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Nacionales PP.Catalans :: 11/02/2016

La CUP Y la Izquierda Independentista

Carles Riera, Aleix Cardona, Gerard Horta
El estado de las cosas y las cosas del estado (la cosa no funciona y algunas alternativas)

 

Dirigimos este documento a las organizaciones de la Izquierda Independentista y de la Unidad Popular con la intención de plantear un debate que genere un cambio en el rumbo emprendido.

A raíz del Acuerdo de presidencia de consenso con Junts x Sí (http://cup.cat/noticia/la-cup-crida-constituent-confirma-lacord-de-presidencia-de-consens-amb-junts-pel-si), establecido por la comisión negociadora de la CUP en la tarde del 9 de enero de 2016 y confirmado por el Consejo Político Nacional y el Grupo de Acción Parlamentaria la mañana siguiente -10 de enero-, planteamos a continuación una serie de reflexiones en torno al desarrollo de la CUP nacional y, en parte, de la Ezquerra Independentista (Izquierda Independentista, en adelante EI), desde la entrada de la CUP en el Parlamento en 2012. Lo hacemos a partir del abordaje de diversos ámbitos relacionados con la incidencia de la tarea parlamentaria sobre el proyecto político de la Unidad Popular: las estrategias emprendidas dentro del marco del “processisme estàtic” 1 y las metodologías organizativas dominantes dentro de la CUP.



1. Contextualización previa: principios para la ruptura

Nos encontramos en una coyuntura global en la que el capitalismo impone su agenda por encima de estados nacionales e instituciones políticas internacionales. Impone, con la guerra militar y económica, nuevas formas de desgobierno y de estados débiles a fin de gestionar los territorios, los recursos y las sociedades de acuerdo con sus intereses. Los actuales estados-nación y las instituciones internacionales son, mayoritariamente, instancias subordinadas. En la Comunidad Autónoma de Cataluña, el soberanismo hegemónico busca crear su microestado adaptado a esta tendencia general para disponer de una instancia política que le permita formar parte de las nuevas élites en este nuevo juego global, sin el peaje de España o bien con un peaje blando y poco visible.

Desde nuestra perspectiva, el reto actual de la izquierda anticapitalista y de liberación nacional radica en hacer frente a estos procesos a través de una práctica política y cultural antagonista que enfatice más la independencia como contrapoder y contrahegemonía de la Unidad Popular desde los movimientos sociales, los ayuntamientos, el sindicalismo nacional y las instituciones nacionales populares que hay que construir, y no tanto en el logro de un Estado catalán homogeneízable dentro del marco ultraliberal y militarista de la Unión Europea y la OTAN. Es en este antagonismo donde pueden surgir espacios y ámbitos de soberanía popular auto-organizada y colectivizada, a escalas local y nacional, y desde ahí tensionar las estructuras estatales correspondientes, españolas o catalanas, al servicio de estos espacios de soberanía popular y en función de la socialización de la economía y los servicios públicos. Tendríamos que estar, pues, en una etapa constituyente popular, además de desmantelamiento del actual entramado institucional, que no instituyente desde las instancias autonómicas. Estamos en un período histórico que debería tender más hacia la socialización y colectivización que a una aparente nacionalización.

Nuestra tarea, por tanto, no consiste en reforzar ni legitimar las actuales instituciones políticas, sino en impugnarlas a la vez que potenciamos la construcción de nuevas soberanías populares, alternativas y de ámbito nacional, es decir, de los Països Catalans. Por ello entendemos que tampoco forma parte de nuestro proyecto ni reivindicar y legitimar la democracia liberal, ni la socialdemocracia, ni un independentismo reducido sistemáticamente a la Comunidad Autónoma de Cataluña.

Nuestro compromiso y participación en el gobierno y la gobernanza deberían ser nulas, y ser más bien una fuerza deconstructiva del “processisme estàtic” en el que se inserta la lógica del clasismo burgués, y no una fuerza que perpetúe lo que puede interpretarse como la adaptación de la Transición a la etapa histórica actual. Dicho de otro modo: el actual proceso soberanista en Cataluña -dirigido y controlado política, ideológica y mediáticamente por los mismos sectores económicos y políticos responsables de la Transición (al menos parcialmente)- no es nuestro proyecto: ni estratégico, ni táctico.

Algunas pretendidas evidencias, asociadas a eso que se llama "proceso" y que nosotros rebautizamos como "processisme estàtic" y con fuerte predicamento en la EI, no lo son en absoluto, como:

• Que la independencia de Cataluña facilitará la construcción nacional y la independencia de los Países Catalanes.

• Que el aplazamiento del debate y la confrontación sociales en función de la unidad nacionalista no prefigura las hegemonías ni el proyecto de sociedad del proceso constituyente ni del nuevo país.

• Que el movimiento soberanista es de origen y naturaleza exclusivamente popular y que rebasa la capacidad de liderazgo de las élites y de las oligarquías.

• Que se trata al fin y al cabo de una oportunidad de crecimiento y consolidación de la EI.

Sin embargo, sí son pruebas evidentes los siguientes hechos:

• El proceso soberanista está cuestionando y debilitando, como nunca hasta ahora, el proyecto de construcción nacional de los Països Catalans

• Se están reforzando dos proyectos estratégicos, ambos circunscritos a Cataluña: un proyecto de carácter nacionalista, de cultura neoliberal y efectivamente sionista; y un proyecto federalista y neo-autonomista que busca un nuevo encaje de Cataluña en una España reformada.

• El proyecto de la EI se decanta hoy más hacia la unidad nacionalista y soberanista en Cataluña, que hacia la unidad popular, revolucionaria, rupturista e independentista a escala de los Països Catalans.

• La EI se está institucionalizando y, lo que es peor, se refuerza culturalmente día a día en términos ideológicos asumiendo la supuesta normalidad del porvenir de las formas políticas dominantes -Inscribirse en la lógica de la política burguesa-. Hacemos política en lugar de impugnarla.

• Por otro lado, la EI está retrocediendo en cuanto a su incidencia en el independentismo y en la CUP, en su cohesión a nivel nacional, en su capacidad de generar confrontación social y de generar instituciones nacionales alternativas, en la falta de apoyo, en el ámbito socio-laboral, a luchas y proyectos sindicales combativos y en su capacidad de promover la construcción nacional.

• En uno de los momentos más críticos de la historia de la Unión Europea, en Cataluña, paradójicamente, la vocación de pertenencia a esta instancia está siendo reforzada y legitimada por el soberanismo dominante. Además, este movimiento tampoco cuestiona proyectos como el TTIP2 ni estructuras profundamente arraigadas como la OTAN, sin querer ver las limitaciones que obviamente encarnan para la soberanía nacional, tanto o más relevantes que las que representan las provenientes del Estado español.

• Tampoco nos hemos dado cuenta, o no lo valoramos como se debería, que desde la UE se está desarrollando una ofensiva para transformar los estados del sur de Europa, los menos estados y los más inestables -Grecia, España, Estado italiano...- en muros de contención y consolidación de la seguridad en el flanco más débil, por lo que hay que acabar con las disidencias de fondo, como el proyecto inicial de la CUP, y garantizar sólidas alianzas con el capitalismo global, la OTAN , Israel y el modelo sionista de Estado. Grecia y el catasionismo son ejemplos bien relevantes.

• La centralidad y la prioridad del soberanismo con respecto a la creación de un Estado Catalán impone una cultura fuertemente acrítica e institucionalizadora del movimiento independentista, en detrimento de la hegemonía de un movimiento rupturista e insumiso, deconstructivo, tanto frente a las instituciones estatales como a las autonómicas. El discurso y la praxis de lo popular, constituyente de una nueva cultura y de una nueva hegemonía políticas, es minimizado gradualmente ante el proceso institucionalizador de nuevas estructuras de Estado lideradas por las élites con el compromiso de una EI domesticada.

• La razón de Estado y el secretismo de Estado que siempre lo acompaña, se están consolidando como cultura política dominante tanto en el movimiento independentista como en el seno de la EI -en grados diversos de acuerdo con el contexto organizativo, político y territorial-, por encima de la razón revolucionaria y disruptiva. En determinados ámbitos, y eso es lo que se hace visible en la CUP, comienza a hacerse evidente esa tendencia de los movimientos de izquierda que, en función de su crecimiento y moderación política, se hacen cada vez más reformistas ideológicamente y más totalitaristas organizativamente. Syriza es un dramático y reciente ejemplo: cargos orgánicos que, más allá de la función inicialmente asignada por las asambleas en cuanto a su tarea, acaban configurando órganos de decisión de facto, frente a cuyas decisiones las asambleas acaban siendo meramente consultivas; de ese modo se invierte la lógica de la asamblea como directora regente de la dirección política y los cargos instituidos como ejecutores del proyecto debatido y decidido colectivamente.

• Que el proceso soberanista está consolidando sin cuestionarlas la estructura social y de clases y sus jerarquías orgánicas. Juntos x Sí representa de forma clara este discurso. Determinados agentes de la EI no actúan como antagonistas radicales de este planteamiento; algunos de sus gestos institucionales incluso lo afianzan.

• El discurso de "primero la independencia y después ya hablaremos del país que queremos" se ha impuesto y la EI, a pesar de su retórica, ha contribuido a ello.

• Los referentes de socialismo, feminismo, Países Catalanes, ruptura, desobediencia, anticapitalismo e internacionalismo, entre otros, son -en el marco del proceso y de la CUP- referencias cada vez más vacías y banalizadas, con más componentes estéticos y retóricos que materiales, instrumentales y contingentes; no acumulan potencia popular real como proyecto alternativo, antagónico y confrontado al nacionalismo hegemónico.

• De este modo, lo que está sucediendo es que en distintos grados, dentro de la EI, crece la desorientación, el hartazgo y el agotamiento.

• La burguesía catalana como clase social incluye sectores diversos. Esto nos obliga a perfilar la complejidad del análisis sobre sus respectivos posicionamientos ante la independencia. Evidentemente, una parte de la alta burguesía difícilmente dará apoyo político a un proceso de autodeterminación hacia la independencia, pero también se constata una sintonía de una parte de las nuevas élites catalanas con las ideas neoliberales propicias a facilitar la emergencia de territorios con soberanías limitadas, más proclives a los mandatos del capitalismo global que a los mandatos de las instituciones estatales tradicionales.

A pesar de todo, en la práctica, su vocación hoy es más reformista que rupturista. Esto hace que, en el actual escenario, no sea del todo descartable el desarrollo de un nuevo pacto de Estado para reformar la Constitución española, como solución pretendidamente definitiva de los desajustes y conflictos que el pacto de 1978 dejó abiertos en los ámbitos territoriales y autonómicos. La consulta legal estaría ligada finalmente a la ratificación mediante referéndum de este nuevo pacto constitucional, incluida la posibilidad de que la nueva Constitución contenga alguna referencia explícita a la especificidad catalana. Este proyecto está siendo ya avalado -a nivel, es cierto, desigual - por destacados miembros de la judicatura y del constitucionalismo en España, por el PP, por el PSOE y PSC, por Podemos, por Ciudadanos, por IU y una buena par de ICV, UDC, Compromiso, PSM, PNV y por la Corona española. Afirmamos simplemente que hay que tenerlo en cuenta y que no es descartable como opción política estratégica de las estructuras políticas dominantes. Es evidente que este proceso gustaría también a las instituciones y los poderes internacionales, así como a los poderes fácticos catalanes. Tampoco es descartable que este escenario sea críticamente asumido por la Izquierda Aberzale en caso de que representara un progreso en el proceso de resolución del conflicto. Y tampoco sería un proyecto al que el BNG y En Nueva se opondrían radicalmente si así consiguieran una mayor autonomía para Galicia. Obviamente, por el camino todos radicalizarían posicionamientos, pero no tanto con ánimo de ruptura sino de reforzar las posiciones negociadoras. No olvidemos que este proceso también implicaría una renegociación de la autonomía en las Islas y el País Valenciano que desterrado aún más el proyecto de los Països Catalans. El resultado final no sería ni la independencia, ni un proceso de autodeterminación en los Països Catalans, ni una ruptura con la UE, ni un cambio de hegemonías que nos hiciera progresar en el camino hacia el socialismo y el feminismo.

