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Nacionales E.Herria :: 08/02/2012

Delegado con tricornio de plata

Mikel Arizaleta
Carlos Urquijo: Su un tricornio de plata en la mesa del despacho indica que usted viene a proseguir la guerra y no a construir la paz

Aunque el gobierno de Rajoy y el PP proclamó que iba a reducir gastos
y cargos repetitivos e inútiles nos ha plantado a Carlos Urquijo como
su delegado en Bizkaia, Gipuzkoa y Araba. Y él repite igual cantinela:
“Me consta que el Gobierno trabaja seriamente en la reducción de
organismos, entidades, sociedades públicas que supongan duplicidades.
Es pronto para verlo, pero el PP no mantendrá estructuras clientelares
para beneficiar personas próximas del partido como ha ocurrido en el
pasado”.

¡Pues comience con la suya!

Como parlamentario vasco viene remarcando que él es España, hijo del
Cid y la guardiacivil. Su tarea: lavar y sacar brillo a la estanquera,
crear trincheras y mantener las zanjas limpias de polvo y paja. Tiene
un algo de Clint Eastwood, de figura dura y sin piedad. Es lo que le
pide el cuerpo. Gente de rostro adusto y halitosis, huraño y
malencarado. Mala leche en lugar de sonrisa y mano cercana. Viene a
nuestra tierra como antaño: de censor de la palabra, del pensar, de
las ideas y la calle. De nuevo en su pueblo, Laudio, hay alcalde
abertzale, pero Carlos Urquijo es posible que conserve en su casa una
foto de Franco y de su Fraga del alma, del Fraga de Franco, Montejurra
y de los baleados en la Iglesia de Gasteiz, del de la calle es mía,
del recorte de derechos y la represión para los otros, de ese
colaborador de la muerte y la tortura, su santo y seña en el partido
y al que loan sin pudor a su muerte. ¡Luego acusan a otros de
colaborar con el terrorismo!

En su despacho ha plantado el tricornio de plata regalo de guardia
civil. Y claro, viene a prohibir porque no hay presos políticos sino
terroristas, no hay un pueblo vasco sino un único: español. “Urquijo,
jamás Urkijo con K”. Dice que hay 300 asesinatos sin esclarecer y se
equivoca, hay muchos más, hay miles sin esclarecer, enterrados todavía
en matorrales, producto de su gente y su pasado. Que escuche el grito
de familiares que buscan a sus hijos robados, que escuche a los muchos
que solicitan enterrar a sus muertos, que oiga a los miles de
torturados en estas tierras por su política, su guardiacivil, policía
y antepasados…

No, no son 300 son muchos más, muchos miles más. Pero su un tricornio
de plata en la mesa del despacho indica que usted viene a proseguir la
guerra y no a construir la paz. La paz exige otro talante y la
economía amortizar su puesto.

Mikel Arizaleta

 

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