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Chile :: 25/08/2010

Cuando la oscuridad se hace carne y también combustible para algunos

Andrés Bianque
Rotulado como un domingo 22 de agosto, del año 2010, emerge la noticia de la sobrevivencia de 33 mineros atrapados después de un derrumbe en la mina San José.

A lo largo de este periplo narrado por distintas bocas y manos, a uno le fue quedando una sensación de franca desvalía ante el asunto. Lo mejor para ellos es que hubiesen muerto en el derrumbe, todos y de manera rápida para evitar la tradición chilena de la tortura. En el mejor de lo casos, no sabiendo a ciencia cierta, la envergadura o capacidad del refugio en cuestión, que por último, con un poco de fe, estuviesen vivos la mitad de ellos, tal vez, diez, por lo menos unos cinco. Pero a medida que los días fueron pasando, cada hora fue una palada más sobre sus cuerpos.

Se erigiría un memorial con sus nombres mineros, escritos en la misma piedra que ellos mismos tuvieron que sacar en vida.

El asunto, ante los sentidos, para muchos, parecía ser, el de estar observando un incendio a la lejanía, mientras se sostiene un cigarrillo y se escuchan sirenas y voces que murmuran palabras arrugadas. Mientras los más morbosos miran atónitos como la televisión babea noticias frescas y aún no coaguladas de la noticia en ascuas y ciernes de estambres rotos y lágrimas negras de mineros enlutados.

Mirar la tragedia a lo lejos y en el mejor de los casos, séame permitido el pleonasmo, desear, que hubiesen muerto en forma rápida. Pero no, contra todas las leyes de la mecánica orgánica, la oscuridad se volvió carne, lo cual refuta los ideales racistas de que sólo en la alba, blanca luz emerge la vida.

Mientras tanto, los que saben, los que entienden más que la gente común y corriente, se peleaban los foros y coros, en encendidas alocuciones y disertaciones de quienes eran los culpables.

No llama profunda, ni mínimamente la atención la bipolaridad social y política de algunos, del lado que sean. De izquierdas o de derechas. Todos intentando sacar algún provecho político del asunto.

Emergen los comentarios incendiarios en contra de los patrones (merecidos en todo caso), pero de sabores rancios. Porque cada vez que ocurre un algo, aparecen los mismos a intentar decirnos, (con un lenguaje aprendido para el caso que competa) de las muy miserables condiciones del sector laboral a, ó también b, y sí ocurre algo en X, también lo saben o lo sabían, pero no era noticia como caricia para sus muy fundamentados conocimientos etéreos. Sus métodos de trabajo y análisis no parecen muy distintos a los del otro bando, lado, arista.

Como se dice en el argot de izquierda, meros “cortoplacistas, inmediatistas” dan la sensación de oportunistas. (Tal vez como yo mismo por ejemplo, al escribir de algo que está en boga, en el cenit de la noticia y no haberme preocupado en forma más seria por el tópico minero en otros tiempos apaciguados) Polizontes de lo noticioso.

Más aún, entalle el ojo lo que fue aquello de intentar adentrarse en obtener información acerca de los mineros. Fue un repetitivo e insípido desfile de las mismas cosas. Es como ir al médico por una dolencia y que este nos diga, Usted está enfermo.

Descripción del asunto, descripciones de situaciones, representación de la desolación y nada más. Cuando de lo que se trata es de cambiar las cosas, no solamente narrarlas.

La derecha no tiene ni el encanto de la sorpresa. Abundante agua, jabón y un duchazo televisivo para limpiar su imagen y Yingo, ya está.

Sin embargo, quizás apliquen medidas duras en pos de intentar instaurar una explotación capitalista más refinada, más elegante, con servicio en las manos, nada de látigos, garras y palos.

Muchos critican el oportunismo del presidente de turno, por haber sido él quien mostrara el recado extraído del infierno. Sí tuviésemos el gobierno más ultra-mega revolucionario del continente en nuestro país, ¿No hubiera hecho exactamente lo mismo nuestro líder, comandante o presidente? ¿Qué hubiéremos dicho?

Quienes se quejan, deben ser gente de la Concertación, es decir, los mismos que sólo hace un tiempo atrás, aprobaron explotar la mina y se mueren de envidia por no aparecer en primera plana.

Sí son de izquierda, debe ser una dicotomía extraña. Algunos, sí mal no recuerdo, les guste o no, han vivido en un muy extraño concubinato político-prosaico aceitado por extraños fluidos entre gallos y gallinas de medianoche con esos mismos de La concertación.

Las otras gentes de izquierda, que nada tienen que ver con esos arreglos y entuertos, deben ser de aquellos que no han sido capaces de levantar una alternativa decente y amplia en tantos, tantos años. Pero a la hora de criticar son los primeros en levantar la mano, pero a la hora de proponer, son bastante mediocres y sectaristas.

O sea, muchos de esos que jamás han tomado una pala, jamás han usado el metro en hora punta, que no sueltan el carro por ningún motivo, que no saben qué se siente ir en un bus repleto de gente. Que son expertos en criticar y criticar y de tanto criticar se vuelven desagradables Narcisos Caudillos, con un rotundo sabor a caldillo descompuesto, porque lo que critican en público y de día, en privado y a oscuras lo disfrutan sin ningún sufrimiento.

Yo no porque yo disfruto a plenitud los productos del capitalismo y me encantan. (No me gusta, ni estoy de acuerdo en la manera en cómo se confeccionan esos productos, que me parece, es lo central y determinante) Además, afile su amplitud de dogmatismo, yo no represento a nadie, apurado me represento a mi mismo. ¿Pero los señoritos comandantes intocables? ¿Las vacas sagradas que pastan todo el día en sus escritorios? ¿Los que sólo dan órdenes y no pueden participar en ninguna actividad porque son demasiado importantes y, envían a sus gomas-militantes?

El plan de trabajo para cambiar, modificar ciertas realidades será, al parecer, un eterno borrador olvidado en algún cajón olvidado.

Entonces, las dos manifestaciones extremas del estado (social-emocional) intentarán inocularnos con su verdad.

Qué manera de haber vendedores de aspiradoras en nuestros sectores. Demasiado joven se ha vuelto viejo antes de tiempo.

A ciertas porciones progresistas de la sociedad chilena, les encanta criticar, pero no que los critiquen, he ahí un gran estorbo a la hora de avanzar.

Un botón de muestra, Piñera Presidente.

Lo demás, meros discursos como rosas marchitas sacudidas al viento…

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