lahaine.org
Pensamiento :: 18/04/2014

Semana Santa, Breaking Bad

Emilio Delgado
No comprendo los gritos histéricos, las manifestaciones histriónicas ni la temible estética de los nazarenos.

Llega la Semana Santa para los católicos, bueno y para todos los demás también. Uno de los éxitos inatacables de la Iglesia Católica es haber conseguido que la inmensa mayoría de la sociedad asuma sus calendarios, festividades, simbología y hasta cierto sentido de lo que es normal, y de lo que no lo es.

A mi esto me pilla siempre con el pie cambiado, perdido como Alfonso Rojo en una asamblea de la PAH. Es como si uno estuviera trabajando en la oficina y de pronto todo el mundo se levantara e hiciera una conga alrededor de la mesa, y solo pudiera levantar la cabeza en busca de la cámara oculta.

No consigo entender nada. En caso de que haya un dios ¿Por qué iba a disfrutar o bendecir que las personas sufran descalzas, se latigueen o acaben con las rodillas desolladas a lo largo de una cuesta interminable? ¿Por qué iba a conceder favores a cambio de la sádica pretensión de que se le ofrezca el dolor ajeno?¿Pero no habíamos quedado en que era un dios bondadoso?. No comprendo los gritos histéricos, las manifestaciones histriónicas ni la temible estética de los nazarenos. Cuando quien se emboza con un capirote parecido al del Ku Klux Klan es un niño, me recorre un escalofrío por todo el espinazo.

No obstante no puedo hacer mucho, allá cada cual con sus creencias ya sean en Cristo, Alá, los Reptilianos, o lo que sea mientras no pretendan imponérmelas o darme la matraca para que sustituya las mías y asuma un credo para mi imposible.

Apenas hice la comunión y porque me gustaba mucho una niña de mi colegio y aprovechaba la asistencia juntos a catequesis con la esperanza de que se obrara el milagro que nunca llegó.

En mis dificultades de análisis y entendimiento debo incluir, además, el desparpajo y la naturalidad con la que cargos públicos como la presidenta de la Junta de Andalucía —una mujer que se autodefine como de izquierdas y que está en un partido que hace lo propio con los términos socialista y obrero—, se dedique a dotar de presencia oficial actos como el relevo de guardia de los legionarios que custodian al Cristo de la Buena Muerte, el protector de la Legión. Si vivimos en un estado aconfesional, no sé que hacen ahí los militares custodiando a un Cristo, ni que hace Susana Díaz formando parte del circo, ni consigo entender porque todo esto no es un escándalo.

Las relaciones Iglesia-Estado entraron en la etapa democrática —se me escapa la risilla al definirla así— por la puerta de atrás, como casi todo el edificio social, institucional y político que padecemos. Gonzalo Puente Ojea, el que fuera embajador de España ante el Vaticano lo ha denunciado reiteradamente. Los acuerdos que otorgan privilegios descomunales a la Iglesia Católica frente a otras creencias religiosas o laicas, se elaboraron en la dictadura y se firmaron diez minutos después de inaugurarse la llamada Transición hurtando un debate público sobre esta institución que hoy controla un presupuesto brutal que comprende universidades, colegios, medios de comunicación escritos, radiados y audiovisuales, grupos de presión que colocan sus peones en la judicatura, la política y la economía, importantísimas empresas que cotizan en bolsa, etc…

Es como un organismo que va creciendo a base de colonizar y conquistar nuevos espacios, no puede estarse quieto. Se han metido en el conflicto vasco, en el derecho al aborto, en el derecho a casarse personas del mismo sexo, en el de las personas que desean tener una muerte digna si su vida ya no merece la pena ser vivida.... Se han quedado con terrenos comunales sin pagar por ello, están exentos del IBI y están salpicados por casos de pederastia que hubieran hecho caer a cualquier organización política o sindical que los hubiera tenido que gestionar en su seno, todo esto sin despeinarse.

Es aquí donde empiezan a suponer un problema. No porque crean en lo que mejor les parezca, sino porque son objeto de trato privilegiado constante. Cuando padecimos la invasión de jóvenes beatos que vinieron a ver al Papa se les facilitaron colegios públicos para dormir, descuentos en el transporte, convenios con empresas de catering, etc. Cuando quienes llegaron a Madrid fueron los caminantes de las Marchas de la Dignidad lo que se les dispensó fue una magnífica ensalada de hostias sin consagrar ni nada.

Pero ya les digo, que yo lo entiendo todo mal. Se me mezclan la paloma, los nazarenos, la ramita de olivo e Intereconomía en un sudoku imposible. Por eso no me meto en las cosas que no sé y prefiero dejar a los expertos la interlocución cósmica, yo aprovecharé para descansar y terminar de ver Breaking Bad con mi chica. Espero que no les moleste.

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal