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Estado español :: 25/05/2015

Los resultados electorales y el cubo de Rubik

Máximo Relti
El desenlace de la jornada electoral pasada ha dejado las cosas tal y como estaban, sin cambiarlas un milímetro del lugar donde se encontraban

No faltarán quienes, al leer nuestras conclusiones acerca de los resultados de las elecciones locales y autonómicas que se celebraron este domingo en el Estado español, nos tratarán de laminar con epítetos tales como "utópicos", "poco realistas", "anticuados", "bolcheviques trasnochados", etc., etc., etc. Aún así preferimos correr ese riesgo a escurrir el bulto, ocultando lo que consideramos que es el análisis que corresponde realizar.

Creemos que el desenlace de la jornada electoral pasada ha dejado las cosas tal y como estaban, sin cambiarlas un milímetro del lugar donde se encontraban. Han irrumpido en el escenario de las instituciones, es cierto, dos fuerzas políticas emergentes, escindidas de los grupos políticos que durante las últimas tres décadas contribuyeron a la permanencia del régimen monárquico, al dominio incuestionado del sistema económico capitalista, a la proliferación de la corrupción en las más altas esferas del Estado y, también, a conducirnos a la situación sin salida en la que hoy nos encontramos.

La promoción de ambas formaciones ha estado propulsada en todo momento por las grandes empresas de la comunicación. ¿Una suerte de imprevista casualidad? Sin entrar en los intrincados terrenos de la especulación conspirativa, habrá que convenir que si tal promoción pudo producirse no fue gracias a la presunta neutralidad de los medios, sino que más bien parece haber respondido al hecho de que el deterioro político, económico e institucional de la Monarquía heredera de la dictadura había alcanzado tales niveles que a las clases sociales hegemónicas les interesaba la existencia de piezas de recambio que permitieran, en un momento dado, la rápida sustitución de los sujetos institucionales del Régimen. Que ello debió suceder de esa forma lo prueba la fulminante abdicación del desacreditado monarca Juan Carlos I, así como el veloz deslizamiento de la dirigencia de Podemos hacia las regiones edulcoradas del tibio reformismo socialdemócrata.

PERO, ¿SE HA PRODUCIDO UN CATACLISMO EN EL MAPA ELECTORAL ESPAÑOL?

Una aproximación a las "novedades" que presenta el mapa electoral resultante de la pasada jornada dominical, nos indica que la composición de Podemos no es más que una duplicación de la variopinta amalgama ideológica que antes se congregaba alrededor de IU. A lo largo del último año, a Podemos han ido añadiéndose fracciones provenientes de IU, del PSOE y de otros grupos caracterizados por su indefinición ideológica. Y eso se ha reflejado claramente en los resultados electorales. Podemos ha recogido los restos del naufragio de una Izquierda Unida previamente destartalada, a los que también se han agregado sectores de votantes desilusionados por el partido que ostentaba la representación oficial de la socialdemocracia española y una buena porción de votantes irritados por los efectos de la crisis capitalista, que tradujeron el lenguaje radical utilizado inicialmente por los líderes de Podemos como una alternativa al sistema. Sin embargo, los modestos resultados obtenidos por una formación que aspiraba arrebatar la alternancia al PSOE no pasan de ser sino una magra combinación entre la suma de la estrepitosa derrota de IU y las deserciones sufridas por los "socialistas". Ni más ni menos.

Con "Ciudadanos" ha sucedido algo similar a lo que ha pasado con Podemos. Se trata de un partido ultraderechista cuya función fundamental ha sido la de recoger los votos desgajados del Partido Popular. Tanto Podemos como Ciudadanos sirvieron objetivamente como garantes de que no se iba a producir un vacio político en el caso de que el el bipartidismo sufriera un colapso fatal. Al igual que el Jefe del Estado tenía prevista su sustitución, no podían suceder menos con los partidos que durante casi cuatro décadas habían estado custodiando la permanencia del sistema político sucesor de la dictadura.

¿QUÉ HA CAMBIADO TRAS ESTAS ELECCIONES?

¿Dónde se encuentran, pues, los "cambios" reales que algunos dicen que se han operado en la geografía electoral del Estado español? ¿Tal vez en la alcaldía conseguida por Manuela Carmena en Madrid? La trayectoria ideológica recorrida por quien fue miembro del Consejo del Poder Judicial y asesora del gobierno socialdemócrata de Patxi López, en Euskadi, no indica precisamente la predisposición política de esta mujer a ser protagonista de fulgurantes cambios en la capital del Estado.

Es cierto que el Partido Popular ha perdido importantes plazas de su dominio. En el esquema del electoralismo de los sistemas de democracia formal el movimiento pendular de los votantes es una de sus claves. Hace tan solo cuatro años el PSOE sufrió una derrota similar. Son gajes del oficio de quienes se turnan en el aparato del poder político para que nada cambie. Pero tampoco es menos cierto que tanto uno como otro han impuesto las mismas politicas económicas ordenadas por Bruselas y la gran banca europea. ¿Alguien puede creer a estas alturas que la perdida de cuatro millones de votos por parte del PP cambiará en algo el panorama económico español?

¿HAY RAZONES PARA CELEBRAR ALGO?

Desgraciadamente, no existen razones para la celebración, ni tampoco para la alegría. Todo lo contrario. El tsunami de ilusiones utópicas que estas elecciones han levantado en importantes sectores de la sociedad española ha servido para promover la desmovilización social y la esperanza de que solo el juego institucional podrá sacarnos del callejón sin salida en el que nos ha situado el sistema económico capitalista. No debe resulta extraño que en el seno de todo un colectivo social que a lo largo de décadas ha ido perdiendo sus tradiciones de lucha y organización, las espectativas infundadas encuentren terreno abonado.

La "recomposición" electoral que se produjo el pasado domingo en España tiene mucha semejanza con el cubo de Rubik. Los cuadraditos y sus correspondientes colores han cambiado de lugar, pero todos ellos siguen integrados en el sistema que rige inexorablemente los movimientos del geométrico cubo. Usted podrá moverlo en uno u otro sentido, pero lo único que logrará será cambiar su apariencia, nunca su esencia.

La cuestión esencial es que ninguna de las fuerzas que se incorporan al espectro institucional del sistema político del 78 están interesadas en cambiar el orden de las cosas.

¿Quiénes son realmente, entonces, los utópicos, los que carecen de "realismo", los que se sitúan en el marco de perspectivas ilusorias? ¿Aquellos que sostienen que al sistema capitalista es posible retocarlo para embellecerlo, o aquellos otros que mantenemos que hoy lo importante consiste en organizar a la sociedad y al conjunto de los asalariados para poder estar en condiciones que permitan acabar con el sistema mismo?

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