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Euskal Herria :: 04/02/2016

“La diferencia entre persona y ordenador será abolida en breve”

Mikel Arizaleta


Timotheus Höttges acaba de regresar de un viaje cuando  en Bonn tiene lugar la entrevista, llevada a cabo por Karoline Kuhla para el periódico alemán Die Zeit. Timotheus Höttges, nacido en el 62, casado y con dos hijos, es el actual jefe de Telekom, con una larga carrera a sus espaldas:  en Mummert & Partner,  en Viag y desde el 2000 en Telekom (T-Mobile Deitschland).

                                                          *
(primera parte)

-. ¿Cuándo da rienda suelta a su fantasía y piensa en el futuro, de qué se alegra?
T.H.: Que tendremos más tiempo para lo importante, porque nos veremos aliviados de cosas molestas.
-. Algo que lo vengo escuchando desde la revolución digital, pero mi impresión es que la gente está cada vez más estresada.
T.H.: Y yo la sensación de que  gozo de más posibilidades, de adquirir de inmediato más conocimiento sobre lo que me inquieta y preocupa. Y también la posibilidad de compartir, ya sean imágenes con mis amigos mediante  el cloud o cosas como coches, experiencias, emociones… ¡Los chavales comparten emociones! A menudo les criticamos por estar colgados del ordenador. ¿Pero no es infinitamente mayor la intensidad con la que viven al estar continuamente en comunicación con sus amigos? Pueden compartir cada momento a través de snapchat o instagran, da igual dónde se encuentren. Recuerda lo que ocurría en nuestro tiempo, que quedábamos a las tres y tan sólo podíamos estar dos horas juntos.
-. Pero a finales de los cincuenta o principios de los sesenta, que es cuando ambos nacimos, nos citábamos de modo espontaneo e íbamos a la campa a correr aventuras. El intercambio emocional de lo bueno y malo era directo.
T.H.: También ellos lo viven hoy. Es cierto que entre nosotros la naturaleza jugó un mayor papel, quizá una pérdida en la generación actual. Pero esta intensidad en el compartir e intercambiar todo –incluso cuando nos parece banal- es mucho más de lo que entonces percibíamos de nuestros amigos.
-. Puede ser, pero la gente no se alegra de la accesibilidad permanente, del estrés provocado por la innovación, por ese incesante tener que instruirse…
T.H.: Del estrés somos en gran parte responsables cada uno de nosotros. Yo me busco momentos de absoluto retiro en los que no soy accesible para nadie ni me dejo atrapar por el ordenador. Pero sí creo que nuestra sociedad se ha acelerado por la red y que las personas cojeamos tras ella. Sobre todo los mayores tienen problemas: mi madre tiene 86 y lucha con su iPad.
-. ¿Le regaló usted?
H.T.: Sí, para compartir experiencias con ella. Tenemos una especie de cloud-familiar en el que vertimos todas nuestras imágenes.  Yo viajo continuamente por el mundo y elaboro mi diario digital. Por doquier fotografío cosas bellas. En octubre estuve en Japón, en Corea del Sur y en China. Mi madre lo encuentra interesante, a veces no sabe manejarse y se estresa porque le surge la sensación de estar  como arrinconada, desplazada.
-. ¿Y por qué se va a disponer de ese más tiempo, que usted predice?
T.H.: Porque los trabajos clásicamente físicos serán ejecutados totalmente por ordenadores, por máquinas, de eso estoy plenamente convencido. Además, actividades rutinarias, que exigen reflexión, serán llevadas a cabo por software y ordenadores, lo que nos proporcionará  mucho tiempo para la interacción social y para desarrollar nuestros propios intereses personales. No tendremos esos modelos de trabajo tan determinados, cuadriculados  y fijos como hoy.  Algo que ya ocurre hoy:  Compare nuestra generación con las anteriores, ¡para ellos el trabajar los sábados era algo totalmente normal!
-. ¿Por tanto usted cree que la gente con su tiempo libre automáticamente puede iniciar algo, que les va a hacer felices y estar contentos?
T.H.: No, tenemos que aprender. En la escuela se enseña muy poco a ser creativos y eso, a nivel privado e individual, al igual que en el trabajo, va a jugar un enorme papel. Nosotros estamos perdiéndola algo…
-. … al depender demasiado de la revolución digital.
T.H.: Sí y no. La revolución digital también nos proporciona creatividad. Ahí no veo ninguna contradicción. Nos posibilita buscar información e inspirarnos. Pero tiene usted razón: Mucha gente ya no sabe qué le interesa, qué le hace feliz y qué hacer con su tiempo libre. Y esto se puede cambiar, por ejemplo, modificando el sistema de formación. Las grandes empresas de Valley (centros de alta tecnología) son de manera exagerada alumnos –Montessori, personas como Jeff Bezos, Sergey Brin y Larry Page. Toda ella gente muy creativa.
