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Mundo :: 03/11/2013

Una guerra civil vintage

Nicolás Bauer
El conflicto mozambiqueño no tiene orígenes étnicos ni religiosos, como muchos otros africanos. La población del país es casi en su totalidad bantú

A pesar de la distancia que separa a Mozambique del resto de las ex-colonias portuguesas en África (Guinea-Bissau, Angola y Cabo Verde), su historia de liberación es igualmente trágica. El país del sureste africano, con costa sobre el Oceano Índico, se independizó en 1975, pero solamente dos años después comenzó una guerra civil entre el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), apoyado por el Zimbabwe de Mugabe y la Tanzania de Nyerere, y la entonces recién formada Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO), sostenida política y económicamente por los régimenes racistas de Sudáfrica, Namibia y la antigua Rodesia.

El alto el fuego entre el presidente Joaquim Chissano y el líder rebelde Afonso Dhlakama se firmó el 4 de octubre de 1992. Apenas días después de cumplirse 21 años del tratado, la RENAMO lo rompió y de esta manera volvieron a desatarse las hostilidades. El detonante fue un supuesto ataque de las fuerzas gubernamentales contra un campamento ubicado en el interior del Parque Nacional Gorongosa, en el centro del país. Según le indicó un vocero al multimedio catarí Al-Jazeera, el objetivo era asesinar a Dhlakama.

Desde el 22 de octubre, cuando se dio por terminado oficialmente el acuerdo de fin de las hostilidades, diversos combates tuvieron lugar entre las dos fuerzas, principalmente en las provincias de Safala y Manica, en el centro del país. Vale aclarar que nunca se acordó una paz definitiva entre los dos bandos en disputa y que el texto firmado en 1992 no establecía un desarme del bando rebelde.

A partir de 1994, y como parte del acta, en Mozambique hay elecciones multipartidarias, que en todos los casos fueron ganadas por el FRELIMO -liderado actualmente por el presidente, Armando Guebuza-. Sin embargo, las mencionadas provincias mediterráneas son aquellas en las que la RENAMO mantuvo su poderío y lo reflejó en las múltiples elecciones regionales.

El conflicto mozambiqueño no tiene orígenes étnicos ni religiosos, como muchos otros africanos. La población del país es casi en su totalidad bantú y en términos de creencias se trata de uno de los pocos países del mundo con mayoría de ateos; aunque las comunidades cristiana y musulmana son considerables, ninguna tiene la fuerza como para desatar violencia por sí sola.

El origen de la guerra civil, en 1977, fue geopolítico; el regimen racista de Sudáfrica, junto con el de Rodesia -que se encontraba jaqueado en su propio territorio por las fuerzas de Mugabe que llegarían al poder en 1980, renombrando al país como Zimbabwe-, ambos limítrofes con Mozambique, formaron la RENAMO para mantener su dominio subregional en el sureste africano; no estaban dispuestos a permitir otro gobierno como el de Julius Nyerere, en Tanzania.

Treinta y seis años después del comienzo de la guerra, ambos apartheid terminaron, la situación africana y mundial se modificó completamente, pero el conflicto mozambiqueño echó raíces y volvió a florecer en los últimos meses. El futuro de uno de los países más pobres del mundo, devastado por 16 años de batallas, aparece difuso pero indudablemente poco auspicioso.

 

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