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Chile, Chile :: 29/01/2015

Entrevista inédita con Pedro Lemebel (1952- 2015)

Héctor González
El pasado 23 de enero, murió el escritor chileno Pedro Lemebel. Cronista, artista del performance e inconforme por naturaleza, creció en medio de la dictadura

En palabras de Roberto Bolaño, Pedro Lemebel es de los escritores que hay que leer. Cronista inquieto y de personalidad irreverente, fue una aguda y crítica voz dentro de las minorías del país sudamericano. Del underground y la marginalidad brincó al respeto y la admiración de colegas latinoamericanos. Su pluma trascendió las buenas conciencias y lo políticamente correcto. Loco Afán, Tengo miedo torero y Háblame de amores, son títulos indispensablesdentro de su bibliografía. A continuación ofrecemos una entrevista inédita.

Es considerado como una de las voces incómodas dentro de la literatura de Chile, ¿El reconocimiento cambió la recepción de sus libros en su país?

Es algo complejo, porque me muevo en los bordes escriturales, en las fronteras de los géneros. Navego entre las fronteras sexuales y literarias. Mis escritos se tambalean y se equilibran entre el periodismo, la literatura, la canción o la biografía.
Son materiales bastardos que pongo en escena dentro de este templo sacrosanto de la literatura chilena, porque en Chile la literatura tiene esa aura, tiene esa mística, tiene como un nirvana estético y más aun teniendo a todos estos próceres de la poesía; creo que por eso no escribí poesía. Hubiera sido muy difícil trepar este tremendo falo literario de Neruda, Nicanor Parra, Huidobro.

¿Cómo es su circulación dentro del ámbito literario en Chile?, ¿Cómo se mueve Pedro Lemebel dentro de la sociedad chilena?

Lo primero que hago con mis escritos es panfletearlos, los difundo por las revistas, los periódicos y la radio. Eso permite que mucha gente que no tiene el dinero para comprarse mis libros pueda tener acceso a ese material, después junto esos textos y los publico, pero primero tienen esa intención de cruzar fronteras, cruzar las fronteras culturales, llegar hasta donde los libros son una sofisticación aromática.

Entonces digamos que sí goza de la libertad para difundir su obra.

Si te refieres a la censura, te comento que la censura que tuvo la dictadura en Chile se ha sofisticado, entonces ya no te cortan sino te aceptan. Esa es la forma de anulación, de cooptación, es decir, invitan a Pedro Lemebel a los eventos siempre y cuando hable solo de tal cosa. Esas son unas formas sutiles de cooptación. En la televisión por ejemplo, me censuraron por usar tacón alto durante una entrevista exclusivamente literaria en la que hable solo de literatura, de la crónica que es lo que yo hago. En Chile hay una doble moral jodida, hipócrita, que se maneja con lo “políticamente correcto”. En el fondo esto responde a una planificada estrategia cultural de la concertación de partidos que se vive en mí país.

Durante la década de los ochenta participó en un grupo denominado “las yeguas del Apocalipsis”, desde entonces ¿cómo ha sido la evolución de tu pensamiento?

Este proyecto en realidad fue un imaginario, conformado por dos homosexuales que veían que en este proceso hacia la democracia no estaba contemplada esta comunidad, simplemente no se hablaba del tema; entonces con Francisco Casas decidimos formar este colectivo sin saber bien a bien que es lo que íbamos a hacer, era más bien la pulsión, el deseo, un devenir distorcionador que trataba de poner en escena al cuerpo como demanda política. Así nació este grupo sobre el cual todos pensaban que éramos miles. El nombre daba terror, pero en realidad éramos apenas dos homosexuales, pero bueno en el nombre funcionó y es más el nombre fue nuestro primer gesto travesti. El nombre tenía algo de bíblico evidentemente relacionado con el SIDA, pero parodiado.

En su libro Loco Afán, se nota una denuncia que quizá alcanza su punto más alto con “Manifiesto. Hablo por mi diferencia”.

No puedo evitar mezclar lo literario con lo social, pero hablando de lo literario yo en ese momento escribía cuentos, no sabía de la existencia de la crónica, de esa especie de abanico de posibilidades; yo pensaba en las posibilidades del cuento o de la novela. Hasta ese momento mi escritura respondía al cuento y así me iba bien, pero yo necesitaba hacer un corte y ese corte tenía que ver con la elaboración de un discurso que en este caso es el Manifiesto al que te refieres, que preguntará ¡¿qué pasó con nosotros?! En lo literario ese Manifiesto fue para mí una puerta para que mi escritura transitara libremente con mi deseo biográfico.

Dentro de ese trance por los géneros ¿qué es lo más importante que le ha dado la crónica?

La crónica me abrió la posibilidad de jugar con diversas escrituras, me permitió tomar esto del desafío escritural como un desafío lúdico, no tan grave. Yo no estaba conectado con el cosmos cuando escribía. Además, para mí la relación con la ciudad ha sido muy fuerte, yo escribo en un balcón junto a una calle con mucho tráfico, con mucho ruido y eso tiene que ver mucho con que la ciudad y su bulla intermitente entre también en el texto.

Antepone la realidad…

Me carga la ficción, no soporto la ficción. Con los cuentos he escrito ficción y me iba bien, pensaba que a la gente le encanta que la literatura lo saque de este mundo, es como encender una pantalla y creerse “Alicia en el país de las pesadillas”; pero ahora pienso que es más interesante la realidad.

 Aristegui Noticias

 

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