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Colombia :: 17/06/2014

El pueblo colombiano votó por una solución política al conflicto social y armado

Alberto Pinzón Sánchez
¿Se puede conseguir la paz continuando la guerra total? ¿Se acabó la lucha de clases en Colombia?

El segundo tiempo electoral que acaba de terminar en Colombia y ha reelegido (con cerca de un millón de votos de diferencia) al presidente-candidato Santos por sobre el candidato de la alianza “Uribe-Pastrana”, junto con la nueva calidad política que de este hecho electoral se deriva, exige un debate analítico imprescindible:

Lo primero que se debe resaltar es que, a pesar de una muy alta abstención del 52%, por primera vez en la historia de Colombia, así estuviera velado por las consignas electorales, la solución política al conflicto armado colombiano o la paz como finalmente dio en llamarse, se impuso como punto central del debate eleccionario sobre los demás aspectos político-sociales de Colombia, adquiriendo una calidad de plebiscito por la paz que finalmente recibió los 7 millones 814 mil votos depositados por JM Santos.

Lo segundo, es la imposición en el imaginario colectivo que se hizo del análisis materialista histórico o marxista, que para los fines electoreros del momento, se retorció hasta construir una artificio dicotómico y anti dialéctico entre una supuesta “modernidad” representada por una “burguesía progresista” encabezada por Santos, y una “pre-modernidad latifundista y violenta” acaudillada por Uribe-Pastrana, lo que a la postre logró desdibujar el verdadero y real análisis clasista y su sistema de contradicciones existentes entre las dos fracciones de UNA misma clase social dominante (la oligarquía transnacionalizada) ambas fuertemente cohesionadas y pegadas al capital financiero trasnacional o Imperialista mundial. Sin ir muy lejos se puede citar, por ejemplo, cómo Santos tiene a Luis Carlos Sarmiento Angulo de apoyo y el Uribe-Pastranismo a su socio Fabio Echeverri Correa.

Así resultó muy fácil para los “dicotómicos y polarizadores de la izquierda electoral”, justificar la gambeta de su apoyo abierto y su voto por JM Santos, uno de los mejores exponentes de esa oligarquía trasnacional dominante estrechamente ligada al neoliberalismo imperialista mundial, enfrentado momentáneamente a otros dos probados agentes financieros trasnacionales aliados como Uribe y Pastrana, con quienes tiene unas contradicciones de precepción sobre la forma de Solucionar el conflicto social y armado colombiano y sobre el modo de insertar la economía y la sociedad colombiana en el actual “concierto de las naciones”. Nada más.

Así, la dicotomía ideal (que no contradicción material) entre “modernidad santista” y “pre-modernidad violenta Uribe-Pastranista”, logró imponerse por medio de la interesada intoxicación y polarización mediática agenciada por todos los medios de comunicación, y permitió la “cooptación y la división” de un amplio sector de la izquierda electoralista que ayudó al resultado electoral que le ha dado el triunfo a JM Santos, pero que a su vez ha dejado al Uribo-Pastranismo como única fuerza de oposición consolidada a nivel local y regional, con casi 7 millones de votos, 20 senadores y un partido disciplinado a zurriagazos.

Lo tercero es que, los tradicionales poderes fácticos de la clase dominante colombiana como la iglesia y la fuerza pública, esta vez han entrado en la contienda de manera distinta: La iglesia, para no contradecir el llamado del papa a la paz en Colombia, en lugar de utilizar el pulpito para “llamar a los colombianos a elegir los mejores” como siempre lo ha hecho, optó por guardar un silencio sospechoso y cómplice para no descalificar directamente a ninguno de los dos candidatos presentados.

Y la heroica fuerza pública, además de los falsos comunicados de siempre “neutralizando algún importante cabecilla financiero” de algún frente guerrillero, entró de lleno en el debate electoral aunque dividida: el sector que con el min-guerra Pinzón forma parte del binomio Rojista Gobierno-Fuerzas Armadas, apoyó directamente a Santos; mientras que otro sector activo de generales en la reserva y retirados (ACORE) junto con mandos de batallones regionales, participaron directamente impulsando la solución militar y anticomunista al conflicto colombiano propuesta por el pelele del Uribe-Pastranismo.

Un cuarto hecho destacable es el papel jugado por el vicepresidente Angelino Garzón, personaje muy ligado a la conferencia episcopal colombiana y ministro de trabajo de Pastrana, quien con su comportamiento errático y sin ningún reato (quizás debido a su afasia cerebral) resultó formando parte de la alianza de Uribe-Pastrana y abriéndole (a futuro) un espacio peligroso al vicepresidente actualmente electo Vargas Lleras, ambicioso e insaciable mascarón de proa del militarismo colombiano. Por algo este cacique del clientelismo, tal vez para no mostrar su mano mutilada en su lucha intestina con Uribe, en la foto del triunfo electoral de la familia Santos no exhibe la palma con la palabra escrita Paz como todos los demás.

¿Qué viene a continuación? Es de presumir que después del carácter de “batalla militar” que los medios le dieron a estas elecciones, venga por parte de la fracción ganadora un ordenamiento en el campo de batalla: recogida de muertos y heridos, revisión de reliquias, pendones y banderas para dedicarse a continuar la implementación del plan neoliberal oligárquico trazado y hace tiempo diseñado para lo que ellos llaman el “post-conflicto”.

Y para la izquierda (tanto la electoral como la que no participó en elecciones) un volver a la realidad pura y dura de la real y cotidiana lucha de clases: desarrollar hasta su máxima potencialidad mediante la movilización social el Frente Amplio y unitario por la paz con justicia social, la democracia y la soberanía, y por la solución política definitiva al conflicto social y armado colombiano. En el entendido que la tan mentada contradicción señalada por el general von Clausewitz entre lo político y lo militar de un conflicto como el colombiano, siempre será definido en el tablado de la política, tal y como lo estamos viendo.

Y esta es la quinta y última enseñanza: Que el partido anti-comunista que constituye la denominada fuerza pública de Colombia ha sido obligado esta vez a dar la “batalla”, no como enemigo agazapado y clandestino de la paz sino en el terreno público de lo político, lo que de por sí constituye un gran triunfo. Sin que esto quiera decir que haya sido derrotado. Todo lo contrario. Seguirá (con el gringo) ahí y esto, hay que tenerlo siempre presente.

anncol.eu

 

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