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Nacionales E.Herria :: 16/12/2009

Sobre el partido comunista de Euskal Herria

Euskal Herriko Komunistak
A EHK se le abre ahora la posibilidad de incidir de un modo más autónomo en la dirección del proceso político de cambio que se vislumbra.


"El Estado sólo puede tener su origen en el consentimiento de los individuos; si falta éste, falta igualmente la legitimidad, siendo entonces lícita la resistencia”

John Lock (1632-1704)

John Lock no es, evidentemente, un filósofo marxista. No podía haberlo sido, pero sí un precursor de las modernas democracias formales burguesas. Si lo mencionamos es para darnos cuenta de hasta qué punto la ciencia política ha estado especialmente preocupada por el Estado, ese “Leviatán” que rige y domina el destino de millones de individuos a lo largo de la Historia. Pero, para ser más exactos, no es propiamente a los individuos a quien va dirigida su existencia sino a las clases sociales y al papel que desempeña en la lucha que éstas desarrollan para no devorarse entre sí.

Ahora sí, Marx y Engels retratan mucho mejor la naturaleza política del Estado, como “el producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase... una organización especial de la fuerza, una organización de la violencia para la represión de una clase por otra”.

Pero es Lenin quien añade a esta caracterización el elemento fundamental que define al marxismo-leninismo, y es que la destrucción del Estado burgués sólo podrá ser posible, por regla general, mediante la revolución violenta, que sustituya el Estado burgués por el Estado proletario, es decir, por la dictadura del proletariado. Y todo ello como paso previo a la propia desaparición del Estado en la medida en que desaparezcan las clases sociales y, con ello, su necesidad.

Este elemento nuclear de la doctrina marxista, la dictadura del proletariado, que no es otra cosa que la democracia de y para la mayoría del Pueblo en esa fase de tránsito al comunismo, es lo que distingue a un marxista de un pequeño o un gran burgués adocenado. (Lenin. “EL Estado y la revolución”).

Euskal Herria se encuentra en una encrucijada política, una más de su más bien procelosa existencia. Los estados imperialistas que la sojuzgan han comprendido ya que no funciona el señuelo de la “autonomía”, gracias, todo hay que decirlo, a una vanguardia abertzale y socialista que ha luchado a brazo partido por desenmascarar ese enésimo disfraz seudo-democrático estatutario, hijo de una Constitución democrático-formal con la que el franquismo quiso cambiar su aspecto para seguir con la dominación de la clase burguesa española y regionalista vasco-navarra.

Y sólo así ha podido ser expulsada del armazón democrático-burgués una izquierda abertzale combativa e insumisa, con la complaciente complicidad del viejo nacionalismo, todo hay que decirlo, que esperaba heredar a sus electores. Ahora se encuentra la burguesía vasca a la defensiva, en sus viejas casas-torre medievales, las diputaciones forales, sin proyecto político ni estrategia nacional alguna. Más aún, barrunta, no sin razón, que el unionismo socialfascista español se apresta a desalojarla también de sus últimos reductos forales y municipales en las elecciones de 2011.

Para la nación que es Euskal Herria es vital constituirse en Estado, a fin de poseer los instrumentos y mecanismos jurídico-políticos que permitan avanzar en la lucha de clases y, en definitiva, en la propia desaparición del Estado a largo plazo. Esta aparente paradoja ha sido resuelta por la vieja doctrina comunista que ya en las jornadas de Octubre de 1917 proclamaba la necesidad de la toma del Poder político del Estado para poder llevar la revolución democrático-burguesa hasta las posturas bolcheviques de “todo el Poder a los soviets”.

Es evidente que ni estamos en 1917 ni Euskal Herria es la Rusia zarista. Cada proceso revolucionario es único, irrepetible y dialéctico. Y la misma necesidad del Partido, como ariete teórico de las masas trabajadoras, adquiere distintas formas según las circunstancias y la correlación de fuerzas. Actualmente, las fuerzas populares vascas forman un conglomerado de clases y fracciones de clase medias y populares.

Ciertamente el MLNV, en el que trabajan los camaradas de EHK, aparece como fuerza principal y motriz del bloque popular. La izquierda abertzale es una fuerza política estructurada que ha demostrado, hasta la fecha, su potencialidad. Ha conseguido aunar las fuerzas abertzales y progresistas de parte del proletariado pero también de un sector nada despreciable de la pequeña burguesía y fracciones del pequeño empresario.

Es, desde esa perspectiva, una estructura eficaz, hasta la fecha, como instrumento de acumulación de fuerzas trabajadoras y de otros sectores populares con que oponerse a la oligarquía española y a los sectores de la burguesía vasco española del PNV que la apoyan.

