lahaine.org
Venezuela :: 24/08/2016

Sentido de los comunes: "¿Qué le puedo aportar hoy a la revolución?"

Reinaldo Iturriza
Superar este trance histórico pasa, por supuesto, por resolver el problema de la producción y distribución de los alimentos, pero hace falta más que eso

Apenas se montó en el carro, Jesús García me contó que algo le preocupaba. Era como si su cerebro llevara rato maquinando, intentando procesar la noticia. Moví la palanca de cambios, y me soltó en automático: “No entiendo esto”. De inmediato, me leyó un mensaje que le había llegado al teléfono. Se trataba de la resolución número 028-2016 del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales, publicaba en Gaceta Oficial número 40950, del viernes 22 de julio de 2016, “mediante la cual se suspende, por un lapso de ciento ochenta (180) días hábiles, los procesos de emisión de los certificados de actualización de vocerías correspondiente a los períodos de voceros y voceras de las instancias internas de las Organizaciones del Poder Popular, que a la presente fecha estén vencidas o próximas a su vencimiento”.

Jesús tiene veintiséis años y, heredero de lo mejor de la tradición de izquierda revolucionaria, además de impetuoso, es inteligente, agudo en el análisis, irreverente, incansable, honesto y humilde, con la ventaja que supone haber dado sus primeros pasos en política teniendo a Chávez como principal referencia.

Inmediatamente después de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, retomó el trabajo en La Pastora. Llevaba algún tiempo desaparecido del barrio, dedicado como estaba al trabajo institucional. Haciendo campaña electoral en Amazonas, durante los últimos días de noviembre, comprendió el error que implica desvincularse del trabajo territorial. “Lo que viví en Amazonas es lo que venía haciendo, y eso es lo que me llena realmente. Y eso es lo que creo que puedo aportar. Yo soy de hacer cuatro actividades diarias, estar metido aquí, pintando allá, reunido con la gente, así sean las once de la noche, hablando. Eso era lo que hacía en Antimantuanos, el colectivo con el que yo empecé a militar en el barrio. Hacíamos eso todos los días. No nos importaba la hora, si habíamos comido, si no teníamos transporte. Nosotros nos hemos olvidado de algo que es esencial, inclusive lo decía Chávez: ¿qué le puedo aportar hoy a la revolución? Hay que hacerse esa pregunta. ¿Qué puedo aportar hoy, ahora, más tarde, a las cuatro de la tarde? Esto es veinticuatro por siete o no es”.

Una de las veintidós parroquias de Caracas, La Pastora es lugar de asiento de más de noventa mil personas (unas treinta y tres mil familias, distribuidas en cinco sectores: Manicomio, Lídice, Puerta de Caracas, Mecedores y Casco Central). Su importancia radica, entre otras razones, en el hecho de hacer frontera, por el sur, con el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno nacional.

Como sucediera en tantas otras ciudades del país, Jesús se encontró en La Pastora con una realidad ambivalente: por un lado, y en cuanto a construcción comunal se refiere, un panorama desolador: en general, consejos comunales desmovilizados y desarticulados. “La Comuna, que en algún momento tuvo fuerza, ya no tenía fuerza. El espíritu de la Comuna Tres Raíces estaba devastado. Ya no existe ese espíritu. Cada quien anda por su lado. Ya no hay esa sed de conseguir más logros a nivel comunal. Una visión de futuro no existía. Ahora más o menos la estamos construyendo”. Por el otro lado, una efervescencia popular que se expresó en la realización de algunas asambleas, y el freno permanente de la dirigencia parroquial del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV): “En diciembre, después de la derrota, buscamos hacer asambleas, pero nos decían que había que esperar línea, porque venían unos cambios del equipo político, porque venían cambios de ministro. ‘Frénate, frénate’. Y yo decía: ‘¿Pero cómo frenamos a la gente? No podemos bajar los brazos y la gente que vea qué hace’. Hubo pequeñas asambleas, la gente se quería reunir, pero el Partido no abría los espacios para que la gente discutiera”.

