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Pensamiento, Mundo :: 17/04/2014

El poeta de los silenciados

Pedro Perucca
Sobre el enormísimo novelista y poeta peruano Manuel Scorza, autor de la imprescindible pentalogía “La guerra silenciosa”, de los indígenas andinos

Que retrata la lucha de los campesinos peruanos contra los latifundistas y las corporaciones mineras multinacionales.

Manuel Escorza Torres nace en Lima en 1928 pero a los pocos años su familia se traslada a la sierra peruana, al departamento de Huancavelica, donde el futuro poeta de los oprimidos peruanos va a conocer íntimamente la vida de los pueblos de los Andes.

Luego de esa estadía breve pero fundamental en la sierra, en 1939 retorna a la capital y gracias al esfuerzo de su familia logra cursar estudios en el Colegio Militar Leoncio Prado (el mismo que le sirve de escenario a Vargas Llosa para su “La ciudad y los perros”).

Este joven de origen humilde va a llegar a ser parte de la “República de las letras”, según uno de sus biógrafos, Hugo Neira, “por la vía de su enorme curiosidad intelectual y su voluntad de saber. Pero es un intelectual de verdadero origen popular y proletario. En suma, es Scorza un raro caso de miembro de la intelligentzia surgido de las capas más bajas de una sociedad terriblemente dividida en compartimentos estancos como la peruana. Por una vez, un intelectual, realmente, viene del pueblo”.

Ya desde muy joven, Manuel Escorza (quien luego firmará sus obras quitándose la E del apellido) comienza a comprometerse con diversas causas políticas y sociales. Su indigenismo y antiimperialismo juvenil encuentran en el APRA un espacio acogedor y rápidamente pasa a formar parte de los llamados Poetas del Pueblo, escritores oficiales del partido. En algún momento Scorza recordará sus expectativas al respecto: “Yo entré al APRA porque tenía una visión mitológica de ese partido, una visión que no correspondía a la realidad. Yo creía que el APRA iba a hacer una revolución”. Más allá de que el APRA no era lo que prometía, lo cierto es que gracias a esta inicial participación política nuestro poeta conocerá la cárcel y sufrirá su primer exilio tras el golpe militar del general Odría, con veinte años recién cumplidos.

En México (y luego en Chile, Argentina y Brasil) el poeta exiliado, obligado a ganarse la vida con los más variados oficios, conocerá mejor la vida de los oprimidos y explotados de América latina. En el marco de esta “herida extremadamente grave y dolorosa” del exilio van a madurar los versos de sus primeros trabajos poéticos importantes: aquél famoso “Canto a los mineros de Bolivia” que le inspirara la revolución altiplánica de 1952 (“Hay que vivir ausente de uno mismo, / hay que envejecer en plena infancia, / hay que llorar de rodillas delante de un cadáver / para comprender qué noche / poblaba el corazón de los mineros”) y los indignados versos de su poemario “Imprecaciones”, publicado en 1955.

Ese mismo año será el de su ruptura con el APRA. Luego de las tristemente célebres declaraciones en las que Haya de la Torre proclama su acercamiento al imperialismo norteamericano Scorza publica una durísima carta pública de renuncia al partido: “Good bye mister Haya”. Así, un Scorza desilusionado de la política se embarca en una gran aventura editorial: “Creo que lo que me impulsó a lanzar las ediciones populares fue mi convencimiento de que existía una terrible calumnia contra el pueblo, contra su capacidad y sensibilidad frente al arte y la literatura”. Con esta convicción en 1956 va a lanzar los famosos “Populibros Peruanos” mediante los que se propone dar a conocer a una selección de autores clásicos peruanos (entre ellos ensayos de Mariátegui y poesías de Vallejo), buscando prescindir de los intermediarios mediante la venta en kioscos a precios realmente populares. La iniciativa será un éxito de enormes proporciones, a tal punto que luego será replicada en Colombia, Venezuela y Cuba (donde contará con la colaboración de Alejo Carpentier).

La traición del APRA había permitido que en 1956 volviera a la presidencia Manuel Prado y Ugarteche y se abriera el período llamado de “convivencia”. Pero ya a fines de su mandato la paciencia de los campesinos, hartos de esperar que las promesas de reforma agraria se hicieran realidad, da señales claras de haberse agotado. Los movimientos de lucha y organización campesina crecen en los valles de Lares y de La Convención, liderados por Hugo Blanco, y en los Andes centrales también avanzan los procesos de resistencia contra los atropellos del pulpo norteamericano Cerro de Pasco Corporation. Los más de cien sindicatos campesinos impulsan acciones de recuperación de tierras que el nuevo gobierno militar pretende contrarrestar mediante sus sangrientas Operaciones Desalojo.

Las incesantes masacres de campesinos, impulsadas por los latifundistas, ejecutadas por el Ejército y silenciadas por los medios, encuentran una voz amiga en Manuel Scorza. Luego de la ruptura con el APRA, Scorza se acerca al Movimiento Comunal del Perú y llega a ser Secretario de Política de la organización. Desde Lima el poeta tomará partido por la lucha indígena y denunciará los abusos del gobierno y la Cerro de Pasco en los matutinos limeños: “La verdad es que los comuneros no son los invasores sino al revés: son los invadidos, son las víctimas de la voracidad de los grandes propietarios de tierra. (…) Ha llegado el momento de preguntarse si los millones de indígenas, que constituyen nuestras comunidades, tienen algún derecho o si para ellos existe solamente el hambre, la miseria y la violencia.”

