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Mundo, Medio Oriente :: 25/08/2011

Libia, OTAN y después

Guillermo Caviasca
Las contradicciones de las protestas en el mundo árabe :: Sin dudas occidente estará trabajando para lograr que el nuevo gobierno libio esté en manos de alguien muy dócil

Finalmente después de siete meses de guerra civil e intervención armada imperialista, el gobierno del coronel Gaddafi se extingue. Lo hace después de 41 años de audaces e innovadores proyectos y virajes conservadores; de enfrentamientos con el imperio y asociación con él; de presentar un liderazgo dinámico y carismático o ser un original y extravagante señor del desierto. Si el coronel sobrevive a los combates por la capital del país podrá exiliarse, ser capturado y asesinado o replegarse con leales al interior a una lucha clandestina esperando que el caos y el tiempo le den una nueva oportunidad, aunque eso parece muy improbable. En cualquier caso el pueblo libio ingresa en una nueva, difícil e impredecible etapa de su historia. Donde dependerá de sus propias fuerzas e iniciativa para salir adelante y eludir las maniobras de occidente que pretenderá esclavizarlo nuevamente. La construcción de una fuerza que haga posible a los libios ser dueños de su futuro es algo que en este conflicto no aparece claro y que configura una de los principales desafíos de las protestas del mundo árabe.

Desde el mismo momento en que la OTAN definió el apoyo a la rebelión armada, el desenlace de la guerra se transformó en un juego de paciencia de ambas partes. La incapacidad de los rebeldes de estructurar una fuerza militar seria, unificada, que en poco tiempo se hiciera del gobierno, obligó a la OTAN a desnudar que “proteger a la población civil” era proteger a los rebeldes, frenando los ataques del ejército libio leal a Gaddafi, que en varias ocasiones pareció estar a punto de aplastar la rebelión. Mientras que del lado del gobierno se lograba, superando el caos inicial, estructurar una base de apoyo, mostrando que conservaba apoyo popular (al menos de una parte del pueblo). Reordenando el control de una importante parte del país, (entre ella la capital que concentra la mitad de la población). Y buscando correr el eje del conflicto por reformas hacia una confrontación con el imperialismo. Si el tiempo provocaba que la OTAN relajara su intervención militar antes de que los rebeldes contaran con una fuerza eficiente como para imponer el control territorial, Gaddafi se sostendría en el poder. Pero eso no sucedió. Finalmente los rebeldes ya mejor organizados y equipados entraron en la capital. Es importante recordar que la situación social en Libia (país de solo cinco millones de habitantes con enormes recursos petroleros) era mejor que en el resto de la región, a pesar de que las reformas neoliberales de los últimos años deben haber provocado cierto deterioro y desigualdades notorias. Buenos servicios de salud, educación e infraestructura para la vida cotidiana subsistían desde la época en que la “revolución verde” era “árabe y socialista”. Por lo cual no debemos dudar de que Gaddafi haya sostenido una base social de apoyo importante (combinado con el enorme peso de los recursos de un Estado petrolero en un país poco poblado).

Si bien esta clara la naturaleza imperialista de la intervención extranjera, no hay un análisis lo suficientemente satisfactorio para explicar los motivos efectivos de la misma. Se reclama que es el petróleo la principal razón de los occidentales para jugarse en esta partida. Sin embargo hace ya casi dos décadas que el gobierno libio comenzó un camino de apertura a occidente, que no debe ser ignorado al evaluar la actual situación. Detallemos algunas cuestiones: Se dieron generosas concesiones petroleras a multinacionales que operaban con absoluta libertad y garantía en suelo libio. Se privatizo la banca para garantizar el flujo de capitales y dividendos, tal es así que Libia fue considerada una nación que mejor había seguido los consejos del FMI en la región. Se entregaron las reservas a la banca extranjera, con la consecuencia de su robo por occidente con el inicio de la intervención y la negativa actual de devolverlas al nuevo gobierno sin antes “discutir” en que se van a usar. Políticamente se acusa a Gaddafi de asesinar al fundador de Hezbollah. De expulsar a 30000 palestinos del suelo libio. De acordar con Mubarak el aislamiento de la franja de Gaza. De desmantelar los campamentos y entregar las listas de los guerrilleros del IRA que se habían entrenado en su territorio. También tuvo actitudes conciliadoras con occidente en la guerra con Irak, y se proclamó adalid de la lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo, además que se propuso ante occidente como el hombre que podían utilizar para frenar a los migrantes.

