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Europa :: 26/06/2012

Polonia, más allá de la eurocopa

Txente Rekondo
La importancia de la alianza que se tejió entre “Solidaridad, la poderosa e influyente Iglesia Católica y las cancillerías occidentales

Estos días está celebrándose la Eurocopa de fútbol en Polonia y Ucrania, un acontecimiento que está siendo utilizado por algunos para esconder las miserias y dificultades políticas y económicas que atraviesan determinados estados y gobiernos europeos, al mismo que tiempo que otros aprovechan la ocasión para presentarnos aquellas realidades, ocultadas o desconocidas durante el resto del año, envueltas en un sinfín de tópicos.

Polonia está marcada por la historia. La partición del territorio a lo largo de los últimos siglos por parte de los diferentes imperios o actores internacionales que han dominado las diferentes etapas históricas, unido a la reivindicación nacional polaca y el resurgimiento nacional de principio del siglo XX; las dos guerras mundiales, la etapa socialista y la nueva situación “como parte” del proyecto de la llamada Unión Europea, son etapas que de una u otra manera han configurado la actual realidad polaca.

Y todo ese abanico de acontecimientos han marcado y siguen condicionando en cierta manera las conversaciones de la gente de a pie. Los recelos hacia los dos grandes vecinos, Rusia y Alemania; las reivindicaciones de territorios de algunos países de los alrededores, como Lituania, Ucrania o Bielorrusia; la defensa de las teorías conspirativas; el “sueño del euro y de Europa; son algunas de las conversaciones que tienen sus defensores y sus detractores en las calles polacas. Y muchas veces, dependiendo de la edad o de su origen se pueden defender unas posturas u otras.

Si nos acercamos a la cordillera de los montes Tatras, en el corazón de la frontera entre Polonia y Eslovaquia, descubrimos una región considerada por mucha gente como el punto del resurgimiento del sentir nacional polaco. En torno a la ciudad de Zakopane, hoy un centro de deportes de invierno, se fueron asentando durante el siglo XIX toda una serie de personajes que desde sus ámbitos de actuación (culturales y políticos) fueron diseñando la tarea de recuperar el sentimiento polaco, diluido o preso entonces entre los poderosos imperios de Hungría, Prusia y Rusia. Por aquel entonces el aislamiento de la región, y las duras condiciones de vida lo convirtieron en un oasis para aquellos que buscaban ese “resurgimiento”.

A días de hoy se puede ver el desarrollo de Zakopane, caracterizado entre otras cosas por el tipo de viviendas tradicionales, por la avalancha de gente para disfrutar de sus instalaciones deportivas, e incluso por la presencia de importantes escaladores que utilizan la cadena montañosa como entrenamiento para sus posteriores expediciones al Himalaya. Sin embargo, si nos adentramos entre los montes, entre sus innumerables y variados recorridos, podremos descubrir monumentos y restos de la presencia en la zona de importantes partidas de guerrilleros que se ocultaron aquí en el siglo pasado, y desde donde atacaban a las fuerzas nazis que controlaban el paso fronterizo entre Polonia y Eslovaquia, un camino que también era utilizado para lograr salvar a muchos sectores que eran perseguidos en aquel entonces por los dirigentes alemanes.

Unos días en Varsovia, la capital del país, también sirven para percibir la historia polaca a través de sus calles y monumentos. Destrozada durante la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción posterior ha permitido recuperar algunas de las calles más significativas, así como el casco antiguo de la ciudad. El tristemente famoso guetto judío, junto a su alzamiento, y del que tan sólo quedó en pie una iglesia católica, es hoy en día un barrio completamente reconstruido y donde la presencia de placas y monumentos conmemorativos nos retraen a aquellos tiempos. El monumento a los héroes del Guetto o la sinagoga Nożyk, restaurada entre 1977 y 1983, son algunos de los restos de la presencia judía en Varsovia.

Mucha mayor presencia podemos encontrar por las calles de la capital con lugares y monumentos relacionados con el alzamiento de la ciudad contra la ocupación nazi. Los restos de la prisión de Pawiak, las innumerables placas y monumentos en homenaje a las organizaciones clandestinas de la época, como el ancla (kotwica), uno de los símbolos del Armia Krajowa (Ejército del Interior), uno de las principales organizaciones de la resistencia polaca, o el monumento al alzamiento de Varsovia, son algunos ejemplos.

Caminar por la calle Krakowskie Przedmieście, que desde el casco antiguo nos acerca a una de las arterias de la capital, observaremos una sucesión de iglesias, edificios institucionales (la universidad, el palacio presidencial…) y sobre todo, si nos adentramos a los patios internos de los edificios de la calles, nos toparemos con el claro contraste de los edificios renovados de la calles citada con otras construcciones de los años socialistas.

De esa época no quedan apenas rastros, en una política similar a la que han aplicado otros estados que en su día pertenecieron al llamado espacio soviético, en Polonia también han intentado borrar cualquier símbolo de aquellos años. El “gigante” Palacio de la Cultura y las Ciencias, situado cerca de la estación central de trenes, es una de la pocas excepciones., junto con el cementerio de Guerra soviético, en la carretera hacia el aeropuerto, y que conserva un monumento en recuerdo del Ejército Rojo liberando a la población civil polaca.

