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Cuba :: 06/10/2012

Bajo el arco del sol, la lucha armada (Che y Pakito, de un pájaro las dos alas)

Maité Campillo
Combatir, combatir y combatir, siempre combatir al imperialismo y sus acólitos del capitalismo, por la independencia y soberanía de las culturas

Vidas paralelas y un punto de referencia humana (I)

No es de juegos peligrosos de lo que estoy hablando, sino de la idea de revolución, porque el revés del cielo no puede anidar el silencio; es por eso que hoy quiero recordar como desde siempre, fue un gusto prioritario para mi hablar de los países de Indoamérica. A través de ellos es como he conocido más y mejor Euskal Herria, cielo estrellado de referencia junto con Cuba, imagen y semejanza en mi deambular vida nómada.

Una de las últimas veces que se me entrevistó en televisión cubana, en el Festival Internacional de Monólogos un mes como el presente, que representé en esa ocasión basado en una noche de septiembre de 1973: donde nueve militantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro ‘fueron secuestrados’ de las celdas donde estaban encarcelados, y obligados, iniciaron un viaje tormentoso, escalofriante; un esperpento que duró “once años, seis meses y siete días, manteniéndoles vivos a golpe de degüello como rehenes del régimen militar uruguayo; cuya adaptación exigía desdoblarse en mayor y menor envergadura en trece personajes durante una hora veinte minutos. Por diferentes motivos vinculé Euskadi y Uruguay en la entrevista, tuvo mucho eco. Hice historia y comparaciones, no solo de lucha sino también de tamaño, de continente y contenido. Muchos vínculos y relaciones de todo tipo me une a todos éstos países hermanos, no se pueden imaginar.

Y, ésto me lleva indudablemente a recordar a Pakito.

“El vasco” -como cariñosamente le llamaron algunos- Pakito el cojo, el internacionalista, el que luchó en El Salvador con el FMNL, el que naciera en la localidad guipuzcoana de Arrasate (Mondragón), que uno de éstos días, de un mes de independencias y revoluciones, como caracteriza a septiembre y octubre su muerte cumplió 28 años de su ausencia, entre los vivos que siguen su legado: la lucha decidida antimperialista dentro y fuera, allá donde el combate delimita los campos. Centroamérica, donde vivió y luchó hasta morir, en un país tan pequeño como Euskadi, El Salvador (“pulgarcito de América”), fue un 30 de septiembre de 1984.

En una de las cartas de Pakito a su familia comunica:

“(…) Por mi parte os digo que no corro apenas peligro, el enemigo no puede apenas llegar, son verdaderos territorios liberados los que tenemos, donde la vida se hace libertad, se hace revolución, donde las relaciones van cambiando, donde hay un objetivo; llegar al poder. Que manden los obreros, los campesinos, todos a los que han querido pisotear, humillar. Todos los que han sido brutalmente asesinados”.

En otra ocasión leí lo que, zure amatxu, habló sobre él (editorial Txalaparta). 1975, Pakito tiene 19 años, la Policía le detiene en su casa de Arrasate:

“Fue el 27 de abril. Estaba en vigencia el estado de excepción que duró tres meses. Hubo muchas detenciones por la zona y aquí mismo se llevaron a muchos jóvenes. Al principio estuvo en Basauri, pero esta cárcel se llenó de tal forma que tuvieron que trasladar a algunos a Carabanchel (Madrid), y entre ellos al nuestro […] . . . Después de un tiempo, nos llama para comunicarnos . Nos dice que no nos vamos a ver en mucho tiempo y que se va a Centroamérica; que no nos preocupemos si no tenemos noticias suyas enseguida.”

Las cartas que Pakito envía desde el El Salvador, a su familia, son francamente emotivas, auténticas cargas de profundidad:

“Soy un hombre feliz. . . No pertenezco a nadie, nadie me ha vendido, a nadie reporto beneficios, a nadie doy cuentas; sólo a vosotros, sólo a este pueblo, sólo al pueblo que me vio nacer […]. . . Un día de éstos me di cuenta de lo que es pertenecer al mundo, de lo que es ser vasco, de lo que es ser luchador, lo que significa ser de aquí, lo que es tener dos pueblos para amar, un mundo por el que luchar. No me puedo dividir, no puedo elegir aquello no, esto sí; aquello sí, esto no.”

Es ese espíritu internacionalista, ese sentimiento humano que embargó a Pakito a la aventura, y porque el revés del cielo no puede anidar la mentira -y mucho menos alimentarla el silencio- que paso a recordar las palabras, que de él, dijo el médico internacionalista en su libro “Por los caminos de Chalatenango. Con la salud en la mochila”, Francisco Metzi (1983 y 1985):

“Compañero internacionalista a quien se le tuvo que amputar la pierna derecha -Metzi relata en el apartado la vida y la muerte de Pakito.

