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Colombia :: 30/07/2014

Carpa de resistencia obrera en Buga, Colombia

Renán Vega Cantor
Multinacional de EEUU implementa la flexibilización laboral, con el fin de incrementar sus ganancias, destacándose el impulso a la subcontratación

En la ciudad de Buga se encuentra una planta de la empresa Cristar S.A, de propiedad de Owens-Illiniois, una compañía multinacional de los EEUU, especializada en la producción de envases de vidrio, que controla el 80 por ciento de la actividad mundial de ese sector y que tiene 24 plantas distribuidas en varios continentes. Esta empresa implementa la flexibilización laboral, con el fin de incrementar sus ganancias, destacándose el impulso a la subcontratación. De un total de 750 trabajadores que laboran en sus instalaciones, solamente 120 tienen contrato directo y estabilidad laboral, mientras que la mayoría está vinculada por Cooperativas de Trabajo Asociado. Quienes gozan de estabilidad hacen parte de la planta de personal administrativo, formado por ingenieros, y jefes de área. La subcontratación se ha impuesto como norma en la productora de vidrio, hasta el punto que muchos operarios tienen contratos por término fijo desde hace diez o más años. Cada uno de ellos tiene que mendigarle a las cooperativas la renovación de sus contratos cuando éstos están feneciendo.

Además, se ha generalizado la precarización laboral porque los trabajadores no tienen una jornada fija y muchos de ellos operan en forma continua durante 16 horas, como sucede con los braseros, no cuentan con seguridad social ni servicios de salud, ya que éstos son pagados en su totalidad por los propios trabajadores y tampoco se les brinda la dotación adecuada para realizar sus actividades. Como resultado de esas indignas condiciones laborales, un grupo de 35 obreros decidió crear el Sindicato de Trabajadores Disponibles y Temporales (SINTRADIT), que, siguiendo los procedimientos legales, elaboró un pliego de peticiones y lo presentó a la empresa el 24 de octubre de 2011. Como represalia, Cristar procedió a echar a la calle, literalmente, a 30 de los miembros del sindicato recién creado. Para ello, ordenó a sus celadores que no dejaran ingresar a las instalaciones de la empresa a los “conflictivos” trabajadores. Eso sucedía el 24 de octubre de 2011. Con este hecho, las directivas de Cristar pensaban que habían terminado con el incómodo sindicato, pero no fue así, porque desde esa misma fecha, los trabajadores afectados por la arbitrariedad de la empresa decidieron levantar una carpa en las afueras de la fábrica.

Han pasado casi tres años y los trabajadores que adoptaron ese valiente decisión se mantienen, con coraje y dignidad, en el mismo lugar en el que decidieron iniciar su pacífica y justa protesta, para que les sean reconocidos sus derechos, entre ellos el de asociación. Los trabajadores de la carpa cuentan los días que llevan en resistencia, como prisioneros de la arbitrariedad de la multinacional que son. En un cartel que se encuentra a la vista pública se puede leer: “Llevamos ---días en resistencia obrera contra la política explotadora de Cristar S.A.S, filial del monopolio norteamericano Owens-Illinois”. Cuando yo visite a los trabajadores llevaban 959 días en su carpa.

El presidente de SINTRADIT, Arles Antonio Mejía, nos cuenta que esta ha sido una experiencia dura y muy costosa en términos económicos, sociales y anímicos para sus compañeros de lucha, porque durante este tiempo muchos de ellos se han enfermado, se han disuelto los hogares por la carencia de ingresos de los obreros, han perdido sus viviendas al no poder pagar el arriendo o las cuotas de los préstamos. Todos estos problemas no han impedido que este grupo de trabajadores se mantenga en su proyecto de lucha, con varios objetivos: dar a conocer ante la ciudad y el país las consecuencias de la flexibilización laboral; señalar la responsabilidad de las empresas multinacionales en la explotación acentuada de los trabajadores; mostrar la complicidad del Estado colombiano en la persecución contra los sindicatos y sus miembros; y, lo más importante, demostrar con su ejemplo práctico que puede enfrentarse el poder del capital, incluso con pequeñas acciones, como las que ellos realizan.

Los trabajadores han podido subsistir hasta el día de hoy gracias a la solidaridad de otros trabajadores y pobladores de Buga. Aunque Cristar no lo quiera reconocer, la presencia de los trabajadores en las afueras de sus instalaciones les resulta molesta, porque no creía que se prolongara durante tanto tiempo y cuestionara su demagógica política de "Responsabilidad social empresarial", y su certificación, vaya chiste cruel, por garantizar los derechos laborales. Hasta el momento los trabajadores no han sido desalojados a la fuerza, porque se ha hecho una denuncia internacional entre sindicatos de otras plantas de Owens-Illinois, que ya conocen lo que sucede en Colombia y además han propuesto campañas organizadas de denuncia al respecto.

Durante 1000 días los trabajadores despedidos de la Cristar, sin recibir salario, con mística y compromiso con su causa han ido y venido a la improvisada carpa, en la que se han turnado a lo largo de las 24 horas de cada día para que siempre permanezca alguien en ese sitio, en el que cocinan, comen, duermen y comparten sus luchas y expectativas con sus compañeros de infortunio y con las personas, de Buga y de otros sitios del país, que los visitan periódicamente. Ellos nos dicen que esta lucha no es sólo de ellos ni por ellos, sino que es por el conjunto de trabajadores colombianos. Y en verdad, son un emblema de lucha, un símbolo de resistencia obrera y popular en pos de un trabajo digno.

Artículo publicado en papel en Periferia, Prensa Alternativa, No. 97, julio de 2014.

 

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