Iraq: una guerra patriótica

x Brigada internacionalista en Iraq contra la Guerra 'Mohamed Belaidi'

"No nos volvamos a equivocar con este pueblo negándole una vez más su identidad como tal: la población está resistiendo y cada día está más dispuesta a seguir resistiendo, así de sencillo; no solo el régimen, esencialmente la gente. Su discurso aquí en Bagdad es único, cada día más diáfano para el que quiera oírlo, en las salas de los hospitales -heridos y familiares-, al pie de las viviendas destruidas: vamos a combatir hasta el final".

En un ejercicio de autoafirmación, la Administración Bush procuró durante los meses previos al inicio de la guerra creerse y hacer creer al resto de la comunidad internacional las evaluaciones interesadas que la oposición iraquí mercenaria de Washington le presentaba: el régimen iraquí se colapsaría de manera inmediata al iniciarse la intervención y la población, agotada por doce años de sanciones internacionales y ante la previsión de verse libre de una dictadura sanguinaria, recibiría con los brazos abiertos a los ejércitos libertadores. Esta consideración parecía especialmente válida para el sur del país, de mayoría shi'í, comunidad que se consideraba especialmente desafecta al régimen de Bagdad. Al cabo de trece días de intervención la evidencia es bien otra: los ejércitos británicos y estadounidenses, eufemísticamente denominados por los medios de comunicación los aliados, no han podido ocupar una sola ciudad del sur, tan solo el pequeño puerto de Um Qasar que de hecho no es más que un estrecho muelle, y ello tras una semana de intensos combates. El fracaso militar de EEUU y Gran Bretaña en esta primera fase de la guerra es más que evidente: la resistencia iraquí es incuestionable, y ello pese a la superioridad militar inconmensurable de los invasores. La crisis entre el estamento militar y el Departamento de Estado así lo demuestran.

Ante ello, el Pentágono está reelaborando a toda prisa su discurso: es el régimen, el Partido o las unidades de élite del ejército iraquí quienes resisten, parapetados tras una población aterrorizada y pasiva, utilizada como "escudos humanos". Sin embargo, una supuesta sublevación en Basora ha tenido que ser desmentida por el propio Pentágono, tras el testimonio de medios de comunicación árabes presentes en la ciudad. Es más, todo parece indicar que la resistencia en Basora, Naseriyya, Nayaf, Mosul, etc, al menos en los primeros días de combate, ha sido sostenida esencialmente por milicianos, ni tan siquiera por el ejército regular iraquí y mucho menos por sus unidades de élite.

El grupo de brigadistas estamos en Bagdad, pero cuando visitamos Basora hace tres semanas, la situación era entonces allí, como aquí, sorprendentemente tranquila, sin un despliegue militar ni preparativos defensivos mayores que los que se apreciaban en la capital, es decir, muy limitados, pese a la previsión de que esa zona sería el primer frente de invasión.

Tan solo apenas 48 a 24 horas antes de los primeros bombardeos, Bagdad se pobló de civiles armados al tiempo que se incrementaban las defensas en las calles y plazas de la ciudad, en cada edificio público o empresa, actividad que prosigue hasta hoy: trincheras, algunas ya cubiertas, y parapetos, además de las zanjas de petróleo incendiado que cubren Bagdad como defensa antiaérea de una densa capa de humo negro. Ahora hay miles de civiles armados en todos los barrios de Bagdad, con trajes o chaquetas verdes o vestidos de paisano, con la presencia del ejército convencional limitada a la periferia de la ciudad o en puntos muy concretos de su interior. Tampoco hay armamento pesado en el interior de la ciudad.

Como la propia guerra, en un milagro admirable que se repite cada mañana, esta presencia armada, descentralizada, organizada por barrios y centros productivos, civiles o administrativos, pese a lo numerosa que es, no ha malogrado en absoluto el carácter acogedor y amigable de esta ciudad. No es nunca intimidatoria, ni hacia nuestro grupo, al fin y al cabo extranjeros, ni hacia la población. Estos grupos de dos, cuatro ó cinco hombres, de rango y edad muy amplio, desde adolescentes a ancianos, jamás hacen ostentación de sus armas que portan discretamente o dejan apoyadas contra la pared o el parapeto, mientras comen pipas, sorben té, hacen la compra o juegan con los hijos propios o con los de sus vecinos. Cuando pasamos nos saludan sonrientes, siempre contenidamente, pero con la mirada directa y franca como es norma aquí, levantando la mano abierta o haciendo el signo de la victoria, con un welcome o con las expresiones propias en árabe.