Había sido herido durante un ataque a La Laguna, poblado de cierta importancia en la carretera hacia Chalatenango. Llevaba pocos meses en el frente cuando le tocó participar en el asalto al puesto de la Guardia Nacional en esa localidad. Pegándose a las paredes, llegó hasta la mera comandancia y colocó una carga explosiva que perforó una de las paredes. Así, los compas pudieron entrar y tomar prisioneros a todos los guardias. Pero, en el momento de retirarse, una bala le alcanzó la pierna.

No tenía fracturas, era una herida bastante corriente. Pero en los días siguientes nos invadieron unos 18.000 soldados, entre hondureños y salvadoreños, lo cual provocó la famosa “guinda de noviembre de 1982”, un momento muy duro. No supimos por qué, pero a los pocos días de la “guinda” la pierna de Pakito se gangrenó. En esa época casi no teníamos material médico, ni suero endovenoso. La amputación de una pierna era una operación delicada en aquellas condiciones, y mucho más en presencia de un microbio feroz. A pesar de esto, la operación se realizó bajo una ceiba, cortando el hueso con una navaja del ejército suizo, la cual cuenta con un pequeño serrucho y utilizando el agua de varios cocos como suero. […] Como Pakito amaba vivir y siempre fue muy activo, lleno de energía, imagino el esfuerzo que significó para él adaptarse a ser cojo; aunque nunca lo demostró. Se quedaba callado durante largos ratos. . .

Pienso que en esos silencios se estaba formando una nueva imagen de sí mismo. Recuerdo una vez, durante una reunión, en la cual los pacientes estaban criticando duramente a las sanitarias, que Pakito tomó la palabra:

“Miren, quizás a mí me dejaron cojo porque las sanitarias cometieron errores, o quizás eso no tuvo nada que ver. Por un tiempo anduve en eso y me amargué. Pero, después de eso me dije, ¡vale ya! ¿En qué me ayuda a pensar que sí o que no?. Estamos en guerra y la guerra está hecha de errores y de avances. Lo importante es ganarla. Y, sea como sea: cojos, hechos mierda, podemos avanzar este proceso si le ponemos empeño.”

A él le habían asignado una tarea delicada, controlar las rutas logísticas. Se burlaba de sí mismo llamándose “burócrata de la guerrilla”. Revolucionario activo, con sólo 25 años, ¿cómo no le iba a costar adaptarse a ser de la “clase burócrata”, vulnerable en cualquier invasión? Cuando éstas se producían, había que pasarlo a caballo hacia la retaguardia. A mí me preocupaba pues. . .

¿Qué pasaría el día en que la retirada a caballo no fuese posible?

Seguro que muchos se lo preguntaban. . . él también. Por cariño, por conciencia, por amor a la vida y a la lucha. Pakito no sólo había aceptado ser cojo, sino que aceptó serlo en un lugar donde lo más estratégico eran las piernas. Un cojo no tenía posibilidad de salir vivo de aquella invasión.”

La última granada ante el enemigo

El último día, una patrulla enemiga empezó a peinar el lugar (Pakito había decidido esconderse junto con unos compas de seguridad, en un lugar recóndito). Pero el enemigo numeroso se acercó. . . Pakito hizo esfuerzos por retirarse, pero sus muletas se habían roto al entrar en el charral. Reaccionó con la fuerza del rayo, para que los compas huyeran, les espanta ante la mecha encendida, la primera granada no estalló, prende la segunda. . . Los ojos de Pakito encandilan, el oído atruena desgarrando el grito hacia Arrasate desde El Salvador. En su viaje acuerda una cita, despertar con todo, con todos, cuando El Salvador y Euskadi sean libres. Su voz se fue perdiendo en cualquier laberinto del lenguaje acogido por las flores que le abren sus pétalos, el aroma de ellas asume reconocer sus gestos, se funden. Es un fuelle de trikitixa su corazón que se ensancha por segundos abarcando a zure aitak. . . todo lo más que quería. Y de pronto, qué feroz fisura entre la lengua del guerrillero. Entre la boca que vuela miles de kilómetros, irrumpe atronando, retumba en Euskal Herria: hasta siempre!!! No hay más voz. Aunque nosotros sabemos que él, como Che, existen, la idea del guerrillero nunca muere. Sí, el insaciable imperio de la muerte se hizo con El Salvador, y con

Nicaragua. . . Y al compañero se le rompieron las cuerdas vocales. Se le astillaron los huesos con esa desgarradura de un grito a muerte contra el invasor de la selva guerrillera.

