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Colombia :: 16/04/2014

Holocausto en la sabana

Rubén Zamora
La mano depredadora de los “nuevos llaneros: crecimiento del mercado de tierras, de las utilidades financieras y la depredación socioambiental

Los mitos de la sabana de los que hablaron los ancestros desaparecen como los morichales, las lagunas y los caños donde anidaron las garzas y gabanes. Del Silbón se oye tan solo su lamento, pidiéndole al espíritu de Colombia se compadezca del arisco territorio donde yacen insepultas miles de osamentas de chigüiros [carpincho, capibara], babillas [caimán de anteojos], vacas, caballos y venados.

En realidad la cifra de la catástrofe ambiental en el departamento del Casanare es inestimable. Nadie ha podido contar la masa de chigüiros y otras especies que han muerto de sed al agotarse las reservas de agua en esta región del país. Unos dan cuenta de por lo menos 20 mil chigüiros muertos. En todo caso, es una tragedia gravísima consecuencia del arrasamiento de los valores territoriales por la mano depredadora de los “nuevos llaneros”, dueños de lo que llaman músculo financiero. Para qué ha servido ese músculo financiero y la confianza inversionista? Pues bien, los resultados están a la vista: crecimiento del mercado de tierras, de las utilidades financieras y la depredación socioambiental.

Según el instituto Agustín Codazzi, la tragedia se debe a la expansión de la producción de palma, caña, sorgo, maíz y arroz, a la ganadería extensiva y las explotaciones petroleras. Lo indignante, es que avizorada la tragedia no se tomaron las más mínimas medidas de contingencia. La agonía de las especies nativas ha transcurrido ante la indiferencia institucional y de buena parte de la sociedad colombiana. Infortunadamente carecemos de cultural ambiental, básicamente desde que se convirtió en 'dogma subversivo' que se opone a la expansión minero energético, agroforestal y la ganadería extensiva.

Estas desgracias no ocurrían cuando el territorio lo protegía el llanero innato. A este lo arrollaron las necro-locomotoras, en nombre de la producción moderna que arrasa las sabanas, morichales, afluentes de agua, la especie animal y vegetal y hasta seres humanos. Esta es apenas la señal de sequías peores que proseguirán gracias a la producción agroforestal y las explotaciones petroleras. Es decir, los privados destruyen nuestras fuentes de agua y luego se apropian de las reservas para convertirlas en mercancía de alto costo.

Lo que está ocurriendo en el Casanare, advierte la necesidad de desarrollar una legislación especial de protección socioambiental y la economía rural regida por inviolables principios de protección a la naturaleza y la soberanía alimentaria del país. No puede ser que para abastecer de combustible los coches de los americanos del norte, se nos deprede gradualmente hasta llegar a peores circunstancias. Lo que se ha perdido en el Casanare es una de las fuentes de la vida: el agua.

Empero, ni la Ministra del medio ambiente ni el Presidente de la República se conmueven por la tragedia, seguramente hará falta el hedor a carroña en la Casa de Nariño para que aterricen en tan infausta realidad de la sabana. En todo caso los serviles manipuladores de la opinión pública ya han justificando semejante desastre ambiental. El diario El Espectador tituló su editorial del 28 de marzo, “Llamado de la sabana”, en verdad más bien parece el llamado del Presidente Santos a no cambiar la intención de voto y menos a identificar a los máximos responsables. Qué tal lo dicho en el editorial: “el chigüiro no está en peligro de extinción y, sólo en el Casanare, podría haber más de un millón” (...) “parte la crisis ha sido resultado de la sobrepoblación de este prolífico roedor” (...) “Estos son ciclos naturales que, de ser bien manejados, pueden resultar incluso provechosos para los llaneros y sus sabanas”.

Con esa autoridad el gobierno se abroga defensor de los parques naturales y en su nombre pretende desarraigar a las comunidades rurales, cuando algunos han sido entregados a grupos financieros y multinacionales para que los desangren y destruyan nuestro medio ambiente. Estos gobiernos corruptos, desposeídos de valores morales, son indiferentes ante la desgracia ajena cuando no afecta a los todopoderosos. En todos los cálculos económicos y políticos median sus privilegios. Hasta de la guerra sustraen enormes beneficios, degradándola a extremados límites de horror e indiferencia, con la misma que ven el holocausto animal en la sabana.

Lamentablemente Colombia sigue en media noche; si no amanece temprano, no verá la primavera sino un paisaje horrible depredado por las bestias inversionistas transnacionales y financieras.

* Comandante del Frente 33 de las FARC-EP e integrante de la Delegación de Paz. rubenzamor87@gmail.com
ANNCOL

 

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