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EE.UU. :: 18/01/2010

Ninguna guerra es justa, señor Obama

David Lorge Parnas
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] Mencionó el ?principio de la auto-defensa?, pero dio la impresión de que confundía ?auto-defensa" con venganza

He leído, como Usted, señor Obama, el hermoso discurso preparado para su alocución durante la aceptación del premio Nobel de la Paz. Pero, al contrario que Usted, no me creo lo que dijo en él. En ese discurso, Usted omitió demasiado hechos importantes.

En el discurso, señor Obama, nos recordó el viejo concepto de la guerra justa.

Pero no tuvo en cuenta que todas las guerras de la historia han ocasionado la muerte y la mutilación de personas buenas e inocentes.

Todas las guerras a lo largo de los tiempos han privado a los padres de sus hijos y a los hijos de sus padres.

Todas las guerras han despojado a civiles de sus hogares y de sus formas de sustento.

Todas la guerra han producido el desplazamiento y el desamparo de civiles.

Usted tiene que admitir que estos “daños colaterales” son injustos y que, en consecuencia, no constituyen una guerra justa. Quienes han vivido una guerra lo saben; los políticos elegidos por miles de personas parecen olvidarlo.

Señor Obama, en ese discurso nos recordó adecuadamente que “el mal existe en el mundo”. Pero fue incapaz de tener en cuenta que en cualquier guerra los dos bandos creen que el malo es el otro; ningún dirigente de un país que va a la guerra cree que él, o que su país, es el malo.

Toda guerra se inicia por alguien que cree que va a arreglar algo que está mal o a impedir a otros que cometan maldades.

Los individuos a veces reconocen sus propias acciones como algo malo, pero suelen hacerlo tras haberlas cometido no antes de llevarlas a cabo o mientras las están haciendo.

Las guerras injustas siempre las inician personas convencidas de que su causa es la justa.

En ese discurso, señor Obama, Usted planteó el tema del terrorismo.

Pero fue incapaz de tener en cuenta la definición del término. El “terrorismo” se define como el uso de la violencia o de la amenaza de la violencia con fines políticos.

Nada en esa definición afirma que el terrorismo esté limitado a fuerzas no gubernamentales.

De hecho, la guerra y las amenazas de guerra, se ajustan exactamente a la definición del terrorismo.

Usted llegó a recordarnos que “la tecnología moderna permite a unos pocos hombres exasperados por la cólera matar a números horripilantes de personas inocentes”.

Fue incapaz de decir que esa es una excelente descripción de “la guerra de despachos”, organizada desde un edificio oficial, para lanzar misiles de crucero o enviar miles de soldados a un país extranjero.

Cuando condena el terrorismo, como acostumbra, debería estar seguro de que no está condenando sus propios actos.

Señor Obama, en aquel discurso habló del sacrificio de las personas con uniforme que promueven la paz y la prosperidad.

Olvidó decir que en todos los casos mencionó a hombres y mujeres uniformados que llevan la muerte y la destrucción a los lugares donde combaten.

Tras las guerras, viene un periodo de recuperación en el que la gente tiene que trabajar duramente para vivir e incluso algunos para prosperar. Pero eso no borra la muerte y la pobreza ocasionadas por la guerra.

La gente acepta que la muerte y la destrucción del pasado no tienen marcha atrás, y trata de seguir adelante, pero sólo los que se vieron afectados directamente pueden olvidar el horror que les produjo la guerra. ¿Lo ha olvidado Usted?

Señor Obama, en su discurso afirmó que “ un movimiento pacifista no habría detenido a los ejércitos de Hitler”.

Olvidó, sin embargo, decir que un movimiento pacifista hubiera impedido la llegada al poder de Hitler y la formación de sus ejércitos.

Fue el injusto trato recibido por los perdedores de la Primera Guerra Mundial lo que permitió a Hitler acabar con la República de Weimar e incitar a todo un país a que le permitiera crear sus ejércitos.

Sólo tiene que comparar el trato que se dio a Alemania occidental tras la Segunda Guerra Mundial con lo ocurrido tras la Primera, para comprender cuán fácilmente los nazis se hubieran sentido impotentes e insignificantes sin la primera guerra.

Asimismo, en ese discurso, señor Obama, afirmó que “las negociaciones no pueden convencer a los dirigentes de Al Qaeda para que abandonen las armas”.