Con toda esta lista de concesiones que Gaddafi realizo a occidente después de la caída del muro de Berlín pareciera ilógico la actual intervención extranjera a favor de “rebeldes” poco seguros. Pero no fue así. Hay varios elementos que pueden servir para explicar por qué. Si dudas hace años que Gaddafi archivo sus ideas tercermundistas y socialistas del “Libro Verde”, pero eso no significa que haya pasado a ser solo un peón de occidente. Mantuvo la decisión política estratégica en sus manos, con negociaciones tanto con Europa accidental como con China y Rusia. De sus prioridades resultó que los EEUU tienen poca incidencia en Libia. Como podemos ver en el inicio del conflicto: fueron los franceses, ingleses, italianos y alemanes protagonistas centrales y los yanquis aparecieron casi como pares en las decisiones mas allá de la imprescindible necesidad del poder militar de estos últimos para las potencias europeas en estos tiempos de crisis. Esto no significa que los EEUU no se reserven un rol central en la “transición”, pero sí que no fueron los actores más importantes de principio. Las otras dos potencias, Rusia y China mantuvieron posiciones diferenciadas. Una lucha económica por recursos entre potencias en este momento de crisis mundial aparece detrás de estas diferencias.

Otro elemento explicativo en la necesidad de occidente de operar políticamente sobre el movimiento de las masas árabes. Estas a lo largo de toda la región aparecen como una ola sin liderazgos ni programas, pero que expresa una gran disconformidad popular. Este movimiento tomo de sorpresa no solo a los gobiernos de diferente signo de la región sino también a las potencias occidentales. Podemos proponer que se trata de un movimiento por reformas democráticas y nacionales que se produce en reacción a casi dos décadas de retrocesos, falta de proyectos hacia el futuro y reformas neoliberales. No son temas de esta nota analizar Egipto o Túnez. Pero podemos afirmar que en todas las situaciones nacionales el imperialismo se introduce, opera y conspira para encontrar una resolución lo más favorable a sus intereses. Por ello en los regímenes satélites apoya abiertamente la represión sin preocuparse por los costos en vidas. Si la represión no basta, y el régimen se muestra débil y agotado, comienza a buscar salidas, amigos dentro de la oposición que sean un recambio favorable. Nadia protesta por las represiones en Arabia Saudita, Marruecos, Argelia, Yemen, Barhein. Creemos que la inestabilidad y movilización de las masas árabes abre un terreno de disputa en el que el imperialismo opera de acuerdo a como se presenta cada situación, poniendo en juego a los grupos pro-ccidentales “dormidos”, que desde años atrás viene siendo preparados en los EEUU. Pero esta certeza de intervención extranjera no debe negar la existencia de descontento popular.

Todos los argumentos usados para la intervención fueron insostenibles, y podrían ser usados como un calco para ser difundidos por la prensa occidental en la intención de legitimar cualquier intervención (el caso sirio merece atención). Mas allá de que nosotros rechazamos cualquier excusa para intervenir en los asuntos internos de otro país y que creemos que los pueblos deben resolver sus problemas ellos mismos. Las masacres no existieron, al menos no fueron mayores que en Egipto, y los cadáveres se fueron amontonando con el estallido de la guerra civil y de la intervención extranjera. Las tremendas violaciones a los DDHH, tampoco fueron mayores que en los países árabes amigos de occidente, seguro menores que las de Israel y las del propio EEUU. Y si el régimen era tan asesino como para obligar a una intervención, no se entiende como hasta principios de este año Gaddafi era recibido en los países occidentales con honores y amistad sorprendente.

Sin dudas se fue definiendo una estrategia sobre la marcha, sacar partido donde más conveniente sea. Libia a pesar del giro de los últimos años, seguía siendo, bajo el gobierno de Gaddafi, un socio incomodo, con pretensiones de juego propio, con el cual se debía negociar y que podía cambiar de posición. En cambio una rebelión triunfante gracias al apoyo extranjero, dividida en fracciones políticas de ideología y objetivos diferentes, en un país desbastado y dependiente de acuerdos con el extranjero, en el peor de los casos, sería más manipulable. Y sin dudas, a través de alguna de sus fracciones, permitiría a occidente controlar directamente los recursos y establecer una base geoestratégica en la región. Ese parece ser el razonamiento de occidente, acosado por la crisis y necesitado de cotos de saqueo. Recordemos además que los EEUU si bien siguen siendo una potencia económica de primer orden, no basan hoy su hegemonía solo en su potencia económica. Por el contrario su poder militar es el más importante argumento para intentar un comportamiento de única superpotencia. Por lo tanto la opción militar aparece siempre entre las más rápidamente utilizadas.