La impotencia dolorida exclama, murió la materia!!!

Sólo queda Pakito entre nosotros, la idea; ya su cuerpo hecho pedazos, una de las dos granadas había explotado. El cráneo simplemente no existía, tampoco sus manos. Su pecho lleno de ráfagas y su memoria llena de información estratégica. La imaginación y el pensamiento de Pakito estaba marcado por la conciencia, y esa ni se encierra ni se encadena, como dijo Torrente Ballester, sabe que lo que hace felices a los ejecutores es precisamente ejecutar:

“y como muchos otros, Pakito había entendido que Revolución o Muerte no era sólo una consigna.”

Un puñado de polvo impregnado de semilla sube al espacio.

Vive entre nosotros, la idea, lo que fue y lo que vendrá, o lo que puede venir. ¿Cómo podía Pakito Arriaran Arregi, joven guerrillero consecuente internacionalista, dejarse capturar?.

*Bajo el arco del sol, la lucha armada:

< Hoy dividí mi llanto por colores, dimensiones y distancias y fue como el Mekong y yo, tan separados. Estoy muriendo de vivir sentado en la distancia irrecorrible quizás: quiero olvidar mi voz, colgar guitarras en el sol. Quiero un disparo y vestirme de humano en esta suerte y acompañarme con un hueso de flor. Quiero la vida; si no, la muerte, serenateando bajo el arco del sol: Silvio Rodriguez>>

or de sueños (II)

Mi reparador de sueños tiene imagen humana. . .

No podría hablar de él largo tiempo, sin que una gran cantidad de gente lo reconociera, sólo por la imagen que salen de mis palabras. Pero pasemos a sus propias palabras, a las de él, cuando en un evento internacional defendió la imagen del, ‘héroe nacional’, y no como una pieza más de museo de cera de la historia, sino como un ser vivo. Al parecer, entre los presentes, alguien había manipulado la palabra del “héroe”, a lo que nuestro personaje respondió con toda su orgullo, energía revolucionaria, que su espíritu juvenil internacionalista le permitía:

“Contestaremos pues, a Martí con Martí, pero con el Martí antimperialista y antifeudal, que murió de cara a las balas españolas luchando por la libertad de su patria y tratando de impedir con la libertad de Cuba que los EEUU cayeran sobre América Latina.”

De Revolución, como camino de semillas, seguimos hablando.

En estas líneas recibirás una imagen parcial, como si le hiciéramos alguna toma o foto detalle. Haré algunas de ellas para que ustedes terminen la labor creativa del conjunto. Fue inquieto desde su niñez, como Pakito, quiso mucho a sus padres y la tierra donde nació le impregnó por igual de amor para compartir por el mundo. Unos le llamaron compañero ahí no más, otros comandante Ernesto, nombre que también fue de su papá, y los más simplemente, ya ustedes saben que le llamamos Che. Desarrolló grandes responsabilidades. Fue una pieza clave de coral, para el gobierno de la revolución, y, antes de ella combatió duro al enemigo en duras tareas de la guerrilla y condiciones de salud.

Mucha fue su responsabilidad como jefe de columna.

El enamorado de su tierra y de su gente salió al mundo, y lo descubrió, contempló su belleza. Conocer y descubrir. Amar, asumir, reaccionar, combatir, se impuso en el camino. Así pasó por el tiempo en la vida que le fue legado. Y, de conocer poquito y sólo de la cuna donde nació, Argentina, se adentró ya no sólo gateando como un niño dando algún que otro palo de ciego. . . El joven creció en pecho, brotó el corazón fértil de coral que desarrolló para la revolución; sensible y sincero, sus pasos por la tierra decididos le convirtieron en gigante, y con ellos descubrió la maestría de dar palos de vidente.

Entre decenas de países descubrió caras, ojos, paisajes, gestos. Coincidencias de idiosincrasia y explotación, idiomas y jergas, alegrías, y, entre ellas, descubrió lo más que le dolió, la tristeza cubriendo como un cuadro esperpéntico, golpeando todo ahí, es que se encontraban imperialistas y parásitos juntos odiando siempre la vida ajena, los pueblos; y, golpeando su inocencia, dignidad, humildad, creatividad se adentraban hasta anularlos. Marginándoles sin contemplación ni mira, el despotismo imperial y capitalista interior y exterior, su oligarquía caciquil, su latifundio, toda esa corte a su servicio que parte de arriba hacia abajo sin discriminación para servir de esbirro.