Pero Manuel Scorza no se quedará en su rol de vocero y luego de la masacre de Rancas viajará a la región para apoyar al movimiento y conocer a sus actores. En una entrevista recuerda: “Me incorporo al equipo de Genaro Ledesma, quien me encarga diversos trabajos: organizar una gran manifestación de campesinos, que iba a ser la primera manifestación autorizada en la ciudad de Cerro de Pasco, o recorro las comunidades exhortando a los campesinos a que combatan unidos. Pero, sobre todo, lo que hago fundamentalmente en Pasco es mirar y oír, tener un conocimiento humano y directo de mis personajes, iniciar una relación con mis futuros protagonistas”.

El poeta volverá a Pasco en repetidas ocasiones durante los años 1963 y 1964 para seguir recolectando testimonios de la lucha y los éxitos de la gesta campesina. En 1967, cuando ante la amenaza de nuevas prisiones se ve obligado a exilarse nuevamente, lo hace llevándose enormes cantidades de materiales informativos y de entrevistas grabadas para lo que, en principio, imaginaba como un informe sobre esa lucha campesina de la que había podido ser testigo y protagonista. Pero luego se da cuenta de que entre manos tiene documentos de una epopeya andina que merece ser contada de otra forma: “Yo me propuse primero hacer un informe de tipo político. Cuando lo leí, me di cuenta que era totalmente insuficiente, totalmente frío, no reflejaba nada. Después me di cuenta de que debía escribir novelas, que debía contar tratando de ponerme en los ojos de los protagonistas, pero no añadiendo fantasías sino prolongando sus metáforas”.

Así nace el proyecto de la pentalogía novelística conocida como “La guerra silenciosa”, compuesta por las novelas “Redoble por Rancas”, “Historia de Garabombo el invisible”, “Cantar de Agapito Robles”, “El jinete insomne” y “La tumba del relámpago”. “Redoble por Rancas”, novela que da inicio a esa “gran operación onírica y mítica” con la que Scorza quiere dar a conocer la lucha de los oprimidos de los Andes, describe la lucha de los comuneros liderados por Héctor Chacón contra el insaciable apetito desalojador de la compañía yanqui Cerro de Pasco Corporation. Fue publicada en 1970 en Barcelona e inmediatamente se difundió por el mundo y fue traducida a decenas de idiomas. Scorza, que siempre se indignó ante las etiquetas de “novela indigenista” (“Es una cosa un poco despectiva para reducir. Hay racismo en literatura”) o de “realismo mágico” (“Para mí no existe lo mágico, existe lo onírico. Yo cuando escribo los libros no me propongo crear magia -palabra peligrosa-, trato de soñar la historia, de verla, de sumergirme en busca de las grandes profundidades oníricas”), más bien concebía su obra como una “exposición dramática de una situación trágica” y era absolutamente consciente de que “en algunos casos la mera exposición dramática de la situación es ya explosivamente revolucionaria y provoca consecuencias en la realidad”.

Las consecuencias de la publicación de la novela fueron casi inmediatas. Scorza recuerda: “Para mí, los libros son un recurso de apelación. Cuando en América Latina se pierden todas las instancias -por ejemplo, cuando en un combate humano un Gobierno masacra a todo un pueblo-, entonces queda la posibilidad de escribir un libro, y el libro reabre el debate. Al aparecer Redoble por Rancas, se reabre el debate y el propio presidente Velasco se ve obligado a liberar al personaje de este libro, Héctor Chacón, el Nictálope, que se encontraba en prisión”.

La liberación del Nictálope no fue el único impacto político de “Redoble por Rancas”; pocos años después, ya en la “Segunda etapa del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, el gobierno de Morales Bermúdez intenta probar que la reforma agraria sigue en curso en el Perú con la reunión de un Consejo de Ministros precisamente en Rancas: “¿Por qué? ¬-se pregunta Scorza- Porque la literatura cumplía una función gracias a la novela. La rebelión de Rancas salió del anonimato a la evidencia”.

Pero, más allá de esas victorias puntuales, hay un hecho trascendente vinculado a su pentalogía que un Scorza sin falsa modestia no duda en reivindicar: “Ahora hay otro hecho importante en mi libro. Yo he dotado de una memoria a los oprimidos del Perú, a los indios del Perú que eran hombres invisibles de la historia, que eran protagonistas anónimos de una guerra silenciosa, y que tienen hoy una memoria: poseen estos cinco libros en los cuales pueden apoyarse y combatir. Tienen esa memoria, está dada ya irreparablemente y no se podrá borrar nunca, porque la han adoptado incluso los pueblos en combate; ese es uno de los hechos más emocionantes para mí como escritor. Ha sido una mezcla de realidad, fantasía y documento que ha hecho algo explosivo a nivel de la realidad”.

Ya a fines de los 70 Scorza integra como independiente el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP) que en 1980 logra una banca en el Senado para Genaro Ledesma (también protagonista de “La tumba del relámpago”). En estos años se multiplica la participación de Scorza en diversos encuentros literarios y políticos en el mundo y, ya concluida su gran Balada, se embarca en la elaboración de una nueva trilogía, que marca un cambio de estilo y que se inicia con “La danza inmóvil”. Pero la trilogía quedará incompleta, así como muchos otros proyectos de nuestro querido poeta peruano, cuando el avión en el que se dirigía al I Congreso Internacional de la Cultura de Bogotá se estrelle a pocos kilómetros del aeropuerto de Madrid [NdeLH: Fue famosa la grabación de la caja negra, en la que el piloto borracho le decía 'Calla, gringo' a la alarma de vuelo muy bajo]. En ese accidente morirán también la novelista y crítica argentina Marta Traba, el intelectual uruguayo Ángel Rama y el novelista mexicano Jorge Ibargüengoitia. Así, con apenas 55 años, se iba uno de los más grandes poetas y novelistas latinoamericanos del siglo XX, un 28 de noviembre de 1983.

Notas

 

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