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Reconstruyamos la historia

Pasajes de la lucha revolucionaria: Congo
Ernesto Che Guevara
Tercera parte (Fragmentos)

Los jefes de la revolución.

... Podemos dividirlos para su descripción, en los de carácter nacional y los de carácter local. Los jefes que me han sido permitido conocer son Kabila y Masengo, en primer lugar Kabila es sin duda el único de ellos que une a un cerebro claro, una personalidad de dirigente; se impone por su presencia, es capaz de obligar a la lealtad, al menos a la sumisión, es hábil en su trato directo con la población (muy escaso por cierto); en suma: un dirigente capaz de movilizar las masas. Masengo es un individuo de muy poco carácter sin conocimiento del arte de la guerra ni capacidad organizativa, que fue superado totalmente por los acontecimientos....

... Entre todos los jefes de distintas secciones de Estado Mayor y los llamados jefes de brigada no se puede mencionar ninguno que retina condiciones de dirigente nacional. El único que pudiera desarrollarse en el futuro es el compañero Mujumba, que todavía esta en el interior del Congo, no sabemos en qué situación. Es un hombre joven, serio, al parecer inteligente, decidido, hasta el momento y el punto en que lo pudimos observar, pero de quien no se puede decir nada más.

De los dirigentes nacionales del Congo, la gran incógnita es Mulele, casi un fantasma; no ha sido visto nunca en reuniones, no ha salido de su zona luego de iniciada la lucha. Hay muchos indicios de que se trata de un hombre de categorías superior, pero sus enviados, o los que dicen ser sus enviados, presentan todas las características negativas de sus iguales, los miembros de las distintas comisiones y sectores del Movimiento de Liberación que deambulan por el mundo cometiendo la estafa de la Revolución....

.... Pudiera ser que surgieran algunos jóvenes que aunaran condiciones de dirigentes con un verdadero espíritu revolucionario, pero no los he conocido o no lo han demostrado hasta ahora.....

... Los jefes locales son de dos categorías: de agrupaciones Militares y dirigentes campesinos. Los jefes militares han sido nombrados por los métodos más arbitrarios, sin preparación de ningún tipo, teórica, intelectual, militar, organizativa. Su único mérito es ejercer alguna influencia sobre las tribus de la región en que habitan pero se pueden suprimir de un plumazo sin perdida para la Revolución.

Los jefes campesinos locales son los kapitas y presidentes; están nombrados por la antigua administración de Lumumba o por sus continuadores y quieren ser el germen de un poder civil pero, frente a la realidad de la presencia tribal, se eligió el camino cómodo de hacer presidentes y kapitas a los jefes tradicionales de la tribu. No son más que caciques disfrazados, entre los cuales hay buenos y malos, más o menos progresistas, más o menos conscientes del sentido de la Revolución, pero no han alcanzado un desarrollo político ni siquiera mediano. Controlan un grupo de campesinos y son los encargados de conseguir alimentos para una tropa en transito, cargadores para trasladar algo, ocuparse del abastecimiento de algún grupo instalado en las cercanías, ayudar a la construcción de viviendas, etc. Fueron intermediarios útiles para solucionar este tipo de problema, pero no hacen ni la sombra de un trabajo político....

Los comisarios políticos

Las tropas tenían su comisario político, titulo que han copiado de las versiones socialistas de un ejército de liberación o un ejército popular. Quien haya leído las narraciones de la labor de los comisarios en todas las guerras de liberación o se entere, por los relatos, del heroísmo y del. espíritu de sacrificio de compañeros, estos no podría reconocerlos en el Congo.