2. Prácticas y estrategias políticas que habría que replantearse

• La EI debería definir y llevar a cabo una práctica capaz de articular sólidamente un espacio político propio con relación al proceso soberanista en términos claramente revolucionarios y rupturistas.

• Se debería impulsar con urgencia una Asamblea Nacional de los Països Catalans. Esta instancia de contrapoder nacional, de base municipalista, sería una primera institución nacional alternativa, que podría inspirarse en el "Concepto Confederal del Comunismo Libertario" de la CNT de mayo del 1936 y en el actual proyecto de Confederalismo Democrático Kurdo.

• En los procesos de formación de gobiernos autonómicos la EI no debería investir a nadie en primera instancia, y posteriormente en su caso, sólo a quien asuma plenamente nuestra propuesta política. Nuestro discurso y nuestra práctica política deberían poner más énfasis en el programa que en quién debe encabezar el gobierno, dada la naturaleza aún autonómica de los gobiernos regionales y el perfil de orden, profundamente clasista y reformista, de cualquiera de los posibles candidatos a presidir los Països Catalans. Nuestra prioridad no es la gobernanza, sino la formación de mayorías parlamentarias, en su caso de geometrías variables, para promover procesos disruptivos de rupturas políticas y económicas, de deslegitimación de la institucionalidad regional y autonómica, que materializaran en la movilización social y los contrapoderes populares.

Esta propuesta debería incluir, orientativamente:

• Compromiso con la construcción nacional y la autodeterminación de los Països Catalans.

• Proclamación unilateral de la independencia y de desobediencia a las instituciones del Estado

• Salida de la UE y del euro.

• Salida de la OTAN y de los procesos del TTIP, el TISA y el CETA.

• Creación de una Banca Pública.

• No al pago de la deuda.

• Refuerzo de los servicios públicos.

• Socialización de sectores estratégicos como la vivienda, el agua, las infraestructuras básicas y la energía.

Se trata de dar el voto a una proclamación unilateral de ruptura con España, el inicio de un proceso constituyente popular, medidas de cambio en las políticas sociales y económicas de carácter feminista y anticapitalista, fortalecimiento de las estructuras organizativas y las prácticas que se insertan en el ámbito socio-laboral, acciones de desobediencia e iniciativas de construcción nacional de los Països Catalans. Esto implicaría deslegitimar el proceso y a sus agentes si no asumen estas actuaciones y, a la vez, promover un espacio propio de movilizaciones y de acciones de desobediencia. La independencia para cambiarlo todo.

En cuanto a la agenda política de construcción nacional:

• Potenciar el crecimiento y la implantación municipalista de la EI en todo el territorio de los Països Catalans.

• Potenciar decididamente y por todos los medios las prácticas asamblearias a escala vecinal y laboral.

• Consolidar modelos de sindicalismo nacional no jerarquizados, ni burocratizados, ni profesionalizados, sino horizontales, asamblearios y dinámicamente rotatorios en las esferas orgánicas.

• Incidir en las dimensiones políticas y culturales rupturistas de Somos Países Catalanes y potenciarla como instancia de movilización y sensibilización en torno a la construcción popular nacional.

• Dar un apoyo activo a los medios de comunicación nacionales susceptibles de recoger los contenidos políticos e ideológicos de nuestro proyecto.

• Crear la Asamblea Municipalista de los Països Catalans y la Asamblea Nacional de los Països Catalans.

• Promover procesos de autodeterminación populares y auto organizados a nivel local en todo el territorio del país.

• Difundir, organizar, explicitar, coordinar colectivamente, convocar y apoyar movilizaciones sociales e iniciativas políticas de solidaridad con la agenda reivindicativa de los movimientos populares de todo el territorio en un contexto de ensanchamiento de la unidad de acción con agentes colectivos verdaderamente transformadores.

