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Hablando a los niños sobre clase social
por Cynthia Peters

Mi hija estuvo observando atentamente al empleado del supermercado "Stop and Shop" que se dedicaba a empaquetar nuestras compras en bolsas. Cuando salimos del supermercado, parecía que algo le preocupaba. Finalmente, le preguntó a su padre-¿Papá, empaquetar las compras es de verdad un trabajo malo?

Resulta que en una de las casas donde ella va a jugar se les dice a los niños que, si no son aplicados en clase o no hacen los deberes, les espera toda una vida empaquetando las compras en el supermercado.

Recientemente un amigo y yo nos tuvimos que quedar parados en un cruce en Nueva York, cuando íbamos en la camioneta con los chicos, los suyos y los míos. Y es que había un gran desfile; bandas de música, carrozas de muchas clases, la policía a caballo y en lo último del todo unos tipos que llevaban unos monos de color naranja reflectante con palas y cubos para recoger las cagadas que habían dejado los caballos. Primero, la fiesta con toda su pompa y su gloria, atractiva, fascinante, maravillosa...y luego llegan estos tipos para recoger toda la mierda.

¿Ves a esos, hijo? -le dice mi amigo a su vástago. ¿Ves lo que ocurre con la gente que no estudia duro y que no va a un buen colegio?

Ambos padres, tan preocupados por el empaquetar compras o limpiar la mierda, tienen una posición acomodada. Sus chavales no tienen sino lo mejor en lo que concierne a colegios privados, actividades extraescolares, vacaciones caras, segundas viviendas cerca de playas exclusivas, etc. También son liberales; nunca van a permitir pasar por alto un comentario racista o sexista, reciclan las botellas y los envases, y son generosos cuando se trata de ser caritativos.

Así, con todos esos privilegios y seguridades, ¿por qué dan a entender a sus hijos que la gente que lleva a cabo trabajos serviles y rutinarios los tienen porque de algún modo han sido vagos o poco dotados para hacer otros trabajos más interesantes? Esto es, ¿por qué culpan a la víctima de lo que es? Muchos padres liberales cuentan a sus hijos versiones multiculturales del cuento de Cenicienta o les ofrecen libros anti-homofobia como "Heather tiene dos mamás" pero ¿cómo les hablamos a los hijos sobre el concepto de clase y el sentido del trabajo?

En los Estados Unidos, raza y género se han tenido como algo inmutable. Uno no puede evitar el color de la piel o tener los cromosomas que determinan el sexo. Sin embargo, se considera que la posición de clase social puede cambiar. Nos inculcan que con trabajo duro uno puede subir en la escala social y, si no haces tal cosa, puedes quedarte donde estás e incluso caer más bajo. Mientras que es cierto que algunos pueden llegar a subir en la escala social, nuestra sociedad clasista no es precisamente una meritocracia. Hay sistemas e instituciones que regulan este orden clasista que son más poderosas que los propios individuos.

Sin embargo, aún mantenemos la ilusión de que la posición social está en función de la voluntad. La ilusión requiere que se la alimente y, de este modo, cuando nuestros hijos son pequeños, comenzamos su adoctrinamiento con la idea de que cada uno es responsable de su posición en la clase social. Culpamos y criticamos a esa gente que nos hace el trabajo sucio por el simple hecho de que lo hace. Es por su culpa. Actuamos de forma irrespetuosa hacia la gente que nos sirve y con consideración a las personas de "cuello blanco". ¿Por qué no dar la vuelta a las cosas? La gente con poder simplemente ha podido tener suerte. O quizás ignoraron la grave situación de otros para alcanzar su posición. O explotaron a otros en el camino de ganar riqueza y status social. Entretanto, ¿qué es lo que realmente consiguen? Cierto que el dinero puede comprar una cierta seguridad y muchas comodidades, lo cual no es trivial pero, después de eso, ¿qué? Hace poco vi un logotipo que decía:

"El que muere con el mayor número de juguetes, gana la partida".

Los niños privilegiados tienen opciones. A menudo son sólo elecciones simples de consumo, como qué menú escoger para comer en el colegio, a qué clases asistir, a qué campamento de verano ir o qué comprar en el supermercado, pero todas ellas les ofrecen un mensaje importante: que ellos están ejerciendo el control sobre sus propias vidas y que además tienen toda la libertad para hacerlo. Existe esa ilusión de que todos tienen un control similar y, siguiendo la misma línea, cada uno escoge su clase social. Por qué no aprender bien temprano que el mercado, más que un lugar donde ejercer la libertad, crea y mantiene desigualdades. Sólo unos pocos privilegiados consiguen estar representados ahí.

