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Brasil, Pensamiento :: 09/11/2012

Luiz Carlos Prestes en un libro de Anita Leocádia Prestes

Miguel Urbano Rodrigues
"Luiz Carlos Prestes - O combate por um partido revolucionário (1958-19901)", escrito por la hija de Prestes, analizado desde una perspectiva política

Este libro de Anita Lecoadia Prestes es antes que todo un fascinante viaje por la Historia de Brasil durante más de tres décadas.

"Luiz Carlos Prestes - O combate por um partido revolucionário (1958-19901)" (1), permite al lector, de la primera a la última página, acompañar el recorrido y las luchas de un hombre que dejó marcas inapagables en el caminar de su pueblo.

La autora escribe como historiadora. Hija (2) de Luis Carlos Prestes, no hay en su libro un solo parágrafo sobre la relación familiar con el revolucionario que fue secretario general del Partido Comunista Brasileño durante casi cuarenta años. Anita Prestes dedico años al estudio de una documentación en parte inédita u olvidada y divulga los resultados de su investigación.

Al ofrecer a los lectores una versión historiográfica enraizada en hechos desmonta “falsificaciones y deformaciones existentes sobre Prestes y los comunistas, difundidas por la historia oficial producida por intelectuales comprometidos con los dueños del poder”.

La obra no es ostensiblemente apologética. Pero Anita presenta de Prestes, a través de sus actitudes y opciones políticas, un retrato que encamina a los lectores para la conclusión de que fue un revolucionario que casi no cometió errores. Acontece que, por humanos, no hay revolucionarios perfectos, y Prestes no fue la excepción.

La primera parte del libro abarca el periodo que va de la Declaración de Marzo de 1958, que definió la revolución brasileña como democrática y nacional, al golpe de estado de 1964. La segunda parte incide sobre acontecimientos comprendidos entre el golpe militar fascistizante y la amnistía de 1979. La tercera parte ilumina la lucha permanente de Prestes contra el reformismo y en defensa de un partido comunista revolucionario.

El golpe agravó las divergencias existentes en la izquierda brasileña, en especial en el PCB, afectado por la escisión que diera origen a la formación del PCdo B, hoy una organización socialdemócrata integrada en el sistema, pero inicialmente maoista.

En aquellos años, dos partidos comunistas de prestigio, el chino y el cubano , apoyaban a las fuerzas que en América Latina preconizaban la lucha armada para la toma del poder. Luiz Carlos Prestes consideraba que en Brasil no estaban reunidas condiciones mínimas para el asalto al poder a través de la lucha armada y privilegiaba la intensificación de la lucha de masas en el combate a la dictadura. Más la mayoría del Comité Central, distanciada de su posición, insistía en una táctica inseparable de las viejas ilusiones de que en la burguesía nacional los sectores “progresistas” eran antimperialistas y que en el ejército los oficiales nacionalistas acabarían por entrar en choque con el núcleo duro de la dictadura.

Viví en Brasil, como militante del PCB, los años terribles del Acto Institucional Número 5, que instituyó el terror fascistizante en el país. Participe entonces en el cuarteto –Jarbas Holanda, Milton Coelho da Graca, Rodolfo Konder y yo- que dirigió el semanario "Fato Novo", citado por Anita. El director era Paulo, un profesor liberal progresista jubilado , pero el periódico fue creado para defender posiciones contradictorias del partido. Su línea editorial era tan ambigua que me separé cuando elogió al presidente Medici y al general Albuquerque Lima y criticó al Papa y a Jean Paul Sartre por haber asumido posición contra la dictadura brasileña.

Pronunciándose contra las tesis presentadas en la Conferencia Extraordinaria Estatal de Sao Paulo, Prestes discrepo de la línea capituladora en ascenso y acusó a los comunistas de Sao Paulo ( y de otros estados) de colocarse “a la cola de la burguesía, abandonando en la práctica la lucha por el progreso y la emancipación nacional”. Esos y otros dirigentes al defender la ilusión de la conquista del “poder local” estaban en la práctica transformando “el partido Comunista en exclusivamente o principalmente, electorero”.

El VI Congreso, realizado en rigurosa clandestinidad en 1967, reflejó las profundas divisiones abiertas en el Partido. Las tesis mantenían la orientación política anterior, sustentando que “la actual etapa de la revolución brasileña es (...) antimperialista y antifeudal”.

