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Europa :: 12/08/2011

Hay un contexto tras los disturbios de Londres que no puede ser ignorado

Nina Power
Quienes condenan indiscriminadamente los acontecimientos en el norte de Londres y en otras ciudades harían bien en dar un paso atrás para que el árbol no les tape el bosque

Traducido por La Haine

Desde que la coalición conservadora llegó al poder poco más de un año atrás, el país ha sido testigo de múltiples protestas estudiantiles, ocupaciones de decenas de universidades, varias huelgas, uno marcha sindical de medio millón de personas y ahora los disturbios en las calles de la capital y otras ciudades (precedidos por enfrentamientos con la policía en Bristol Stokes Croft a principios de año). Cada uno de estos eventos fue provocado por una causa diferente, pero todos tienen lugar en un contexto de recortes brutal y de hacer cumplir severas medidas de austeridad en un solo sentido. El gobierno sabe muy bien que está haciendo una apuesta, y que sus políticas corren el riesgo de provocar disturbios en masa en una escala que no hemos visto desde principios de 1980. Con la gente tomando las calles de Tottenham, Edmonton, Brixton y otros lugares en las últimas noches, podríamos estar a punto de ver una racha sostenida y perdedora del gobierno.

Las políticas del año pasado pueden haber dejado clara la división entre los económicamente viables y los desposeídos en términos extremos, pero el contexto de descontento social corta mucho más profundo. La muerte a tiros de Mark Duggan el jueves pasado, donde se supo, al contrario de los cuentos iniciales, que las balas sólo fueron disparadas por la policía, es otro suceso trágico más en la larga historia de maltrato de la Policía Metropolitana a los londinenses de a pie. En especial los de origen étnico negro e inmigrante, así como el señalamiento de áreas y personas específicas para la vigilancia, registro, detención o el acoso diario.

Un periodista escribió que estaba sorprendido de la cantidad de gente en Tottenham que conocía y eran críticos de la IPCC (Comisión "independiente" de quejas contra la policía), pero no hay nada sorprendente en esto. Cuando nos fijamos en las cifras de muertes bajo custodia policial (por lo menos 333 desde 1998 y ni una sola condena contra agentes de policía por cualquiera de esas muertes), el IPCC y los tribunales son vistos por muchos, con razón, como instituciones para la protección de la la policía y no de la gente.

Si se combinan sospechas comprensibles y resentimiento hacia la policía, sobre la base de la experiencia y la memoria de los vecinos, con altos índices de pobreza y desempleo, quedan claras las razones de por qué la gente está tomando las calles. (Haringey, el municipio que incluye Tottenham, tiene el cuarto nivel más alto de pobreza infantil en Londres y una tasa de desempleo del 8,8%, casi el doble del promedio nacional, con una vacante por cada 54 solicitantes de empleo en el municipio.)

Quienes condenan los acontecimientos de las últimas noches en el norte de Londres y en otras ciudades harían bien en dar un paso atrás para que el árbol no les tape el bosque: un país en el que el 10% más rico tiene ahora una situación económica y social 100 veces mejor que los más pobres; donde el consumismo basado en el endeudamiento personal ha sido promovido durante años como la solución a una economía vacilante, y donde, según la OCDE, la movilidad social es la peor de todos los países desarrollados.

Como apuntan Richard Wilkinson y Kate Pickett en "El nivel de burbuja: ¿Por qué la igualdad es mejor para todos?", los fenómenos generalmente descritos como "problemas sociales" (delincuencia, salud deficiente, tasas de encarcelamiento y de enfermedad mental altas) son mucho más comunes en sociedades desiguales que en aquellas con una mejor distribución económica y menor brecha entre ricos y pobres. Décadas de egoísmo, competencia y un Estado alentando el individualismo -combinado con una sistemática trituración de los sindicatos y criminalización creciente de la disidencia- han hecho de Gran Bretaña uno de los países más desiguales en el mundo desarrollado.

Las imágenes de edificios destruidos, coches en llamas y tiendas saqueadas pueden proporcionar forraje espectacular para una clase media inquieta, siempre ávida de nuevas historias y nuevos grupos que demonizar, pero no vamos a entender nada de estos eventos si dejamos de lado la historia y el contexto en el que que se producen.

The Guardian

 

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