Participa en las organizaciones de la comunidad para que tus hijos te vean actuar. Y que te vean discutir con gente y tratar asuntos que no tienen que ver con el mercado. Trabaja con la escuela local o centros de tu comunidad para buscar medios y formas para que los chicos puedan jugar un papel en gestionar ellos mismos las instituciones que directamente les afectan. Además de escoger entre álgebra o geometría, los estudiantes pueden discurrir un modo justo y eficiente de mantener la escuela limpia y en condiciones.

Si eres de una familia con notables recursos, date cuenta de cómo hablas sobre tu riqueza. Puedes haber trabajado duro por cada moneda que tienes, pero también puedes haber nacido en una familia de clase media o alta con todos sus privilegios, puede haberte caído una herencia (lo cual tiene tanto mérito como que te toque la lotería) o quizás dejaste a un montón de gente explotada en el camino del éxito (siendo consciente o no). Si te sobra dinero, puedes mostrar a tus hijos lo mejor que se puede hacer con él, dónalo a organizaciones que promuevan cambios sociales. Por lo menos no digas a tus hijos que de alguna forma mereces lo que tienes. Mejor dicho: todos merecen lo que tienes; sólo pasa que tú lo tienes.

Menos en esos momentos en que lo hacen delante de nosotros, las personas que hacen trabajos aburridos, monótonos, empobrecedores, los hacen sin que nos demos cuenta. El trabajo que hacen parece invisible. No tenemos por qué conocer, comprender, apreciar o saber de esa gente que ensamblan nuestros aparatos electrónicos, que remienda nuestras ropas o que fabrica esos objetos de plástico de usar y tirar que duran un momento en nuestras vidas y una eternidad en la naturaleza.

Saca todo este asunto a la luz. Habla de dónde vienen las cosas, quienes las cultivan, las transportan, las procesan y quién las recoge de la basura. Educa a tus hijos sobre las formas en que la clase trabajadora puede ganar poder si se organiza. Muestra respeto por los sindicatos. No cruces las líneas de piquetes. Si las huelgas te causan algún inconveniente, tómalo como una oportunidad para reflexionar sobre las luchas por los derechos laborales. Asigna a tus hijos algún trabajo en la casa que no tenga una buena consideración y muéstrales por qué es importante ese trabajo, el papel que juega en las tareas del hogar y en la vida de familia, por qué es importante y cómo puede llevarse a cabo de foma equitativa y eficiente por los miembros de la familia. El que sea un trabajo tedioso y desagradable no lo hace, por definición, deshonroso. Y crea una oportunidad para reflexionar sobre el trabajo e incluso imaginar cómo de diferente podría ser.

Debido a que soy una conductora impaciente, mi hija se preguntaba hace poco por qué yo no pitaba al camión de la basura que iba haciendo su ronda delante de nosotros. ¡Porque estos hombres están recogiendo nuestra basura! -apunté yo. ¡Ya es un trabajo bastante duro para tener encima alguien detrás que te toque el claxon!

Lo que mi hija quería saber era si ser basurero es realmente un mal trabajo. Yo respondí que no era malo (aunque pareciera duro, aburrido, sucio y maloliente), y que no pensaba que fuera justo que una persona se pasase toda una vida limpiando la basura de otros. Creo que la gente debería compartir tanto los trabajos duros como los buenos que hay en esta vida -le respondí.

Entonces -dijo ella- ¿la gente que trabaja en los camiones de la basura debería trabajar también en las tiendas de juguetes?

No sería ésta exactamente mi visión, pero la sensibilidad va por buen camino. ¿Cuál es la lección? Habla con los hijos sobre clases y trabajos. Hazles saber que no quieres que se pasen la vida empaquetando las compras o recogiendo la mierda, pero que tampoco quieres que los hijos de los demás malgasten toda la energía de su vida en trabajos brutalmente aburridos y agotadores. Lo que es malo de esos trabajos no es el trabajo en sí mismo o la persona que lo hace. Lo que es malo -realmente malo- es que nuestra sociedad basada en clases permita que la gente privilegiada y con poder se enriquezca dejando el trabajo explotador y deshumanizante a otros.

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