Pero no tiene en cuenta que los dirigentes de su país y sus aliados han declarado repetidamente: “No negociamos con terroristas”.

Los terroristas recurren a la violencia para conseguir objetivos políticos. Sus partidarios los abandonarían si vieran que se puede conseguir una solución justa mediante la negociación.

La piadosa declaración de que no existe posibilidad de negociación con los terroristas, convence a los terroristas y a sus partidarios de que no tienen otra salida. Usted no sabe a qué podrían conducir unas negociaciones abiertas.

En su discurso, señor Obama, mencionó el “reconocido principio de la auto-defensa”, pero dio la impresión de que confundía “auto-defensa" con venganza.

Las medidas de seguridad adoptadas tras los atentados del 11-S son auto-defensa. Los ataques contra Afganistán son una venganza y han contribuidos al círculo vicioso de la violencia, origen de tanta miseria en el mundo actual.

Debe comprender que aquellos a quienes Usted considera insurgentes, se tienen por patriotas que actúan en auto-defensa.

En aquel discurso, señor Obama, declaró que se puede emprender una guerra justa por motivos humanitarios.

Pero no dijo que el término “humanitario” normalmente es un pretexto para una intervención que sirve a los intereses de los que la provocan.

En el caso de los Balcanes, que citó como ejemplo, las predicciones del Dr. King se hicieron realidad. Tras muchas muertes y muchos desplazados, las tensiones en la región no se han reducido. Las guerras calificadas de humanitarias han arruinado muchas vidas y beneficiado a unos pocos.

Señor Obama, en su discurso, aludió a las Convenciones de Ginebra y demás leyes de guerra.

Pero omitió que no se respetan. Una vez desatada la guerra, nadie pierde de buena gana; nadie está dispuesto a morir por unas normas abstractas.

Todos los países, el suyo incluido, olvidan y violan esas normas si creen que para ganar precisan hacerlo. La única forma de evitar las violaciones de las leyes de guerra es evitar la guerra

Señor Obama, en el discurso dijo sabiamente que si respetamos el derecho internacional no podemos mirar para otro lado cuando no se respeta la ley.

Pero no explicó por qué el país que dirige sigue suministrando armas a naciones que incumplen las Resoluciones de la ONU y utilizan sus armas para hacer daño a civiles.

Tampoco explicó por qué trabaja con países que se han negado a cumplir el Tratado de No Proliferación.

En aquel discurso, señor Obama, tuvo que poner toda la carne en el asador para justificar el ficticio concepto de guerra justa pero fue incapaz de hablar de la necesidad de una paz justa.

Una paz basada en la justicia reconoce el valor y la dignidad de todos los seres humanos.

En una paz justa, la gente inocente no se ve desplazada por la guerra o por el miedo que produce.

En una paz justa, las grandes potencias no imponen a los países pequeños cómo dirigir sus asuntos internos.

En una paz justa, no se castiga a pueblos enteros por los crímenes cometidos por otras personas de su misma etnia.

En una paz justa, no se permite que las fuerzas políticas establezcan fronteras que separan familias y amigos.

En una paz justa, ningún grupo puede desplazar a otro.

Señor Obama, en ese discurso, fue incapaz de reconocer que cuando la guerra parece inevitable, es debido a que el mundo ha esperado demasiado en pedir una justicia imparcial.

Las guerras que su país tiene en marcha en la actualidad podrían haberse evitado fácilmente si se hubiera apoyado la justicia para los palestinos y demás pueblos de Oriente Próximo.

En ninguna de las regiones aludidas por Usted, los Balcanes, Oriente Próximo y Afganistán, existe una paz justa.

Si Usted continúa con sus actuales políticas, no habrá paz justa cuando acaben las guerras de hoy. Y si no hay paz justa, pronto habrá otra guerra.

Para merecer el premio que acaba de aceptar, señor Obama, debe dejar de defender la guerra justa y empezar a trabajar por una paz basada en la justicia.

Y para hacerlo, debería guiarse por una de las reglas de oro, defendida por las grandes religiones y filosofías del mundo: “No hagas a los otros lo que no querrías que le hicieran a los estadounidenses”.

El Dr. David Lorge Parnas es profesor emérito de la McCaster University y de la University de Limerick, Irlanda. Vive en la actualidad en Ottawa. Fue presidente de Science for Peace y miembro de Canadian Pugwash.

"http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=16917" target="_blank">Global Research, 12 de enero de 2010

 

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