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Europa :: 05/12/2013

Portugal: Síntomas de viraje

Miguel Urbano Rodrigues
La burguesía teme sobre todo la intensificación de la lucha de clases y un incremento torrencial de la intervención de las masas como sujeto político

Acontecimientos inesperados en los últimos días alarmaron el gobierno, tuvieron enorme repercusión en el país y en el extranjero y contribuyeron a que millones de portugueses y portuguesas tomasen conciencia del agravamiento de la crisis. Destaco tres por su significado:

- La manifestación conjunta de los sindicatos y asociaciones profesionales de las fuerzas y servicios de seguridad (PSP, GNR, Servicio de Extranjeros y Fronteras, ASAE y otras fuerzas de Seguridad);

- La reunión en la Aula Magna del Rectorado de la Universidad de Lisboa de personalidades de diferentes ámbitos políticos e ideológicos.

- La accion de sindicalistas permaneciendo durante horas en la entrada de algunos ministerios, una iniciativa apoyada por la dirección de la CGTP.

Diferentes por sus objetivos, expresan un cambio cualitativo de la crisis portuguesa y el incremento de la respuesta popular a la política criminal de un gobierno que se comporta ostentosamente como enemigo del pueblo. Los tres alarmaron a la clase dominante y al gobierno que la representa.

La subida por la escalinata de la Asamblea de la manifestación de los policías que derrumbaron las barreras metálicas y rompieron el cordón de la policía de intervención sin ser detenidos y reprimidos, configuró una situación sin precedentes en las protestas realizadas en el mismo lugar.

La dimisión del director de la PSP y las agresivas e irresponsables declaraciones del ministro de Interior, sembradas de amenazas, contribuyeron a profundizar el malestar y la indignación en la Policía y en la Guardia Republicana. El «esto no se va volver a repetir!» de Miguel Macedo fue muy comentado. El ministro es fanfarrón; la profecía es muy arriesgada.

La reunión del Aula Magna coincidió con una protesta de las fuerzas llamadas de «seguridad». La lectura atenta de los principales discursos de la reunión permite concluir que los oradores temen sobre todo la intensificación de la lucha de clases y un incremento torrencial de la intervención de las masas como sujeto político.

La condena de la obra devastadora de Passos, Portas y su gente por Mário Soares y Pacheco Pereira fue aplaudida con entusiasmo. Ambos comprendieron que está cambiando, diversificada, ampliándose, la reacción de las víctimas del sistema a la violencia social de la política que arruina el país, lanza al desempleo y a la miseria a centenares de miles de trabajadores y trabajadoras y empuja a la emigración a sectores de la clase media.

Ambos, en el diagnóstico de la crisis y de sus efectos, abrieron el abanico a las críticas de la prepotencia y carencia de moral del poder, se enfrentaron a la banda de Passos & Portas, fustigaron las recetas de la austeridad.

Pacheco,ex dirigente del partido del gobierno, se demoró en la exégesis de la hipocresía, del cinismo y la falta de ética de los gobernantes. Y, a su solicitud, la asistencia entonó al final, con entusiasmo, el himno nacional.

Pero ni Soares ni Pacheco, en el descenso a las raíces de la crisis, responsabilizan el capitalismo. La palabra no fue siquiera pronunciada. Otra actitud no sería de esperar porque ambos son adeptos y defensores del sistema de explotación del hombre por el hombre. Desearían apenas humanizarlo, una imposibilidad absoluta.

Lo que preocupa sobre todo a Soares y Pacheco y a la mayoría de las personalidades que llenaron el anfiteatro del Aula Magna -de cuyo descontento fueron los portavoces más escuchados-, es el recurso a nuevas formas de lucha por los trabajadores y trabajadoras. Lo que pasó en las escalinatas de São Bento asusta también al Presidente de la República, cómplice del gobierno bicéfalo de la derecha ultramontana nacional.

En el discurso de Soares y Pacheco, más hábil y sinuoso el del segundo, el elogio conmovido de la democracia, tal como lo conciben, desfigurada, es forzado, artificial. En el mismo se transparenta el miedo de la democracia auténtica, el recelo de la intervención masiva del pueblo en el combate a la política del bando encastillado en el poder.