-. ¿Existe alguna máquina concreta que le alegre hoy el ojillo?
T.H.: ¡Oh, sí, el coche automático! Aun cuando tengo un coche, que me gusta conducirlo, ganaría en tiempo y seguridad. Y, por supuesto, me alegro por Pepper.
-. ¿Qué es Pepper?
T.H.: Un robot que ha desarrollado la empresa japonesa de internet SoftBank. Dispone de inteligencia artificial, vive como en familia, aprende, lleva a cabo trabajos rutinarios diarios y si, por ejemplo, le pregunta usted: ¿qué es esto?,  y usted le  responde: son mis gafas, él aprende de inmediato que son sus gafas. Luego puede usted preguntarle: ¿dónde están mis gafas?, y al momento las traerá.
-. ¿Y le pregunta a usted, por ejemplo, cómo se encuentra hoy, por qué está tan abatido y hecho polvo?
T.H.: En teoría sí. Desde el punto de vista de la algoritmia no hay ningún problema
-. ¿Cómo le ayuda, de qué modo le echa una mano?
H.T.: ¿Respecto a creatividad? Me libera de muchas faenas caseras, puede cantar, en todo momento  capta lo que está ocurriendo a mi alrededor y lo que es importante para mí.
-. ¿Lo adoptaría para su casa?
H.T.: Sí. También me alegro por los aparatos médicos, que facilitan el trabajo de cuidados y atención al enfermo, y que procuran que más personas se ocupen de las personas y dejen otras faenas. Me alegro de que las máquinas colaboren y sirvan para la salud de las gentes. Para cuando los médicos diagnostican cáncer resulta que éste está ya asentado, afincado en el cuerpo. Larry Page trabaja de momento con google X en partículas nano, que circulan por usted y que pueden identificar las células cancerosas de la sangre antes de que éstas se multipliquen fatalmente. Aumentará la calidad vital y posiblemente también las expectativas de vida.
-. ¿Por tanto cree usted –en google está muy extendido-que para cada problema hay una solución técnica?
T.H.: (tarda en responder) Lo que pienso es que no todo lo que es posible técnicamente debe ser llevado a cabo.
-. ¿Por ejemplo?
H.T.: El control total del individuo, el registro de todos sus datos personales, ningún derecho a  ser olvidado, a yacer en internet. Los valores que hemos elaborado y creado en disputas de siglos no se pueden tirar por la borda sencillamente en la era digital. En Europa me parece importante que en internet se protejan valores. La transparencia no es un valor absoluto. La transparencia radical, tal como describe The Circle, me da miedo
-. Todo un tomaco. ¿Realmente ha leído el libro de Dave Eggers o tal sólo ojeado?
T.H.: Lo he leído detenidamente
-. ¿Ha tenido tiempo?
T.H.: Leo mucho, siempre seis o siete libros a la vez. Por regla general leopor las noches o al anochecer, cuando voy a la cama. Pero también en vacaciones leo mucho, excesivamente. Es que no puedo parar, quiero saber cómo termina.
-. Le he oído pronunciarr angustia.
T.H.: El Silicon Valley de momento está muy propulsado por el lema “todo lo técnicamente posible es bueno”. Valley se basa en prototipos, en experimentar y en una absoluta fe en la tecnología. Y ahí se esconde un gran peligro. He oído de empresas que dicen muy seriamente: Haremos lo técnicamente posible, aun cuando haya leyes que lo impidan. A eso llaman “desobediencia civil”
-. ¿Le han dicho a su cara?
T.H.: Sí, en las empresas Valley están muy convencidos de sus grandes ideas: google  quiere llevar a todas parte el conocimiento de la humanidad. Por ejemplo, quiere idear de nuevo completamente la movilidad de la sociedad. O Amazon: quiere que en el menor tiempo posible  cada cual disponga de cualquier bien. Grandes exigencias, que a menudo se ven impedidas por leyes en curso. De ahí que en Valley se diga: Con la desobediencia civil provocamos una discusión social en la que se vea que las leyes actuales a fin de cuentas no son sino una defensa de sistemas caducos y erróneos. Una rémora.
T.H.: ¿Desearía también que en Europa se discutiera abiertamente sobre qué permitir y qué no?
T.H.: Sí y no. ¿Por qué?  Porque pienso que lo realmente revolucionario  a menudo no se da en la modificación de nuestros productos y modelos sociales por la tijera que de antemano portamos en nuestra cabeza.
-. ¿Qué tipo de tijera?
