x Txente Rekondo

No es fácil comprender desde nuestros parámetros los ataques suicidas, que tampoco son algo nuevo en la historia. En el caso palestino, estos activistas viven en un contexto en el que ven vulnerados sus derechos y rotas sus esperanzas de un futuro mejor.

Los denominados «ataques suicidas» no son algo nuevo en la historia de la humanidad. Nos podemos remontar a los siglos X y XI para encontrar a la organización de los «assasins», o incluso a los llamados «sicarios» judíos. E incluso durante el siglo XVIII el sudeste asiático se vio inmerso en una campaña de ese tipo contra la presencia occidental. Sin embargo, es evidente que en los últimos años se ha convertido en algo mucho más común en diferentes conflictos. Los ataques de la época más reciente comenzaron en 1983, de la mano del grupo libanés Hezbollah.

En 1987, esta táctica la adoptaron los tigres tamiles del LTTE, que han llegado a contar con una organización, los «Black Tigers», cuyas misiones eran de ese tipo. Estos han acabado con la vida de dos jefes de estado y con numerosas personalidades políticas y militares, siendo la organización que mayor número de ataques de esta índole han llevado a cabo. En 1994 fue Hamas la que comenzó a utilizarlos en su lucha contra Israel, e incluso el PKK kurdo la puso en práctica en 1996. A la vista de esta incompleta lista se pueden compartir los argumentos de algunos analistas cuando apuntan que el concepto de autosacrifico no es algo específico a una cultura o una religión. Esos mismos expertos señalan que los ejecutores de esas acciones no se ven a sí mismos como «suicidas, sino como mártires. Y el autosacrificio es una vía para legitimar su causa, generando un sentimiento de inspiración y prometiendo la gloria individual». Los últimos atentados, además, están rompiendo algunos tópicos que existían en torno a esas acciones.

Los activistas son en su mayoría personas con una educación elevada y ahora son tanto mujeres como hombres. También podemos ver en el caso palestino cómo se mezclan militantes con una ideología religiosa con otros de carácter secular. Por ello, no es tanto la clave religiosa la que les lleva a ello, sino que el principal motivo se presenta como la defensa de su propia tierra, de Palestina. Hay muchas personas que se preguntan los motivos que les inducen a llevar a cabo este tipo de acciones. La respuesta no es sencilla, pero a tenor de diferentes análisis hay un nexo común en el caso palestino, probablemente aplicable a los demás. Todos esos activistas, sin excepción, están viviendo en un contexto donde continuamente ven vulnerados sus derechos y rotas todas sus esperanzas de un futuro mejor.

Los palestinos viven una situación donde se ven como los esclavos de sus enemigos, para sobrevivir realizan los trabajos que aquellos no quieren, los amigos son torturados, los padres son humillados delante de sus hijos, la mayoría de los jóvenes han sido detenidos. Inmersos en una situación donde se les somete a la combinación planificada de muerte, destrucción, acoso y humillación, llegan a encontrarse a sí mismos exhaustos, atormentados y brutalizados, y terminan por afirmar que «es mejor acabar con su vida como una bomba que morir bajo una bala».

Observamos pues que se trata de una guerra política y que, además, se presenta como la reacción a la ocupación. Por ello, el uso de más represión y de más ocupación, lejos de acabar con la situación, logrará el efecto contrario. Pueden resultar escalofriantes las palabras de un experto analista israelí, Ely Karmon, cuando ha señalado que «el activista dispuesto a autoinmolarse se presenta hoy en día como el arma más moderna de esta guerra asimétrica, una persona convertida en una bomba puede ser tan sofisticada como un misil, pero no hay sistema antimisiles, por muy caro que sea, que pueda detenerlo». No es fácil llegar a comprender desde nuestros parámetros estas situaciones, pero es evidente que para evitarlas se hace necesaria una profunda negociación entre las partes que ponga fin a las situaciones de injusticia imperantes.

* Gabinete Vasco de Análisis Intenacional (GAIN)
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