Hablando como intérpretes de sectores descontentos de la burguesía, los anima la convicción de que es a esos estamentos sociales, cuyo malestar asumen, que cabe presentar una alternativa a los desmanes de la austeridad del gobierno, una alternativa que, bien entendida, dejaría intacto el engranaje triturador del capitalismo. No lo dijeron expresamente, pero eso quedó bien claro.

El desagrado que la reunión y los discursos pronunciados provocaron no sorprendió. Lo que allí fue dicho llamó la atención sobre fisuras existentes en la gran familia de los responsables de la crisis. Aumentan, ya son inocultables. La intervención en la jornada y la presencia en la sala de personas progresistas, extrañas al sistema, no altera la naturaleza y el significado de la iniciativa ideada por Mário Soares.

La actitud asumida por los tertulianos de turno en los medios de comunicación ante la subida de la escalinata de la Assembleia, y la breve ocupación por sindicalistas de instalaciones de ministerios, fue también reveladora del sentimiento de pánico que alastra en la clase dominante. Con pocas excepciones, usaron el adjetivo «intolerable» para calificar esas formas de lucha.

Las estrellas del análisis politico, destacando a Sousa Tavares, Marcelo Rebelo de Sousa, Bagão Félix, Marques Mendes, Ricardo Costa y la chusma de tertulianos subalternos que infecta la TV, los periódicos y la radio, se distanciaron de la reunión de la falsa izquierda en el Aula Magna, pero invocaron repetidamente la democracia para condenar con severidad lo que pasó en las escalinatas de la Assembleia y en los Ministerios.

Los editoriales de los diarios de «referencia» y los analistas económicos (José Gomes Ferreira comandó el pelotón de fariseos) los imitaron con mayor o menor dosis de hipocresía. Súbitamente tomaron la defensa de Cavaco Silva y, calificando de injustas las críticas al Presidente, afirman ahora enfáticamente que el, al final, está cumpliendo ejemplarmente la Constitución.

En su último número, la revista 'Exame', ligada al gran capital, publicó un estudio que confirma el agravamiento de la desigualdad en Portugal. Informa que las 25 mayores fortunas del país equivalen al 10% del PIB. El mayor multimillionario, Américo Amorim, duplicó en el último año su fortuna, evaluada hoy en 4.500 millones de euros. «Los tiempos pueden ser de crisis -comenta la revista, pero las mayores fortunas nacionales siguen creciendo». La brecha aumenta de manera alarmante, pero los ricos se enriquecen a ritmo acelerado, mientras los pobres se empobrecen más. A esa situación degradante ha conducido la política de austeridad pregonada por Passos como gran servicio a la Patria.

La respuesta de las víctimas alarma naturalmente al poder. La fase de las manifestaciones de protesta aisladas cedió el lugar, finalmente, a una multiplicidad de iniciativas. Diariamente se suceden por todo el país huelgas sectoriales, protestas en locales de trabajo, concentraciones a la puerta de empresas insolventes o cerradas y de las residencias de Passos y sus ministros. Las protestas a las puertas de la Assembleia de la Republica se han convertido en algo habitual.

El presidente de la República, el primer ministro y miembros de su gobierno son recibidos con protestas donde quiera que vayan, protegidos por la policía y por guardaespaldas.

La CGTP ha desempeñado un papel importantísimo, contribuyendo decisivamente al aumento de la combatividad de las masas. En los últimos meses la disponibilidad de los trabajadores y trabajadoras para enfrentar con creatividad e imaginación, recurriendo a nuevas formas de lucha, medidas que traducen la barbarie del proyecto del gobierno, refleja una alteración substancial de las condiciones subjetivas que favorece el combate de las masas.

La arrogancia de los enemigos del pueblo, sus medidas de cariz dictatorial, su desprecio por la Constitución y por el pueblo encuentran, día atrás día, una respuesta más firme.

Vila Nova de Gaia, 1 de diciembre de 2013
www.odiario.info

 

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