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Estado español :: 07/11/2016

¿Y tú quién eres?

Maité Campillo
… entonces, lo que parece suscitar el teatro es el abandono de la escena para encontrar la verdadera vida, esta es la cuestión esencial que hace que el teatro permanezca

Acción, tiempo y espacio

La actriz representa un personaje en apariencia jovial, vitalista, pero en sus quehaceres diarios va notando ciertos desequilibrios emocionales, sensoriales, de ubicación, galopando sobre los huesos de su cuerpo. Como una evidencia en el tiempo van abarcando su memoria, mazo que puntualiza la fuga. Se encuentra ante un escenario en penumbra, como si de un lugar provisional se tratara ¿cómo salir de él? Donde los sentimientos y la realidad chocan, golpean amenazantes, sangran sobre el pulmón de la tierra disputando el sol a galope contra las sombras. La actriz (Albita), se encuentra sentada entre el público, como una más esperando a que empiece la obra. Se apagan las luces de la sala, no sale nadie. Transcurren unos segundos y no pasa nada. Se enciende un foco, lentamente el ojo de luz se impone sobre el centro del escenario. El tiempo no se detiene, los segundos avanzan, y nadie acude a la escena… entonces, lo que parece suscitar el teatro es el abandono de la escena para encontrar la verdadera vida, esta es la cuestión esencial que hace que el teatro permanezca.

Monólogo

Desde las butacas del público se oye una voz intranquila de protesta:

¡Pero coño, que pasa, cuando empieza la obra!

Tres segundos más y la voz vuelve a oírse de entre el público:

¡Pero bueno, a qué esperan (se pone a silbar) fuiiiiiii,fiuuuuu!

Un empleado del teatro se va acercando lentamente a la mujer del silbo, le dice algo al oído, a lo que ella responde preocupada:

¡Sí, soy yo… Cómo es posible, si, si, claro, yo soy!

Adopta un aire serio. Su mirada recorre al público expectante que observa sin entender nada, un silencio absoluto invade la sala:

Disculpen por favor, ha sido un lapsus, lo siento gente, lo siento, yo…

En el momento que se incorpora para subir al escenario, se apaga el foco que centraba la imagen “invisible” de la actriz:

¡Pero coño, chico, el de las luces, enciende que me mato!

Vuelve a encenderse el foco sobre el centro de escena, logra subir las escaleras que dividen la sala:

¡Ahora siiiiii… gracias compañero, vamos a empezar, puedes apagar!

Escenario desnudo. Entra Albita. El telón sube en lo oscuro, el ojo de luz asoma. La actriz aparece tendida sobre una sábana blanca agarrada al asa de una bacinica u orinal de porcelana blanca, lleva puesto un camisón largo, pelo algo alborotado. Observa las zapatillas, intenta ponérselas desperezando entre pequeños bostezos y estiramientos de brazos, se refriega los ojos e incorpora. Ya de pié vuelve a coger el mentado orinal, lo mira como observando no se sabe que, dejándolo de nuevo sobre el escenario. Da vueltas sobre él, gira y sigue mirándolo de forma extraña, como si no supiera para que sirve, se siente atraída por él. Decide agacharse, lo coge por el asa, hace como que lo agita y huele. Los tiempos se funden en el espacio. Mira hacia su alrededor con desconfianza, se siente observada. Súbitamente su expresión cambia, se la observa más segura, decidida o animada, va hacia el extremo del centro del escenario que hace de ventana y supuestamente lanza la orina al público, al grito:

¡Agua vaaaaaa…!

Vuelve al centro de escena. Mientras retira el orinal y recoge la sábana tararea una canción con un punto de nostalgia. Se crea nueva ambientación lumínica… introduce una silla bajo el mismo punto de luz donde antes estaba tumbada (sin percibir los cambios). Se sienta para “arreglarse” un poco la cara en un tocador imaginario: se peina, pinta los ojos, los labios, pasa unos polvos sobre la cara con una brocha:

