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Estado español, Anti Patriarcado :: 04/01/2017

La España de Jesús Gil y la Pedroche

Carlota Miranda
La idea de que ofrecer a una mujer como un juguete al que desenvolver por enésima vez es sinónimo de valorarnos y respetarnos, es como llamar amor a la sumisión

Decir que Cristina Pedroche es algo así como una representante de los derechos y las libertades de las mujeres es insultar a la inteligencia de cualquier ser humano con dos dedos de frente. Llamar envidiosa a cualquier chica que sienta profunda vergüenza ajena al ver de nuevo este casposo espectáculo es confirmar lo que muchos deben pensar; nuestro encefalograma es tan plano que a lo máximo a lo que aspiramos en la vida es a ejercer de floreros sonrientes a cambio de billetes.

Querer hacernos creer que es libre una persona que acepta ponerse un bañador que no le vale, una noche de invierno madrileña, para estar con la ventana abierta, es llamar imbécil a todo un país. Llamar evolución a seguir reproduciendo el ridículo papel de mujer objeto, cuyo único interés reside en su cuerpo sin ropa, es no haber salido aún de la cueva. Intentar convencer a toda una sociedad de que nos ayuda a liberarnos y a empoderarnos una mujer que parece sentirse, por tercer año consecutivo, orgullosa de que la gente nunca hable de su talento, ni de su inteligencia, ni de sus logros, ni de sus capacidades, ni de su solvencia, ni de su profesión, ni de sus méritos, ni de su gracia... sino de su culo y de sus tetas, es tomarnos por tontos.

Intentar que comulguemos con la idea de que, ofrecer a una mujer como un juguete al que desenvolver por enésima vez es sinónimo de valorarnos y respetarnos, es como llamar amor a la sumisión. Decir que esto es sólo un simple "vestido" que no significa nada y que no hace daño a nadie es tener la misma capacidad de análisis que una piedra. No nos molesta su atuendo; nos molesta saber que, sin él, no trabajaría. Tampoco nos molesta su trabajado cuerpo; nos molesta la falta de compromiso social de nuestra televisión. Llamar machista a cualquier persona que hable de todo lo que representa una imagen tan previsible y cutre como esta es no querer ver que la España eterna con la que nos quieren hacer tragar es zafia, hortera, retrógrada, grosera y sin gusto. Creer que esta denigrante estampa es digna de aparecer en cualquier libro de feminismo, como ejemplo claro a imitar por todas las féminas de nuestro país y del mundo entero, es afirmar que Bertín Osborne, Pajares, Esteso, Jesús Gil y compañía son maestros de la igualdad de género.

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