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Mundo, Cuba, Venezuela :: 30/07/2019

El Foro de Sao Paulo en el Salvaje Oeste de la comunicación política

Rosa Miriam Elizalde
¿Tiene la izquierda latinoamericana un frente que, desde la ética y desde la ciencia, pueda reaccionar ante esta artillería?

Steve Bannon, el artífice de la campaña electoral de Donald Trump en 2016, es el ideólogo de la comunicación política alt-right. Está detrás de las tácticas comunicacionales de la derecha europea, que hoy domina las redes digitales. Ha desembarcado en América Latina con la familia Bolsonaro, que le rinde culto y lo invitó a participar en el proceso electoral en Brasil. Tiene contactos y simpatizantes en Chile y Argentina, obviamente nostálgicos de las dictaduras, según ha reconocido públicamente.

The Moviment, su cuartel general desde el cual ofrece apoyo logístico a las fuerzas de extrema derecha, es algo más que una oficina siniestra en Bruselas de la que salen consejeros, especialistas en obtención y manipulación de datos, y expertos viralizadores de fake news. Es una internacional del pensamiento neocon dispuesta a coordinar todas las fuerzas retrógradas que operan en el mundo y que avanza a saltos de rana, dominando los procesos electorales con un discurso antisistema que tiene oídos receptivos en los de arriba y en los de abajo. Unos, porque quieren cero regulación del Estado; otros, porque son las víctimas de la globalización neoliberal.

Bannon es el brazo ejecutor de un anti-Foro de Sao Paulo en términos de comunicación política, donde los instrumentos del marketing ocupan un lugar central en la modelación de los escenarios de nuestros países. Tiene otras particularidades. La lucha en las urnas es cada vez menos un terreno dirimido por voceros, periodistas y comunicadores para convertirse en un espacio interdisciplinar donde convergen filósofos, economistas, matématicos, informáticos, especialistas en marketing y toda suerte de profesiones que despliegan de manera quirúrgica las mentiras, usan clandestinamente los datos personales, se valen de industrias ilegales para inflar la interacción digital y apelan permanentemente a los mensajes emocionales y al sicariato político en las redes.

Este Salvaje Oeste se sirve de la ciencia y de la técnica y entiende perfectamente que existen dos paradigmas de la comunicación política en pugna. Una, lineal, descomplejizada y unidireccional, que se piensa en términos de difusión y en la que los destinatarios son tratados como masa sin rostro. Y otro enfoque que se concentra en el destinatario, en sus emociones y reacciones, y libera a la comunicación de su vestimenta paternalista y vertical, para pensarla desde una visión estratégica y de construcción de sentido compartida, en función de objetivos políticos.

La mano negra de Steve Bannon está, por ejemplo, en los métodos del estratega ecuatoriano Jaime Durán Barba, el principal asesor de la campaña para la reelección de Mauricio Macri. Alejandro Bercovich, del matutino Buenos Aires Negocios, ha documentado como la microsegmentación del mensaje del candidato oficialista “está llegando a niveles nunca vistos en Argentina”. A diario se despliegan 37 spots diferentes para 37 públicos distintos. “Anteayer (en Facebook e Instagram) se podía ver un récord de 419 avisos diferentes de Juntos por el Cambio… Cuatrocientos diecinueve spots son 419 microhistorias, 419 secuencias de imagen, 419 apelaciones a la emoción”, añade.

La decisión de participar en un movimiento, compartir una idea u otorgarle el voto a un candidato en una elección política no es el resultado de un proceso meramente razonado. Lo que hemos visto en los procesos electorales de los últimos tres años es que la gente vota según su identidad moral y sus valores, aún cuando estos vayan en contra de sus intereses. El votante suele estar mal informado, ha ignorado la información política básica o simplemente está tan indignado con el sistema que se apunta al primero que articule un discurso de cambio, con la ayuda de laboratorios que estimulan sus instintos primarios.

Susan Sontag advertía que “la izquierda tienen mucho que aprender de la derecha sobre su manera de hacer cambiar la ideología y de fabricar lo que yo llamo el sentido común”. Comprender cómo funciona ese dispositivo que crea “sentido común” permitirá vislumbrar cuáles serán los desafíos políticos de los próximos años en un escenario de actuación que presenta cada día mayor complejidad.

Para empezar, deberíamos hacernos algunas preguntas. Con el despliegue de la big data y la publicidad teledirigida, ¿puede el ciudadano del siglo XXI escapar a una red digital que a falta de normas también carece de ética de parte de quienes la tejen? ¿Tiene la izquierda latinoamericana un frente que, desde la ética y desde la ciencia, pueda reaccionar ante esta artillería?

Esas preguntas sobrevolaron la discusión del Taller de Comunicación Política del Foro de Sao Paulo, que sesionó en Telesur. También, la convicción de que esta concertación regional debe salir de los interminables diagnósticos y enfocarse en el diseño de estrategias y crear sus propios instrumentos para pasar a la ofensiva. Hay que activar y entrelazar las redes de comunicadores de cada organización y comenzar a prepararse para desarticular el dispositivo del marketing de alta tecnología que acompaña hoy a la derecha transnacional, con sus meteoritos políticos como el Brexit, Donald Trump, Bolsonaro y Guaidó.

La respuesta desde la izquierda tiene que darse no sólo en relación con el contenido que generen y articulen los 122 partidos y movimientos que en América Latina integran oficialmente el Foro, sino con la forma, con las emociones que estos contenidos proveen, con qué consenso se busca, qué orden, qué libertades y cuál es la verdad que se oculta, no sólo detrás de las burbujas en las que nos encierran, sino exactamente dentro de ellas.

“Ganar como sea y con las herramientas que sea” es el lema de la comunicación política del siglo XXI con Steve Bannon de mariscal de campo. Mirado desde el horizonte de los agrupamientos políticos de la izquierda continental, el desafío es seducir, superar las fronteras locales, atender a los micro escenarios y penetrar en círculos antes inaccesibles y confinados en la autocomplacencia ideológica de quienes solo quieren convertir este mundo en un lugar más inhóspito de lo que ya es.

Dominio Cuba

 

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