¿No escuchan ya batir su corazón como un ala dolorida?

Le dolió al leer y verlo en vivo sobre los cuerpos y ojos de su gente. Como médico que había terminado su carrera, y había salido muy joven a cantar la forma de aprender y liberar la medicina como salud y no como una solución económica más de los grandes monopolios. A enriquecer entre los pueblos lo que estudió en las aulas aisladas, para no quedar a oscuras, lo que su corazón cansado de mirar el dolor marcaba sus pasos, cada vez de una forma más consciente. El médico empezaba a saborear la poesía, su elixir, quería reparar sueños para salvar corazones!!!.

Fue tanto el impacto que comprendió de isofacto.

Lanzándose en un desafío sin parangón a cruzar el río a nado, que dividía el poblado entre “su burbuja de investigación médica”, y, descubrió entre el sudor del esfuerzo, ese punto, en que uno queda por él así, serenito y profundo, y, que no se puede luchar contra los monopolios de la economía sin desquebrajar el imperio que les apuntala sobre el planeta. Así pasó de doctorado en ciencias de la salud, “a gente sencilla”;

a científico innato, sobre ciencias de la naturaleza, y, a las deformidades que encierra en ella los imperios y hombres de guerra que forman ejércitos armados hasta los dientes y uñas de pies y manos contra los humildes. Se convirtió en guerrillero.

Tomó conciencia y se hizo gigante.

Es por lo que le llamamos a partir de ahí, Che, que es como decir todo de un solo golpe de voz. Su última foto entrañable en vida se la hizo con su hijito, solo tenía unos meses, antes de partir para Bolivia; donde todos saben que murió peleando como lo hiciera en Cuba. Muchos son los padres, de los llamados de sangre, políticos, vecinos que han hecho de papás, etc., que nos han educado en la imagen de Che en Martí. Evidentemente con todos los contrastes del tiempo en la distancia, desarrollo del capitalismo, y por supuesto, del conjunto de la sociedad. Che como todos nosotros conoció a Martí a través de su poesía, las crónicas periodísticas, escritos políticos y más. Quedó sensibilizado de Martí incluso a través de Fidel en: “La historia me absolverá”. Apenitas un año de la revolución. . .

Che, dirigió unas palabras a los pioneros, de esta manera:

“Martí fue el mentor de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estamos viviendo, y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo habría que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta patria.” Sí, Che, como todo revolucionario supo reconocer, valorar e identificarse con Martí, y, en más de una ocasión tomó su mismo legado en la construcción de la revolución:

“La mejor manera de decir es hacer”

José Martí:

“Morir bien es el único modo de seguir viviendo. . . Otros lamenten la muerte necesaria, yo creo en ella como la almohada y la levadura y el triunfo de la vida.”

Ernesto Guevara, Che:

Bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas y otros hombres y mujeres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.”

Che y Pakito, de un pájaro las dos alas. . .

Dejaron una inmensa huella revolucionaria en mucha gente.

De nosotr@s depende, que esas semillas que sembraron, no se pierdan entre la maleza. Mira compa, esta noche mira bien el cielo, donde veas dos estrellitas juntas, pareciera que te guiñan un ojo, no dudes, ahí es que están nuestros reparadores de sueños, ellos son; tus pibitos, los menudos son los más inteligentes, los reconocerán de inmediato, se han hecho gigantes, testigos implacables, fieles como las piedras donde el ave irrumpe el vuelo. . . Los tres héroes de este escrito de tan diferenciadas generaciones, comprendieron el punto de referencia legado y lo asumieron sin condiciones, ante la tierra dividida y pisoteada por los imperios de la muerte:

Combatir, combatir y combatir, siempre combatir al imperialismo y sus acólitos del capitalismo, por la independencia y soberanía de las culturas; pueblos enfrascados en su emancipación, aunque en la lucha por su liberación e independencia económica, esté latente la posibilidad de morir por ella como única solución.

*Sí, (Miguel Hernández):

< llenas están las ciudades, igual que los cementerios de ti, por todas las casas, de mí, por todos los cuerpos.
Por las calles voy dejando algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía venidos desde muy lejos.
Voy alado a la agonía, arrastrándome me veo en el umbral, en el fondo
latente del nacimiento. Todo está lleno de mí:
de algo que es tuyo y recuerdo perdido, pero encontrado alguna vez, algún tiempo. Tiempo que se queda atrás decididamente negro, indeleblemente rojo, dorado sobre tu cuerpo. Todo está lleno de ti, traspasado de tu pelo:
de algo que no he conseguido y que busco entre tus huesos>>

illo (actriz y directora de teatro)

 

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