólo el principio. En la actualidad, el rescate de los bancos supera ya el billón de dólares.

Ni 600.000 o 700.000 millones de dólares anuales en gasto militar son capaces ya de restablecer la economía capitalista o de generar prosperidad. Pero las grandes empresas estadounidenses no pueden funcionar sin ellos.

El presupuesto militar ha aumentado tanto que amenaza en la actualidad con devorar todos los gastos sociales. Su enorme peso está recortando la financiación de las necesidades humanas. Las ciudades estadounidenses se caen a trozos. Las infraestructuras de puentes, carreteras, embalses, canales y túneles se están desmoronando. El veinticinco por ciento del agua potable en EE.UU. es de mala calidad. El paro, oficialmente, ha llegado al 10 por ciento pero en realidad es el doble: el paro entre los jóvenes negros y latinos supera el 50 por ciento. Catorce millones de niños viven en Estados Unidos en hogares por debajo del umbral de la pobreza.

Se oculta la mitad de los gastos militares

El anunciado presupuesto militar de 680.000 millones de dólares para 2010 constituye en realidad aproximadamente sólo la mitad del gasto anual del ejército estadounidense. Y estos gastos son tan enormes que hay que ocultar muchos de ellos en otras partidas presupuestarias. La War Resisters League, en su análisis anual establece los gastos militares reales para 2009 en 1 billón 449.000 millones de dólares en lugar de la cifra oficial de 651.000 millones. Wikipedia, basándose en diferentes fuentes, llega a un presupuesto militar total de 1 billón 144.000 millones de dólares. Con independencia de quien lleve a cabo las estimaciones, no admite discusión que el presupuesto militar excede del billón de dólares al año.

El National Priorities Project, el Center for Defense Information y el Center for Arms Control and Non-Proliferation analizan y ponen al descubierto muchos gastos militares ocultos, introducidos en otras partidas de los presupuestos generales estadounidenses.

Por ejemplo, las subvenciones a los veteranos de guerra, con un total de 91.000 millones no están incluidas en el presupuesto del Pentágono. Las pensiones militares, por un total de 48.000 millones, están metidas en el Ministerio de Hacienda. El Ministerio de Energía oculta en su presupuesto18.000 millones para programas de armas nucleares. Los 38.000 millones de financiación de ventas de armas se incluyen en el presupuesto del Departamento de Estado. Una de las mayores partidas secretas es la de los intereses de la deuda contraída en guerras anteriores, que alcanzan entre 237.000 y 390.000 millones de dólares. Lo que en realidad constituye una subvención perpetua para los Bancos, tan íntimamente ligados a las industrias militares.

Cada partida de estos inflados presupuestos se prevé que aumente entre un 5 y un 10 por ciento anual mientras la financiación federal a los estados y ciudades se está reduciendo en un 10-15 por ciento anualmente, lo que les produce déficit.

Según la Office of Management and Budget [Oficina presupuestaria y de gestión], el 55 por ciento del presupuesto total para 2010 irá a parar al ejército. ¡Más de la mitad! Mientras tanto, la financiación federal a los estados y ayuntamientos para servicios esenciales- escuelas, formación de profesores, programas de asistencia domiciliaria, comedores escolares, mantenimiento de las infraestructuras de agua potable, tratamiento de aguas residuales, puentes, túneles y carreteras- se está reduciendo.

El militarismo alimenta la represión

Lo más peligroso del ascenso del ejército es la insidiosa penetración de su influencia política en todos los sectores de la sociedad. Es la institución más alejada del control popular y la más proclive a las aventuras bélicas y a la represión. Lo generales retirados se colocan en los consejos de administración de las corporaciones, se convierten en comentaristas de los principales medios de comunicación y en muy bien pagados cabilderos, consultores y políticos en activo.

No es casualidad que junto a la mayor máquina bélica del mundo, coexista en Estados Unidos la mayor población de presos. El complejo industrial de prisiones es la única industria que crece. Según el departamento de estadística del ministerio de Justicia estadounidense, en 2007, más de 7,3 millones de adultos estaban en libertad condicional o encarcelados. De ellos, más del 70 % eran negros, latinos, nativos y demás gentes de color. Los adultos negros tienen cuatro veces más probabilidades de ir a la cárcel que los blancos.

De la misma manera que lo ocurrido en el ejército con sus centenares de miles de contratistas y mercenarios, el deseo de obtener los máximos beneficios ha llevado a la creciente privatización de las cárceles.

El número de presos ha aumentado incesantemente. En la actualidad, hay 2,5 veces más gente en prisión que hace 25 años. Como el capitalismo cada vez es más incapaz de crear puestos de trabajo, formación profesional o educación, las únicas salidas que ofrece son el ejército o la cárcel, causantes de auténticos estragos en las familias y en las comunidades.

El peso del ejército presiona al aparato represivo del Estado contra la sociedad en su conjunto. Se ha producido un enorme aumento de policías de todo tipo y de incontables agencias de policía y de espionaje.

El presupuesto para las 26 agencias de información llegó en 2009 a los 49.800 millones de dólares; el 80 por ciento de esas agencias dependen del Pentágono (Associated Press, 20 de octubre). En 1998 este mismo gasto era de 26.700 millones. Pero estas agencias secretas no están incluidas en el presupuesto militar. Ni lo están las agencias represivas de la inmigración y del control de fronteras.

Las fuerzas armadas estadounidenses están desplegadas en más de 820 instalaciones militares de todo el mundo, y eso sin contar los centenares de bases alquiladas, puestos de escucha secretos y centenares de buques y submarinos.

Pero cuanto más crece la maquinaria militar menos puede controlar su imperio mundial porque no ofrece soluciones ni mejora en los niveles de vida. Las armas de alta tecnología del Pentágono pueden identificar la matricula de un coche desde un satélite de vigilancia; sus aparatos de visión nocturna son capaces de penetrar en la oscuridad, y sus aviones sin piloto pueden hacer que arda una aldea aislada, pero son incapaces de suministrar agua potable, escuelas o estabilidad a los países atacados.

A pesar de las muy sofisticadas armas del Pentágono, la posición geopolítica de Estados Unidos está disminuyendo año tras año. Con independencia de su potencia bélica masiva, y de su armamento, el imperialismo estadounidense no ha podido reconquistar los mercados mundiales y el predominio de su capital financiero. Su economía e industria se han visto perjudicadas por la carga terrible que supone el mantenimiento de su maquinaria militar. Y tal como ha demostrado la resistencia en Iraq y Afganistán, esa máquina bélica no puede competir con la determinación de un pueblo para decidir su futuro. Mientras la poderosa economía capitalista ofrece cada vez menos a la clase trabajadora aquí en Estados Unidos, es previsible que ese mismo nivel de resistencia decidida echará sus raíces aquí.

Workers World, 7 de noviembre de 2009

 

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