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Estado español :: 18/11/2015

Las listas, un lugar como cualquier otro para buscarse un sueldo

Insurgente

 

La cantidad de horas en reuniones, debates, llamadas de teléfono, (con y sin whatsapp), asambleas, emails, informes… que miles de militantes de izquierda dedican al hecho electoral, darían casi para juntarlas y asaltar, por fin, el Palacio de Invierno más cercano.

 

Desde el día siguiente de unas elecciones hay que preparar las próximas, y así una y otra vez, en un bucle imposible que dura ya décadas. Cuando acaban las generales llegan las municipales y sino las europeas o regionales, todo gira en la conformación de las anheladas listas para ver quién va (y consigue un sueldo) y quien no (y queda relegado). Las componendas, negociaciones, compensaciones, desembarcos de desconocidos en tal o cual provincia, los fieles al líder y sus discrepantes agudizan los debates, llamadas de teléfono, (con y sin whatsapp), asambleas, emails, informes…  al punto que una persona que ingresa a un partido por entusiasmo y entrega, acaba convencido que la política es eso: apoyar o ir en una lista, o en su defecto, maldecir porque va zutano, que si la gente lo conociera…. (no lo votaba ni su familia).

 

La vida institucional rige todo, está omnipresente, tal y como exigen los dueños del sistema, y también en el trocito de tarta que ceden a los disidentes verbales para que a cambio no se nos revolucione el gallinero. Todo sirve para que la izquierda que sueña con cambiar las cosas desde dentro (sumando reformas tras reformas hasta la victoria final) esté entretenida y ajena a las calles, pero encima convencida –y esto es lo peor- que en ellas no se consigue más que una buena pulmonía. Felipe González les dijo en su día a todos y todas una idea que repitió varias veces hasta su calado, argumentó que él prefería diez minutos de televisión a un millón de militantes. Le faltó decir … que un millón de militantes opinando sobre quién va en las listas, con lo enredado que es eso para la gente común, y lo bien que lo hacen los profesionales.

 

Los más aprontan, tras agotadora precampaña, campaña y post campaña, papel y boli para sumar el 20D por la noche, y comprobar si los diputados del PSOE (a la baja pero siempre imprescindible en las sumas socialdemócratas), Podemos e IU dan los anhelados 175 escaños, para comenzar así el “cambio” en el país. Una película que ya vimos en aquel “Por el cambio” de 1982 (esa vez el PSOE sin aliados) y que los andaluces siguen disfrutando casi desde entonces en una especie de aproximación al “socialismo a la europea” o el “socialismo posible” o el “socialismo dentro del borbonismo” para sabor,ejemplo y gloria de las izquierdas patrias.

 

Tal es el rumbo y la importancia del asunto, que recordar lo que gana una señoría en el Congreso de los Diputados o en el Senado, o plantearse la utilidad de unas instituciones nacidas y vividas para esquivar gobiernos obreros, no es más que demagogia, y mera palabrería –dicen los afectados-  , como lo es preguntar cómo hizo tal individuo para ir en la dichosa lista en puestos de salida, dado que todo el mundo sabe que fue casualidad tener alguna amistad en la cúpula. Es por valía personal y como mucho, por haber estado en el sitio y el lugar adecuado en el momento preciso. No indaguen más.

 

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