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Argentina, Argentina, AntiMúsica :: 04/12/2019

¡A mover el culo! ¡Vuelve el punk!

Liliana Viola
Historia del punk nacional argentino

Nicolás Cuello y Lucas Disalvo presentan un libro apasionante y revelador trabajo de investigación donde trazan la historia del punk en Argentina. En su libro 'Ninguna Línea recta' rescatan las aventuras desviadas de Pat Pietrafesa, el profe Valenzuela y de muches otres que en los años 80 y hoy también tienen mucho para aportar a las formas de lucha contra las desintegraciones, las falsas inclusiones, los avances del neoliberalismo.

¿Que significa ser punk? ¿Es una identidad, una estética, una utopía andante? ¿Ya fue? La sensibilidad punk, la negación frente a toda tentanción de agradar y la potencia del si no le gusta cómo viene la mano, hágalo usted mismo, aparece explicada y documentada en este trabajo de investigación de Nicolás Cuello y Lucas Disalvo. Este libro que traza la historia del punk en la argentina también deja marcado el camino hacia donde puede avanzar la sensibilidad punk frente a un capitalismo salvaje que propone orden y armonía mientras desmantela lazos y vidas posibles. Ciertas expresiones en la Latinoamérica actual y ciertas luchas subterráneas que no cesan hacen pensar en el fuego punk. Este libro pone el punk en un lugar bien visible y ya desde el título adelanta una respuesta a las preguntas que lo punk suscita: Ninguna línea recta.

En un momento de reinados identittarios los autores rescatan el punk no como una identidad sino una energía. “Una una energía diferente, espasmódica, conflictiva en el mundo. Además, trazan el hilo que no era invisible que une lo queer con lo punk. En el gesto punk encontramos un descalce íntimo, fundamental del cuerpo y el espíritu al negarse a ser reducidos a un destino asignado, y es a través de aquel primer momento de deserción constitutiva que dice “no” a aquello que nos aplaza y nos oprime, que puede ser liberado y se recupera un primer espacio de posibilidad para la conjura experimental de sí mism* y de nuevas formas de vida. Además de un trabajo documentado el libro parece ser una botella al mar de las militancias actuales. O una antorcha encendida para "la crisis de imaginación que actualmente atraviesan los activismos, que oscilan entre el agotamiento afectivo, la interiorización neoliberal de la competencia y la aspiración burócrata de convertirse en referentes.".

En una época en que el odio y las represiones se vehiculizan bajo un discurso del amor y de la inclusión, este libro sobre el punk en Argentina parece hablarle al presente concreto. ¿Qué se traen entre manos con este libro bomba?

No podemos estar seguros de cuáles puedan ser los posibles efectos de recuperar estas trayectorias sexuales hasta hoy canceladas, disminuidas. Pero si estamos seguros que en medio de un potente proceso global que desactiva la hermosa potencia de nuestra diferencia sexual, recuperar el trabajo subterráneo de la inconformidad, la provocación social como una fantasía erótica y la organización minúscula, autónoma, precaria puede sacudir la sensación de asfixia que produce la actual militarización del deseo de esta nueva moral represiva que vemos ascender en nuestro territorio, Y proponernos preguntas que nos empujen más allá de la comodidad alienante que nos ofrece la nueva normalidad de la asimilación o la inclusión capitalista.

¿Que rasgo de lo punk les llama más la atención? Qué los encandila, los ilulmima

La curiosidad. Esa confianza desesperada de que allí afuera tiene que haber alternativas, otros caminos, otras formas posibles de vivir. Se trata de un impulso vital que parte necesariamente de abrazar con urgencia la energía antagonista del rechazo. Esto no me gusta. Esto no es lo que deseo. No voy a esperar, no voy a ceder, no voy a dejarme controlar. Lo voy a hacer a mi manera, creando desde la nada aquello que necesito. En ese sentido, las contraculturas punk fueron un espacio de posibilidad para todos aquellos sujetos desviados de la paciencia programática, desafectados de la capacidad de negociación, huelguistas de las alianzas estratégicas que priorizaron desde la acción directa, organizar políticamente su desorientación sexual de otro modo radicalmente distinto.

¿Como caracterizan la forma de organización punk? Si es que se puede hablar de orden.

Ellos crearon respuestas culturales contra la violencia heterosexista, la injusticia social, la impunidad patriarcal a través de la creación de culturas sexuales públicas, como festivales, giras, conciertos, fanzines, flyers y proyectos musicales, marcados por la ansiedad y la aceleración del disonante ritmo punk. Sin buenas estrategias, sin pedir permiso, sin esperar al tiempo correcto, sin el tutelaje de ningún partido, estas iniciativas dejan en claro que existen otros modos de volver política la experiencia y de transformar aquello que intenta destruirnos.

Qué significa “punk” y que relación tiene con la palabra queer. Son parientes estas dos realidades

El término punk en su historia se constituyó como sede de un fuerte sentido de fragilidad y desposesión. Se utilizó para nombrar a todos aquellos cuerpos extraños cuya diferencia fue perseguida y reducida a su capacidad de supervivencia. La injuria “punk” formaba parte de un lenguaje disciplinante que delimitaba a los sujetos aptos, funcionales, civilizados, bien integrados en los códigos del mundo y otros figurados socialmente como inservibles: jóvenes amanerados, precarizados, demasiado débiles, impetuosos, inexpertos, sodomitas, vagos, drogadictos y perversos.

Suena como un golpe punk...

 La palabra “punk” dibuja fonéticamente la figura de algo que es arrojado contra alguien: su sonoridad habla de un desquite, una puntuación, un golpe, una desaprobación, el chasquido de algo que se rompe, o un cuerpo que se corta, el punto final de un escarmiento para señalar una vida que no vale la pena según las lógicas sociales de la normalidad.