La posición de Prestes era difícil. En La Habana, la Conferencia Tricontinental, en el año anterior, había estimulado tendencias que en el PCB preconizaban la lucha armada, bajo las formas de la guerrilla urbana y de la guerrilla rural. Prestes hizo concesiones a las tendencias reformistas. Su objetivo -escribe Anita- era mantener la unidad “y derrotar las posiciones izquierdistas, más peligrosas en aquel momento, pues podrían llevar a la pulverización de la organización”. Para el secretario general del PCB la derrota de la dictadura solo sería posible “a través de la acción de masas, lo que exige de los comunistas no hacer nada que los separe de las masas”.

La facción de la llamada “corriente revolucionaria” liderada por Carlos Marighella, no tardó en desconocer la disciplina partidaria, optando por una estrategia incompatible con las decisiones del Congreso.

Los disidentes, además, se dividieron cuando Marighella negó la necesidad del partido y fundó con Câmara Ferreira la Acción Libertadora Nacional –ALN. Tres ex-dirigentes del PCB, Mario Alves, Apolonio de Carvalho y Jacob Gorender crearon entonces el Partido Comunista Brasileño Revolucionario –PCBR.

Anita cita los hechos, pero no acompaña la lucha de esas organizaciones, limitándose a recordar que fueron todas aniquiladas rápidamente por el ejército y por las policías, incluyendo el PCdoB.

Transcurrido medio siglo, es posible recordar sin pasión aquella época dramática y concluir que no había después del AI-5 estrategia alguna valida para la toma del poder. Conocí algunos de los comunistas que rompieron con el PCB. La influencia de Mao, de Fidel, del Che, de Fannon, era identificable en las posiciones defendidas por los dirigentes de las diferentes organizaciones que optaron por la lucha armada. Casi todos, sobre todo Marighella, merecen mi respeto. Discorde de ellos y de su romanticismo revolucionario, más vivieron y murieron como revolucionarios, coherentes con su ideario de comunistas

El exilio y el regreso

La riqueza documental del libro de Anita Leocadia dificulta hacer síntesis clarificadoras sobre las diferentes fases de la lucha de Prestes en ella iluminadas.

En 1971, la dirección del Partido, frente a la intensificación de la represión y la detención de los aparatos clandestinos, decidió que Prestes debía salir de Brasil. En breve algunos de los más destacados miembros del Comité Central dejaron también el país.

El órgano central del Partido, "La Voz Operária", pasó a partir de 1976 a ser editado en París, bajo la responsabilidad de un núcleo de dirigentes que defendían tesis reformistas, incompatibles con las posiciones del secretario general. Prestes, exiliado en Moscú, con otros camaradas, acompañaba con mucha dificultad, por la escasez de contactos y falta de información de confianza, los acontecimientos de Brasil.

Anita recuerda que, oponiéndose a las tendencias de conciliación con la “democracia burguesa” y los militares, defendió tenazmente el combate contra la dictadura, teniendo por objetivo el advenimiento de un “nuevo tipo de democracia” avanzada que fuese “una forma de transición a un poder de carácter revolucionario”. Denunció insistentemente la escalada fascista y terrorista del gobierno de Geisel (calificado en Portugal por Mario Soares de “general humanísimo”). Pero no fue escuchado y su aislamiento se profundizó.

Rencontré a Luiz Carlos Prestes en Moscú, en Junio de 1979. Estábamos ambos en tratamiento ocupando cuartos vecinos en un hospital de la capital soviética. Tuve así la oportunidad de mantener con él durante semanas largas conversaciones de las que guardo un recuerdo inolvidable.

Recuerdo que lo escuché evocar episodios de la Columna Prestes, del golpe de los generales después de la renuncia de Janio Quadros, y sobretodo comentar las escisiones del PCB y la desviación de derecha del Partido. Insistí repetidamente para que iniciase la escritura de Memorias porque las luchas de su vida se habían tornado páginas de la historia contemporánea de Brasil.

Pocos meses después, alcanzado por la Amnistía, Prestes regresaba a Brasil. Encontró un partido irreconocible, con un Comité Central controlado por una mayoría en ruptura con la tradición revolucionaria del Partido y con los principios y valores del marxismo-leninismo. La Carta a los Comunistas, divulgada por el secretario general, de Marzo de 1980, desencadenó un choque frontal.

