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Mundo :: 29/01/2011

Ecuador: ¡Con el Carchi no se juega!. 26 de mayo de 1971

Elías Cuaspud
La rebelión enfrentó a la avanzada del ejército que llegó por aire y tierra a someter el paro general que se había decretado

Sucedió hace 40 años. A pesar de que era parte ya de los "usos y costumbres" de la provincia norteña del Carchi, Ecuador, vanagloriarse de ser un pueblo aguerrido que no se dejaba fácilmente avasallar cuando los poderes de turno lo tocaban; de que los bravos "pupos" fueran quienes rompieran el cerco que permitió al ejército del libertador Simón Bolívar cruzar al sur; de que fueron los únicos que se prepararon -aunque tardíamente-, para rescatar al Eloy Alfaro de las hordas conservadoras que acabarían con su vida arrastrándolo por las calles de Quito, etc., etc ... A pesar de toda esa memoria cultivada casi cotidianamente, el 26 de mayo de 1971 -uno de los últimos hitos donde este pueblo reveló aquella potencia de autonomía y autodeterminación fuera del Estado y los partidos políticos-, continúa siendo absolutamente desconocido, y, si acaso por quienes lo sobrevivieron, incomprendido.

Recuérdese que en aquellos años, la de la última dictadura de Velasco Ibarra, se quiso imponer un tributo de 2 sucres al cruce de la frontera con Colombia, afectando con ello, sobre todo, pero no solo, a las personas que se dedicaban al comercio de menudeo y que, como tal, apenas si sacaban para su diaria subsistencia. Si bien al inicio, por la presión popular en la primera gran asamblea -una suerte de cabildo popular- se vieron forzadas las autoridades locales a asistir, los acuerdos que se tomaron de ahí en adelante eran totalmente de consenso popular, y donde dichas autoridades fueron rebasadas al punto que su rol se redujo a ser simples negociadores con el gobierno central, pero en condiciones en donde la gente, consciente o no, solo veían en esto un recurso de "a ver qué pasa". Luego de esos intentos fallidos, el actor claramente fue el pueblo, y de manera especial las mujeres.

Esta rebelión que llegó incluso de manera espontánea y súbita a armarse de fusiles mauser maltrechos, tomados de las bodegas del estanco, más uno que otro rifle de cacería y al grito potente del ¡CON EL CARCHI NO SE JUEGA!, se enfrentó a la avanzada del ejército que llegó por aire y tierra a someter el paro general que se había decretado. Hubieron bajas de ambos lados y aunque militarmente se impuso el ejército, no concluyó el paro, sino por el contrario cobró formas inusitadas donde la imaginación, la solidaridad y el honor de este pueblo mostró su vieja data de dignidad.

La persecución que siguió después de que el ejército tomara posiciones en la ciudad obligó a que muchos tuvieran que buscar refugio en la vecina ciudad colombiana de Ipiales, encontrando entre sus habitantes muestras de solidaridad y la consabida fraternidad hecha realidad en dimensiones verdaderamente conmovedoras. La dictadura ofuscada y confundida no sabía qué hacer, todo se le escapaba de las manos, y hasta el proveer de alimentos para su tropa le era imposible porque en el mercado se rehusaban atenderles, a no ser los insultos bien ganados que los soldaditos debían soportar cabeza baja. Igual respuesta encontraron del lado ipialeño cuya población había acordado jugárselas todas en solidaridad con sus vecinos tulcaneños. En fin...

Cientos de anécdotas podrían contarse, todas con la impronta del valor, el honor, la solidaridad de estos pueblos en aquellos días donde el continum del tiempo del poder era roto y donde, como se sabe, los acontecimientos adquieren ese sentido de espacios donde los códigos de la normalidad de arriba eran rotos, emergiendo esa suerte de "carnaval" o fiesta que toda rebelión conlleva. Hoy lo que más importa es tomar conciencia de esta revuelta local, especialmente de quienes son hijos de estas historias, porque el patrimonio más grande de un pueblo es siempre su memoria, su memoria histórica, ya que esta es la que ofrece su identidad como pueblo, siendo la dignidad la que la mantiene viva. Esta memoria -que solo puede ser colectiva-, a veces vive invisible sosteniendo en silencio a un pueblo, una cultura determinada; por ella vive y tiene proyección al futuro; por eso, reducirla a la imagen de individuos, personalidades, es negar esa memoria así como al patrimonio digno que le permite a un pueblo ser.

Es el caso de esta gesta heroica del 26 de mayo de 1971 que, se supone, todo carchense la debe conocer. Digo es el caso, porque lo que a esta gesta la hace heroica es porque, como se ha dicho, el actor fue el pueblo llano, el de siempre; no el que hizo de este suceso capital político individual, me refiero a las autoridades de aquel tiempo que en realidad, no fueron líderes de nada y solo asustados políticos esforzándose en varias ocasiones por conciliar y en donde dejaron relucir su estrechez y sus cálculos para no quedar mal con los poderes más altos que ellos. El mérito de ese movimiento es que rebasaron a esos pequeños poderes locales que representaban al del Estado en su conjunto. De hecho, el momento máximo que dignifica al pueblo carchense fue cuando esas autoridades, de manera vergonzosa , desde el balcón del edifico de la gobernación de aquel entonces, fueron abucheados e incriminados duramente cuando anunciaron que nuestros presos no iban a ser liberados de inmediato. Con esto admitían tácitamente que estaban sujetos a una ley de la dictadura de entonces, y que ellos se comprometían a "contratar los mejores abogados" para su defensa. Para cualquier lector atento es fácil percatarse que con esto dichas autoridades reconocían la legalidad de ese sistema de las cuales ellos eran de algún modo representantes y que por ello presentaron la situación engañosamente, para que la gente aceptara terminar el paro y su movimiento espontáneo. ¿Qué pasó entonces?. Pues el pueblo se impuso y decidió continuar el paro hasta que no estuvieran en su seno todos los presos sanos y salvos.

Así, a despecho de las autoridades, el paro continuó, y obligó a la dictadura a que regresara a nuestros presos que fueron entregados y acompañados en una multitudinaria marcha de las fuerzas vivas. Quienes hayan vivido esto recordarán a ese pueblo carchense haciéndose sentir una vez más en su tradición de valor y honor, y que hoy por desgracia se invisibiliza otra vez, ante el avasallamiento de esa dinámica chocante y depredadora que el neoliberalismo adquiere hasta en los lugares más remotos.

Esto, sin embargo, como tristemente ocurre cuando desde arriba -con todas las variantes de los arribas que se reciclan- usando los espacios y canales de que disponen y controlan, dan su versión de los hechos, distorsionándolos y donde solo aparecen ellos como los actores, borrándolo al pueblo, o solo puesto como telón de fondo para su capital político.

Esta rebelión rebasó al Estado, a los partidos políticos desde los conservadores, liberales, comunistas y maoístas, aunque muchos de quienes incluso empuñaran un viejo mauser hayan sido militantes de alguno de ellos. Aquí emergía ese ethos rebelde colectivo con la dinámica de los de abajo... Y hasta el encuentro trunco de estudiantes cual milicia de voluntarios que desde Quito, la capital ecuatoriana, con el corazón joven de izquierda independiente palpitando por el imperativo moral, quiso llegar hasta tierras carchenses, entre cantos. gritos y promesas solo detenidas por las patrullas del gobierno que a la salida de Quito los esperaba impidiéndoles llegar a sumarse al movimiento. La dictadura les dijo que no pasarían. Y no pasaron, cierto es, pero sobrevivieron al menos para contarlo...

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(*) Tal vez esta situación permita aquilatar y aprender de estas múltiples revueltas o rebeliones y afirmar la autonomía del abajo. Pero no recordar, sino hacer memoria, es decir, nutriente viva de la acción y dignidad presente.

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