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La imagen del poder se encogió en Génova

A las 10:30 del 22 de julio en el Palacio Ducal de Génova se reúnen los integrantes del G-8. Es la foto final de la reunión más áspera y espinosa que los poderosos del planeta hayan tenido jamás. Pero algo no hace sentido en ella. En la imagen que proyectan esos hombres de Estado, los más influyentes del mundo, su fuerza ha disminuido. Sus trajes elegantes, su cutis cuidado, todas las señas que usualmente les son suficientes para demostrar su fuerza, no sirven al lado de los videos y de las placas de una ciudad devastada que han dado la vuelta al mundo.

Bush, Blair, Berlusconi poco tienen que hacer hoy ante los medios, a pesar de su poder real, al lado de las fotos de un joven anónimo con el rostro cubierto que levanta los brazos arriba de un automóvil destrozado o de los cientos de miles de ciudadanos que protestan pacíficamente contra el G-8. Aunque administren el gobierno del mundo, la imagen del poder se ha encogido al lado del poder de la imagen.

Silvio Berlusconi, el hombre de los medios y del poder, el empresario que quiere un gobierno de empresarios, para empresarios y por empresarios, y que cree que ''sólo el mercado produce democracia'', ha reconocido: ''Es un pecado que el mensaje que haya llegado a la opinión pública sobre la cumbre sea el de la violencia''. De poco sirve que diga, rasgándose las vestiduras, que ''hemos trabajado por los intereses del mundo'' y que ofrezca que debe tomarse en cuenta a la sociedad civil.

El blintz

Cerca de la medianoche del 21 de julio la policía incursionó en la sede del Genoa Social Forum (GSF) y de una escuela que se encontraba frente al local y alojaba a varios manifestantes. El gobierno italiano justificó la acción diciendo que se había capturado a los responsables de la violencia en la ciudad y que eran protegidos por la coalición opositora. Según su vocero, Vittorio Agnoletto, se trató de un hecho no visto en muchos años, que recuerda las dictaduras militares latinoamericanas de la década de los setenta y los ochenta, efectuada sin orden de cateo alguna.

El operativo fue realizado con mucha violencia. Se hizo una hora y media después de que un programa de televisión mostró un video grabado en la Plaza Kennedy, en el que puede verse a un provocador, con un bastón en la mano, charlando amablemente con los carabineros cerca de uno de sus vehículos, al tiempo que una motocicleta con una pareja de jóvenes

- similar a las que recorrieron las protestas- les da una indicación. Durante el ataque a la sede, la policía destruyó las computadoras en las que trabajaban los abogados. En ellas se encontraban las denuncias recibidas sobre la brutalidad policiaca y los expedientes con las pruebas de las acusaciones. También dañó el equipo de Indymedia, una agencia de información independiente.

Jesús es un catalán que se encontraba en la sede del GSF cuando la policía entró a las 11:45 de la noche del 22 de julio. En ese momento trabajaba en el ordenador cuando escuchó ruidos en la calle. Al asomarse a las ventanas vio pasar los cascos de la policía. En ese momento comenzó a escuchar el golpeteo en las puertas. Entraron entonces los gendarmes al edificio. Llevaban cascos y se cubrían el rostro con pasamontañas y pañuelos. A la planta baja, donde se encontraba la sala de prensa, llegaron cinco agentes con porras y una ametralladora. Los periodistas que estaban allí, Jesús incluído, fueron obligados a sentarse en el suelo con los brazos en alto. Para ese momento todos los pisos de arriba se encontraban ocupados por las fuerzas del orden. Habían destruido los discos duros de varias computadoras y tomado documentación importante.

Pero, añade Jesús, ''lo más grave fue en el edificio de enfrente, en la escuela Sandro Pertini. Entraron al grito de ¡Viva el Duce! Reventaron el edificio. Se avalanzaron sobre todos. Dispararon botes de humo en la cara. Eso duró una hora. Todo mundo quedó herido: hubo 92 detenidos y 60 heridos que salieron en camilla. Fue dramático''.

Los jóvenes que se encontraban en el edificio de enfrente, según varios testimonios, fueron colocados frente a un muro y golpeados salvajemente. Sus gritos de dolor se escucharon por el barrio. Uno de ellos quedó en estado de coma. Las ambulancias llegaron allí durante horas para trasladar a los heridos. Un periodista perteneciente a un medio comercial le enseñó a las fuerzas del orden su documentación oficial. Un agente le respondió: ''Métetela por el culo! ¡Para mi no sirve!''. Parlamentarios, médicos y abogados trataron de ver a los detenidos. No se les permitió.

En una conferencia de prensa en la que no se admitieron preguntas, la policía informó sobre los objetos encontrados en las escuelas: armas, cuchillos, bombas molotov, pelucas, máscaras antigás. Los integrantes del GSF aseguran que se trata de dos navajas suizas, material de construcción y unas botellas de vino. Una de las escuelas había sido abierta como albergue de todo el mundo, después de los aguaceros de hace unos días.

