Tras las huellas del petróleo

x Elson Concepción Pérez - Granma

La guerra inminente

Hay muchos hechos ocurridos en siglos anteriores que hoy, con otros matices y las mismas ambiciones, se producen como si fuera una práctica común de corsarios o piratas.

El mejor ejemplo: la obsesión por el petróleo iraquí.

Resulta que tan pronto terminó la Guerra del Golfo, en 1991, comenzó una veloz carrera de intereses transnacionales asediando a Iraq en busca de su preciado oro negro.

Jugó un papel decisivo el hecho de que Estados Unidos decidiera tener bloqueado a Iraq, y por ello, las compañías petroleras del imperio se quedaron de momento fuera de juego en las zonas de exploración y explotación del crudo en el país árabe.

Entonces comenzó la gran puja para ver quién llegaría primero al reparto del mineral, cuyas reservas estimadas superan los 112 000 millones de barriles, las segundas mayores del mundo, tras Arabia Saudita.

Ahora, una guerra inminente encabezada por Estados Unidos parece echar por tierra todo lo adelantado por las compañías petroleras europeas y rusas que se habían instalado en Iraq, o avanzaban en ese objetivo.

En esta perspectiva de guerra y ante el anuncio de la administración Bush de que su objetivo es derrocar el Gobierno de Saddam Hussein e instalar otro que responda a los intereses de Washington, se advierte una pugna enorme que involucra a por lo menos 24 compañías petroleras transnacionales que han mostrado interés por el crudo iraquí.

En ese grupo de empresas las hay con presencia histórica en Iraq como algunas europeas, así como compañías rusas y, por supuesto, las petroleras norteamericanas, muchas de ellas vinculadas a consorcios económicos del presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney.

Iraq producía 3,5 millones de barriles diarios en 1990 antes de la Guerra del Golfo, y las perspectivas norteamericanas para un gobierno post-Hussein, es que una vez instaladas las compañías que quieren asistir a este nuevo reparto de esa riqueza, la producción pueda llegar en el 2010 a seis millones de barriles diarios.

Y la ambición es tal que ya sobre este tema del reparto del crudo iraquí se han celebrado conferencias internacionales, en Estados Unidos por supuesto, en las que se han trazado estrategias inmediatas y mediatas para el ambicioso plan.

En Iraq, según se ha explicado por los que andan tras su crudo, de los 526 bloques petroleros descubiertos, solo 125 han sido explotados, lo que supone un 20 por ciento de los yacimientos revelados.

Es decir, es un país casi virgen en uno de los recursos más importantes y necesarios del mundo.

Súmese a esto que en la última década Iraq ha sido privado de obtener nuevas tecnologías para su industria petrolera, en algunos casos obsoleta, lo que hace más apetitosa la intención transnacional, por cuanto no se trata solo de apoderarse del petróleo, sino que también estaría presente allí la industria estadounidense vinculada con la técnica de exploración, explotación y refinación del crudo.

El petróleo iraquí es, además, de calidad media y media alta, y su extracción es de bajo costo. Extraer un barril puede costar poco más de un dólar, y esa misma cantidad se vende a más de 25 dólares en el mercado.

Por eso, cuando conocemos de todos estos datos y de las perspectivas de producción petrolera en el territorio iraquí, nos damos cuenta claramente del porqué de esta inminente guerra que prepara Washington.

En las transnacionales petroleras que quieren repartirse el botín del crudo iraquí, y el afán de Washington por el dominio total de esas riquezas, está una de las razones esenciales de la acción bélica casi lista para comenzar.

10/03/03

 
       

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