3. El descenso de la CUP al infierno del parlamentarismo burgués: cómo afecta esto al proyecto político y la metodología decisoria

En la Asamblea Nacional de la CUP de noviembre de 2011 la militancia decidió presentarse a las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2012 con, aproximadamente, un 77% de votos a favor y un 23% en contra. Si bien su entrada en el Parlamento con tres escaños sirvió para dar a conocer y popularizar la CUP, la misma CUP no lo aprovechó como hubiera debido para difundir su existencia, los sentidos y el proyecto de la izquierda Independentista. Observamos el papel desempeñado por la CUP en el Parlamento y constatamos el acomodo de la organización a las lógicas de la política parlamentaria – ya de entrada, por el tiempo y la energía militantes gastados -, a sus tiempos, a sus agendas y a su propia reproducción ideológica y mediática. La tarea discursiva ha sido buena, a veces incluso muy buena, pero ha sido una tarea orientada al universo paralelo de la política parlamentaria y su eco mediático, tan distante de las necesidades de la clase trabajadora y de la lucha para mejorar y resolver sus – nuestras – condiciones materiales de vida.

Desde el 2012 hasta ahora la CUP se ha hecho "normal", tan "normal" que la acción política de la CUP a nivel nacional ha acabado reduciéndose a la acción política parlamentaria. La contracultura política revolucionaria, asamblearia y rotatoria que deberíamos extender por todas partes ha terminado reduciéndose a la sola actividad de las personas que ocupan los cargos parlamentarios: reuniones, propuestas, interpelaciones, discursos, votaciones y ruedas de prensa. La CUP ha terminado auto-identificándose con sus parlamentarios y no con los movimientos populares que en principio debían justificar nuestra presencia en el Parlamento; así mismo ha sucedido en las campañas electorales, en las que las imágenes de lucha popular y de acción colectiva han cedido el paso a las imágenes de los candidatos, tanto en 2012 como en 2015. Estamos ante unas relaciones de poder que, inevitablemente, no pueden conducir a ninguna otra parte sino a la oclusión de los procesos asamblearios como fuente decisoria del camino a emprender. Si se añade la inserción en las dinámicas institucionales parlamentarias el panorama no puede sino oscurecerse.

Se ha decidido la inclusión de la CUP en procesos y estrategias que no se discutieron asambleariamente: lo más flagrante, el apoyo a CDC y ERC para convertir el referéndum unilateral vinculante del 9 de noviembre en un proceso "consultivo". Hay más, como el que un diputado de la legislatura anterior desautorice la posibilidad de llevar a cabo un referéndum unilateral porque el Estado español no es "Blancanieves", negando así el derecho de toda una sociedad oprimida a hacer los referéndums que ella misma decida frente al estado opresor y ¡de acuerdo mismo con el derecho internacional! O incluso hemos visto cómo un diputado dimisionario de la nueva legislatura afirmaba dos horas después de las votaciones del 27S que no se podía proclamar el DUI [Declaración Unilateral d Independencia], a pesar de disponer - en teoría- de mayoría parlamentaria independentista previa a un referéndum unilateral. Esto sucedió sin que se hubiera producido el más mínimo debate asambleario anterior que trazara qué decisión se debía tomar si no se llegaba a una mayoría superior al 50%, demostrándose la falta absoluta de visión política estratégica de la CUP a corto, medio y largo plazo – a no ser que la visión sea llevar la CUP al terreno que denunciamos-.

4. La firma del Acuerdo del 9 de enero como punto de inflexión y expresión de un falso consenso

La asamblea de militancia de la CUP del 29 de noviembre en Manresa fue rotundamente aclaratoria del posicionamiento mayoritario – 800 votos y pico contra la investidura de Mas, 400 y pico a favor –, que quedó desdibujado el 27 de diciembre en Sabadell con la participación de personas que ni de lejos podrían ser consideradas auténticas militantes de la CUP, ni de la Izquierda Independentista, ni siquiera de las organizaciones que componen el GAP [Grupo de Acción Parlamentaria]. Deseamos que un repaso escrupuloso de los asambleístas inscritos lo aclare.