Los llamados “Milk Bar”, donde se pueden degustar platos del día polacos y muy baratos, son también un “recuerdo” de la época socialista, y a día de hoy están desapareciendo de las calles de Polonia, dando paso a la proliferación de pequeños puestos de comida rápida, sobre todo los llamados Kebaah´s.

Sin olvidar tampoco los pequeños Maluch, “el Fiat 126 Polaco” fabricado entre 1972 y 2000 en diferentes modelos, y que fueron muy populares en su momento. Todavía se pueden encontrar algunos de estos coches en los pueblos y ciudades polacas, aunque han dejado paso en su mayor parte a otro tipo de vehículos.

La ciudad portuaria de Gdańsk, una de las sedes de la actual Eurocopa de fútbol, presenta una imagen completamente diferente de su pasado más reciente. Al igual que otras ciudades polacas, la ocupación nazi destruyó buena parte de la ciudad, y su posterior reconstrucción evitó todo resquicio de la tradición alemana antes presenta en la ciudad. Sin embargo, la actualidad mediática se centraría en esta ciudad en la década de los ochenta. En 1979, los trabajadores de los astilleros salieron a las calles para protestar contra el gobierno, la formación del sindicato Solidarność (Solidaridad), y el protagonismo de Lech Walesa protagonizarían el devenir de Polonia.

La intervención del general Jaruzelski, y la tibia reacción de Occidente, temerosos de una intervención directa de Moscú (todavía la Guerra Fría se mantenía), fue una derrota para el movimiento, que logrará recuperarse y en 1989 vencerá en las elecciones, siendo Walesa nombrado presidente el año siguiente. No obstante, las cosas no han seguido el curso que muchos esperaban. Como señala Jarek, un joven estudiante, “el paso de los años ha visto que los astilleros más importantes han sido cerrados (tan sólo se mantiene el “menos rentable”) y la transformación de la gente y la ciudad no han cumplido las expectativas”.

El devenir de Solidaridad, con fisuras y divisiones, con locales en las ciudades del país mostrando una imagen de abandono, refuerzan las palabras del propio Jarek, que remarca la importancia de la alianza que se tejió entre “Solidaridad, la poderosa e influyente Iglesia Católica y las cancillerías occidentales”.

Cracovia es otra de las ciudades claves en la historia reciente de Polonia. Tal vez sea esta una de las ciudades donde el peso de la Iglesia Católica haya sido más evidente en estos años. En ella estuvo como obispo auxiliar y arzobispo, hasta ser nombrado Papa en 1978, Karol Józef Wojtyła, más conocido como Juan Pablo II. Su influencia en la ciudad en aquellos años y posteriormente es manifiesta en las calles y plazas de la ciudad, donde se pueden encontrar placas, estatuas y fotografías del mismo. En el museo de la Archidiócesis todavía se ve su fotografía en la fachada del edifico, o en el Palacio del Obispo, donde su retrato se ve en al ventana desde donde se dirigía a los jóvenes del parque cercano.

Las decenas de iglesias conviven en la parte vieja de la ciudad con la colina del Castillo (donde también se encuentra la Catedral), y con la plaza del mercado en el centro neurálgico de la misma, y la zona universitaria.

Fuera del casco antiguo encontramos barrios y construcciones ligadas también a la época reciente de Polonia. Los barrios de construcción socialista por una lado, y el llamado barrio judío por otro. Este último ha sido transformado en los últimos años, pasando de ser un barrio conflictivo y marginal a convertirse en centro de la vida bohemia, y en cierta medida demasiado turistificado recientemente.

Más alejado del centro se pueden encontrar también símbolos relacionados con la otrora poderosa comunidad judía de la ciudad. Así, la fábrica de Oskar Schindler (en el nº 4 de la calle Lipowa) se ha convertido en museo, y su visita nos retrae a la famosa película de Spielberg, que también rodó escenas de su película en las calles y callejuelas del citado barrio judío.

También ha desaparecido de esta ciudad cualquier símbolo de la época socialista, aunque se puede hacer una visita “friky” por el barrio de Nowa Huta. Este distrito fue planificado en su día como símbolo de la era socialista, y hoy en día algunas compañías ofrecen “un tour al Comunismo de Lujo”, totalmente evitable.

No muy lejos de la ciudad se encuentra Auschwitz, el campo de concentración convertido en símbolo mundial del terror. La visita al mismo, tanto en viaje organizado como por cuenta propia permite acercarnos a los “dos campos, tanto a Auschwitz I como a Auschwitz II- Birkenau. Cerca de un millón y medio de personas murieron en este lugar, al hilo de la política genocida del régimen nazi. Visitando sus pabellones, un estudiante israelita nos comentó algunas cosas interesantes. Según Danilo, y mientras veíamos la “clasificación de los prisioneros del campo”, “esa foto refleja la presencia de diferentes prisioneros aquí. Si bien es cierto que la mayor parte de la víctimas fueron judías, sería un error ocultar o ignorar la presencia de polacos, comunistas, gitanos, homosexuales…”

Posteriormente, en torno a un café, Danilo recordaba el papel de la comunidad judía en Polonia durante la II Guerra Mundial. “El levantamiento del guetto de Varsovia rompió muchos tabúes. Allí los jóvenes judíos organizados principalmente en torno a organizaciones progresistas tomaron las armas para defender sus vidas, rompiendo esa imagen de sumisión de otros judíos”.