El GSF insiste en que el ministro Scajola debe renunciar. Para Agnoletto se trata de la ''tarjeta de presentación de un gobierno que quiere instalar un Estado policiaco''. Anunció que solicitarán a Amnistía Internacional que realice una investigación independiente para esclarecer los hechos.

La reflexión

En plena refriega, dos muchachas hinduistas, convencidas de la fuerza de su mensaje de paz, se pararon frente a la policía. Obtuvieron como respuesta una paliza que las hizo caer al suelo. Allí fueron pisoteadas. Una logró levantarse y la otra corrió. Fueron alcanzadas por los gendarmes, tiradas al suelo y pisoteadas nuevamente. Una de ellas no se repone aún del choque y tiene, entre otras heridas, 14 puntos de sutura en la cabeza.

Otras tres jóvenes ingenuas se encontraban sentadas en una banca cuando la policía cargó por dos lados distintos. No se movieron. Fueron lanzadas de un muro de tres metros de alto, para ser agredidas hasta que un hombre salió de un edificio y las metió a su casa.

Estos dos testimonios provienen de Sandro Pertini, el responsables de las brigadas médicas del GSF. Asegura que son casos modelo de lo que sucedió el viernes y sábado en la ciudad; que no son situaciones límite.

Entre los manifestantes hay una mezcla de malestar, desconcierto y preocupación ante lo sucedido. Todo mundo tiene historias similares que narrar. En Italia no hay precedentes en los últimos años de una actuación de la policía tan enérgica. Hay una nueva situación en la política nacional que puede poner en peligro -según ellos- el Estado de derecho y las conquistas sociales.

De acuerdo con el vocero del GSF los acontecimientos de estos últimos días no son casuales, sino parte de un ataque preparado en detalle por el gobierno en contra de un movimiento de masas que llevó a la calle a 300 mil personas.

En una asamblea que fue conferencia de prensa o una conferencia de prensa que fue asamblea realizada en Punta Vagno el día 23, los miembros del GSF dieron amplios testimonios de la represión de la jornada y realizaron un balance de la situación existente.

Quienes tomaron la palabra en el foro lo hicieron con una actitud ambigua ante los hechos. Les pesa enormemente el asesinato de su compañero; se diría que hay en ellos un pudor que les impide ser optimistas a pesar de la magnitud que su movilización alcanzó. Rafaella Bollini, de la organización ARCI, se dijo angustiada y se interrogó por la calidad que la democracia italiana ha mostrado los últimos días y por las mentiras de Berlusconi. Un orador más concluyó su intervención diciendo que no tenían palabras para describir los hechos. Otros insistieron en los avances. Todos llamaron a la movilización general el próximo martes. Este sábado, 5 mil personas tomaron las calles en Bolonia y el lunes miles lo hacían en Roma.

El Imperio contrataca

¿Esta represión fue una decisión exclusiva del gobierno italiano o participaron en ella los otros gobiernos del G-8?

Agnoletto, siempre enérgico y prudente, asegura: el operativo general estuvo coordinado y diseñado por todos los gobiernos, el ataque a las oficinas del GSF fue obra del gobierno italiano; fue una respuesta policiaca a un desbordamiento político. El Goliat se puso nervioso frente al David pacifista.

Anubi D'Anossa, redactor del diario Liberazzione, piensa diferente. Según él, los poderes reales están experimentando cómo enfrentar a un movimiento con amplio consenso, con el máximo de violencia. Su apuesta es tratar de militarizar el ciclo de conflictos sociales que se inicia en Seattle. Se busca, dice, su división y ver cómo se comporta en esas condiciones.

En Quebec experimentaron con el Muro de la Vergüenza, asegura, y no les funcionó. En Gotemburgo ya casi hubo un muerto. En Barcelona infiltraron la marcha con provocadores. Aquí, en Génova, hicieron todo esto al mismo tiempo. No deja de ser una ironía, añade, que los muertos se hayan producido en Europa. ''Eso es señal de que aquí hay más miedo. El movimiento podría tener aquí una iluminación alternativa''.

Las medidas tomadas, concluye, no dependen sólo del gobierno italiano. Las policías del mundo están coordinadas. Más ahora. Más para enfrentar estos movimientos. Además, cuentan a su favor con que el de Berlusconi es un gobierno de centro-derecha y están peleando por la hegemonía en Europa. Tienen España, tienen Austria, tienen a Estados Unidos. La administración Bush es clave en este vuelco a la derecha.

Según Luca Casarini, el vocero de los Monos Blancos, hay una preocupación real de los gobiernos de la globalización, del imperio que se reorganiza, frente a un poder que se ubica en el mismo plano que ellos. Por eso responden así. Esa preocupación fue mayor, también, porque en Europa no había convergencia entre los nuevos movimientos y el movimiento obrero, y eso se logró al menos en parte en estas jornadas de lucha.

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