Desde el 10 de enero todos los diputados y diputadas, dimisionarios o no, de la CUP no han cesado de afirmar la cohesión interna y el refuerzo de la organización, lo que se podría concebir como una falacia. Después del Acuerdo, hemos asistido a un desfile de parlamentarios por los medios de comunicación y leído incontables artículos que partían de testigos del interior de la organización. El Consejo Político Nacional y el Secretariado Nacional conocen el tiempo que han tardado en comunicar a la militancia una reflexión y una argumentación amplia de los motivos que justificaron este acuerdo en cada uno de los cinco puntos. Es cierto que a nivel individual miembros del Secretariado Nacional se ofrecieron a explicarlo a los culos más inquietos, y también que se abrió posteriormente la posibilidad de llevar a cabo asambleas territoriales para debatirlo con la presencia de los parlamentarios, pero no hay una narración completa y pormenorizada de los hechos y de cómo se defiende el Acuerdo en cada uno de los cinco puntos. Habría que plantearse si el cansancio y el hastío implícito de una parte de la militancia respecto a unos modos de actuar que han dejado de ser extraordinarios, no tienen algo que ver con los votos emitidos a través del correo electrónico durante la noche y la madrugada del sábado 9 al domingo 10 de enero. Hay que subrayar el hecho de que no se recojan las aportaciones, muchas y diversas, y muy críticas, efectuadas en los diferentes encuentros territoriales con el argumento - acuñado por el Secretariado o por algunos de sus componentes - de que fueron simplemente "sesiones informativas" o " audiencias públicas”.

Si el debate asambleario desaparece del mapa y la asamblea se acaba convirtiendo en un órgano meramente consultivo para aprobar lo que la élite dirigente propone, no vamos a ninguna parte. Y esto fue lo que ha sucedido con el humillante acuerdo aprobado por el CPN-GAP3 el 10 de enero. Todo el proceso negociador desde el principio de octubre fue una tomadura de pelo: hubo que esperar dos meses para enterarnos por la prensa de que la CUP proponía a Junts x Sí puntos del programa de estos últimos que ellos mismos rechazaban. Ni la CUP había establecido un plazo temporal breve para no convertir las negociaciones en un ‘procesismo estático’, ni se establecieron los puntos a partir de los cuales había que plantarse, ni se sabía quién tenía que componer la comisión negociadora. La información sobre el desarrollo procedía, de nuevo en nombre del secreto, de la prensa, con todo tipo de filtraciones interesadas. En estas condiciones resulta francamente complicado articular un proyecto político coherente. ¿Qué sucederá con el posicionamiento de la CUP en cuanto a los presupuestos definitivos para 2016 que propongan CDC y ERC – y que seguirán siendo presupuestos de miseria? Haber facilitado la actual prórroga presupuestaria es un muy mal presagio.

Esta confusión creciente ha afectado de distintas maneras a la militancia estricta de la CUP y a la gente que a pesar de no militar se había acercado y votaba a la CUP desde el 2011. Con este acuerdo, la CUP cierra su puerta izquierda, que seguramente tardará mucho tiempo en volver a abrir y a recuperar la confianza de la amplia gama de personas que se han sentido ultrajadas -militantes, simpatizantes y votantes- (recordemos que 7 de los 10 escaños obtenidos en septiembre provienen de la provincia de Barcelona, básicamente los votos del área metropolitana).

La aceptación del acuerdo, carente de un análisis contextual preciso, nos deja enfangados en una estrategia autodestructiva: no hay dinero en la caja de la Generalitat, el plan de emergencia social va a ser de juguete y no hay una legalidad que obligue a la gente a pagar impuestos a la hacienda catalana mientras no haya un referéndum unilateral que lo justifique. De hecho, no hay ni hacienda catalana, cuando desde 2012 se nos prometía la construcción de unas estructuras de estado. Esto significa que por lo menos estaremos dos o tres años más con presupuestos autonómicos empobrecedores, con todo el sufrimiento que ello implica para el 30% de catalanes y catalanas de la Comunidad Autónoma de Cataluña que sobreviven en el umbral de la pobreza. Y mientras tanto, continúa aplicándose una Reforma laboral terriblemente precarizadora que provoca que personas con nómina salarial y todo sean clasificadas como "pobres" por su sueldo de miseria. Y encima, no se cuestiona una hoja de ruta que equipara un referéndum de independencia a un referéndum en torno a una futura Constitución catalana que podría ser del todo contraria al proyecto de sociedad por el que lucha la CUP.