T.H.: Decimos: “Eso no podemos porque nuestras estructuras no lo permiten”. O: “Eso no podemos porque hay restricciones jurídicas”. En cuanto decimos eso posiblemente estamos sacrificando ya la calidad y la utilidad para nuestros clientes. Y, cuando menos, de eso debiéramos ser conscientes.
-. ¿Por tanto da la razón a la gente Valley?
T.H.: Ellos hacen exactamente lo contrario: Dicen, el cliente con su interés es lo primero. Por eso  soy ambivalente. No tengo respuesta. Me parece bien  una discusión sobre el tema, me gusta, pero una transgresión de las leyes va en contra  de mi concepción de valores y del modo cómo yo dirijo una empresa.
-. ¿Pero no es cierto que usted –como cabeza de una multinacional, que tiene que innovar y que en sus laboratorios se desarrollan cosas que en diez o quince años van a estar en el mercado- hace tiempo ha llevado a cabo un pacto faústico, un pacto con el diablo, con algo que posiblemente incuba una fuerza destructora, capaz de alterar esta sociedad para peor?
T.H.: Pienso que el diablo pierde su vida en el momento en el que acepta el momento, en el momento que dice: “¡Quieto parado, eres tan bello!”. El paro, la interrupción, sería en estos momentos lo peor. El miedo ante la digitalización sería fatal para la prosperidad de nuestra sociedad. Por eso digo: Tenemos que discutir, no podemos eternamente ir cojeando, con la lengua fuera, por detrás. Antes de Big Data tenemos ya miedo ante el concepto “Big”, pero Big Data en sí no es ningún objeto demoníaco. Si yo a través de datos anonimizados o pesudoanonimizados puedo captar detalladamente en qué cuarto del hospital, en qué medicamentos, en qué productos de limpieza qué diversas formas de enfermedad se reúnen o juntan, si yo estas informaciones las enfardelo  puedo reducir el desarrollo de gérmenes, y con ello la mortalidad en los hospitales, y eso está muy bien.
-. Pero también usted conoce el argumento en contra: una o dos variables bastan para identificar al individuo.
T.H.: Ese es el miedo. Por eso necesitamos, por ejemplo, una comisión ética que determine y establezca reglas fijas e instrumentos en contra de una digitalización estilo  oeste-salvaje, pero que nos permitan aprovechar  las posibilidades del Big Data.
-. ¿Le parecen Injustificadas las dudas, las reservas?
T.H.: Yo abogo para que la gente pueda decir: “Sí, mis datos pueden ser usados en favor de un determinado interés social, aun  corriendo con ello un riesgo”. Pero los datos nunca se pueden emplear sin más, porque sí. Cada uno debe estar seguro de que sus datos no van a ser remontados y perseguidos hasta sus orígenes.
-. Usted sostiene que no debemos caminar tras la huella de los americanos, cojear siempre tras ellos, pero que no necesitaríamos un google europeo. ¿Pero en qué ámbito tendríamos nosotros todavía alguna oportunidad de desarrollar algo nuevo?
H.T.: Si en Europa construyéramos una máquina de búsqueda nos faltarían clientes, nos faltarían los datos reunidos requeridos para que una tal máquina funcionara. Facebook tiene 1, 4 millones de usuarios, google un 96% del mercado en Alemania en el ámbito de búsquedas por internet. La oportunidad de disponer de un modelo, que ofreciera igual calidad, es  mínima.
-. ¿Se escapó el tren?
T.H.: A mi parecer sí. Hemos perdido el primer  tiempo en disputas. Nos queda la segunda parte. Europa es, por ejemplo, punta de lanza en el software, que se emplea para el manejo de máquinas industriales.  Silicon Valley  ha desarrollado, sobre todo, soluciones para clientes privados. Esto es relativamente sencillo y barato. Las soluciones para clientes empresariales son más complejas, y en este campo en Europa tenemos grandes posibilidades.
-.¿Las empresas americanas cómo ganan ahora a sus clientes y en qué ganan tanto?
T.H.: Con las grandes empresas de internet los clientes  tienen la impresión de que sus servicios son gratis. Pero no es así. Pagamos con nuestros datos el router (planificador de ruta) gratuito, y cada vez que decimos “sí” apretando el  el botón  el gestionador del servicio obtiene dinero en efectivo. Prestamos nuestros datos muy ligera, despreocupada y alegremente,  y muy barata o económicamente. Además  los modelos de datos se siguen desarrollando a velocidades vertiginosas. Anticipan las necesidades de los clientes y se tiene la sensación de que le entienden a uno.
-. Perdone, pero yo no me alegro de que este sistema, en el futuro, se vaya continuamente perfeccionando y agrandando.
