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Chile :: 12/07/2014

'El Mercurio' incitó al genocidio mapuche

Felipe Portales
Se requería de un cambio de la mentalidad 'benévola' con los mapuche que la oligarquía chilena había desarrollado en la primera mitad del siglo XIX

Ignacio Domeyko, luego de varios viajes a La Araucanía, definía el carácter de los “indios” como “afable, honrado, susceptible de las más nobles virtudes, hospitalario, amigo de la quietud y del orden, amante de su patria y por consiguiente de la independencia de sus hogares, circunspecto, serio, enérgico: parece nacido para ser buen ciudadano”. Y su conclusión, que fue trágicamente desoída una generación más tarde, era que “los hombres de este temple no se convencen con las armas: con ellas sólo se exterminan o se envilecen. En ambos casos la reducción sería un crimen cometido a costa de la más preciosa sangre chilena” (Domeyko. 'Araucanía y sus habitantes'. Edit. Francisco de Aguirre, Santiago, 1977 (1° Edición de 1845); p. 112).

Incluso, un enviado especial del gobierno para evaluar las políticas seguidas al respecto (visitador judicial de la República) de la talla de Antonio Varas, señalaba en su informe a la Cámara de Diputados de 1849, respecto de los mapuche, que “someterlos a una autoridad que siempre han mirado como extraña era despojarlos de la independencia que tanto estiman y excitarlos a mirar como odioso el camino para atraerlos al bien” y que “emplear la violencia sería proponer una verdadera conquista, que despertará la altivez guerrera del araucano, hará el triunfo difícil y provocará una situación alarmante para las provincias del sur, mucho más de lo que a primera vista podría imaginarse, sin considerar la carga de injusticia que encerraba una decisión de ese tipo”, por lo que habría “que desarrollar un régimen basado en lo que ya existe” (Pinto; p. 62).

FACTORES DEL CAMBIO

¿Qué explica que poco tiempo después se cambiara esta política en 180 grados? Lo primero que hay que tener en cuenta es el condicionante económico. Chile se convirtió a mediados del siglo XIX en un gran exportador de trigo, aumentando de 100 mil quintales en 1850 a 600 mil como promedio en la década de 1860 y a más de un millón en los 70. Esto mismo condujo a un gigantesco aumento en el valor de la tierra. Así, en el valle del Maipo el precio de la hectárea subió de 8 pesos en 1820, a 100 pesos en 1840 y a más de 300 en 1860 (Ver José Bengoa. 'Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX'. Edic. Sur, 1985; p. 156). Lo anterior estimuló fuertemente la colonización de Valdivia a Puerto Montt y, luego, que los sectores más ambiciosos de la oligarquía codiciaran las grandes extensiones de tierras poseídas por los mapuche.

También hubo factores políticos relevantes que condicionaron un cambio de actitud. De partida, la división fáctica del país en dos, provocada por el territorio virtualmente autónomo de La Araucanía. Factor que explica también porqué la mayoría de los mapuche se alinearon con los españoles en la guerra de la Independencia. Con los españoles los mapuche disfrutaban de una autonomía consolidada y comprendían que para un inmenso imperio como el español dicha autonomía no representaba ninguna amenaza geopolítica. En cambio, con un Chile independiente, “partido en dos”, todo se volvería incierto y peligroso…

Otros factores políticos, en mayor o menor medida relacionados con el anterior, fueron la conflictiva delimitación fronteriza con Argentina (recordemos que la violenta sujeción de los mapuche allende los Andes fue coetánea con la chilena); el alineamiento de los mapuche con el bando “rebelde” en las guerras civiles de 1851 y 1859; y la proclamación del francés Aurelie de Tounens como “Rey de la Araucanía”, la que pudo haber contado con cierto respaldo del gobierno de Napoleón III (Ver, en este sentido, a Bengoa, p. 186-9 y Abdón Cifuentes, 'Memorias', Tomo I; Edit. Nascimento, 1936; pp. 104-5).

“EL MERCURIO” ENTRA EN ESCENA

Pero sin duda que todo lo anterior requería de un cambio de la mentalidad benévola con los mapuche que la oligarquía chilena había desarrollado en la primera mitad del siglo. Y en esto jugó un papel clave 'El Mercurio' de Valparaíso, que desarrolló una campaña de años de “satanización” del pueblo mapuche con la finalidad de legitimar el genocidio.

Así, ya el 30 de enero de 1856 se planteaba en ese diario que el gobierno debía constituirse en el verdadero poseedor de Arauco, “la parte más bella de nuestro territorio, habitada por hordas salvajes” (Pinto; p. 131). El 5 de julio de 1858 se señalaba que “no se trata sólo de la adquisición de algún retazo insignificante de terreno (…) se trata de formar de las dos partes separadas de nuestra República un complejo ligado; se trata de abrir un manantial inagotable de nuevos recursos en agricultura y minería; nuevos caminos para el comercio en ríos navegables y de pasos fácilmente accesibles sobre las cordilleras de los Andes (…) en fin, se trata del triunfo de la civilización sobre la barbarie, de la humanidad sobre la bestialidad” (Pinto; p. 131).