Mientras aguardaba porque el Partido destrancara el juego, Jesús se concentró en el tema comunal, intentando aportar algo a la recomposición del tejido comunal, fundamental para la supervivencia de la revolución bolivariana. Un par de meses más tarde, a mediados de febrero, y de manera casi fortuita, pasó a formar parte del equipo de Fundacomunal. Con tal respaldo institucional, se empleó más a fondo. El resultado ha sido realmente impresionante, y habla muy elocuentemente de lo que, con carácter y perseverancia, puede lograr un pequeño grupo de personas, aún en las circunstancias políticas más adversas: de los ochenta y tres consejos comunales existentes en la parroquia para la fecha de nuestra conversación, veintinueve eran consejos comunales nuevos o con vocerías renovadas. Más sorprendente aún: estaban en proceso de conformación treinta y un nuevos consejos comunales, y el equipo liderado por Jesús también trabajaba para renovar las vocerías de otros veinticuatro consejos comunales. Difícilmente en alguna otra parroquia del país esté aconteciendo fenómeno similar.

En lugar de resolver la suspensión de emisión de certificados de actualización de vocerías, tal vez tendría más sentido estudiar con detenimiento la experiencia de La Pastora, específicamente la dinámica de mesas comunales que han logrado poner en marcha.

Apenas iniciaba este proceso de reordenamiento de fuerzas a escala comunal, la dirigencia parroquial del Partido decidió convocar a reuniones en cada uno de los cinco sectores de La Pastora, para hacer diagnóstico de la situación y elaborar un plan de trabajo. Corría el mes de enero. “Entendíamos que para retomar el territorio teníamos que fortalecer lo poco que teníamos. Y a partir de eso, irnos a la calle. Entonces nos empezamos a conseguir con que las Unidades Bolívar Chávez (UBCH, organizadas en torno a centros electorales) nunca se reunieron con los Círculos de Luchas Populares (CLP, agregación de UBCH) antes de las elecciones. No había conexión. Y después de las elecciones menos. Que las patrullas de las UBCH no funcionaban, se activaban de cuando en vez. Uno iba escuchando todo lo que soltaba la gente en esas asambleas, y se decía: ‘¿Cómo no vamos a perder? ¿Qué esperabas tú el 6 de diciembre? ¿Un milagro’”.

En las penúltimas elecciones parlamentarias, el 26 de septiembre de 2010, las fuerzas revolucionarias, lideradas por el PSUV, obtuvieron siete de los diez diputados en disputa en el Distrito Capital (seis nominales y uno por lista). El 6 de diciembre de 2015 sólo obtuvieron una diputación (por lista), contra ocho del antichavismo. En 2010, en la circunscripción electoral número uno, a la que pertenece La Pastora, el chavismo obtuvo las dos diputaciones nominales en disputa, con 27,27% y 26,90% de los votos, mientras que aportó 484.103 votos (47,73%) al voto lista, contra 484.844 (47,80%) de voto antichavista, ligeramente superior. En 2015, en cambio, el antichavismo obtuvo las dos diputaciones nominales, con 27,57% y 27,29% de los votos, y reunió 662.926 votos lista (57,23%), contra 460.871 votos del chavismo, apenas un 39,79%.

En lugar de Partido, parecían existir “sectas”, me explicó Jesús. “Pequeñas sectas estrangulándose unas a otras: ‘Éste es chavista, éste no es chavista, éste es escuálido, éste me traicionó’. Para el Partido, ahora todos eran escuálidos. Ahora no había chavistas”. Actitud que no hacía sino profundizar el rechazo del común de la militancia. “La gente pedía renovación”. La dirigencia, por su parte, “se aguantó su chaparrón, pero sin decir: ‘Yo me aparto’. Hasta esta hora, en agosto, ninguno ha dado su brazo a torcer”. En resumen: “En la fase diagnóstico nos dimos cuenta de que aquí había un divorcio total del Partido con las bases, de la cúpula de aquí en La Pastora con sus propias bases. Y uno dice: ‘¿Qué esperan para hacerse a un lado?’. Y no es hacerse a un lado para que venga un Jesús García. Es hacerse a un lado para pensar, de repente, otra cosa donde no sea necesario que haya una cúpula. Lo que pasa es que también hay que entender que es un partido político. Y los partidos políticos, por sí o por no, toda la vida han tenido cúpulas”, agregó sin disimular su frustración.