T.H.: Puedo entender su  escepticismo, pero el éxito que tienen los gigantes americanos de internet con sus aplicaciones habla por sí solo: Los clientes los adoran, los usan y pagan gustosamente con sus datos. La utilización de datos se duplica en un ciclo  de 12 a 15 meses, y esto desde hace años.
-. ¿La satisfacción de los clientes, la preferencia de los clientes, la utilización de los clientes …son para usted un equivalente a procesos legitimados democráticamente?
T.H.: ¡No, por supuesto que no! No me haga decir lo que no digo, yo tan solo describo. Estos gigantes de internet disponen mediante estándares, que han creado a lo largo y ancho del mundo,  de un inmenso poder. Por supuesto que uno se puede preguntar si  es un referéndum digital cuestionado por sistemas democráticos. Creo que, visto así, no es el caso. Seremos globales en lo que hacemos, en cómo utilizamos  nuestro servicio, pero por otra parte sentimos miedo ante la intrusión, ante la infiltración extraña. Es algo que se apunta y emerge ya en el debate actual sobre los refugiados.
-. ¿Por qué esta contradicción?
T.H.: La contradicción surge porque la globalización y la digitalización exigen demasiado a mucha gente, y desata  un ansia, una añoranza por lo conocido. Pero el poder de estos sistemas es enorme. Ahora se trata de definir los límites. Cuando hablamos de la digitalización hablamos también siempre de la responsabilidad digital. Merece la pena, hay que discutir, nadie puede imponer. Ahí está la discusión sobre los comentarios de odio y rabia en Facebook
-. ¿Le parece bien que el ministro de Justicia se comporte de modo tan ofensivo?
T.H.: Me parece bien. No debemos someternos  arbitrariamente a estos sistemas.
-. Usted siempre alude a cifras de dos números. La una proviene de América, en donde en los próximos 20 años probablemente un 40% de los puestos de trabajo existentes desaparecerán. La otra procede de un estudio del Ministerio Federal de Trabajo, que afirma que en los próximos 20 años en Alemania pueden desaparecer un 12% de los puestos de trabajo. ¿Qué ocurre con la gente en paro?
T.H.: Quizá nos ayude una ojeada a los libros de historia. Las máquinas de calceta en el s. XVI fueron combatidas por la reina inglesa porque se tuvo miedo ante la masa de parados. Desde  los telares hasta la máquina de vapor, en todos los casos se dijo que eran instrumentos diabólicos. Pero los saltos industriales cuantitativos han tenido también un efecto positivo de ocupación. Y si se observa los puestos creados por la digitalización y el software en nuestra sociedad se deduce que tras un proceso reiterado de transformación son muchos los puestos nuevos de trabajo y las oportunidades que se presentan. Este efecto transformador, que vivimos y que se yergue ante nosotros, no debemos minusvalorar sino acomodarnos a él.
-. ¿Qué se  alza ante nosotros?
T.H.: En la primera fase de la digitalización se trató de una sustitución del trabajo físico por la máquina.
-. ¿Ahora la inteligencia?
T.H.: Exactamente. Fijémonos por ejemplo en los periodistas: hoy tenemos noticias sobre la bolsa y el deporte, que se ofrecen  automáticamente. Hay abogados, que han sido sustituidos, sistemas que analizan textos y sentencias de juzgados y que hacen una propuesta concreta a los abogados.
-. Instagran necesitó al principio tan sólo una docena de colaboradores, Kodak en los 80 tenía más de 145.000 trabajadores.
H.T.: Exacto. El tercer ejemplo, que yo encuentro fascinante: está a punto de llegar doctor Siri, es mera cuestión de tiempo. Calculadoras, ordenadores modernos, centrales, analizan cantidades ingentes de datos y reconocen  modelos de enfermedades. En un simposio médico pregunté  si una calculadora sirviéndose  de imágenes tomográficas de ordenador podría reconocer enfermedades. ¿Cuántos modelos son estandarizables y por tanto reconocibles para  la calculadora? Tecleé que sobre un 60 0 70% y me pareció ya muy osado. Pues estaba en un error: hasta un 90% de las imágenes puede  enjuiciar y evaluar un ordenador según  muestras determinadas.
-. Por lo que no se necesitan tantos médicos.
T.H.: Habrá significativamente menos  actividades rutinarias para los médicos, y por tanto una mayor especialización y más tiempo para dedicarlo a los pacientes. Por tanto, la cualificación jugará un mayor papel.
-. ¿Cree usted que en las próximas décadas surgirán plazas nuevas suficientes para contrapesar las desaparecidas?

 

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