lahaine.org
Europa :: 27/07/2012

La otra cara de la cita olímpica

Txente Rekondo
Ejercicio de coordinación entre la policía, las empresas privadas de seguridad y los militares, para garantizar la "seguridad" que establezcan los dirigentes del momento

La celebración de los Juegos Olímpicos de Londres estos días servirá para el bombardeo mediático de la cita deportiva, sin embargo más allá de los titulares y noticias meramente ligadas al deporte, podemos encontrar otra realidad muchas veces silenciada u ocultada.

El llamado “espíritu olímpico” se ha convertido en una mera operación de marketing para ocultar el fabuloso negocio que supone este tipo de eventos para las grandes corporaciones, algunos sectores empresariales e incluso para determinados deportistas profesionales que verán aumentar con su participación y victorias su propio bolsillo.

Así mismo, casi nadie querrá hablar de los costes que se generan en torno a esta cita olímpica, pagados normalmente por los ciudadanos a “través de los gobiernos de turno”, unas inversiones que como hemos visto en los últimos años suelen incrementarse sobre las previsiones iniciales, o como en el caso de Grecia (Atenas 2004) fueron uno de los detonantes de la actual situación en aquél país.

En esta ocasión además, estamos asistiendo a la militarización de los Juegos Olímpicos, con un despliegue militar sin precedentes en el pasado, y que va unido a todo un sinfín de prohibiciones, algunas “anecdóticas”, como la prohibición de vender patatas fritas que no sean de una conocida cadena de comida rápida, y otras de mayor calado político, como el impedir la presencia en el recinto olímpico de mensajes políticos (ni en camisetas, ni en pancartas…) o la bandera de cualquier país que no participe en los Juegos (algunos señalan que esta medida está destinada a evitar la presencia de manifestantes tibetanos, pero evidentemente alcanza a otros pueblos y naciones), quedando de manifiesto que la tan cacareada libertad de expresión es una víctima más en este complejo entramado político-económico

La llamada seguridad de los Juegos Olímpicos ha servido también para mostrar las carencias de determinados hábitos que se estaban produciendo en Gran Bretaña en los últimos años, y que guarda estrecha relación con la política de recortes y privatizaciones en el sector público del país. La concesión a la empresa G4S de la seguridad de esta cita olímpica era un paso más en el rápido y sospechoso desarrollo que la misma ha tenido en los últimos tiempos.

A día de hoy, esa empresa opera en 125 países (su lema es “asegurando tu mundo”) y en Gran Bretaña ha logrado hacerse con servicios policiales, el control de prisiones y centros de detención para menores, formando a diferentes sectores, dotando de vigilancia a empresas privadas y a cualquier ciudadano que lo demande… y todo ello gracias a las buenas relaciones con importantes miembros del gobierno (la política de las puertas giratorias funciona a las mil maravillas en este país).

Junto a esta expansión empresarial se han sucedido las denuncias por abusos de derechos humanos. En Australia detuvieron a un prestigioso aborigen y lo transportaron a través del desierto en un vehículo sin condiciones, donde murió a consecuencia del calor, lo que supuso una denuncia sobre la manifiesta incapacidad profesional de algunos miembros o incluso el deterioro de los instrumentos y vehículos utilizados.

Esta misma empresa ha estado envuelta en la muerte del ciudadano angoleño Jimmy Mubenga, que falleció en un vuelo cunado estaba siendo deportado, mientras que sus protestas eran ignoradas por el resto de pasajeros y tripulación. Un reciente informe resaltaba el récord que ostenta esta empresa también a la hora de “dañar tanto a niños como adultos a su cargo”.

El último escándalo ha estado ligado a las declaraciones de uno de sus responsables, cuando hace unos días ha anunciado que no estaban en condiciones de garantizar la seguridad de los Juegos (o sea, en otras palabras de cumplir el contrato) y que por ello demandaban la colaboración del gobierno (socializar las pérdidas y privatizar las ganancias). Los dirigentes británicos enseguida salieron en defensa de la empresa y movilizaron de forma urgente más de tres mil soldados que se unían a los desplegados anteriormente.

Los abusos tanto de los miembros de G4S y de la policía británica se están convirtiendo en una dramática tónica. En torno a esta situación se ha venido generando en los últimos tiempos una especie de cultura endémica de la llamada violencia policial envuelta en una evidente sensación de impunidad, lo que ha motivado que una miembro de la asamblea londinense, Jeny Jones, declarara que estamos ante “matones en uniforme, buscando la legitimidad de una placa policial y la impunidad del sistema legal”.

Críticas de importantes figuras políticas hacia actitudes groseras y agresivas y de falta de respeto hacia las minorías y las mujeres (Eric Avebury, Liberal Demócrata), hacia el apetito monetario insaciable de algunos políticos (Lord Dholakia), o las palabras de Lord Marlesford, señalando que el personal de la Agencia de Fronteras ha demostrado “ser, de manera sistemática, corrupto”.

Esta situación de impunidad y abusos cuenta además con la estimable colaboración de determinados medios de comunicación que tergiversan la realidad para justificar cualquier abuso, y cuando posteriormente van a apareciendo datos que contradicen sus versiones manipuladas tienden a olvidarse de la “historia”. Junto a ello es evidente también la deficiencia de un sistema judicial que aplica un doble rasero: mientras criminaliza las protestas ordinarias, protege los desmanes policiales.

La militarización de los Juegos de Londres 2012 ha alcanzado unas cifras y un despliegue que no se había visto en ninguna cita anterior. Además, algunos apuntan a que pudiere obedecer a una estrategia más allá de la cita olímpica. En ese sentido se estaría “acostumbrando” a la población a presenciar el despliegue de las tropas para realizar labores policiales, no en escenarios bélicos como Afganistán o Iraq, sino dentro de las fronteras del propio estado.

Nos encontraríamos ante un intento de “integrar” al ejército en labores sociales, lo que oculta una dimensión nueva para este tipo de servicios y sobre todo importantes cambios en torno a la misma concepción de los mismos. Este “experimento” pone en marcha la posible coordinación entre la policía, las empresas privadas de seguridad y los militares, todo ello para garantizar la seguridad que establezcan los dirigentes políticos del momento. En este contexto, la celebración de los Juegos Olímpico es el escenario más adecuado para poner en marcha lo que ya se está definiendo como “la nueva militarización urbana”.

Mark Perryman, que acaba de publicar un libro (en inglés) titulado “Por qué los Juegos Olímpicos no son buenos para nosotros y cómo podrían ser”, ha señalado de manera bastante acertada que “de la Noche a la mañana 'Help for Heroes' (una organización caritativa para ayudar a soldados británicos heridos en diferentes conflictos) se ha convertido en mano de obra barata pero no para protegerlo a usted o a mí, sino a McDonalds, Coca-Cola, Heineken y el resto”.

Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN) / La Haine

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal