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Madrid :: 12/07/2016

El asfalto nos arrebata la vida

Carlos Martín - Homer
El pasado 5 de Julio murió arrollado por una camioneta un ciclista vecino de Aranjuez cuando se encontraba de ruta en las inmediaciones de la ciudad.

El pasado 5 de Julio murió arrollado por una camioneta Juanan, vecino de Aranjuez, cuando se encontraba de ruta ciclista en las inmediaciones de la ciudad. La imagen cedida por Grupo Bicicrítica de Aranjuez muestra el apoyo social en memoria de Juanan que tuvo lugar el domingo 10 de julio al mediodía en la plaza de la Constitución.

Si hay algo que escenifique fielmente la deshumanización que ostenta este sistema es el mundo de la carretera. Cuando subimos al coche y circulamos por la vía, sacamos el demonio que llevamos dentro. Es entonces cuando una conjunción de agresividad, competitividad y materialismo domina la carretera. Vaya por delante que no pongo a todo el mundo en el mismo saco, porque hay muchas personas responsables al volante. Aún con todo y con eso, si observamos los detalles es cuando se aprecia ese mundo de locos de grandes proporciones, que no es otra cosa que el reflejo de una sociedad enferma. La mala hostia es apabullante, insultándose por una cosa u otra. Desaparece el respeto con el que comparte vía, cual si fuera su adversario. Hacemos lo que nos viene en gana, aunque pongamos en peligro a terceros o incurramos en una imprudencia. En ciertos casos hasta parece como si el coche conformase la personalidad de aquellos que por si solos carecen de actitudes y necesitaran hacerse notar pisando huevos o pisando fuerte con su cochazo, y así un largo etcétera.

Y qué decir de esos obstáculos que hay que sortear llamados peatones. Los esquivamos hasta en los pasos de cebra, cuando no les ondeamos el pelo al pasar oliéndoles el culo. Menudo riesgo es ser hoy día peatón en un mundo cada vez más lleno de coches y un reducto espacio para el viandante. Atrás quedó la educación de nuestros hijos en la calle, a no ser que sean recintos cerrados a compartir con nuestras mascotas. Otra singularidad es el ciclista que está en tierra de nadie. Para algunos, y que no son pocos, ni es peatón ni es vehículo. Todo conductor tiene bien aprendida la lección de por donde no pueden circular las bicicletas, y bien que lo hacen ostensible con algún malcarado ademán cuando se topan con algún incauto. Se alarman cuando el insensato de la bici atraviesa un paso de cebra, pero mira por donde, pelillos a la mar cuando te adelantan en raya continua o te esquivan agresivamente. Parece ser que a la hora en que se concedió la responsabilidad y la educación viaria ese día no todo el mundo fue a la autoescuela. ¿Cuantos te tratan como lo que eres, un vehículo lento en la calzada, y se detienen a esperar?

No se trata de victimizar a los peatones ni a los ciclistas, porque también cuecen habas a ese lado de la vía. Cometemos irresponsabilidades en algún momento, no se puede negar que estamos más asilvestrados. No obstante y a pesar de ello, en una sociedad decente siempre prevalecería el derecho del más débil por encima del más fuerte. En otras palabras, las normas de circulación son ineludibles para todos, pero más todavía para quienes manejan armas letales que pueden segar una vida. La educación y sensibilización vial tendría que estar a la altura de las otras materias que se estudian y más en la dirección en la que vamos. Al final se traduce en mostrar verdadero respeto por la vida cuando dependen de las acciones de los conductores. Violar el espacio vital de quienes no van acorazados, no es tener ese respeto a la vida y todo por querer llegar antes o por tus cojones. No es algo que se haga premeditadamente con maldad, eso lo sabemos todos, pero son conductas en el ideario cultural que moldean nuestra mentalidad y nos hacen ser inconscientemente peligrosos. No cabe duda de que hay que mejorar como sociedad porque tiene consecuencias desastrosas que nadie quiere. Si diéramos la misma importancia a que no nos toquen el coche como a respetar ese espacio de metro y medio, otro gallo cantaría.

Que haya más privilegios para el peatón y que se impida circular a quienes den muestra de temeridad, que se hagan más bici-carriles, pero de verdad, no como los que tenemos en Aranjuez. Dicen los del Grupo Bicicrítica Aranjuez que con un simple trazado de líneas blancas en el suelo, como se hace en otras ciudades, podría resultar convincente en algunos supuestos, siempre y cuando, y volvamos a lo de antes, se tenga en cuenta una cultura proactiva de respeto a las personas o animales que transitan por la calzada y no están motorizados. Que seamos más conscientes y menos inconscientes. Quizá entonces se produzcan menos accidentes debido a las imprudencias, y quien sabe, a lo mejor no hubiera que lamentar más perdidas.

Juanan, que tu último suspiro haya ido con el placer de sentir la bici. Que la tierra te sea leve compañero.

Carlos Martín

 

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