Un tema aparte es el tratamiento del conflicto libio por la izquierda. De un lado un cierto optimismo romántico hace pensar a una parte de la misma que cualquier atisbo de levantamiento popular es, en sí mismo una “revolución”. Que cualquier régimen nacionalista, ex nacionalista, o ex comunista será derrocado por masas que luchan conscientes por llevar a término los ideales traicionados. Creemos que para que las rebeliones árabes sean catalogadas de revoluciones no será suficiente, solo, que se produzcan cambios de gobierno. Debemos ver si en un plazo más largo se ve un cambio de políticas, y de ruptura de la dependencia y el atraso económico. Un cambio de las clases sociales que se beneficiaban con el régimen derrocado por otras más amplias. Si no sería como pensar que la transición democrática argentina o chilena fue una revolución. La movilización de las masas populares abre un abanico de posibilidades. En las movilizaciones no se ve una dirección política, ni programas mínimos, mas allá de lo que intuimos como expectativas de las masas. Por lo tanto los que resuelvan a nivel estatal la cuestión serán los que le pongan la orientación a la revuelta (aunque también tengan que responder a ese espíritu de las masas movilizadas). Sin embargo, muchos aferrados a no aprender nada de la historia, insisten en un excesivo optimismo en la espontaneidad popular.

Otros, principalmente desde la usina ideológica que hoy representa Venezuela. Se colocaron en la vereda de la defensa irrestricta del líder libio. Una posición que admitimos posible de ser aceptada si sabemos que debemos estar siempre en frente de la vereda del imperialismo. Pero esto es así con sus matices. La información de Telesur era tan apologética del régimen que generaba dudas, ya que chocaba con las imágenes que el mismo canal transmitía y con una evolución de los hechos contraria. Tal es así que se ponían en dudas afirmaciones inmediatas anteriores de los mismos periodistas del canal. La agresión extranjera no transforma automáticamente a Gaddafi en un líder antiimperialista después de veinte años de agachadas. También es difícil creer que el poder en Libia fuera ejercido por el pueblo en forma directa y que por ello no había constitución, ni instituciones y se estuviera disolviendo el ejército. Casi una utopía anarquista. Si el pueblo ejercía el poder directamente ¿cómo no derroto a algunas bandas de mercenarios extranjeros pagados por Al Qaeda? (afirmación también muy dudosa propalada por el gobierno, sin dudas para confundir a occidente). Mucha de la información transmitida parecía más bien una forma de estructurar una contrainformación entendida esta como dar vuelta, decir lo contrario que los yanquis. Entonces, es difícil entender como los rebeldes parecen muchas veces gente común, o las mezquitas instan a la rebelión, o hay manifestaciones de apoyo a los rebeldes. Pueden estar equivocados y podemos nosotros creer que lo mejor es que siga Gaddafi antes que se instaure una semi-colonia de la OTAN. Pero no podemos inventar historias como forma de propaganda y buscar teorías conspirativas para salvar las anomalías evidentes de nuestros planteos. La contrainformación es algo más complejo que “decir lo contrario” que las cadenas noticiosas occidentales. Igualmente es un hecho positivo de que un canal de acceso libre en América Latina transmitiera la versión kadafista de la historia.

Vamos a hacer un paralelismo válido, no por ser equivalente, sino por ser de sentido común. Saddam Hussein no enfrento ninguna rebelión popular significativa. Los mercenarios y fuerzas preparadas por occidente para dividirle el frente interno no contaron con apoyos suficientes ni siquiera en la última invasión, donde no hubo disidencias hasta después de la toma de Bagdad. Esta fue obra exclusiva de fuerzas extranjeras y después de 10 años de bloqueo salvaje y bombardeos periódicos. El partido dirigente e inclusive una buena parte de la oposición se unieron ante la agresión imperialista, tampoco hubo disidencias significativas en esos 10 años. Y los baasistas fueron la cabeza de la resistencia durante años. Cuando las fuerzas aliadas se retiraban de una zona, inmediatamente resurgían las viejas autoridades baasistas, y aun cuando se intentó armar una nueva fuerza iraquí satélite los oficiales demostraron continuar con las antiguas lealtades como en el caso de Falluja. Se necesitaron varios años mas de incentivar conflictos sectarios y masacrar la población para desarmar a l antiguo régimen del Baas. Indudablemente Saddam era más sólido que Gaddafi, el cual sufrió disidencias notables desde el primer día. Hoy Iraq es una semi-colonia, y el país más pobre de la región, cuando solía ser reconocido como uno de los de más alto nivel de vida y de progreso. Esto último es lo único que emparienta los dos países, los libios deben mirar en Iraq su futuro si no logran salvar su independencia y su Estado nacional.