Le pedí que se detuviera a contarme, con el mayor detalle posible, qué había sucedido en el caso de la distribución de alimentos en la parroquia, cómo funcionaba, cuál era la relación entre Gobierno y Partido que, dijo alguna vez Chávez, debían funcionar como “dos brazos de un mismo cuerpo”. Me explicó que el dispositivo clave era la Mesa de Alimentación. Muy lejos de funcionar como un espacio de articulación entre pueblo organizado e instituciones del Gobierno, la Mesa era dirigida por un jefe, designado a dedo por el Partido. ¿El criterio para decidir tal designación? Si el elegido pertenecía a tal o cual “tendencia”. Jesús hizo un paréntesis: “Yo me he preguntado cuándo fue que desapareció lo comunal en La Pastora. Y fue cuando empezaron las disputas entre tendencias”. Volviendo a la Mesa, el jefe decidía de manera discrecional para dónde iban las jornadas de alimentación. “Si el tipo amanecía de malas pulgas, decía: ‘No, tú no. La jornada va para allá o para acá’. Los criterios eran absolutamente arbitrarios”. La gente, por supuesto, se daba cuenta, pero se hacía la desentendida, “porque si enfrentabas al tipo, corrías el riesgo de no tener jornada”.

Me puso un ejemplo: “Cierta vez se organizó una jornada para el consejo comunal equis. Entonces llega el tipo, con la característica actitud politiquera, saludando a todo el mundo, besando a los carajitos, a las señoras:

– ¿Cómo va todo? ¿Todo bien?
– Sí, todo bien – le responden.
– Bueno, camarada, necesito un aporte a la revolución.
– Ajá, ¿qué necesita?
– Bueno, que me guarden por lo menos unas veinte bolsitas.
– Pero tú sabes que la comida está contada. ¿De dónde vamos a sacar veinte bolsas?
– Bueno, camarada, hay que hacer un aporte a la revolución. Veinte bolsitas para unos camaradas que no son de aquí, pero que también necesitan comer.

Es decir, el criterio es: ‘Tú me tienes que guardar comida a mí, porque los que andan conmigo tienen que comer. Y si te rebotas, no te traigo más la jornada alimentaria’. Y eso ocurrió varias veces, a comienzos de este mismo año. Durante la campaña electoral era la misma práctica, pero exacerbada, porque había más alimentos. Al tipo todo el mundo lo conoce. Lo han denunciado públicamente. Pero más allá de eso, el problema principal es que no existían criterios. Entonces, podía ser que estaba cuadrando con una chama y por eso mandaba la jornada a un barrio, o te cobraba pidiéndote bolsas, o te decía de viernes para sábado que tenías una jornada en tu comunidad”.

A la Mesa de Alimentación le sucedió el Estado Mayor de Alimentación, que se instaló en La Pastora en el mes de mayo. “La primera victoria fue incluir más gente. Es decir, que no fuera una sola persona, sino que fueran, ponte, diez. Por el Partido, continuó el antiguo jefe de la Mesa de Alimentación. Pero entonces se incorporaron el Frente Francisco de Miranda, Unamujer, Fundacomunal, Alcaldía de Caracas, Gobierno del Distrito Capital, y las decisiones había que pelearlas. Se comenzó a construir un criterio, pero ahora había menos alimentos”.

El 3 de abril, el Presidente Nicolás Maduro había oficializado la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Colapsada la red pública de distribución de alimentos, sacudida por escandalosos hechos de corrupción, y padeciendo el pueblo venezolano los rigores del boicot contra la economía nacional, promovido por los gremios empresariales y comerciales en general, por los oligopolios alimentarios en particular, y por el grueso del capital transnacional, Maduro decidió apelar a la organización popular para distribuir parte de los alimentos considerados de primera necesidad. Tal era el objetivo inmediato, pero no el único. Jesús hizo su propio balance: “Los CLAP generaron mucha expectativa, que todavía no ha sido cumplida. Hay gente que se queja porque ‘el CLAP no funciona’ o porque ‘a mí el CLAP no me ha llegado’, pero resulta que el CLAP no es la bolsa. El CLAP es una organización. Esa organización nos podría dar una dinámica barrial distinta a la que tenemos con el Partido. Pero no lo hemos podido hacer”. Argumenté que tampoco habíamos logrado hacerlo con los consejos comunales. Me respondió: “De hecho, al principio yo decía que no había que crear nada nuevo, que eso era trabajo del consejo comunal. En casos extremos, los CLAP se convirtieron en instrumentos para enfrentar a los consejos comunales: ‘Yo, que no llevé vida en una elección de consejo comunal, o que no estoy en un consejo comunal porque no me dio la gana, ahora tengo el poder de la distribución de los alimentos’”.

