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Estado español :: 01/08/2008

Último suicidio en la cárcel de Pamplona

Salhaketa Pamplona
Treinta años hace ya de la promulgación de la Constitución de 1978, pero todavía y sin embargo no se nos ha aclarado nada el significado del término resocializar. ¿Re-socializar? ¿Volver a socializar a alguien, significa volver a educarlo?

Hace ya unas semanas un chico de apenas 22 años se suicidó en prisión. Llevaba dentro unos meses y a ella entró directamente desde el hospital, donde había sido ingresado tras un intento de suicidio. Hasta poco antes de que sus propios compañeros tuvieran que descolgarlo de la celda, el carcelero que abrió la celda no debió fijarse que dentro había un cuerpo inerte colgado, había estado en lo que se llama protocolo de prevención de suicidios, que no significa otra cosa más que la dirección del centro penitenciario le encargue a otro compañero preso, con el que duerme en la misma celda, que vigile a esa persona. La semana pasada, casualidad o no, otro chaval intentó quitarse la vida. Y es que en la cárcel el suicidio es contagioso.

El estrés emocional al que se ven sometidas las personas privadas de libertad es muy a menudo comparado con el que causa la pérdida de un ser querido (ansiedad, depresión...). Si después de años de historia carcelaria podemos sacar una clara conclusión ésa es que la cárcel deprime.

Treinta años hace ya de la promulgación de la Constitución de 1978, pero todavía y sin embargo no se nos ha aclarado nada el significado del término resocializar. ¿Re-socializar? ¿Volver a socializar a alguien, significa volver a educarlo? Pues no lo sabremos si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española porque no aparece. Precisamente el considerado fin último de las penas privativas de libertad se torna cuando menos interesante, rodeado de un montón de doctrina y jurisprudencia que lo han vaciado de contenido, si es que alguna vez lo tuvo. La cárcel es un elemento de castigo y marginación que juega con lo más preciado que como humanos tenemos, el tiempo limitado de nuestra existencia. La resocialización implica un ejercicio previo para poder estar capacitado para poder vivir en sociedad.

Por otro lado, al pensar que como sociedad y a nivel global dejamos que tres cuartos de la población pasen las más burdas miserias para poder seguir preocupándonos del coche que más nos gusta y de la teleserie de moda, mientras las fronteras del Estado social y democrático de Derecho son cada vez más altas, y al otro lado mueren, apenas sin ser vistas, cada vez más personas. Como sociedad occidental dejamos que la desidia de las instituciones se coma a otros en el llamado cuarto mundo, barrios marginados ocultos en periferias, chabolismo y sintechos, mientras los derechos sociales nos son arrebatados desde la Europa del IV Reich entre rebajas y eurocopas. Esto es ser un ciudadano capaz de ser libre.

Así, los que no tenemos problemas de sociabilidad, hemos creado un sistema judicial ciego, cuando no indiferente, a la realidad social, a la realidad humana de quien se sienta en el banquillo de los acusados. Que el 98% de la gente que se suicida lo hace como consecuencia de padecer un trastorno depresivo, es un dato que no sorprende ni a los más ilustres magistrados, pero sobre el que como sociedad, haciendo un ejercicio de soberbia intachable, no reflexionamos.

Hemos aceptado, mirando a otro lado, un sistema penitenciario incapaz, básicamente por falta de medios materiales, e impasible, básicamente por falta de medios humanos cuando no de humanidad, que sigue sin cumplir su propia regulación en materia de tratamiento individual de los internos. Una persona que entra tras un intento de suicidio a la cárcel está claro que no puede ser tratada como otra persona que no viene de esa situación. Las leyes siguen cumpliéndose a la carta, en estos casos con la complicidad pasiva de cada órgano, de cada institución, de cada miembro del engranaje de la rueda carcelaria. La cárcel, no se nos puede olvidar, es una institución absoluta, y por ello garante y responsable de todo lo que ocurre al otro lado del muro. Es por definición el estado absoluto que convierte cualquier necesidad de las personas presas en un problema burocrático. Instituciones Penitenciarias, y por ende el ministerio del Interior, se permite año tras año, muerte tras muerte, seguir aferrada a protocolos y procedimientos que no funcionan, no integran, no ayudan, no sirven ni para resarcir daños, ni para prevenir situaciones, ni para mejorar condiciones sociales ni realidades personales. Médicos, profesores, arquitectos, periodistas, conductores... responden ante la sociedad y las leyes de sus incapacidades, de sus imprudencias, de sus negligencias y errores cuando éstos tienen consecuencias fatales. La cárcel como administración pública absoluta parece que no necesita dar explicaciones.

(*) Asociación Salhaketa Pamplona: June Donemiliaga, Manuel Ledesma, Maite Virto, Alicia Amedillo, Maite San Pedro, Jaione García, Juana Libertad Francés, Idoia Jusue, Irantzu Baltasar, Ioseba Lorente

 

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