En 1859 la campaña de 'El Mercurio' arreció. El 11 de mayo se decía que los araucanos “no sólo se oponen a la civilización, por la fuerza de sus pasiones y costumbres materiales con que están brutalmente halagados, sino por sus ideas morales que tienen bastante malicia y cavilosidad para discernir” (Bengoa; p. 178). El 24 de mayo se agregaba que “el araucano de hoy es tan limitado, astuto, feroz y cobarde al mismo tiempo, ingrato y vengativo, como su progenitor del tiempo de Ercilla; vive, come y bebe licor con exceso como antes; no han imitado ni inventado nada desde entonces, a excepción de la asimilación del caballo, que singularmente ha favorecido y desarrollado sus costumbres salvajes” (Bengoa; p. 178); y que “todo lo ha gastado la naturaleza en desarrollar su cuerpo, mientras que su inteligencia ha quedado a la par de los animales de rapiña, cuyas cualidades posee en alto grado, no habiendo tenido jamás una emoción moral” (Pinto; p. 132).

Posteriormente, el 25 de junio de 1859 se afirmaba que “una asociación de bárbaros, tan bárbaros como los pampas o los araucanos, no es más que una horda de fieras que es urgente encadenar o destruir en el interés de la Humanidad y en bien de la civilización” (Pinto; p. 132); y el 1º de noviembre de 1860 que “ya es llegado el momento de emprender seriamente la campaña contra esa raza soberbia y sanguinaria, cuya sola presencia en esas campañas es una amenaza palpitante, una angustia para las riquezas de las ricas provincias del sur” (Pinto; p. 122).

UNA VOZ EN EL DESIERTO

Esta campaña liderada por 'El Mercurio' tuvo como único antagonista -a nivel nacional- en 1859 a 'La Revista Católica' que en uno de sus artículos (el 4 de junio de 1859) expresaba “que se pide a nuestro gobierno el EXTERMINIO (mayúscula en el original) de los araucanos, sin más razón que la barbarie de sus habitantes y la conveniencia de apoderarnos de su rico territorio. Nuestro corazón latía indignado al presentarse a nuestra imaginación un lago de sangre de los héroes araucanos (…) en nombre de la civilización, es un amargo sarcasmo en el siglo en que vivimos, es un insulto a las glorias de Chile; es el paganismo exhumado de su oscura tumba que levanta su voz fatídica negando el derecho de respirar al pobre y desgraciado salvaje que no ha inclinado todavía su altiva cerviz para recibir el yugo de la civilización”; y añadía específicamente que “las ideas de 'El Mercurio' sólo pueden hallar favorable acogida en almas ofuscadas por la codicia y que han dado un triste adiós a los principios eternos de lo justo, de lo bueno, de lo honesto; sólo pueden refugiarse en los corazones fríos, sanguinarios, crueles, que palpitan de alegría cuando presencian las últimas convulsiones de una víctima” (Pinto; p. 140). Sin embargo, de acuerdo a Bengoa, “fue ‘una voz que clama en el desierto’, ya que al parecer hubo cambio de redactores y, a partir del año citado, nunca más se hizo mención a la cuestión de la Araucanía” (p. 182).

En definitiva, el cambio de mentalidad se produjo en la década de 1860. En 1862 el ejército conquistó Angol; en 1866 el Congreso aprobó una ley que despojó de sus territorios a los mapuche, los sacaba a remate público y les “otorgaba” a las familias mapuche títulos de merced sobre posesiones por determinar; y en 1868 aprobó otra ley que sancionó el presupuesto para llevar a cabo la ocupación militar de toda La Araucanía. Esta última fue aprobada por 48 votos a favor y solo 3 en contra (José Victorino Lastarria, Manuel Antonio Matta y Pedro León Gallo). Es interesante resaltar el fundamento del voto de Lastarria, quien respecto de la violenta resistencia de los mapuche señaló que “me atrevo a decir a la Cámara que la culpa es nuestra, pues como consta de documentos públicos, se ha mandado tropas a perseguir a los indios, a incendiarles sus casas, a robarles sus mujeres y niños (…) si realmente lo que se quiere es traer esas tribus a la paz, nada más fácil: no hay más que darles confianza de que no se quiere arrebatarles sus propiedades” (Bengoa; pp. 180-1).

FEROCIDAD DE LA GUERRA

La guerra de conquista fue feroz: “Se incendiaban las rucas, se mataba y capturaba mujeres y niños, se arreaba con los animales y se quemaban las sementeras. Estamos ante una de las páginas más negras de la historia de Chile” (Bengoa; p. 205). Tanto que hasta el principal diario capitalino editorializó el 25 de febrero de 1869: “ El Ferrocarril , abogando por lo que ha creído de justicia y por la conveniencia del país, ha sido constante enemigo de la guerra que hoy se hace a los salvajes; guerra de inhumanidad, guerra imprudente, guerra inmoral, que no da gloria a nuestras armas, provecho al Estado, ni prestigio a nuestro pabellón” (Bengoa; p. 223). Sin embargo, 'El Mercurio' -genio y figura hasta la sepultura- condenaba los excesos, pero afirmaba la necesidad de la operación que se estaba llevando a cabo (Bengoa; p.223).

En definitiva, como es sabido, triunfaron las posturas lideradas por 'El Mercurio', llegándose a una conquista total en 1881. Ella reportó, solo por las víctimas en la década de 1880 del hambre y epidemias de cólera y viruela que diezmaron a la debilitada población indígena, el exterminio de un 20% de los mapuche de La Araucanía (Bengoa; pp. 336-8); y, entre 1884 y 1929, el despojo efectivo de más del 90% de sus tierras (Bengoa. 'El Estado y los mapuche en el siglo XX'; Edit. Planeta, 1999; p. 61).

Se cumplió así la trágica profecía de Domeyko: “Los hombres de este temple no se convencen con las armas: con ellas solo se exterminan o envilecen. En ambos casos la reducción sería un crimen cometido a costa de la más preciosa sangre chilena”.

Punto Final. Extractado por La Haine

 

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