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Estado español, Anti Patriarcado :: 08/01/2015

Querido Ministerio: Ocúpate de tu trabajo y deja de decirme qué debo hacer

Pilar Cerezo.
Basta de cuestionarnos y basta de no reconocernos. Sin compañeras poco nos queda más allá de la sumisión y el silencio

“Si tu novio te controla el móvil/ te ridiculiza/ te aísla de tus amistades/ te hace sentir miedo, cuéntalo. Hay salida a la violencia de género.” Así reza la última campaña del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que empapela cientos si no miles de marquesinas y vallas publicitarias. Una campaña que llevo varios días observando sin entender exactamente qué me chirriaba, sin saber cual era el elemento que encendía mis alarmas de, como muchos gustarían de llamarme, feminazi.

 Por un lado, parece que estos carteles superan algunos problemas que podían detectarse en anteriores campañas institucionales contra la violencia de género. Al menos, la imagen es una chica joven y muy guapa, perfectamente acorde a los cánones de belleza hegemónicos en occidente. Es decir, que así de entrada, parece que supera el manido cliché de que los blancos de la violencia de género son señoras de unos cincuenta, normalmente un poco desaliñadas, con un ojo morado, y a poder ser casadas con un borracho.

 No fue hasta hace un par de días, hablando con otra mujer sobre un caso de violencia de género, cuando me di cuenta de dónde se agazapa la trampa de esta campaña: la responsabilidad sigue recayendo sobre la mujer agredida. “Cuéntalo”: esa es la clave. Tú que eres agredida, humillada, controlada o cualesquiera otras cosas, tienes la responsabilidad de salir de esa situación: es tan fácil como hablar. Ahí se esconde el cínico engaño. Todo un Ministerio de Igualdad, la institución que se supone que debe velar por el fin de la violencia machista, obviando la infinidad de mecanismos de aislamiento, dependencia, indefensión -aprendida- y un largo etcétera que rodean las relaciones en las que se produce este tipo de violencia (ya ni hablemos de que relaciones esporádicas pueden entrañar violencia machista). Y esto al margen, o no tan al margen, de lo infantilizador del “cuéntalo”, es decir, chívate y la figura de autoridad -de la que tú por supuesto careces- de turno vendrá a arreglar tus problemas.

 No nos engañemos: este “hay salida” no es precisamente una apología de la autodefensa feminista.
¿Por qué? Precisamente porque en ello se apoya el que parece vislumbrarse como nuevo discurso hegemónico sobre la violencia de género. Es decir, que parece que nos están cambiando el tradicional “algo habrá hecho” por un nuevo y biensonante “¿y entonces por qué no le deja?” -que se articula tanto en torno al “si no le deja no será tan grave”, como al “no le deja por que no quiere”-. O lo que es lo mismo: nosotras seguimos siendo las responsables. Todo ello bien apoyado sobre una asentadísima falta de empoderamiento de las mujeres -más acentuada aún bajo el continuo acoso del sexismo- y, por qué no, de solidaridad o sororidad, como sea que gustemos de llamarle al hecho de que muchas de nosotras, dada la inexistencia del corporativismo femenino, apenas vacilamos a la hora de secundar esta vuelta de tuerca que señala una vez más a nuestras iguales.

 Por supuesto, no acaba aquí el cinismo, ya que parece que ninguna de las ilustres mentes pensantes del Ministerio ha reparado en qué pasa cuando les haces caso y lo cuentas.

Seguramente, a las princesas de sus cuentos, que simplemente no encontraron al príncipe azul a la primera, vendrá un valiente caballero a salvarlas. Parece que se les olvida, quizás demasiado prudentemente, que la mayoría de mujeres no vivimos en sus cuentos, donde la única responsabilidad que tienen es la de contarlos. Parece pues que no se acordaron de señalar ni resolver los laberintos de preguntas y de versiones, ni de descrétido y desconfianza, ni los “no es para tanto”, ni los inacabables viacrucis de demostraciones y pruebas, ni ninguna de las doce pruebas olímpicas que encontramos dentro y fuera del sistema judicial.

 Llegado este punto, donde parece que el Ministerio casi mejor estaría calladito que dando vueltas de tuerca sobre el patriarcado, creo que la reflexión de las mujeres luchadoras solo puede ser una: solidaridad o muerte. En el más estricto sentido de la expresión. Ya basta de señalar a nuestras iguales en lugar de a los agresores, basta de cuestionarnos y basta de no reconocernos.
Sin compañeras poco nos queda más allá de la sumisión y el silencio.

Emulando de no muy lejos al viejo lema: contra un sistema machista poco nos queda más que autodefensa feminista, y a poder ser, femenina.

 

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