El comisario político se elige entre hombres que han tenido alguna educación -casi siempre conocen el francés-, pertenecientes a familias de la pequeña burguesía urbana. Desarrollaban un tipo de labor semejante a la de magnavoces esporádicos; en un momento dado se reunía la tropa y el comisario era el encargado de lanzar su "descarga" sobre problemas concretos, luego esta quedaba librada a sus propios medios para seguir las orientaciones verbales. Ni estos ni los jefes, salvo honrosas excepciones, participaban directamente en los combates; cuidaban su pellejo, tenían mejor alimentación y vestido que el resto de la tropa y gozaban de frecuentes vacaciones, yendo a emborracharse a los poblados cercanos con el nefasto pombe. El comisario político, en las condiciones en que se realiza esa tarea en el Congo, es un verdadero chulo de la Revolución y también puede ser suprimido sin perjuicio ninguno, aunque lo correcto seria desarrollar verdaderos revolucionarios para ocupar ese cargo, importantísimo para un ejército popular

...Entre los comisarios políticos y algunos instructores de armas especiales se daba mucho el estudiante que había llegado de algún país socialista, donde cursaba estudios de seis meses. Las promociones mis abundantes venían de Bulgaria, de la Unión Soviética y de China. No se podía hacer maravillas con esos hombres; la selección previa había sido muy mala y era un caso de lotería encontrar allí verdaderos revolucionarios u hombres probados en la lucha, al menos. Trajeron una gran dosis de suficiencia, un concepto muy desarrollado de la obligación personal de cuidar el cuadro (ellos mismos) y la idea claramente expresada en sus actos y demandas de que la Revolución les debía mucho por el hecho de haber estudiado esa temporada en el extranjero y tendría que pagárseles en alguna forma ahora que venían a hacer el sacrificio de estar junto a sus compañeros. No participaron en los combates casi nunca; podían ser instructores, para lo cual no estaban calificados, salvo unos pocos, o hicieron organizaciones políticos paralelas que decían ser marxista-leninistas, pero conducían a ahondar las divisiones....

... Considero que la mayoría de estos males se debe a la falta de una selección previa; una buena educación desarrolla extraordinariamente a un individuo con una consciencia en despertar. Pero a este tipo de revolucionario, domesticado y acomodaticio, lo único que se le desarrollaba. durante los meses de permanencia en los países socialistas, era la ambición de conseguir después un cargo de dirección en base a sus colosales conocimientos. Y, en el frente, una añoranza de los buenos días pasados en el extranjero....

El grupo Cubano

Cabe hacer un análisis de nuestro grupo. La gran mayoría eran negros. Eso podía haber dado una nota simpática y de unidad con los congoleses pero no fue así; en nuestro trato no se pudo apreciar que el ser negro o blanco influyera mucho en las relaciones; los congoleses sabían distinguir las características personales de cada uno y solo en mí caso, a veces, tuve la sospecha de que algo influía mi condición de blanco. Lo cierto es que nuestros propios compañeros tenían una base cultural muy escasa y un desarrollo político relativamente bajo también. Llegaron, como siempre sucede en estos casos, pletóricos de optimismo y buena voluntad, pensando hacer un paseo triunfal por el Congo. Hubo algunos que antes de comenzar la lucha se reunieron, comentando que Tatu estaba muy alejado de las cosas de la guerra, que no podía impedirles hacer una acción a fondo por timidez al apreciar la correlación de fuerzas; que íbamos a penetrar por una punta y salir por la otra. Estaba liberado el país; podíamos volver a La Habana.

Mi advertencia sobre la duración de la guerra fue siempre de tres a cinco años, pero nadie lo creyó; todos se inclinaban a solar con el paseo triunfal, la despedida, probablemente con grandes discursos y grandes honores, las condecoraciones y La Habana. La realidad fue golpeando: faltó comida, hubo muchos días de yuca sola, sin sal, o de bukali. que es lo mismo; faltaron medicamentos, a veces ropa y zapatos y aquella identidad con que soñé, entre nuestra tropa de hombres experimentados, con una discipline de ejército, y los congoleses, no se realizó jamás.

Nunca hubo la integración necesaria y no se puede achacar al color de la piel: tan negros eran algunos que no podían distinguir- se de los compañeros congoleses; sin embargo, a uno de esos prietos oí decir: "Mándame dos negros de esos para acá", dos congoleses.