Hoy en día, sobre todo entre las generaciones mayores, todavía resulta complejo abordar todo lo acontecido en torno a la comunidad judía en Polonia durante la II Guerra Mundial. Sirva de ejemplo lo que nos comentó Barbara, una persona de más de cincuenta años, con estudios universitarios y conocimiento de varios idiomas extranjeros, “en Polonia en esos años vivían unos tres millones y medio de judíos, y en cuanto comenzó la amenaza de Hitler, más de medio millón, los más ricos, abandonan el país. Ahora muchos acusan a los polacos de no ayudar a la comunidad judía en esos tiempos, pero cuando el propio Hitler solicitó dinero a los judíos más ricos para no acabar con el resto de la comunidad, se negaron, no les importaba mucho la suerte del resto, aunque ahora nieguen esa actitud”.

Polonia afronta hoy en día un número importante de retos. Las reivindicaciones de sectores populistas de territorios vecinos de Lituania o Ucrania; el ingreso en la eurozona, ya que si bien Polonia está “integrada” en la OTAN o en la Unión Europea, todavía tiene su propia moneda, lo que sigue generando un importante debate social. Algunos ven ventajas al ingreso en el euro, pero son muchas las voces, que al hilo de lo que acontece en otros estados europeos, ve más dificultades que cosas positivas en ese proceso. De hecho la mayoría de los políticos polacos se muestran orgullosos, y a pesar de las dificultades que atraviesa el país, de no pertenecer al llamado club de los PIGS.

Tampoco parece que parte de la clase política haya cerrado las heridas abiertas durante años de relaciones/ocupaciones de sus vecinos. Así todavía los discursos contra Moscú (muchas veces con el tema del transporte de los recursos energéticos en la agenda), y también algunos sectores de la sociedad recela del peso que a día de hoy tiene Alemania en Europa, tal vez recordando la experiencia del pasado siglo.

Los dirigentes polacos aspiran a que su país se convierta en un poder regional en materia de transporte energético, sobre todo para evitar el peso ruso en dicha materia. Al mismo tiempo que no dudan en su apuesta hacia Occidente, como “garantía” frente a su “eterno enemigo”, Rusia.

EL CASO KACZYNSKI

El 10 abril de 2010, el avión que transportaba al presidente polaco, Lech Kaczynski, junto a buena parte de la cúpula militar, política y económica del país, se estrelló cerca de Smolensk, cuando iban a homenajear a los muertos de Katyn. Desde entonces la polémica ha rodeado a este caso, y este año al cumplirse el segundo aniversario, cientos de personas se han manifestado en Varsovia solicitando el esclarecimiento del accidente, que para los seguidores del difunto presidente es el fruto de la conspiración de Rusia, Alemania y sus colaboradores polacos.

En 2005, al frente del Partido Ley y Justicia (PiS) alcanzó la presidencia del país. Una fuerte alienación social, la desconfianza hacia las instituciones, el alto desempleo y el aumento de la discrepancia política fueron los factores que permitieron ese ascenso político. Sin olvidar tampoco a esos sectores sociales que todavía mantienen las heridas abiertas del pasado, sobre todo en relación a Alemania y Rusia. El discurso populista, no exento de mensajes xenófobos y homófobos, basado en un fervor cristiano excluyente logró atraer a sectores desencantados.

Los seguidores de Kaczynski siguen concentrándose frente al Palacio Presidencial en Varsovia, donde tiene instalada una carpa. Los discursos de la Gran Polonia, la defensa de la política excluyente y la defensa de teorías conspirativas siguen caracterizando a estos sectores polacos.

Frente a ellos también encontramos, sobre todo entre la generación más joven, a personas como Helena, estudiante universitaria que señala toda una serie de factores para explicar el accidente. “La temeridad e inexperiencia de los pilotos, la presión presidencial, el mal tiempo y algún tipo de fallo técnico se conjugaron para que el desastre adquiriese las dimensiones que alcanzó”. Por ello, “es absurdo mantener esas teorías conspirativas, la “mano negra” sobre Polonia, que en ocasiones son la manifestación de un populismo muy peligroso, como estamos viendo en otros lugares de Europa”.

Junto a Magdalena, una periodista local, asistimos al acto en memoria de Kaczynski, un mitin y una concentración en memoria del fallecido presidente, con las banderas polacas llenando la calle, junto a la aparición también de varias personas en uniforme paramilitar, y todo ello ante la atenta mirada de un discreto pero imponente control policial.

En voz baja nos apunta que para esta gente “los que no seguimos sus consignas somos “traidores”, y ese discurso, ahora debilitado, puede retomar protagonismo y fuerza si la situación económica empeora, como ya está pasando en los países vecinos”.

Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN) / La Haine

 

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