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Europa, EE.UU., Europa :: 22/07/2016

Washington y la OTAN contra Rusia

Pablo Jofré Leal

Bajo el argumento que la Federación Rusa representa un “inédito desafío proveniente del Este” la organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN- definió este mes de julio, en ocasión de la Cumbre de esta asociación estratégica militar occidental celebrada en Varsovia, dar un nuevo impulso a sus objetivos de ampliación y cerco contra Moscú.

La OTAN y su estrategia goebbeliana

El propósito está digitado desde Washington, que administra a su entero capricho la labor de esta organización militar occidental, incluyendo en ello a 22 de los 28 países de la Unión Europea, a lo que se adiciona Turquía, como punta de lanza en Oriente Medio. Esta estrategia, que tiene como centro la lucha contra Rusia aprobó un documento que consta de 139 puntos cuyo fundamento principal está basado en la tergiversación y en un análisis más cercano a la ficción que a la seriedad de sus argumentos para justificar el incremento de las presiones contra la Federación Rusa. El jerarca Nazi Joseph Goebbels sostenía, como parte de la maquinaria de propaganda nazi “miente, miente, miente que algo quedará. Cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá” y eso, el documento de Varsovia lo expresa en toda su dimensión.

En efecto, la Cumbre de Varsovia denuncia a Putin y su “política belicista” con el claro propósito de incrementar los gastos de defensa de los gobiernos que forman parte de la OTAN. El mencionado documento, firmado por el Secretario General de la OTAN Jens Stotelberg, el Presidente del Consejo Europeo Donald Tusk y el Presidente de la Comisión Europea Jean Claude Junker atribuye al gobierno de Putin “el ejecutar actos agresivos, desestabilizar a Ucrania, violar los derechos humanos en Crimea, provocar a los países fronterizos de la OTAN en el Báltico y el Mar Negro, así como en el Levante Mediterráneo con su apoyo al gobierno sirio. Todo ello mostrando una voluntad de alcanzar objetivos políticos mediante la amenaza y el uso de la fuerza y la retórica nuclear agresiva”

Lo consignado, para un lector desprevenido, haría penar en la justeza de las decisiones de la OTAN ante un enemigo tan “temible”. Sin embargo, cada uno de esos puntos, no sólo representan una descarada invención, sino que justamente ha sido Estados Unidos, sus socios alincitas y las fuerzas ultranacionalistas de Ucrania quienes desestabilizaron este país. Han rodeado a Rusia de fuerzas militares hostiles y se han encargado, en conjunto con los gobiernos de Turquía, Israel, Arabia Saudita y las Monarquías ribereñas del Golfo Pérsico en desestabilizar y fragmentar tanto Siria como Irak. En ese contexto Rusia, junto a la República Islámica de Irán, el gobierno de Damasco y el Movimiento Hezbolá han sido los únicos que han hecho frente a las bandas terroristas takfirí con resultados visibles y que han impedido la destrucción total del país levantino.

El mencionado documento de la OTAN, un intenso lobby político propiciado por Washington con apoyo de Francia, Alemania e Inglaterra dio paso para que esos gobiernos, junto a Italia y España entre otros, declararan que la OTAN debía responder a esa amenaza rusa bajo conceptos propios de la Guerra Fría: Disuasión con el imperativo de fortalecer el despliegue de armamento nuclear en los países miembros de la OTAN y al mismo tiempo concretar el fortalecimiento de la zona este de la organización noratlántica. Comprobando así lo que Moscú ha denunciado permanentemente: el despliegue militar de las fuerzas de la OTAN en sus fronteras con la intención de provocar una reacción que desate un conflicto de proporciones incalculables.

En uno de los 139 puntos del documento aliancista se consigna que “para responder a esas amenazas – las rusas – incluyendo las que provienen del sur – se refiere a Libia y Siria - la OTAN debe fortalecer sus capacidades y despliegue de fuerzas exigiendo inversiones adecuadas” que es hablar de más gasto militar hasta llegar a porcentajes que rondan el 2% más en cada país de esta Organización Militar. Ello implica aumentar la inversión en compras de armas, principalmente a la industria militar estadounidense. Más aviones, más barcos de guerra, más helicópteros, sistema de misiles, submarinos, más tropas en terreno, más bases militares que rodeen Rusia. En ese marco la pregunta surge lógica ¿quién es el que exhibe actos agresivos, trata de desestabilizar a países que no le son incondicionales? ¿Quién genera actividades militares provocadoras en el Báltico, en el Mar Negro, en el Mediterráneo? ¿Quién balcaniza a países del Magreb y de Oriente Medio? ¿ Quién desea alcanzar sus objetivos políticos mediante la amenaza y el uso de la fuerza y retórica nuclear agresiva?

El nuevo gobierno surgido en Inglaterra, tras la salida de David Cameron permite exhibir una respuesta a las interrogantes anteriores. La nueva Primera Ministra, la conservadora Theresa May, quien para justificar la luz verde dada a la renovación de la flota de submarinos y misiles nucleares Trident de las Fuerzas Armadas inglesas declaró el pasado 18 de julio ante el parlamento inglés que "la amenaza de naciones como Rusia y Corea del Norte sigue siendo muy real" exhortando a los parlamentarios británicos a apoyar el proyecto de modernización de las armas nucleares de Reino Unido, que finalmente fue aprobado por 355 votos a favor y 116 en contra. May sigue así una clara política continuista de su antecesor de considerar a Rusia el rival a vencer en el plano internacional.

