¡Que nadie toque la Revolución Cubana!

x Asociación Madres de Plaza de Mayo

Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 17-04-03

El panorama mundial sugerido por Estados Unidos es francamente desolador. En tiempos de globalización imperialista, la supervivencia del capitalismo depende exclusivamente de lo que puedan hacer las guerras, las masacres y la creciente represión. Venezuela mediante, ni siquiera el modelo de “democracia republicana” - forma más refinada de dominación burguesa - alcanza para asegurar la primacía de los intereses imperialistas sobre las riquezas naturales de petróleo y agua, oro y selva, árboles y aire puro.

Mientras los cuerpos de los niños, las mujeres y los milicianos iraquíes muertos sacan humo todavía de entre los escombros de Bagdad, los portavoces del imperio ya explicitan próximos bombardeos sobre Siria, Irán y - a lo peor - China, al tiempo que insinúan ataques aún más severos y menos disimulados contra Cuba y su conmovedora revolución.

Con la excusa de los derechos humanos, algunos gobiernos de la periferia dependiente y sumisa a EE.UU. se prestan a levantar la mano contra Cuba, cuando se reúnan los delegados de la caduca ONU. Afganistán e Iraq de por medio, la repetida calumnia de votar contra la revolución y el socialismo adquiere esta vez la categoría de dura amenaza militar.

Sin embargo, el Comandante Fidel, a caballo de la gesta de su pueblo revolucionario y conciente, aseguró recientemente que si los yanquis entran en Cuba “habrá cien años de guerra”. Castró hablaba en delegación del pueblo de su país, convencido de la capacidad de entrega de los cubanos hombres y mujeres a la causa del socialismo, pero en sus palabras y su voz cabían la solidaridad, la admiración y el saludo compañero de todos los pueblos hermanos de América Latina.

Los periodistas y presidentes pronorteamericanos le imputan a Cuba el delito imperdonable de ser un país autónomo, emancipado y sordo a las presiones imperialistas. No le achacan tanto la pena de muerte - que también la hay para los pobres y los negros en EE.UU., además del infame derecho a torturar legalmente a los palestinos que rige en la jurisprudencia israelí, aunque la ONU jamás los condenará a bloqueos o invasiones militares-, sino la insoportable culpa de que un pequeño país bloqueado se permita una justicia justa, al servicio del pueblo, patriota de la patria de los trabajadores, no cotizable en dólares ni plausible a canjear sentencias por privilegios o favores políticos.

Para ciertos librepensadores del pensamiento único, digitado previamente por el Gran Hermano imperialista, es lícito bombardear países árabes persiguiendo arsenales químicos que nadie vio, pero no lo es que otro país que no sea EE.UU. procese debidamente y sentencie según sus leyes soberanas, a mafiosos terroristas, mercenarios y antinacionales de la gusanera de Miami. En Argentina, la hipocresía es aún más escandalosa: en el país de los presos políticos condenados en juicios irregulares, por leyes que prohíben expresamente el derecho a la segunda instancia de apelación, no pocos funcionarios y su triste coro mediático se pelean por ver quién tiene el dedo más largo a la hora de señalar la clara dignidad de la Revolución Socialista Cubana.

Nada es nuevo a la hora de argumentar contra Cuba. Desde que el Che y sus barbudos entraron triunfantes a las calles de La Habana, el imperialismo norteamericano se ha multiplicado en sus mentiras y hasta actos de terrorismo y sabotaje, incluyendo la injusta prisión que aún hoy sufren cinco patriotas cubanos en las cárceles norteamericanas. Los pretextos de la intromisión yanqui siempre han sido “la democracia” y “los derechos humanos”, evitando a propósito el gran consenso popular del gobierno revolucionario y los índices superlativos de Cuba en materia de salud, educación y vivienda de su población. No obstante, todos los días se renuevan el amor y la disposición de los pueblos del mundo a defender hasta las últimas consecuencias esa revolución cubana y nuestra, de boleros con fusiles, con pueblo humilde y sabio, adobada con exactas medidas de poesía y ron.

 
       

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