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Venezuela :: 03/04/2010

Legitimización política

Dozthor Zurlent
La ilegitimización del gobierno de Chávez va acompañada de una bien planificada estrategia que busca legitimar acciones de desestabilización en Venezuela

El fenómeno de la legitimización política es complejo. Un análisis más a fondo del asunto requeriría, sin lugar a dudas, de un escrito más extenso que esta modesta contribución. Aunque el asunto de la legitimización no es nada nuevo, la existencia de mecanismos más dinámicos de comunicación y el hecho de que la comunicación se ha hecho global, más accesible e instantánea amerita una reevaluación de este factor, tan importante en el proceso de establecer políticas de dominación o liberación en la lucha global de intereses.

Una primera pregunta que debemos hacernos es ¿por qué es necesaria la legitimización política y por ende, su opuesto, la ilegitimización?

La legitimización política no debe verse necesariamente ligada a una justificación legal, aunque los actores que buscan legitimar una acción, preferirán siempre poder usar algún subterfugio legal, por vago que éste parezca, para justificar dicha acción. La legitimización debe verse más relacionada con la justificación social, con la aceptación de gran parte de la sociedad de la acción referida como una medida de su validez. Lipset (El Hombre Político. Las Bases Sociales de la Política, John Hopkins University Press, 1983, p. 64), decía que «la legitimización tiene que ver con la capacidad del sistema de crear y mantener la creencia [en una sociedad DZ] de que las instituciones políticas existentes son las más adecuadas para una sociedad».

Aunque esta definición de Lipset puede servirnos como punto de partida. La realidad es que la legitimización política no es hoy en día una relación bidireccional entre un gobierno y los ciudadanos gobernados. Hoy en día la legitimización política es un proceso multidireccional con una variedad de actores, y muchas veces los actores externos son más importantes y poderosos que los internos. Las acciones de estos factores externos pueden no tener vinculación con la justicia, es decir, ellos pueden legitimar un proceso electoral fraudulento o pueden ilegitimar un proceso electoral llevado a cabo con toda justicia y limpieza.

Si la legitimización está basada en la justificación social, en la aceptación mayoritaria de los principios políticos e ideas que sustentan la acción o los objetivos bajo los cuales se realiza la acción, entonces los principales mecanismos para poder influir en estas percepciones deben ser controlados por los factores de poder que seriamente pretendan mantenerse en el poder, u obtenerlo. Aquí entran primordialmente los medios de comunicación, la publicidad, el cine, el Internet y todo mecanismo de difusión masiva capaz de influenciar lo que la gente piensa o siente sobre diversos aspectos de la vida; pero también la cultura, la educación, los conceptos que usamos y por supuesto, como dice Focault, «las condiciones históricas que motivan nuestra conceptualización».

Sé que el término controlar puede parecer muy fuerte, sobre todo para aquéllos o aquéllas que se han creído el cuento de la libertad de expresión, lo cual nos llevaría a otra discusión, pero vamos a suponer que no es así, que si existe libertad de expresión ¿por qué los principales medios de comunicación no están en las manos de todos los sectores que conviven en una sociedad, sino que están controlados por factores de poder? Generalmente los sectores que controlan los principales medios de producción en la sociedad, es decir, los más poderosos económicamente. En un contexto donde no hay peligro para el sistema imperante, o donde éste no se encuentre bajo ataque directo o indirecto por otros países o fuertes factores internos, el poder imperante puede incluso permitir la existencia de medios opositores poderosos. Entonces podemos ver algunos casos de emisoras opositoras, o se puede dar un juego de oposición simulada entre fuerzas similares por posiciones de poder dentro del mismo sistema, lo que es muy típico de las democracias representativas, para darle a la gente la idea de tener opciones para escoger aunque realmente son fuerzas políticas que representan lo mismo. Este juego se desarrolla bajo la tutela de los grandes empresarios y de sus medios de comunicación, éstos, además de controlar el sistema político-social imperante, son ampliamente complacientes con los gobernantes que les apoyan. El problema se presenta cuando hay fuerzas atacando al sistema imperante, queriendo cambiarlo por otro diferente, lo que origina una situación de confrontación real de poder. Entonces, el poder legitimado, puede ejercer represión hacia aquéllos inadaptados ó antisociales que no se conforman con el status quo.

El hecho de que los mecanismos internacionales de validación y legitimización pueden llegar a ser más importantes que los locales, tiene como un caso explicativo la invasión a Irak. Previo a la invasión se usó el argumento de que este país tenía armamento de destrucción masiva. El uso de medios de comunicación se acompaña de organismos internacionales que siguen agendas políticas bien establecidas y están alineados con los intereses de los grandes empresarios del mundo; los trabajadores de estas instituciones reciben jugosos salarios, y han sido formados generalmente en las más costosas universidades de los países dominantes de la economía mundial.