La CUP, y con ella una parte de la EI, quedó cautiva del "pairalisme Nacionalista"4 que consagró el pujolismo, según el cual Cataluña es una casa común y el catalanismo, ahora soberanismo, es la expresión política transversal y unitaria. Nosotras, hijas díscolas, que en Navidad y Año Nuevo hicimos el feo a la mesa patriarcal, finalmente por Reyes, para consuelo de madres afligidas y herederos y solteros desmadradamente airados, volvimos a casa y nos comimos el roscón familiar. Y nos tocó el haba - o la cagarruta del pesebre-. La asunción de esta cultura política nacional tiene consecuencias trágicas para el movimiento, ya que nos desactiva culturalmente como clase y como sujeto político de contrapoder, relegándonos siempre a un papel subsidiario de la clase dominante, a hacer de mero apéndice procesual. La construcción nacional, la independencia y el socialismo feminista sólo vendrán de la mano del conflicto permanente con los poderes globales, estatales y autonómicos que comparten alianzas de clase y de élite, y con la ruptura cultural y política con el ‘pairalisme pujolista’. No hay casa común, la comuna es la casa colectiva.

5. El abandono del proyecto de construcción nacional

Respecto al proceso soberanista / independentista, una de las claves de su existencia ha sido y es la consolidación de la fragmentación de los Països catalans. Este ha sido uno de los precios a pagar para hacer crecer un proceso político, social, mediático y cultural reduccionista del marco nacional y de la posibilidad de construir una idea y una representación nacional compartida de abajo a arriba, única forma real y sólida de construir un proyecto nacional.

El pragmatismo y el cortoplacismo han justificado el gradualismo, el desprecio a la historia, la trayectoria y la continuidad de la lucha nacional en los Países Catalanes, abonando, por la vía de los hechos y ahora de la representación mediática y política dominante de las señales de identidad, la necesidad de dejar el marco nacional para centrarnos en cada trozo "histórico".

El proceso o processisme estàtic es una pieza clave de la reformulación de los pactos de 1978, en los que se reflejan los actuales dirigentes políticos de Cataluña para mejorar la propuesta y así dar continuidad a su negocio. Y en este sentido, ahora se han desconflictivizado cuestiones como el nombre de la lengua, los símbolos e incluso el nombre del país, potenciando identificaciones separadas que no representen agresividades que puedan abonar la reanudación de la lucha de liberación nacional. Euskal Herria y los Païísos Catalans, formalmente reconocidos y políticamente desactivados, son clave de la nueva realidad en la construcción de esta UE más estable, fascistizante y antipopular, gendarme del Mediterráneo dentro del oasis capitalista. Y el proceso soberanista / independentista de Cataluña desempeña un papel básico. Como se afirmaba desde el ámbito de Internacional de CDC, "hay que construir el referente en el mediterráneo occidental del papel de Israel".

Esta deconstrucción del mito de los Països Catalans tiene unos responsables directos dentro de la propia CUP, con la elaboración de un discurso del posibilismo gradualista, paralelamente a las maniobras de los entes del proceso - como el caso del ANC5 con Mallorca - y con la elaboración de doctrina para pensamientos débiles y coyunturalistas patrioteros. Nunca se habían escrito tantos documentos, libros y noticias desde la EI para justificar la fragmentación de los Països Catalans, ni se había renunciado a la imagen del país, como en la última campaña electoral autonómica en Cataluña, donde el mapa ni aparece en la propaganda ni en el vídeo de las figuras parlamentarias. Se afirma que ¡¡¡quizás nos hemos dejado el país en la carretera y se hace un llamamiento a la memoria para no olvidarlo!!!

Hoy la construcción nacional es un estorbo y ha sido abandonada por el conjunto del movimiento, haciendo bueno el artículo 145.1 de la Constitución española, que ningún parlamentario ha denunciado en todos estos años. ¿Deberá quizás el país abandonar el movimiento?