Algo similar había sucedido con las UBCH y los CLP, haciendo la salvedad de que “hay consejos comunales que quedan fuera del alcance de las UBCH. Las UBCH pueden tener poder en un pedacito del territorio, pero más nada. Al crear los CLAP, en el peor de los casos, tú estás multiplicando caudillitos. En el mejor de los casos, y si les das la dirección política correcta, arrasas. El problema es que esa desconexión que te dije que existía entre las UBCH y los CLP se mantuvo durante la creación de los CLAP. Antes de crearlos, no hubo una revisión de las estructuras que están por encima. Entonces, es como que no estás limpiando la basura, sino que la estás barriendo debajo de la alfombra, y a veces ni eso. Los jefes de UBCH y CLP tenían responsabilidades de cara a las elecciones. ¿Quién los evaluó? Nadie. Muchos se echaron en un chinchorro después de las elecciones. Crean los CLAP, y el mismo jefe de UBCH que nadie evaluó es ahora el responsable de los CLAP en su área de influencia, y el mismo jefe de CLP sigue siendo responsable de las respectivas UBCH. Es decir, el tipo que tenía la responsabilidad de entregar veinte teléfonos durante la campaña electoral, y de los que nos sabemos su paradero, ¿ese es el tipo que me va a organizar los CLAP?”.

Jesús insistió: la solución pasa, necesariamente, por “revitalizar los consejos comunales. ¿Y de dónde vamos a sacar la vocería? De ahí, de los CLAP”. Lo que no se puede hacer, bajo ninguna circunstancia, es limitar los CLAP al tema alimentario. En La Pastora está ocurriendo otro hecho digno de análisis: la vieja dirigencia, buena parte de la cual forma parte de una UBCH o integró alguna vez consejos comunales, pero ya no se postula “porque sabe que la van a guillotinar”, está disputándose el control de los CLAP. En cambio, “muchos de los voceros recién electos de los consejos comunales son liderazgos nuevos, en alguna medida jóvenes, que tienen roces con quienes les preceden. Muchos son parte de los CLAP, pero porque el Partido no tiene a más nadie. Es inevitable abrirles espacio”. Buena parte de los nuevos consejos comunales se organizaron, fundamentalmente, a propósito del tema alimentario, pero no exclusivamente. “Siempre les dijimos que para manejar el tema de la alimentación había que estar organizados, haya o no crisis. Lo importante es estar organizados”.

Desde el principio advirtió que “los CLAP pueden ser una herramienta para potenciar todos esos liderazgos nuevos que están emergiendo, que estamos viendo por todos lados, en todas las comunidades, o pueden ser para enterrarlos. Y enterrar a esos compañeros significa enterrar todo”.
A su juicio, éste es el peor momento para los pote de humo televisivos, que tienen un enorme costo político: “Muestran una bolsa en televisión, con no sé cuántos rubros: carne, pollo, etc., porque la bolsa la está entregando el ministro tal y el tipo no puede entregar cualquier bolsita. Pero resulta que la bolsa que llega a la comunidad de Lídice no es igual a esa. Entonces la gente dice: ‘¿Por qué en televisión sale este tipo mostrando esa bolsa y tú me traes esto? ¡Tú te robaste la comida!’. Y de esa manera le hacemos un daño terrible a los cuadros medios de la revolución”.

A pesar del extraordinario esfuerzo realizado, y de las victorias tempranas obtenidas, aun queda mucho camino por recorrer: de ciento trece CLAP existentes en La Pastora hasta el momento de esta conversa, los alimentos habían llegado a cincuenta y siete de ellos. La mitad, casi exactamente. De estos, hay algunos pocos lugares donde han llegado hasta tres veces (porque están dentro del punto y círculo de un Mercal o algún supermercado, como es el caso de la parte baja de Manicomio). Esta disparidad, como es lógico, produce malestar entre quienes aún no reciben los alimentos. Otra fuente permanente de malestar es el contraste entre la “promesa” de algunos funcionarios públicos, que aseguran que los operativos se realizarán cada veintiún días, y la realidad que los desmiente. También están los casos en que “los CLAP trabajan de la mano con los consejos comunales, empoderados”. En estos, el barrio organizado suele tener control de lo que se vende en las bodegas, como sucede en Mecedores, que además “es de los pocos territorios donde se está produciendo comida. Hace poco lo recorrimos con el Ciara porque estamos buscando potenciar la capacidad de producción que tiene”.