Entonces, tenemos en Libia un actor que no conocemos. Los “rebeldes”. Que son estos rebeldes apoyados por la OTAN. No basta, como se esperanzan los ingenuos, pensar que son “la juventud de la primavera árabe que pelea por libertad y democracia”. Una visión muy occidental, twitera, de izquierda o derecha. Más bien pensamos que debemos recurrir a la historia. Allí tenemos tres ejemplos. Las revoluciones de colores. La intervención de mercenarios contra Jacobo Arbenz en Guatemala. Y los rebeldes afganos contra el gobierno pro soviético. Quizás en Libia haya un poco de las tres. El régimen libio esta desgastado y estancado como los antiguos gobiernos de Europa oriental y una parte de las masas buscan nuevos horizontes. Hay apoyo militar directo logístico y aéreo como en Guatemala. Y existe una base local de heterogéneos grupos dispuestos a tomar las armas como en Afganistán. Pero en Guatemala el gobierno instalado fue una monolítica dictadura bananera. Y en Europa oriental la caída del comunismo instauro democracias liberales que empobrecieron y volvieron más injustos aún los antiguos países “comunistas”. En Afganistán en cambio el incomprensible tablero político del país resulto incontrolable para los EEUU, tal es así que después de un romance inicial el país volvió a ser invadido en una guerra que se prolonga hasta hoy. Aunque Afganistán un país muy atrasado es un ejemplo poco auspicioso para la mucho más moderna y culta Libia.

Pero creemos que estos ejemplos dan cuenta principalmente de algunas formas de intervención imperialista y solo en menos medida de las condiciones internas de los países intervenidos. Para nosotros los sucesos libios se originan en la misma ola de movilización popular que tiene lugar en el mundo árabe. Que, a diferencia de lo que muchos piensan, no son agitaciones de jóvenes que buscan una democracia occidental y las formas de vida de occidente (aunque en occidente se esfuercen por potenciar a los grupos de elite pro-occidentales). Por el contrario, visto desde una perspectiva regional e histórica, están movilizaciones se vienen incubando hace más de diez años, desde la invasión a Iraq, con el pasaje de todos los gobiernos del mundo árabe-islámico al campo del imperialismo (salvo el caso sirio parcialmente, y el iraní, y de las monarquías del golfo que siempre fueron pro-occidentales). Esta derrota iraquí coincidió con la caída del bloque soviético y el auge del neoliberalismo. Y con ello el ataque a la identidad colectiva y las expectativas populares en proyectos nacionales. Con la crisis mundial y las consecuencias de la penetración occidental en la estructura de estas naciones, los viejos regímenes esclerosados no tienen capacidad de respuesta. Y entonces a nivel “sociedad civil” se manifiesta la agitación, en una situación en la que años de gobierno fuertes destruyeron a toda oposición política que representara un desafío. Por eso estos movimientos tienen una forma tumultuaria y sin referencias (y son “operables” por el imperialismo).

Según se dice en el conglomerado rebelde libio hay nacionalistas, baasistas, marxistas diversos, islamistas de diferentes tendencias, pro-occidentales, liberales, gaddafistas disidentes, monárquicos, mercenarios, jóvenes rebeldes. Se habla de treintaiuna fuerzas y en ese análisis no debe ignorarse una importante presencia de tribus de estructura clánica, con intereses contrapuestos, ligazones diversas con el Estado, las empresas y el imperio. Conglomerado que Gaddafi logro unir en su contra con algunas muy desacertadas políticas de sus últimos años como la ejecución de unos 1200 presos políticos comunistas e islamistas a los que acuso de terroristas, las privatizaciones y quita de subsidios, o el apoyo a los regímenes de Ben Alí y Mubarak durante las rebeliones inmediatamente anteriores a la guerra civil libia, el arresto del abogado de DDHH defensor de los familiares de los presos ejecutados en 1996 y la amenaza por los medios masivos de que iba a matar a cualquier opositor (acompañada de represiones concretas, aunque mucho menores de las difundidas en occidente y de las que Gaddafi amenazaba). Pero esa unidad no sobrevivirá a la caída del régimen.

Sin dudas occidente estará trabajando para lograr que el nuevo gobierno libio esté en manos de alguien muy dócil. No será preocupación de occidente ni la unidad nacional, ni el progreso social ni la libertad (para un espejo podemos ver que estos tres ítems retrocedieron enormemente en Iraq). Mientras que Libia sea una base segura para las empresas extranjeras, mientras no tenga ningún juego propio significativo, mientras la recolonización del país sirva para ayudar a rescatar al capitalismo occidental en crisis, Occidente habrá triunfado. Pero nosotros guardamos esperanzas de que los libios sepan sacar fuerzas para seguir adelante y vuelvan sus armas contra las potencias que pretenden valerse de este momento de guerra civil para apropiarse del país. El capítulo final de esta historia aún no se ha escrito.

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