¡Bueno, lista para no asustar demasiado, ahora a mis quehaceres diarios!, primero mi clase de canto (saca unos teclados, carraspea, empieza a calentar la voz susurrando) unnnnnnn, muuuuuuuu, mooooooooo, aaaaaaaaa, clase terminada ¿Por dónde iba?… Ah si, creo que ahora toca la clase de ballet. Dicen que hacer ballet rejuvenece las carnes y mantiene el lívido alto y la concentración ¡Muy importante la concentración para la memoria, ala, a imitar a la Alicia Alonso! A la otra no, Isadora Duncan bailaba desnuda, con apenas una gasa trasparente, eso yo lo hago cuando estoy sola (hace como que cubre su pecho y empieza unos ejercicios de estiramientos sobre una barra imaginaria, de pronto se para):

¡Ostras tu, ufff, no hay que pasarse, no sea que me abra demasiado y me rompa, pues nada, a por el lago de los cisnes! Tchaikovsky me gusta (da unos pasos moviendo las manos e intentando subir los pies de puntillas, se cansa rápido, se sienta sobre la tarima hablando para sí) ¡Luego el profe me dice que parezco un pingüino en vez de cisne! ¿Y él?, si dijera yo lo que parece, ya te digo… (intenta unos pasos más) ¡Ñoooo, que me caigo, haber si va a tener razón el lanudo ese… Bueno, ya está bien por hoy que esto agota! Voy a darle de comer al gato que no deja de maullar y de cruzarse entre mis piernas (simula que se le cruza). Toma Charlot, tu ración de pepino y yogur de frutas silvestres, que la comida de lata huele a mierda ¿de qué narices estará hecha?, seguro que de nada bueno, cuando Charlot que tiene siete sentidos para preservar sus siete vidas no la comeeeee… malo, malo, malo! Las personas sólo tenemos un sentido que es el de tragar, tragamos cualquier porquería y luego viene lo que viene, que si gastroenteritis, picores radiactivos, luego los desahucios, después que si la sanidad de mierda, que me da cita para el ginecólogo con dieciocho meses de espera, para alergias dos años… A la gato le puse Charlot, cuando lo encontré en el callejón de Hammel. Tenía el bigote como Benny Moré la pobre sólo le faltaba el bastón, estaba toda rota, desvalida y sin una triste sardina que llevarse a la boca, pobre! Cuando la traje a casa la lancé a la lavadora sin dudarlo, con jabón lagarto, ojo! No, qué va, si sólo estuvo un rato en el programa ecológico, y sin centrifugado, vayan a pensar… Ya yo sabía que gatos y gatas tienen siete vidas y, si perdía una le quedaban seis, vayan a creer que… Ja,ja,ja salió como el cómico, daba tumbos pa`ca-pa`ya, corría como perseguida por la policía, pobre, cómo bufaba jaaajaja! No los quiere ni ver, a los polis, no le gustan nada. Desde entonces es Charlot. La he ensañado a colarse en los hoteles de cinco estrellas ¡Que ya sufrió bastante, toma no, es más lista! No quiere saber nada de la comida basura, ni siquiera de las albóndigas de lata, huelen mal, ni de lavadoras quiere saber!! Espera mansamente las sobras de los “grandes”, de los de plato para impresionar amantes… ¡Cómo se esconde, es más graciosaaaaa, no la descubren nunca, cada día aparece en una suite diferente, jajajaajaaa!

Mientras habla retira todo lo que utilizó en sus ejercicios, termina y coge una escoba, barre y sigue su retahíla bajo un punto de luz más abierto. Una melodía de fondo acelera el ritmo de sus recuerdos, la tararea, baila con la escoba y ríe animada, se detiene, mira al público, habla:

Mi novio se fue de mi casa, no al otro mundo, no, pendejo… mira que tiene suerte el huevon, eligió una casa más vistosa y chica nueva ¡Si bobo no es! Y lo peor, ahí va la segunda: el muy canalla desvalijó la cuenta en Bankia ¡Hizo lo mismo que el Blesa y el Rato, coge el dinero y corre, correeeeee…! El sabandija se largó con el dinerito ahorrado por los dos, puuuuuuta parió ¡Ala, a disfrutar que solo se vive una vez! Y aquí estoy. A solas. Con su perro y el gato del callejón de Hammel. Y a lo peor, ahí va la tercera: me llama para decirme por los países que va eternizando lunas en noches de miel, restregándomelo todo el boludo, golpe a golpe haciendo revolotear entre ambos la nueva mariposa de sus sueños… también para saber como anda su perrito claro. Pues eso. Acá me tienen, a solas con su perro y mi gata. Me divierto mucho con las aventuras de Charlot, es más ingeniosaaa, cuando me ve deambulando sin horizonte, pafff, salta a mis piernas a sentarse y a ronronear… Perdón, me llaman por teléfono, debe ser el padre del perro ¡Ah, hola! Si, si, si, siiiiiiii…