La actual apuesta política del MLNV consiste, justamente, en agrupar fuerzas trabajadoras y populares cuyo mínimo común denominador sea el derecho de la nación vasca a decidir su futuro político en libertad a la par que defiende los intereses económicos y sociales de esos sectores; el derecho de autodeterminación, en definitiva. Esa básica y simple reivindicación constituye, sin embargo, el mayor argumento político frente a los estados francés y español, pues desnuda la raíz del conflicto que los enfrenta a la nación vasca. Ese es, pues, su flanco débil y por ello insisten ahora en desviar la atención fijando el interés de la sociedad vasca y española en la pura confrontación militar. En este campo, el de la represión, se sienten cómodos, dada su superioridad de medios. Pero en la lid política se hallan huérfanos de munición.

Pues bien, a la organización de comunistas vascos EHK se le abre ahora la posibilidad de incidir de un modo más autónomo en la dirección del proceso político de cambio que se vislumbra. EHK podría dedicar su tiempo y su esfuerzo en la construcción del Partido Comunista de Euskal Herria. Claro que, como en todo, habrían de valorarse los beneficios y los inconvenientes. El Partido es, por definición, un instrumento, no un fin en sí mismo. Contribuye a agrupar a las fuerzas revolucionarias y señala la dirección del proceso revolucionario. Lo de menos es el nombre. Los comunistas no somos nominalistas: “gato blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. De otra parte, el Partido debe agrupar fuerzas, decimos. Y cabría preguntarse si la constitución- precisamente ahora- del Partido va a propiciar un acercamiento de otros comunistas y progresistas a sus filas. Ciertamente que en Euskal Herria hay personas y colectivos comunistas que no se hallan integrados en EHK y ante ello cabe preguntarse con seriedad ¿ Se puede pretender agrupar a las masas revolucionarias en derredor de un Partido comunista que ni siquiera ha podido aún agrupar a gentes y colectivos que se declaran a sí mismos expresamente comunistas?. La constitución del Partido requiere la necesidad de hacerlo, desde luego. Es la función la que crea el órgano. Pero eso requiere de una premisa previa: ha de demostrarse que la constitución de una estructura política nueva es más necesaria y conveniente que la actual. Actualmente, como se sabe, EHK funciona de un modo autónomo dentro de un colectivo popular, el MLNV. Cabría pues preguntarse si no sería más acertado tratar de seguir incidiendo en esta estructura existente, en la que funcionamos razonablemente bien, hasta que exista la suficiente “masa crítica” comunista que aconseje adoptar una estructura propia y distinta, en forma de Partido.

En efecto. No se trata de duplicar cargos y tareas porque sí, o porque así se hizo en tal o cual coyuntura histórica. Hay que demostrar su necesidad concreta y actual y ello en la medida en que, por otra parte, la organización vigente no encuentre ya cometido ni función. ¿Qué ventaja añadida nos aporta ahora la constitución de una estructura de Partido que no podamos realizar con nuestra actual forma organizativa? Es difícil advertir alguna.

Se constituye un Partido para incidir de mejor modo en la organización de los y las comunistas y de las masas de la clase trabajadora. Pero antes de todo hay que demostrar que, como comunistas, sabemos analizar mejor que nadie la realidad que nos rodea, es decir, y en primer lugar, que sabemos comprender mejor a las personas y colectivos de nuestro Pueblo, sus intereses y necesidades. Y esa tarea empieza trabajando con las bases populares. Y cuando esa masa popular advierte la justeza y acierto del análisis comunista, entonces y sólo entonces, aparece el interés por agruparse en el Partido comunista.

Y ahora reflexionemos un instante y preguntémonos si, de verdad, la masa de trabajadores vascos o, si se quiere, la parte de ellos más combativa o sustancial ha reparado en EHK como la estructura política referencial en la actual coyuntura. Parecería vanidoso por nuestra parte responder afirmativamente a esta pregunta.

EHK es una organización conocida y, si se quiere, respetada y considerada dentro del MLNV, pero no constituye, AUN, el referente político nuclear de la Unidad Popular. Tarea de todos los comunistas vascos es lograr que lo sea y en un plazo razonable. Entonces, y sólo entonces, podremos sopesar la creación del Partido Comunista de Euskal Herria. Mientras tanto toca trabajar, y duro, por incidir en la línea política táctico-estratégica del MLNV, en aportar los mejores análisis y las propuestas más acertadas para que lo que ahora es una acumulación de fuerzas populares interclasistas vaya tornando su dirección hacia el socialismo y la dictadura del proletariado, esto es, hacia la democracia de la mayoría y para la mayoría en el señalado y seguramente lejano objetivo de la desaparición del Estado, es decir, de la desaparición de las clases sociales, hacia la sociedad comunista.

¿Quién se puede atrever a afirmar entonces que los comunistas no aportamos a la izquierda abertzale?

 

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