Además, Jesús detalló la forma como actúa Empresas Polar en la parroquia, con fines claramente desestabilizadores: “Nosotros estábamos acostumbrados a que los camiones llegaban los días martes. El bodeguero sabía cuándo le venía la cosa, había una comunicación fluida entre vendedor y bodeguero”. Coincidiendo con el anuncio de la creación de los CLAP, esa relación se cortó: “Ahora el bodeguero no sabe cuándo le va a llegar el alimento, ni cuánto le van a traer, porque no le dicen. Él hace su pedido, pero eso no es lo que le traen. Además, le exigen pagar la factura en una semana, máximo dos. Y claro, si ellos venden nada más los productos regulados, y no venden los otros productos que les mandan, no les da para pagar la factura. Ahora los camiones de repente aparecen un lunes en la mañana, o llegan un miércoles, o un jueves. Llegó un momento en que tenían a los bodegueros tan locos, que les llegaban los sábados. En tales circunstancias, es muy difícil que alguna organización pueda llevar el control. Hay bodegas que recibían cien bultos de harina de maíz precocida. Ahora reciben treinta, cuarenta, veinte. O reciben productos no regulados en mayor cantidad”.

No obstante, para el común de la gente no tiene absolutamente ningún sentido la discusión sobre si existe o no una “guerra económica”. Le parece una pérdida de tiempo. “La gente lo que se pregunta es cómo hacer para comprar los alimentos en la bodega, en el Pdval, en Mercal. La gente habla diariamente de lo que vive aquí y ahora”, enfatizó Jesús. “Y ciertamente, hay gente que dice que a Nicolás le hace falta un poquito más de mano dura. Como hay gente que te dice, simplemente, que lo está haciendo mal. Pero cuando tú le preguntas a esa gente qué hacemos, te responde las mismas cosas que dice Maduro: que hay que producir, que hay que hacer esto, que hay que hacer lo otro”.

Se manifestó convencido de que “el problema nuestro está en la pedagogía. Explicamos muy mal las cosas. Y hay cosas que ni siquiera estamos explicando. Por ejemplo, la gente no entiende nada de lo que dice Pérez Abad. Ese tipo sale en pantalla y dice que la economía está mejorando, y usa un poco de indicadores y de numeritos, pero eso no tiene ningún sentido para la gente si tú no se lo llevas a su vida cotidiana. De esa forma, el Gobierno pierde mucha credibilidad. Es como si ocultara lo que va a hacer, y la gente quiere saber cuál es el problema, quiere saber cómo lo soluciona, quiere saber qué va a pasar en los próximos tres meses”.

Para Jesús, superar este trance histórico pasa, por supuesto, por resolver el problema de la producción y distribución de los alimentos, pero hace falta más que eso. “Por lo que yo escucho día a día, creo que hace falta asumir muchos errores. Hay un tema moral, de fondo, que nosotros no hemos evaluado: así como en lo micro tenemos a un jefe de UBCH que agarró unos teléfonos y los vendió durante la campaña, o a un jefe de CLP que entregó los taxis como les dio la gana, y ese tipo es el que decide cuándo me van a distribuir los alimentos, así los tenemos en el Gobierno. Entonces, si eso no se corrige, la gente es muy difícil que crea”.

Dedicó sus últimas palabras al Presidente Maduro: “Por ejemplo, si esto es una revolución, el Presidente tiene que saber qué se está comiendo en Tinajita, ahí mismo detrás de Palacio, en su patio. Tiene que ir para allá, y ver cómo está comiendo la gente. Eso pasa, hermano, y créeme que Ramos Allup pasa a la historia. Maduro tiene para hacer eso, fue criado en El Valle. Pararse allá en el barrio y decirle a Ramos Allup: ‘¿Qué vas a saber tú de jugar una partida de chapita, pendejo?’.
Pero eso tiene que hacerlo con conocimiento de la realidad. Uno no niega los esfuerzos que está haciendo el hombre. Al tipo le tocó la más fea: preservar el legado de Chávez, lidiar con una guerra como ésta, con el petróleo a treinta. Se la pusieron casi imposible. Pero la derecha no tiene nada. Lo que tiene es el descontento de la gente. Yo no escucho en el barrio, a la gente, apoyando a Capriles o a Ramos Allup. La gente que vivió el Caracazo con veinte años no apoya a Ramos Allup, sabe quién es el personaje. Hay gente que dice que Maduro lo está haciendo mal, pero no dice que le pongan a Ramos Allup, a Capriles, a Leopoldo, a María Corina de Presidente. Y te lo digo con toda propiedad, porque yo conozco a mucha gente opositora. No son una opción. Y para el chavista que está molesto, menos. Me podrán decir que una parte del chavismo votó por la oposición el 6 de diciembre, pero eso fue un voto castigo total. Los diputados antichavistas que ganaron aquí, no han venido a hacer actos públicos, reuniones, asambleas. No tienen ningún arraigo popular”.

https://elotrosaberypoder.wordpress.com

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal