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Mundo, Medio Oriente :: 29/08/2011

Las prisas para repartirse el pastel libio

Txente Rekondo
El teatro de operaciones tiene todavía varios frentes abiertos y muchas dudas en torno a la derrota definitiva de Gaddafi

Tras la llegada de los opositores a Gaddafi a Trípoli muchos anticiparon el final del régimen del coronel libio, sin embargo de momento, la incertidumbre del futuro inmediato y las prisas de los "rebeldes" y sus aliados extranjeros son los rasgos que caracterizan la situación en Libia.

Las movilizaciones contra el régimen que nacieron al calor de las llamada "primavera árabe" fueron rápidamente sustituidas por un alzamiento armado contra el mismo (y una de sus víctimas más tempranas fueron las organizaciones que pretendían emular las revueltas de Egipto o Túnez). Al hilo de todo ello, algunas cancillerías occidentales, con el apoyo de sus aliados en las dictaduras monárquicas del Golfo, pusieron en marcha su propio guión, abalado por Naciones Unidas bajo el hipócrita lema de la ayuda humanitaria, y cuyo fin último era el cambio de régimen.

El teatro de operaciones tiene todavía varios frentes abiertos y muchas dudas en torno a la derrota definitiva de Gaddafi. No obstante, de momento, y si finalmente acaba confirmándose la derrota, los grandes vencedores serán esa alianza extranjera y algunos de los "rebeldes" que se apoyan en la misma, pero difícilmente se puede presentar ese desenlace como la gran victoria del pueblo libio hacia la libertad y la democracia, y sino, que se lo pregunten a los somalíes o a los afganos que han vivido experiencias similares.

Los gobiernos de Londres, París y Washington entre otros (representantes de las grandes compañías petrolíferas) van a lograr hacerse con el control del gas y el petróleo libios (importantes por su cantidad y sobre todo por su calidad), al tiempo que logran ajustar viejas deudas con el coronel Gaddafi. Por su parte, Qatar, con su "espectacular" apoyo militar también ha logrado la gestión de toda esa riqueza libia (no olvidemos que el apoyo de ese país y de otras cleptocracias del Golfo ha sido clave para "justificar" la agresión extranjera).

Esos "amigos" del pueblo libio han logrado en estos meses, o van camino de hacerlo, hacerse con las riquezas energéticas del país, robar el dinero libio en todo el mundo, privatizar las empresas nacionales relacionadas con la industria citada, permitir y utilizar el auge de formaciones islamistas, como ya lo han hecho en el pasado en otros lugares.

Un analista señalaba estos días que el guión de esa alianza agresora persigue lograr "una base de Africom en el Mediterráneo, la implantación de un libre mercado salvaje en Libia, un gobierno títere con una clase política manipulable", y todo ello en nombre de la libertad y la democracia. Y sin embargo, una mirada detallada a todo ello nos muestra en el espejo la imagen viva de lo que acontece en Afganistán.

El llamado Consejo Nacional de Transición (CNT) tiene temores fundados a que acaben repitiéndose las situaciones de Iraq (desmantelar el régimen, promover venganzas, alentar divisiones), sin embargo el escenario más próximo sería el de Somalia en 1991 o Afganistán en 1992, donde las diferentes facciones luchan sin tregua entre ellas (y también participan miembros del antiguo régimen), en una carrera sin cuartel para hacerse con el mayor poder posible antes de formalizar un "gobierno de unidad".

Pero el mayor reto que deberá afrontar el CNT es sin duda alguna el grado de representatividad o legitimidad que tiene. A pesar del reconocimiento internacional, la realidad libia sugiere otra fotografía. Las divisiones étnicas, tribales y regionales no tardarán en aparecer, sino lo han hecho ya, y las alianzas que a día de hoy dicen mantener algunos, pronto mostrarán todas sus carencias.

La tropa de oportunistas y desertores del ultimo momento, las viejas rencillas, y sobre todo, el reparto de la tarta libia pondrán sobre la mesa situaciones muy complicadas, lo que unido a las posturas e influencias de terceros actores, hará que la viabilidad del llamado CNT se ponga rápidamente en entredicho.

La batalla en torno a Trípoli refleja claramente esos síntomas de debilidad de los "rebeldes". Mientras que los medios occidentales colaboran con la difusión de noticias falsas y malintencionadas, o en otros casos se convierten en meros apéndices propagandísticos de la alianza contra Gaddafi (haciendo de la profesión una realidad militarizada), algunos aspectos de lo que realmente acontece sobre el terreno comienza a llegarnos con cuentagotas. Y en este apartado deberíamos incluir la posición de al Jazeera, que no olvidemos su dependencia qatarí, y que ello condiciona sobremanera su información.

Así, la supuesta superioridad de los rebeldes no sería tal sin la fuerza aérea de la OTAN y sobre todo con la participación en tierra de unidades especiales de algunos gobiernos occidentales y de Qatar, presentadas irónicamente como asesores. O la puesta en marcha del "alzamiento" coordinado en la capital a través de la red de mezquitas y aprovechando el Ramadán, confiriendo a demás un claro carácter islamista a la revuelta. Además, según algunas fuentes las celebraciones de "triunfo" han sido protagonizadas por personas armadas, destacando la ausencia de la población civil (que permanece en sus casas o ha abandonado la ciudad) y sobre todo la de las mujeres, ausentes en esas manifestaciones

Esa incertidumbre planeará sobre Libia en los próximos días, y tal vez semanas. Las divisiones, personalismos y proyectos ideológicos diversos chocaran entre ellos. El proyecto dirigido desde Occidente de una supuesta transición pactada y gestionada por tecnócratas locales (antiguos exiliados o desertores de última hora) puede hacer aguas en cualquier momento.

El pulso mantenido por Occidente y sus aliados locales contra las nuevas potencias emergentes (Rusia, China e India sobre todo) tendrá sus consecuencias en el tablero internacional. No es casualidad que la agresión a Libia se produzca en plena crisis económica de la que peor parados estaban saliendo esos estados occidentales, y que aprovechen la riqueza de Libia para dar la vuelta a la situación.

Asistiremos a una resistencia de los leales a Gaddafi en torno a la capital, o ciudades como Sirte, Zlitan o Sabha, mientras que los "rebeldes", con el apoyo occidental continuarán con su campaña "humanitaria" que trae consigo la pérdida de miles de civiles y la destrucción del país (y también una reconstrucción de la que piensan aprovecharse los que han causado los destrozos, cruel paradoja).

Algunos apuntan al efecto dominó, dando por finiquitado prematuramente el régimen de Gaddafi, y anticipando las consecuencias para otros países como Siria o Irán. En el caso sirio, es difícil de repetir el mismo escenario que en Libia por diferentes motivos. Los militares sirios son más poderosos que lo libios; el coste de la guerra frena nuevas aventuras bélicas en Occidente; el complejo entorno sirio, con fronteras con Líbano, Turquía, Iraq, Jordania, Israel; el apoyo de actores como Irán, Hezbollah, Hamas; y sobre todo la división y debilidad de la oposición interna; son algunos de los factores que pueden frenar de momento cualquier intento de cambio de régimen violento en Siria.

Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN) / La Haine

 

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