“Un partido comunista –afirmaba en ella- no puede en nombre de una supuesta democracia abstracta y por encima de las clases, abdicar de su papel revolucionario y asumir la posición de freno de los movimientos populares, de aval de un pacto con la burguesía”

El deslizamiento a la derecha del CC no me sorprendió. Al agravar la opción revisionista, los dirigentes que regresaban de Europa Occidental estaban contaminados por el eurocomunismo que florecía en los partidos francés, español e italiano.

Lo mismo ocurría con destacados intelectuales del Partido. En encuentros con Leandro Konder y Carlos Nelson Coutinho, al pasar por Lisboa de regreso a Brasil, presentí que iban a contribuir a aumentar la confusión en el debate ideológico. Tales pensadores tuvieron el merito de difundir en Brasil lo mejor de Gramsci y Lukács, pero, permaneciendo marxistas, habían absorbido una dosis preocupante de eurocomunismo, destacadamente del italiano que estaba empujando al PCI a su destrucción.

Volví a encontrar a Prestes tres veces en Lisboa. En la primera, él concedió una extensa entrevista a “O diario” que yo entonces dirigía. Y participó de un mitin grandioso en la Plaza de Toros, con Álvaro Cunhal y Rodney Arismendi, del Partido Comunista de Uruguay.

En la última, él ya había roto con el Partido, y regresaba de una gira por Europa en que fue recibido por Podgorny, Marchais y Berlinger. Fue gratificante volver a ver al camarada y amigo, pero también doloroso porque el rencuentro fue marcado por la omisión de temas que yo no quería abordar para no herirle y por la admiración que me inspiraba.

Su salida del Partido fue en mi opinión un error político. Era dentro del PCB y no fuera de él que, en mi opinión, debía conducir la lucha contra los “renovadores” (palabra que años después sería utilizada por los ex-comunistas portugueses) de la Comisión Ejecutiva del CC que imponían su voluntad al Partido. Entregado a esa gente, el PCB, cayó en una situación que viejos militantes definieron como de “orfandad”.

Dando tumbos, bajo la dirección de Roberto Freire –hoy dirigente de un partido integrado en el sistema capitalista- el PCB siguió el rumbo italiano, que sepulto al PCI. Desgarró el Programa, renunció a los símbolos y al marxismo y acabó por cambiar de nombre.

Fui testigo de esa agonía al volver al Brasil en 1989 para acompañar las primeras elecciones presidenciales post dictadura. Me dolió verificar que Prestes apoyaba la candidatura de Leonel Brizola. El caudillo gaucho, aventurero populista, era entonces una sombra del político que en 1961 liderara la resistencia al golpe de la troika fascistizante de Odilio Deniz, Sylvio Heck y Grun Moss. Lo conocí en Lisboa donde cultivó una relación política de intimidad con Mario Soares, el principal responsable de la contrarrevolución portuguesa. Ningún revolucionario –repito- es perfecto.

No volví a ver a Prestes. Pero en una visita breve por Brasil, cuando él alcanzaba ya los 90 años, hablamos por teléfono. Yo estaba en Sao Paulo y me invito a visitarle en Rio. No fue posible.

Me identifico con Anita cuando ella, en la conclusión de su importante libro, escribe:

“El legado de Luiz Carlos Prestes, una vez apropiado por las nuevas generaciones, representa una amenaza para las clases dominantes. Esa es la razón oficial porque la Historia oficial y los medios de comunicación se esfuerzan por mantener silencio respecto de él, hoy cuando forzados a recordar, tratan de distorsionar sus ideas y de calumniar su actuación”

Hoy su trayectoria de gran revolucionario y su lucha merecen en todo el mundo la admiración de los auténticos comunistas. No vivió lo suficiente para acompañar la resurrección –es la palabra- como organización revolucionaria marxista-leninista del PCB, el Partido del que fue secretario general.


Notas

1. Editora Expressão Popular, São Paulo, 2012.
2. Anita Leocadia Prestes nació en la prisión de la Gestapo de Barnimstrasse en la Alemania nazi, donde su madre, Olga Benario Prestes, extraditada del Brasil de Vargas, fue internada embarazada, y después transferida a un campo de exterminio donde murió. Es profesora de Historia Comparada en un curso de post graduación, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.

Vila Nova de Gaia, Outubro de 2012
www.odiario.info - Traducción: Jazmin Padilla

 

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