Jamás hemos visto tampoco un gesto de hostilidad o prepotencia de los milicianos hacia sus vecinos, ni tan siquiera en los momentos de tensión, durante un bombardeo o tras el impacto de un misil, o en los cortejos fúnebres de las victimas de los ataques, como en el que participamos en la calle principal de Addamiyya al día siguiente de que un grupo de casas quedaran volatilizadas por el impacto de un misil en ese barrio al este de la ciudad [1] . Todo lo contrario: unos y otros conviven en los mercados, en los hospitales, en las calles, entre una chiquillería que, cerrados los colegios desde el día previo al inicio de los bombardeos, corretea y juega en las calles pese al azaroso riesgo mortal de los bombardeos que desde hace una semana también son diurnos, apenas reprendidos paternalmente cuando se empeñan en apretujarse en torno a nuestro pintoresco grupo o en trepar por las montañas de escombros de las casas destruidas, o seguir correteando entre coches calcinados y cráteres de proyectiles.

No nos cabe duda de que EEUU y Gran Bretaña están desarrollando desde la última semana una estrategia de terror contra la población por medio de ataques continuos e indiscriminados contra áreas residenciales. Nuestra impresión es que, pese a ello, pese a las terribles matanzas de Saab y Shu'ala o a la última de Dailiyya de ayer mismo [2], producidas todas ellas a plena luz del día, o a los impactos continuos en todos los barrios de Bagdad de misiles y bombas, como testimonian las decenas de heridos que a diario vemos ingresados en los hospitales, cada día hay más gente en las calles de esta ciudad, más tiendas que abren sus puertas, sobre todo en los barrios más populares, más clara es la voluntad de vivir. De nuevo hay atascos de tráfico y el transporte público no se ha visto interrumpido, con los típicos autobuses rojos de dos pisos, de fabricación china, que siguen circulando regularmente llenos de pasajeros.

No nos volvamos a equivocar con este pueblo negándole una vez más su identidad como tal: la población está resistiendo y cada día está más dispuesta a seguir resistiendo, así de sencillo; no solo el régimen, esencialmente la gente. Su discurso aquí en Bagdad es único, cada día más diáfano para el que quiera oírlo, en las salas de los hospitales -heridos y familiares-, al pie de las viviendas destruidas: vamos a combatir hasta el final.

Las matanzas en los barrios populares, los bombardeos continuos de noche y de día, ese levantarse cada mañana para ver como se ha volatilizado la manzana de casas de los vecinos de al lado o como ha reventado la central de teléfonos del barrio, para enterrar a los propios muertos o a los de los de los amigos, son, como diría Santiago Alba, "verdades como puños"[3] que Sadam Husein no necesita inventarse, a diferencia de las mentiras que Bush, Blair y Aznar se ven obligados a encadenar una y otra vez [4].

¿Por qué nos negamos a aceptar algo tan sencillo de entender como es que esta gente comprende perfectamente que están siendo invadido, ocupados y masacrados por la potencia colonial contra la que hace un siglo también lucharon, Gran Bretaña, y contra EEUU, al que aborrecen todos y cada uno de los habitantes de esta región? No añadamos una ignominia más sobre este pueblo: aquí, en Iraq, no hay ningún pueblo rehén de su régimen. Esta es una guerra patriótica en el sentido que cualquier persona sensata debería entender: defensa de la propia tierra ante un invasor, y así la están viviendo y afrontando los iraquíes, creemos que en su inmensa mayoría, como haría cualquier otro pueblo. ¿Es tan difícil de entender esto? Solo ello permite explicar lo que está pasando en el sur del país, esa inesperada resistencia iraquí que parece sorprender a todos de igual manera que ello permite vaticinar que la batalla por Bagdad habrá de ser terrible, una auténtica carnicería si no la evitamos.

Resistir es vencer.

Bagdad, 1 de abril de 2003

Brigada internacionalista en Iraq contra la Guerra 'Mohamed Belaidi'

CSCAweb

 
       

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