Los nuestros eran extranjeros, seres superiores, y lo hacían sentir con demasiada asiduidad. El congolés, sensible al extremo por los vejámenes sufridos a manos de los colonialistas, notaba ciertos gestos de desprecio en el trato de los cubanos y lo sentía en lo más hondo. Tampoco pude lograr que la comida se distribuyera en una forma totalmente justa y, aun cuando es necesario reconocer que, la mayoría de las veces quienes más cargados íbamos éramos los cubanos, siempre que se presentaba la oportunidad se hacia cargar a algún congolés, con cierta falta de sensibilidad. Es un poco difícil de explicar este contrasentido, pues se trata de interpretaciones subjetivas y de sutilezas, pero hay un simple hecho que puede arrojar alguna luz: no pude lograr que los congoleses fueran llamados así; siempre fueron los "congos", apelativo que parece mis simple y mis intimo, pero que portaba una buena dosis de veneno.

Otra barrera real fue el idioma; difícil fue para una tropa como la nuestra, sumergida en la masa congolesa, trabajar sin poseer su lengua. Algunos de los que convivieron desde el primer momento con los congoleses aprendieron muy rápidamente a hablar y lo hacían de corrido en el swahili básico, es decir, una media lengua, pero fueron pocos y siempre se corría el riesgo de malas interpretaciones que agriaban nuestras relaciones o nos inducían a errores.

Bases de apoyo

Otra dificultad que soportamos, a la que se debe de prestar extraordinaria atención en el futuro, es la de la base de apoyo. Cantidades relativamente grandes de dinero desaparecieron en sus fauces insaciables, y cantidades infinitesimales de alimentos y equipos llegaron a las tropas en campaña. Primera condición, el mando debe ser indiscutible y absoluto en las zonas de operaciones, con controles rigurosos sobre la base de apoyo, descontando los controles naturales a ejercer desde los centros superiores de la Revolución, y la selección de hombres para cumplir esas tareas debe ser seriamente realizada mucho tiempo antes. Hay que ver lo que significa una cajetilla de cigarros para un individuo que esta en una emboscada sin hacer nada durante 24 horas de un día y hay que ver lo poco que significa en gastos las cien cajetillas diarias que pudieran fumarse comparándolas con el costo de cosas innecesarias o perdidas inútilmente en el curso de la acción.

Autocrítica del Che

Me toca hacer el análisis más difícil, el de mí actuación personal. Profundizando hasta donde he sido capaz en el análisis autocrático, llegué a las siguientes conclusiones: desde el punto de vista de las relaciones con los mandos de la Revolución, me vi trabado por la forma un tanto anormal en que entré al Congo y no fui capaz de superar ese inconveniente. En mis reacciones fui disparejo; mantuve mucho tiempo una actitud que podía calificarse de excesivamente complaciente, y, a veces, tuve explosiones muy cortantes y muy hirientes, quizás por una característica innata en mí; el único sector con quien mantuve sin desmayos relaciones correctas fue con los campesinos, pues estoy más habituado al lenguaje político, a la explicación directa y mediante el ejemplo, y creo que hubiera tenido éxito en este campo.

No aprendí el swahili con la suficiente rapidez y con la suficiente profundidad; fue un defecto atribuible, en primera instancia, al conocimiento del francés, lo que me permitía comunicarme con los jefes, pero me alejaba de las bases. Faltó voluntad para realizar el esfuerzo necesario.

En cuanto al contacto con mis hombres, creo haber sido lo suficientemente sacrificado como para que nadie me imputara nada en el aspecto personal y físico, pero mis dos debilidades fundamentales estaban satisfechas en el Congo: el tabaco, que me faltó muy poco, y la lectura, que siempre fue abundante. La incomodidad de tener un par de botas rotas o una muda de ropa sucia o comer la misma pitanza que la tropa y vivir en las mismas condiciones, para mí, no significaba sacrificio. Sobre todo, el hecho de retirarme a leer, huyendo de los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres, sin contar que hay ciertos aspectos de mi carácter que no hacen fácil el intimar. Fui duro, pero no creo haberlo sido excesivamente, ni injusto; utilice métodos que no se usan en un ejército regular, como el de dejar sin comer: es el único eficaz que conozco en tiempos de guerra. Al principio quise aplicar coerciones morales y fracase. Traté de que mí tropa tuviera el mismo punto de vista que yo en cuanto a la situación y fracasé; no estaba preparada para mirar con optimismo un futuro que debía ser avizorado a través de brumas tan negras en el presente.