El control de organismos internacionales, las campañas en los medios de comunicación mundial y el control de las agencias de noticias le da a los grandes multimillonarios del mundo una ventaja evidente a la hora de decidir qué hecho amerita ser desacreditado, vilipendiado, y hasta metamorfizado de lo que fue en realidad, todo para justificar acciones políticas y militares contra gobiernos o líderes no complacientes con sus intereses. Estos pueden también presentar de manera benigna, o simplemente ignorar, hechos despreciables e inhumanos cometidos por sus aliados poíticos o por ellos mismos en otros países.

El asesinato reciente de cinco periodistas y varios líderes de la resistencia hondureña, entonces pasa desapercibido en los medios de comunicación; porque la dictadura legitimada de Honduras es amigable a los empresarios de Estados Unidos y los asesinados son considerados gente de izquierda. Algo mucho peor pasa en Colombia donde gobiernos criminales, pero legitimados, han ordenado y han sido cómplices en el asesinato y desaparición de decenas de miles de colombianos de todos los estratos sociales llevados a cabo por militares y sus aliados paramilitares; paralelamente millones de colombianos han sido forzados a salir de sus lugares de origen. Pero nadie habla de llevar a los gobiernos colombianos al tribunal de la Haya por violaciones flagrantes a los derechos humanos, gracias a la alianza estratégica del gobierno de Colombia con Washington, lo que le permite cometer estos crímenes con impunidad.

Por el contrario, en países como Venezuela, donde la puesta en libertad condicional de un empresario dedicado a "engordar vehículos" para venderlos a cuatro veces su precio real, que además es dueño mayoritario de un medio de comunicación desde donde se hacen llamados a derrocar el gobierno y a asesinar al Presidente Chávez, ocupa grandes titulares de la prensa mundial, y es presentado como un preso político y su detención, como una violación de derechos humanos.

Aunque el cine, el teatro, las vallas y otras propagandas de calle, las marcas y los productos (el consumo), son elementos que permiten perfilar y modelar a una audiencia muy amplia de acuerdo a ciertos intereses, estos son más elementos que han sido diseñados para influenciar la cultura y la educación que la percepción instantánea de eventos. Para esto último, el poder de los medios de comunicación es clave, para así crear complacencia o displicencia con hechos puntuales y coyunturales. Todos ellos en última instancia persiguen inculcar legitimidad o ilegitimidad a hechos relevantes del mundo.

La idea de superhéroes salvando al planeta, por ejemplo, que se nos inculca en las comiquitas (comics) es un proceso muy sofisticado que va creando entre nosotros aceptación de la idea de que debe haber un guardián del mundo, un defensor de la paz y el bienestar de los ciudadanos del planeta, alguien que luche contra el mal. Este proceso de asociación no es inmediato, es un fenómeno cultural a largo plazo, y va asociado a otros valores que se nos inculcan para que seamos receptivos a la idea de la existencia de un poder dominante mundial que puede poner y quitar gobiernos según le convenga, porque ellos son los supuestos buenos. Esto se refuerza en el cine, en libros, en los medios de comunicación en general. Como resultado, el imperialismo, en vez de ser un ente opresor y depredador de los recursos del planeta y responsable por el asesinato de millones de ciudadanos del mundo, para el beneficio de unos pocos multimillonarios, se convierte en un elemento benigno, el genocida más respetado del mundo, legitimado para actuar y mantener bases militares en todo el planeta.

Este benefactor del mundo es el mismo que apoyó a Pinochet, a Somoza, a Duvalier, a Stroessner, a Videla, a Ríos Montt, a Maximiliano Hernández Martínez, a Roberto d'Abuisson, y a tantos otros criminales que han masacrado y torturado a miles de ciudadanos en sus respectivos países por el simple hecho de pensar diferente o de tratar de querer implementar cambios que afectarían potencialmente los intereses de empresarios estadounidenses o europeos, para el beneficio de sus conciudadanos. Más sin embargo, los grandes medios del mundo ocultaron los crímenes de los dictadores, por vergüenza a mostrar la verdadera cara del imperialismo, para legitimar a dichos gobiernos ante el mundo y profundizar el dominio de Estados Unidos en la región.

El acceso a Internet, a telefonía móvil y las imágenes de TV hacen de éste un juego algo más sofisticado aún. Ya no es tan fácil ocultar las masacres cuando cualquiera puede tomar fotos con un teléfono o cámara digital, cuando hay comunicación instantánea desde casi cualquier lugar poblado, y por lo tanto, el ocultamiento de información se combina con avanzados procesos de manipulación de hechos, uso de supuestos especialistas sobre los tópicos en cuestión, y la manipulación de imágenes para apoyar el uso de la mentira. Claro, ellos siguen controlando los principales medios y se hace aún difícil contrarrestar lo que ellos dicen.