Conclusiones

Ha llegado la hora de que la militancia de la CUP y de la EI se reencuentre y decida qué papel aspira a desempeñar en esta sociedad en el período histórico que estamos viviendo. Es imposible avanzar dignamente si una parte se dirige hacia un lado, y otra, con todo tipo de malas prácticas, hacia el contrario, convirtiendo el barco en un mero instrumento que, como es lógico, termina siguiendo una ruta errática, dando vueltas sobre sí mismo o terminando simplemente estancado. Se están derrochando esfuerzos y pudriendo ilusiones, como afirmaba un compañero; y ante la ideología dominante, la CUP no opone la conciencia de clase. Cabe preguntarse si este acuerdo se ha firmado para evitar la ruptura orgánica de la CUP, que ya a nivel ideológico, de proyecto y de estrategia resulta claro que está rota. Hay que resolver este debate con claridad desde la dialéctica de las ideas y de las estrategias políticas, construyendo un movimiento, una EI y una Unidad Popular cohesionados con relación a una ideología y a un programa, por encima de las organizaciones, que, en todo caso, han de estar a su servicio. Nuestra opción ideológica y política ha quedado bien patente en estas líneas.

En la medida que la CUP se convierte en una marca más del proceso, sólo forma parte si lo defiende. ¿Dónde queda, entonces, el proyecto de la Unidad Popular? ¿Y el de la independencia misma? ¿Dónde queda la responsabilidad del machismo brutal que han soportado nuestras compañeras y los insultos recibidos por el conjunto de toda la militancia? ¿Se ha exigido el cese fulminante de periodistas públicos con cargos de responsabilidad, protagonistas del ensañamiento compulsivo contra el proyecto de la CUP durante todo el otoño? No. Continúan desfilando por los platós como si nada hubiera sucedido: una leve queja y prosigue el espectáculo mediático. ¿Dónde queda la situación real de las clases populares catalanas cuando incluso nuestros diputados y diputadas apelan unas y otros a la "estabilidad parlamentaria"? ¿Dónde queda la posibilidad de votar lo que resulte más provechoso al proyecto de la Unidad Popular más allá de esta nueva categoría sagrada llamada "estabilidad parlamentaria e institucional"? ¿Cómo se resuelve el sometimiento a Junts x Sí? ¿Volveremos a votar con un sí crítico, media abstención y una libra de voto negativo?

Hemos estado a punto de romper la CDC y de aclarar el espacio de la Unidad Popular en los Països Catalans, pero alguien con urgencias intestinales o con muy mala baba ha optado por renovar la vía institucional y mantener a la CUP con respiración asistida. Estamos perdiendo los años y estamos vendiendo una ficción. Mientras el Dr. Jekyll y Mr. Hyde continúen sobreviviendo en el mismo organismo no hay nada que hacer; de entrada, porque esto cronifica que la toma de decisiones extremas, las de peso, las más relevantes, las hagan los de arriba sin que las hormiguitas de verdad tengamos la más mínima idea de cómo lo hacen. Participamos de la opereta bufa del parlamentarismo con la posfascistada unionista, los liberales españolistas versión federalista, posestalinista o comúnmente trepa y enrollada, con CDC y ERC alargando el processisme hasta el fin de los tiempos, y la CUP como garante de la estabilidad parlamentaria a que aludíamos. Sin servicios públicos ni trabajos dignos, sin condiciones de vida justas ni esperanza. Contad cuántas banderas han desaparecido de los balcones y la poca predisposición de la gente a asumir que la independencia y el cambio social dependen de ella misma y no de los parlamentarios. El problema no sólo es que así no vamos a ninguna parte, sino que por el camino nos cargamos la CUP y arrastramos -en mayor o menor grado, con mayor o menor rapidez- el conjunto de la EI. Som-hi? ¿O aceptamos el naufragio?

Hay que comprender que el combate por la independencia tiene los días contados si no está ligado a la transformación social, y que esto no son palabras para ir reiterando discursos, sino el corazón de toda acción política emancipadora y de la extensión de una cultura política que permita interpretar críticamente nuestra propia vida colectiva. El crecimiento parlamentario y la acción institucional consiguiente derivan de ganar terreno social y de ganar en el campo de la cultura política y sindical combativas. No al revés.



Països Catalans, 8 de febrero de 2016



1 “Processisme stàtic”, oxímoron que ridiculiza un proceso que no lleva a nada.

2 Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), conocido en lengua inglesa como Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP)

3 Consejo Político Nacional- Grupo de Acción Parlamentaria

4 A principios de siglo se acuñó la metáfora del parentesco ‘pairalisme’ (familismo rural) como marcador étnico de la nación, hoy nostálgico y anacrónico.

5 Asamblea Nacional Catalana

Traducido del catalán por Red Roja

 

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