(Apagón)

Aparece la actriz como al principio tumbada sobre una sábana blanca. El nuevo foco dirigido a ella es de una luz más amarilla, crea un espacio más reducido, tétrico. No aparece el orinal. Cuando se incorpora se la observa algo más mayor. Expresión ingenua. Se mira el camisón y la sábana, manifiesta extrañeza ante la humedad de la ropa. Se a orinado durante el sueño, huele la sábana haciendo ascos:

¡Donde está mi bacinica! ¡Necesito gafas, lo se, pero donde diablos habré metido las gafas!

Se lleva las manos a la cara, hace una mueca de sollozo:

¡Si las llevo puestas… Aaayyy! Bueno, Alba, basta ya, hay que organizarse (de nuevo interrumpe el teléfono) Dígame… ¡Ah, hola! Si, si, si, siiiiiiii…

(Apagón)

II parte

Al levantarse el telón la escena se tiñe de rojo, es el ocaso. Aparece escrita al fondo del escenario una frase que dice “El cine y la novela viajan, el teatro, mantiene los pies sobre el suelo” ((Bernard-Marie Koltés)

¡Abuelita, abuelita!

¿Y tú quien eres?

Soy yo, abuelita.

¿Soy yo, abuelita?

¡Yo, tu nieta!

Tu nieta… ¿eres Charlot?

¡Soy, Albita, abuela!

¿Albita? Yo conocí una niña que se llamaba Albita…

Nuestro personaje nació en un poblado pequeño, donde los bosques se vestían para festejar otoños y primaveras regeneradoras, frescas y hermosas impregnadas de sabia y vida. De niña la gustaba corretear entre hayas y robles en busca del silencio sólo roto a veces por el trino de algún Petigorri. En ellos encontraba una paz placentera, lejos del hogar donde todo era un remolino de voces. Pero pronto conoció la función social que la esperaba, dentro de ese mundo rural ayudaba a su mamá a todo, incluido los animales del corral, hacer recados, acarrear agua de la fuente que bien lejos que estaba… Fue muy poco a la escuela, pero no por ello dejó de tener amigas y hasta estudiaba por las noches al punto de caer rendida de sueño. Con los niños no se llevaba tan bien, ellos jugaban a peleas y se reían de las niñas, pero ella era luchadora!! Y, siempre que podía, se refugiaba en el bosque de luces y sombras en busca del canto de las aves, las reconocía a todas, envidiaba su vuelo libre, su forma de planear… Uno de esos días suspendidos por el tiempo dejó de ser Albita (la actriz) para convertirse en Alba, la abuela del valle.

Se levantó de su mecedora y salió de casa… caminó como jugando a las escondidas guardando de que nadie la viera. A pasito fue adentrándose entre los viejos robles y hayas, recuperando una parte de su vida alejada por los escenarios ¡Allí, sentada sobre una roca, respirando el aroma de las flores silvestres se la veía feliz y soñadora! Estuvo un sin fin de tiempo saboreando, respirando, agradeciendo el sabor intenso trasmitido en su larga ausencia, hasta que el sol declinó para esconderse… ¡Albaaaaa, Alba! Oyó decir su nombre a las hayas. Alba excitada e inquieta de saber que la recordaban lloró irradiada de emoción. Tras breves instantes se incorporó de la fiebre de sus sueños. Empezó a dar vueltas y vueltas indecisa, excitada, aturdida, como atrapada por un rabo de nube, como si todos los sentidos la abandonaran y paralizaran, y el tiempo se cristalizara abandonándola. Gimió como una niña en busca de una casa que su memoria no alcanzaba a recordar.