Antes las cosas eran más sencillas. Cuando el 3 de agosto de 1964 el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson informó de un (inexistente) ataque de las patrulleras vietnamitas al destructor USSMadox en el Golfo de Tonkin, no necesitó de mucho más, para conseguir la autorización del Congreso para lanzar masivos ataques contra el gobierno de Hanoi.

Otra mentira pura y simple, fue la de William Randolph Hearts, quién a raíz del hundimiento del Maine, el 16 de febrero de 1898, y sin esperar el resultado de una investigación, titulaba en su prensa: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo». Una investigación posterior comprobaría que no fue así. Pero esto sirvió de excusa para la entrada de los Estados Unidos en guerra con España y poder así concretar sus intentos por apoderarse de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

En el caso de la más reciente invasión a Irak, y de la destrucción de ese país, se presentaron imágenes satelitales con los supuestos sitios donde se escondían las armas de destrucción masiva. Hubo voceros de varios países europeos, y por supuesto del Departamento de Estado, y un uso constante de los medios de comunicación demonizando a Saddam Hussein. Ya no bastaba la palabra de alguien o un titular de prensa. La gente se ha hecho más visual, menos crédula. Como resultado de la invasión, el sufrimiento del pueblo iraquí se masificó y multiplicó, y todavía sigue sufriendo los efectos de la guerra impuesta. Nadie hace énfasis de esto en las noticias.

Más allá de la mentira pura y simple, también se crean situaciones que luego se atribuyen a la contraparte o digámoslo así, al enemigo. Un caso que se me viene a la mente fue la masacre de ciudadanos venezolanos en Puente Llaguno, durante el golpe de Estado de abril de 2002.

Los golpistas contrataron a francotiradores que desde un hotel llamado Venus, dispararon con fusiles contra una concentración de simpatizantes de Chávez y luego contra la marcha de la oposición para crear el caos y provocar la acción ya planificada de ciertos militares opuestos al Presidente constitucional de ese país. Algunos de los simpatizantes de Chávez estaban armados con armas cortas y empezaron a disparar contra los francotiradores como medio de evitar una masacre mayor entre su gente, aunque a una distancia de doscientos metros del hotel, y con sólo pistolas, era poco lo que realmente podían hacer. Gustavo Cisneros, uno de los empresarios más ricos de Latinoamérica y dueño del Canal de TV Venevisión, mostró al mundo imágenes manipuladas donde se presentaba a los mismos simpatizantes de Chávez (que estaban realmente disparando contra los francotiradores) como disparando contra la marcha de la oposición. Con esto, se legitimaba el golpe, ante los venezolanos y ante el mundo, y se ponía a Chávez como el hombre que había ordenado asesinar a los opositores. (A propósito, Venevisión todavía sigue operando abiertamente en Venezuela, a pesar de las denuncias nunca fundamentadas de que no hay libertad de expresión).

Esta manipulación mediática, que recibió el Premio Príncipe de Asturias, y su coordinación con un plan macabro, creó el caos, le quitó la vida a decenas de ciudadanos venezolanos, ocasionó la imposición de una dictadura en la República Bolivariana de Venezuela y el derrocamiento de un gobierno con el que no simpatizan los Estados Unidos. Todavía hoy, Hugo Chávez es demonizado constantemente en los medios corporativos nacionales e internacionales, buscando ilegitimar su gobierno y crear condiciones para su derrocamiento.

En el más reciente esfuerzo, aparecen las acusaciones por un juez español de que Venezuela esconde a supuestos terroristas vascos (cuando en realidad fueron amnistiados por Felipe Gonzalez y enviados a Venezuela), las cuáles fueron apoyadas (¡Oh, sorpresa!) por el Departamento de Estado de Estados Unidos; se suman las recientes declaraciones de Oswaldo Alvarez Paz en Globovisión acusando a Chávez de vínculos con el narcotráfico y la guerrilla colombiana y con ETA, y las declaraciones de Guillermo Zuluoga (principal dueño de un canal de oposición en Venezuela) del 19 de Marzo de 2010, en la reunión de la SIP en Aruba, donde dice que Chávez ordenó disparar contra la marcha de la oposición (cosa que sabe de sobra es mentira) y se lamenta de que el golpe de Estado de abril de 2002 no funcionara. Aquí la ilegitimización del gobierno de Chávez va acompañada de una bien planificada estrategia que busca legitimar acciones de desestabilización en tierras bolivarianas. Como se dice en Venezuela... ¡MOSCA!

29 de Marzo de 2010

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