El factor ucraniano

Así, con este actuar de beligerancia por parte de la OTAN, sin tapujo alguno, se va consolidando lo que tuvo su punto de partida en abril del año 2014, cuando Estados Unidos y países de la Unión Europea, tanto en el plano político, como a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – usando como pretexto la situación derivada del conflicto en el sudeste ucraniano, comenzaron a concretar lo que dos años después ha quedado explicitado: Washington y sus aliados de la OTAN se encuentran sumidos en un enfrentamiento estratégico a largo plazo con la Federación Rusa.

Recordemos, que en febrero del año 2014 fuerzas ultranacionalista ucranianas, agrupadas en torno a los movimientos paneuropeos, contrarios a la decisión de concretar esfuerzos de cooperación con Rusia derrocan al ex presidente Ucraniano Viktor Yanukovich, tras una serie de movilizaciones sociales, ampliamente difundidas por los medios de comunicación occidentales. El Euromaidán, como se le denominó comunicacionalmente, expresó el éxito de los esfuerzos desplegados por las Organizaciones Gubernamentales estadounidenses, instituciones como la USAID, como también figuras políticas como la ex Secretaria Adjunta Para Asuntos Europeos Victoria Nuland, que definieron una agenda de trabajo – desde el lejano año 1991 – para establecer una política de cerco contra Rusia y en especial en la última década contra los gobiernos de Vladimir Putin, considerado un enemigo de temer y necesario de aplastar, por parte de los análisis estratégicos de la Casa Blanca y el Pentágono.

El nombre de Victoria Nuland y su labor representa el tipo de trabajo que Washington suelen ejecutar contra aquellos países que están en su radar de enemigos. Esta diplomática neoconservadora, ex consejera en política exterior del vicepresidente Dick Cheney, ex embajadora ante la OTAN, cumplió su papel de Halcona con tanto esmero, dedicación y eficiencia, que durante el primer mandato presidencial de Barack Obama, la ex Secretaria de Estado y actual candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton la nombró portavoz del Departamento de Estado. En 2013, el actual secretario de Estado John Kerry la puso a cargo de los asuntos europeos desde el cual dirigió las operaciones de desestabilización contra el gobierno de Yanukovich, su caída y los trabajos de cerco a la Federación Rusa.

La Sra. Nuland, en declaraciones efectuadas a la cadena de noticias estadounidense CNN, tras la caía de Yanukovich reconoció la participación de su gobierno en el proceso de desestabilización de Ucrania “ Estados Unidos ha invertido cerca de 5.000 millones de dólares en Ucrania desde 1991, desde que se convirtió en un Estado independiente después de la desintegración de la Unión Soviética. Este dinero se ha gastado para apoyar las aspiraciones del pueblo ucraniano, que quiere tener un gobierno fuerte y democrático que represente sus intereses”

Washington, con Nuland, con la OTAN, con sus socios de la UE, con Petro Poroshenko entre otros, está empeñado en provocar a Moscú, consolidar un bloque de países que lo apoye en la intensificación de las sanciones contra el gobierno de Putin, ampliarlas y tratar de ahogar la economía rusa. Apoyar militar, política y económicamente al régimen de Kiev, usado como punta de lanza en la política de agresión, donde se ha sumado con todo su poder militar y económico la OTAN utilizando para ello una vieja y conocida cantinela respecto a la responsabilidad de Moscú en el conflicto de la región del Dombás, ocultando deliberadamente que ha sido el gobierno de Barack Obama y un Congreso cómplice quienes orquestaron el Golpe de Estado que depuso a un gobierno legalmente electo, bajo la idea de expandir la OTAN, obligando al oso Ruso a mostrar sus dientes ya que el sudeste ucraniano es considerado por Moscú como su línea roja en materia de defensa.

Ya en julio del año 2015 señalaba que Estados Unidos y los halcones de ese país avanzan hacia una guerra contra Rusia “el partido de la guerra en Estados Unidos, que incluye a legisladores principalmente republicanos, pero también demócratas, funcionarios de gobierno, medios de comunicación, miembros del complejo-militar industrial, están ejerciendo una presión implacable para desatar un conflicto con Moscú poniendo como excusa la crisis en Ucrania” . En ese contexto, Moscú considera que la administración estadounidense y sus líderes de opinión más belicosos – tanto en el área política como militar - están efectivamente utilizando la crisis en Ucrania como excusa para ejecutar el actual trabajo de ampliación de su presencia militar en la región. En este trabajo, claramente provocador contra Rusia y por extensión contra aquellos países que no son aliados de la alianza noratlántica, en la decisión de ampliar la OTAN hacia el este se da cumplimiento a los acuerdos establecidos no sólo en Varsovia 2016, sino que en la Cumbre de la OTAN celebrada en la ciudad galesa de Newport en septiembre del año 2014.

En Newport se fijaron las líneas estratégicas, que dos años después han significado ponerle cifras en el gasto militar. Líneas estratégicas de largo plazo destinadas a contener lo que Washington y sus aliados consideran los enemigos del Siglo XXI: Rusia pero también a China en materia de contener el desarrollo político, militar y económico de ambas naciones de manera tal de evitar que estos gigantes puedan rivalizar con Estados Unidos y sus aliados. En el caso específico de China Washington se ha encargado de exacerbar las tensiones en la zona del Mar de la china, sobre todo con Japón e involucrando a Australia y Corea del Sur a través de los llamados contratos de asociación.

El año 2016 la decisión de Newport se muestra en toda su dimensión bélica con la Cumbre de Varsovia: más dinero para armas, más procesos de cerco contra Rusia, más operaciones militares provocadoras y la intensificación de aguerras de agresión destinados a mantener una hegemonía que no puede mantenerse sin que ello signifique una guerra mundial. Siria, Irak, Libia, Yemen, Bahréin, son parte de ese escenario global donde el futuro de la humanidad está en juego. Es hora que los pueblos del mundo se alcen definitivamente contra esta noción y práctica de entender las relaciones internacionales.

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