El frío y temor la iban intimidando pese a que la luna estaba vestida de blanco. Sintiéndose sacudida por su propia historia, Albita se esforzaba, pero la memoria fallaba y los temores ocultos la asaltaban acelerando su aturdimiento. La excitación la impedía recordar, ni el amor que la unió a los escenarios llegó a recordar para su tranquilidad. Y, Alba, la abuela del hermoso valle lloraba, lloraba, lloraba sola y desconsolada, indefensa; su luz interna se apagaba ¿Dónde la realidad en el mundo del silencio?, dentro del cuerpo del bosque otro cuerpo. Después de unas horas deambulando por el espacio interno de su propia naturaleza, más que rendida agotada, se acurrucó entre unos arbustos sobre los que desmayó en sueños confusos durmiendo de a poco… Cada vez más los sueños, cada vez menos (la actriz) ella. Sobre sus mejillas una lluvia de estrellas a forma de gotas de rocío. Eran las nueve horas, de una mañana fría, pero soleada.

EPÍLOGO

Encontrada por unos montañeros, la arroparon y dieron un bucho calentito del café que portaban en un termo, ayudando a que se reincorporara y caminase con ellos hacia el poblado. De camino hacia la casa, la abuelita del valle no dejó de repetir:

¡Mi mamá me va a reñir, me va a pegar, mi mamá…!

¡A Usted ya nadie la va a pegar, ni a reñir abuela, aquí estamos nosotros

para cuidarla, ya va a ver que nadie la hará daño!

Abrió la puerta su nieta Albita, emocionada ante la aparición gritó:

¡Abuelaaaaaa…! Yo te llevaré de paseo cuando quieras salir y jugaremos a las escondidas, siempre que tu quieras abuelita (la abraza), pero no te vuelvas a escapar!

¿Y tú quién eres?

¡Tu nieta Albita!

¿Albita?

Las últimas palabras caen como un velo sobre la escena, apenas se escuchan. Termina el relato. La actriz empieza a dar vueltas al borde del escenario perdida sobre el rabo de nube del tiempo. Mira, observa extrañada. Y como si le quedasen fuerzas para reiniciar una vida consciente, su bóveda interior se ilumina, y se decide como si a alguien concreto del publico se dirigiera:

¿Y tú quién eres?

(Silencio absoluto…) Cañón potente de luz directo sobre la actriz, que ya olvidó la pregunta y se pone a hablar con las alpargatas, Charlot, su gata:

¡Y tú, qué haces en mi casa, quién te abrió la puerta!

Gata (con voz de la actriz), miauuuu, miauuuu…

¡Ven bonito, mis, missss, ven que te voy a lavar, estás muy sucio, ven que el agua está templadita, ven!

Dirigiéndose una vez más al público:

¡Oh! Desapareció Charlot… ¿alguien vio mi gatica por ahí?

El silencio se propaga. La actriz con los ojos clavados como en el espacio, empieza a dar vueltas sobre el escenario alpargatas en mano), miauuuu, miauuuu…

Comienzan a bajar las luces. Se oye la voz de la actriz como agarrando las riendas perdidas, se lanza a galope. La expectación crece, como si un relámpago hubiera estallado sobre la escena:

¡Y ustedes qué hacen ahí sentados mirándome!, ¿quienes son ustedes?

Va como saliendo de escena, se da la vuelta para desaparecer hablando sola a un vago recuerdo, se detiene de súbito, perdida, distante, sola:

¿Charlot, dónde estás?… ¡Oh, estás debajo de la cama escondido, quieres jugar, ehhhh!

(Apagón)

Una linterna aparece sobre la sala buscando a la actriz sentada entre el público. La linterna se detiene. La actriz está acariciando las alpargatas, se las acerca cariñosamente a las mejillas… Sus ojos empiezan a perder compostura, las mira extrañada mientras pasa una de sus manos por la cara. Un gesto frío, sudoroso, una mueca de angustia se visualiza en ellos, nuevamente perdidos, extraviados en el tiempo, de ese espacio y acción sobre la que deslumbra la mañana:

¿Y tú quién eres?

La luz se apaga, esta vez definitivamente.

Maité Campillo (actriz y directora de teatro)

 

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