Asambleas populares en Argentina

La dictadura del mercado, o sea el poder omnímodo de las empresas transnacionales, sigue ajustando a tirones el collar de ahorque. Pero el pueblo dice basta. Una porción mansa de la sociedad parecía cordero que condenaba los excesos de los cortes de ruta, pero también se cansa y dice basta. El neoliberalismo argentino fagocita su propia base de consenso. La pobreza se come al 35% de la población y los índices de indigencia son del 12% que condena a la economía informal como único recurso.

El 19 y 20 D abre una puerta en el proceso de construcción de lucha popular que salta sus propios límites, corre unas fronteras que vienen de muy lejos, de marzo del 76. Se desafía la orden presidencial, no se piensa en el estado de sitio de la dictadura militar, se esfumó el miedo. Se disputa por la fuerza la legitimidad de ser, de proponer, de exigir, de hacer valer.

El movimiento popular que derriba a Fernando de la Rua y precipita la renuncia de Adolfo Rodriguez Saa, desarrolla sus propias herramientas de intervención. Este proceso abierto camina hacia una pronta definición, porque es imposible para los de abajo vivir en las condiciones que impone el sistema y no hallan los de arriba la manera de controlar el huracán que han desatado. Por eso existen dos prioridades, preservar los logros y expandirlos. Recuperar los espacios de participación y ampliar sus potestades, ejercer el derecho de la comunidad, reunirse regularmente a instancia propia.

Lejos de menguar, las asambleas populares se multiplican en ciudades y barrios donde no habían aparecido. Ellas restablecen el ámbito político.

Incluso las categorías de análisis para comprender estos sucesos están en cuestión. Setenta y un años después de aquél golpe de Estado que inauguró la frase yo, argentino en alusión a la indiferencia con que las clases populares veían pasar a la tropa del ejército que desalojó a Yrigoyen, la multitud crea situaciones nuevas, se hace dueña de la plaza frente a la casa de gobierno a las dos de la mañana. Rompe la tradición argentina No hay líder al balcón que acabe el acto, que dé la voz de vuelta a casa. Nadie va a salir de la casa rosada vacía. El Estado aparece en la forma de gases lacrimógenos, para que la multitud marche de nuevo a casa. El presidente Eduardo Duhalde envía a sus matones a apedrear a la izquierda en la puerta del Congreso. El peronismo pierde la calle y lucha para recuperarla, para mantener su historia de dominio, de hegemonía. La estrategia del gobierno es no reprimir con la policia las manifestaciones de la lucha popular y fomenta una guerra de pobres contra pobres. Por eso enfrenta a changarines del Mercado Central con desocupados que reclaman alimentos. Admite que Alfredo Coto conmine a sus empleados a defender sus puestos de trabajo con palos frente a las familias que rodean el hipermercado. Y rompe asambleas a cadenazos y pistola de sus punteros y militantes, usa a las hinchadas de fútbol como fuerza de choque en Ezeiza, en Merlo, en Valentín Alsina. En zona norte de la provincia de Buenos Aires alimenta los escuadrones de la muerte.

Pero todas estas prácticas despiertan la conciencia del poder dormido en el pueblo, el poder no es monopolio de los funcionarios ni de los bancos.

De este modo muchos y muchas que durante años, o quizás durante toda su vida, se mantuvieron alejados del qué hacer político crean un nuevo espacio de construcción política, las Asambleas Populares en los barrios. Las asambleas son un espacio político/territorial. No es un proyecto común preconcebido lo que unifica a ese grupo de vecinos y vecinas sino el hartazgo, la búsqueda y esa conciencia de ser depositarios del poder que permitirá cambiar las cosas. Una plaza, un parque e incluso una calle, es el lugar donde la vida privada se transforma en vida pública. Donde lo personal se hace mas o menos comunal. Una vez pasada la puerta de casa el mundo se vuelve accesible a los demás. Las asambleas comienzan en una esquina, no importa la composición del barrio, la cantidad de vecinos que viven en él.

El Estado, estructura coercitiva que sustituye la democracia directa por el gobierno de una minoría elitista, es un adversario natural de la asamblea. El Estado no es una propiedad pública, por mas campaña que hagan sus defensores, está sobre el pueblo, no es el pueblo en si mismo. La nacionalización de las riquezas y propiedades no da al pueblo el control de la vida económica, favorece el poder económico del Estado y de sus administradores. No hay método seguro de controlar las asambleas para el Estado que no sea despojándolas. Quien quiera que sea gobierno y no las destruya, tiene que contar con ser destruido por ellas, porque en su seno se halla el germen de la rebelión y la organización para sostenerla.

Otro enemigo de las asambleas es la propia naturaleza de las grandes urbanizaciones que destruye los espacios públicos de encuentro y los supedita a las leyes del mercado. También es enemiga la jerarquía, el menosprecio racial, de estirpe, de genero, de posición social. O el esfuerzo de los aparatos políticos para conseguir el acto simbólico del voto sobre determinado programa entre quienes apenas se conocen y recién comienzan a hacer política juntos atenta contra las asambleas. El desprecio a quienes proponen objetivos inmediatos dentro del barrio en contraposición de los grandes objetivos de programa. El proceso que invisibiliza al vecino que se quedó sin trabajo, o la vecina que tiene problemas para dejar a sus hijos e hijas para ir a trabajar, frente a la exigencia de nacionalización de la banca es padecer de una miopía que conduce al fracaso de la inserción en la lucha de este sujeto que necesita ver ahora el fruto de ese poder que ejerce y con el que tiene cercado a todos los políticos que ya ni salir a la calle pueden. Urge transformar la bronca en acción que construye.