No me animé a exigir el sacrificio máximo en el momento decisivo. Fue una traba interna, psíquica. Para mí era muy fácil quedarme en el Congo; desde el punto de vista del amor propio de combatiente, era lo que cuadraba hacer; desde el punto de vista de mí actividad futura, si no lo que más convenía, era indiferente en el momento actual. Cuando sopesaba la decisión, jugaba en mí contra el que supiera lo fácil que resultaba el sacrificio decisivo. Considero que debía haberme sobrepuesto en mí interior al lastre de ese análisis autocritico e imponer a una determinada cantidad de combatientes el gesto final; pocos, pero debíamos habernos quedado. Además, no tuve el valor o la visión de romper las amarras de la costa e internarme con la tropa cubana, integra, o depurada, a lugares donde no se hiciera presente la tentación perenne del lago y sus esperanzas de retorno ante cualquier fracaso.

Por último, peso en mis relaciones con el personal en los últimos días -lo pude palpar bien aun cuando es completamente objetivo- la carta de despedida a Fidel. Esta provocó el que los compañeros vieran en mi, como hace muchos años, cuando empece en la Sierra, un extranjero en contacto con cubanos; en aquel momento, el que estaba de negada, ahora el que estaba de despedida. Había ciertas cosas comunes que ya no teníamos, ciertos anhelos comunes a los cuales tácita o explícitamente había renunciado y que son los mis sagrados para cada hombre individualmente: su familia, su tierra, su medio. La carta que provocó tantos comentarios elogiosos en Cuba y fuera de ella me separó de los combatientes.

Tal vez parezcan insólitas estas consideraciones psicológicas en el análisis de una lucha que tiene escala casi continental. Sigo fiel a mi concepto del núcleo; yo era el jefe de un grupo de cubanos, una compañía nada más; y mi función era la de ser su jefe real, su conductor a la victoria que impulsaría el desarrollo de un autentico tiempo en soldado, representante de un poder extranjero, instructor de cubanos y congoleses, estratega, político de alto vuelo en un escenario desconocido y un Catón-censor, repetitivo y machacón, en mis relaciones con los jefes de la Revolución. Al tirar de tantos hilos, se formó el nudo gordiano que no tuve decisión para cortar. Si hubiera sido más autentico soldado hubiera podido tener mi influencia en los demás aspectos de mis complejas relaciones. He narrado cómo llegué al extremo de cuidar el cuadro (mí preciosa persona) en los momentos de particular desastre en que me vi envuelto y cómo no me sobrepuse a condiciones subjetivas en el momento final.

He aprendido en el Congo; hay errores que no cometeré más, otros tal vez se repitan y cometa algunos nuevos. He salido con más fe que nunca en la lucha guerrillera, pero hemos fracasado. Mi responsabilidad es grande; no olvidaré la derrota ni sus mas preciosas enseñanzas.

Qué nos depara el futuro del Congo? claro está que la victoria, pero esta lejana. La lucha de liberación contra los poderes coloniales de nuevo tipo deben ofrecer dificultades extremas en África. De hecho no hay ningún ejemplo que permita mostrar sus distintas fases hasta la victoria; la Guinea llamada Portuguesa es una demostración no acabada de una guerra del pueblo bien conducida pero contra el colonialismo. Argelia no debe considerarse como ejemplo útil para nuestras experiencias puesto que Francia había desarrollado formas neocoloniales que pudiéramos llamar típicas dentro de su opresión colonial.

El Congo es el escenario de la más cruel y enconada lucha de liberación, por tanto, el estudio de esta experiencia nos podrá dar útiles ideas para el futuro.

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