Era un modo de decir queer, lo indeseable...

Punk, no solo fue referido como un modo de connotar negativamente la aparición de cualquier actitud rebelde, sino también se trataba de una referencia popular, en las periferias de las ciudades pero especialmente dentro de las cárceles, para aquellos jovencitos delincuentes, perdidos en excesos, obnubilados por su propio deseo sin rumbo, que se ofrecían a ser cogidos, y particularmente, por el culo.

Desde allí particularmente, es desde donde el sonido de esta denominación acumulará un sentido social e histórico marginalizante que entrelazaria de ahí en más juventud, escoria, subyugación y criminalidad sexual. De la misma forma, si nos retrotraemos a los orígenes históricos del término queer, podemos encontrar resonancias afines, por no decir una genealogía compartida. Cómo señala Paul Preciado, en la lengua inglesa, a partir de su aparición en el siglo XVIII, queer servía para nombrar a aquel o aquello que por su condición de inútil, mal hecho, falso o excéntrico ponía en cuestión el buen funcionamiento del juego social. Figuras como el tramposo, el ladrón, el borracho, el rebelde de la familia y la manzana podrida pero también todo aquel que por su extrañeza no pudiera ser reconocido como hombre o mujer. De esta manera, la palabra queer no parecía tanto estar definiendo un aspecto visible en común entre todos estos sujetos, sino en su lugar indicaba la incapacidad de estos personajes para acomodarse a la exigencia idealizada de lo normal. 

Ustedes dan cuenta de muchos personajes interesantísimos. Sobresalen sobre todo Pat Pietrafesa y el profesor vawlenzuela. ¿Quiénes fueron y quiénes son?

Ell*s fueron (y son) un profesor maricón punk y una chica punk que, durante los ‘80 en Buenos Aires, encontraron en el punk una epifanía erótica y existencial fundamental. A través de la producción de fanzines, libros, traducciones, música ruidosa, eventos autogestivos, acciones contestatarias y la propia vida transitada, habilitaron un registro único desde el cual entender el punk como una sensibilidad singular adversa a la moral mayoritaria, reivindicando la noche, el sexo, la magia, la embriaguez, la conmoción, la vulnerabilidad y los placeres de la diferencia. Lo hicieron desde un lugar crítico y sentimental, periférico en relación a los modos en los que el punk se encaminaba cada vez más fuertes valores masculinistas, por una postulación de verdad contracultural cada vez más doctrinaria y ascética.

Amb*s hicieron posible reinscribir en el punk aquel perverso brillo genealógico que siempre le ha pertenecido vinculado a la sedición sexual, el desacato a los roles impuestos de género, al desorden en la vía pública, al gusto por la ambigüedad, la provocación, la confusión y la desorientación sensorial. A través de las imágenes habilitadas por Pat Pietrafesa y Eduardo “El Profe” Valenzuela que en los ‘80 revisaron el punk como la historia problemática de una subversión sexual y corporal a través de notas como la ya mencionada “¿Será que los punks son putos?” o columnas en el fanzine Resistencia (1984-2001), fue que much*s punks locales posteriormente pudieron darle sentido a sus propias biografías, generando universos gráficos, espacios de sociabilidad y experiencias de vida impulsadas por nuevas formas de imaginación política y sexual.

A medida que avanza Ninguna Línea Recta va apareciendo más y más gente punk.

Podemos mencionar, por ejemplo, el caso de bandas integradas por mujeres punks como Soberanía Personal, Trixy y los Maniáticos o Exeroica que, a mediados de los ‘80, supieron confrontar la supremacía masculinista que se estaba afianzando de forma creciente en la escena punk. Revisar también la organización espontánea de una serie de recitales solidarios en Pompeya durante comienzos de los años ‘90, en donde intervino un colectivo autoconvocado en el que también participaban gays y mujeres punks, entre ell*s, Lola Benz, quien posteriormente en 1997, editaría un fanzine anarco-feminista llamado Lilith, en el cual plasmaría un cruce sensible entre espiritualidad, contracultura y política libertaria. Podemos pensar en Loly, una mujer anarkopunk que a través de fanzines como Luchar para Vivir (1995-1997) y una banda como Ruido e Ideas supo enarbolar reivindicaciones por la autonomía corporal y el desmantelamiento de la cultura machista.

Reponer la conmoción generada por aquellos recitales centrados en la consigna “hardcore gay antifascista” realizados por Fun People a partir del año 1996, como una respuesta estratégica a la clausura machista y homofóbica que se vivenciaba en muchos escenarios hardcore punk locales. Podemos remitirnos al fanzine Drag! (1998-2000) de Pilar Arrese, que en sus imágenes de drag kings, lesbianas butch/femme, citas a Lohana Berkins, Kate Bornstein y otras activistas trans, se preguntaba por el género como un lugar de afirmación erótica, así como también a las alianzas minoritarias que congregaron a travestis y punks durante el conflicto con los vecinos por las zonas rojas de Palermo durante aquella época. 

En el libro también se presenta a lo punk como revulsivo frente a activismos que buscan la integración a riesgo de perder sus originalidades y de dejar gente afuera. Este libro parece transportar una esperanza...

Quizás en esta zona pantanosa que atraviesan las políticas sexuales hoy en dia, desactivadas de todo su potencial amenazante al mismo tiempo que asediadas por un poder profundamente conservador, este libro puede actuar como un compendio de herramientas para ofrecer otras salidas: recordándonos la importancia de volver a la energía desobediente del cuerpo en acción, nombrando desde la inestable provocación estos deseos oblicuos de toda normalidad, sin el peso de la corrección, sin la presión del éxito, sin la promesa cruel del agrado.

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