Pero el antagonista al que debe derrotar el movimiento popular y al que las asambleas deben hacer frente es el capitalismo en si mismo. Ningún contexto social en el que se tolera la existencia del capitalismo permite el desarrollo pleno y potencial de las capacidades democráticas para la construccion de una sociedad justa y libre.

Las asambleas habrán de proponer la propiedad y el control de la comunidad

El ejercicio de poder, poder popular, lejos de ser antagónico a la idea de libertad, es una condición para que ésta sea. Es crucial unirse para recuperar el poder social colectivo. Y si no es el pueblo en su conjunto quien ejerce el poder de decidir el rumbo económico, político, social de la comunidad, será entonces el Estado en manos de la burguesía en beneficio propio quien lo hará.

Multitud, pueblo, clase

Los sectores medios destrozan los esquemas que los encierran en un preconcepto ideológico cultural. Ya no se trata del ahorrista que reclama sus intereses personales. La hora política exige superar la inmediatez del mezquino interés personal. La historia tiene un sentido y busca ese sujeto capaz de definirlo. Entonces la multitud se hace pueblo en tanto no solo crea historia sino que viene de ella y la desarrolla.

En el piquete vive la lucha de la clase obrera argentina que ha desalambrado los cercos de la burocracia mafiosa del sindicalismo corporativo y empresarial. Clase obrera con historia que pelea por recuperarla, por hacer un hilo, por que no se le muera. La asamblea que abraza a los piqueteros transita en camino de la recuperación de esa identidad de lucha popular y produce en el acto un reagrupamiento social de fondo, ahí es clasista.

¿Que consecuencias tendría el cumplimiento de la consigna que se vayan todos? ¿Cómo se construye la alternativa a la crisis de representatividad?

En el ejercicio político que comprende el desarrollo de la actividad de la población en una estructura pública, que constituye su poder en instituciones participativas, descentralizadas dispuestas a la acción federativa. Hay una serie de demandas inmediatas, claramente específicas, situadas en un contexto radical relacionadas con el objetivo fundamental a largo plazo de la transformación de la sociedad.

Entonces es menester discutir un programa para aumentar el poder de las asambleas. La política se piensa de modo colectivo, en el espacio de la asamblea. Cuando la democracia popular madura, el gobierno, las empresas, las instituciones estatales y privadas y religiosas, reconocen este nuevo poder popular, que confirma que las asambleas son portadoras del poder de la ciudadanía. Edesur reconoce la representatividad de las asambleas barriales del oeste; les concede la suspensión de los cortes de suministro eléctrico por ciento ochenta días.

Las asambleas barriales - mas allá de su destino posterior - representan la semilla de radicalidad que porta la nueva generación y no tiene vuelta atrás. Es el 19 y 20 D que cambia la subjetividad de una población que se abre caminos desde el fondo del sueño y el dolor. Articula una protesta histórica de los de abajo a los de arriba de tantos años de lucha por los rincones de las calles.

En lugar de un gobierno central, con una asamblea legislativa que vota, aprueba y deroga leyes, una confederación de asambleas populares debe verse encarnada en una instancia de delegados que coordine las políticas y prácticas de las asambleas miembros. En ese sentido debe verse la interbarrial de parque Centenario.

Muchos han querido poner allí el centro de las asambleas. Han buscado centralizar las decisiones e imponerlas al resto. Una política de aparato que es resistida en el seno de las cientos de cada barrio porque de aceptarse se reproduciría un esquema vertical, de arriba abajo en la toma de decisiones tan criticado desde la base misma del movimiento. Las asambleas ensayan un poder horizontal.

Los y las anarquistas debemos aprender mucho de este movimiento, pues en su génesis incuba la potencia libertaria. Necesitamos conformar un frente de discusión y articulación militante no sectario entre libertarios y libertarias para acortar la distancia entre el plano entre lo que se enuncia y lo que se concreta, lo que se transforma. La argentina esta a la víspera de una nueva composición de la amalgama social popular y nuestra identidad política debe estar presente en la conformación de ese perfil. Pues es lo vivido lo que constituye la identidad del sujeto, lo que lo convierte en una historia que adquiere significado. La brutal conciencia despierta el 19 y 20 D permitió el desarrollo de espacios de discusión y gestión política en el cuerpo de las asambleas populares. Estas nuevas capacidades buscan un norte y en su búsqueda entronca el camino con el movimiento piquetero. Hay que disponer la estrategia de recuperación de una dirección clasista en el movimiento obrero organizado para que la revolución sea en argentina.

ORGANIZACION SOCIALISTA LIBERTARIA (Argentina)
periodico EN LA CALLE organo de difusion el anarquismo organizado.
Marzo de 2002.

 
         
   
 

| Principal | España | País Vasco | Internacional | Antiglobal | Antimúsica |
| Pensamiento autónomo | La violencia como herramienta de lucha política | Alizia Stürtze |
| Reconstruyamos la historia de América Latina | La prensa al servicio del neoliberalismo |
| Anticultura | Desenmascaremos a Garzón | Antirred [enlaces, campañas] |