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Cuba, Cuba :: 06/12/2016

Fidel Castro desafió al imperialismo estadounidense incluso hasta su muerte

Finian Cunningham

Fidel Castro ha fallecido a los 90 años de edad después de décadas de lucha heroica por la justicia social, no sólo por su Cuba natal, sino en favor de todas las personas del mundo. Incluso en la última década cuando ya estaba enfermo, el icónico revolucionario cubano seguía luchando activamente escribiendo artículos sobre política internacional y en defensa de la causa socialista.

Una medida de la importancia histórica de su figura se expresa en el hecho de que Fidel Castro sobrevivió a 10 presidentes de Estados Unidos en el momento de su retirada oficial de la política en 2008, debido al deterioro de su estado de salud. Contando al propio Barack Obama, la vida política de Fidel se podría decir que pasó por encima de 11 presidentes estadounidenses. Todos ellos supervisaron y autorizaron una política bárbara de estrangular económicamente a Cuba con un bloqueo comercial a la pequeña isla del Caribe. Varios de estos líderes de Estados Unidos aprobaron planes criminales para asesinar a Fidel y promover un cambio de régimen en la Isla. Todos fracasaron. Castro derrotó a todos ellos y murió tranquilamente en su cama después de haber vivido toda su existencia en plenitud.

La noticia de su muerte resonó, como era de esperar, en todo el mundo. Incluso los países occidentales, que habían conspirado en diversos grados para frustrar la revolución cubana, se vieron obligados a reconocer el imponente legado de Fidel: canales de información fueron interrumpidos con «últimas noticias» acerca de su muerte. La CNN de Estados Unidos y la BBC de Gran Bretaña llevaron a cabo de forma urgente retratos biográficos del hombre y su pasado revolucionario.

Entre los menosprecios predecibles se hizo referencia a su «figura autoritaria», pero incluso los propagandistas occidentales tuvieron que admitir que Fidel liberó a su pueblo de la miseria y la pobreza, legando a Cuba un inmenso desarrollo social, y, probablemente, más importante aún, transmitiendo a la gente de todo el mundo una formidable inspiración para esforzarse continuamente en hacer de este mundo un lugar donde la justicia social alcance a todos. Hasta el final Fidel Castro defendió el socialismo, al mismo tiempo que denunció la explotación capitalista y la destrucción y belicismo imperialistas.

Dos destacados titulares sobre su fallecimiento aparecieron inevitablemente en los dos grandes imperios mediáticos de EEUU. The Washington Post no pudo por menos que denigrar al líder cubano: «El ex dictador cubano Fidel Castro ha muerto», dijeron. El uso de la palabra «dictador» era gratuita y sin duda tenía la intención de agraviar la grandeza del hombre revolucionario, incluso en el momento de la muerte. The New York Times pareció ser un poco más generoso con su titular: «Fidel Castro ha muerto a los 90 años. El revolucionario cubano fue un némesis para 11 presidentes de Estados Unidos». Pero esas floridas palabras de aparente homenaje contenían el veneno de la difamación. El New York Times atribuyó a Fidel ser un «vehemente apóstol de la revolución» que «llevó la Guerra Fría al Hemisferio Occidental en 1959 ... y en muy poco tiempo empujó al mundo al borde de una guerra nuclear [en 1962]».

Pero no fue Castro quién trajo la Guerra Fría para el hemisferio occidental, ni tampoco fue el que supuestamente incitó a la guerra nuclear. En ambos casos, fueron los gobiernos de EEUU. Sin embargo, insidiosamente, los medios estadounidenses atribuyen a Fidel la maldad que deberían endosar esos medios a sus propios gobernantes.

En 1960, meses después de que Fidel derrocó al corrupto dictador apoyado por Estados Unidos, Fulgencio Batista, el líder de la revolución hizo una visita oficial a los EE.UU., en un gesto de amistad regional. Pero fue rechazado por el entonces presidente Eisenhower que se negó a reunirse con él. Eisenhower promulgó entonces embargos diplomáticos y comerciales contra Cuba en venganza por las políticas económicas de Fidel encaminadas a eliminar la pobreza en la mayoría de los cubanos, después de décadas de miseria en la Isla inducida por los Estados Unidos.

En abril de 1961, bajo la nueva presidencia de John F. Kennedy, la CIA y el Pentágono pusieron en marcha la invasión de Playa Girón con un ejército mercenario privado formado por leales a Batista. JFK dio marcha atrás en un asalto militar a gran escala y las fuerzas de Fidel finalmente derrotaron a los atacantes. La CIA y los exiliados cubanos nunca perdonaron a JFK esta «traición» y juraron volar la cabeza del presidente como así sucedió cuando la caravana presidencial recorrió Dallas el 22 de noviembre de 1963.

Castro respondió a la agresión estadounidense estrechando lazos con la Unión Soviética y sus misiles nucleares, algo que era evidentemente una política de defensa propia. La crisis de los misiles de octubre de 1962, cuando John F. Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev se enfrentaron en una dialéctica nuclear dramática, fue el resultado de la voluntad de EEUU de entrar en una política de guerra abierta contra Cuba. La instalación de armas nucleares soviéticas en territorio cubano a 90 millas de la zona continental de Estados Unidos fue, en primer lugar, un acto legítimo de soberanía por parte del gobierno cubano, y, en segundo lugar, un acto razonable de autodefensa dada la agresión criminal de Estados Unidos que se había producido el año anterior en la Bahía de Cochinos.

Una vez más, no fue Fidel Castro quién «llevó al mundo al borde de la guerra nuclear». Era la política agresiva estadounidense hacia una empobrecida nación recientemente independiente, cuyo pueblo había ejercido su derecho a la libre determinación mediante el apoyo a un gobierno socialista.

A los presuntuosos funcionarios de EEUU les encanta decir que fue JFK quién obligó a los soviéticos a retirar sus misiles nucleares de Cuba.Pero pasan por alto un hecho importante y es que el acuerdo para evitar la guerra nuclear elaborado por Kennedy y Jruschov se basó en un compromiso por parte de los EE.UU. de abandonar sus planes de guerra encubierta contra Cuba.

Pero los EE.UU. nunca desarrollaron totalmente su promesa de dejar a Cuba en paz. Planes de asesinato contra Castro y otros dirigentes cubanos continuaron durante las siguientes administraciones de Estados Unidos, al igual que otros actos de sabotaje terrorista patrocinados por EEUU, como fue la voladura de un avión civil cubano de pasajeros en 1976. El embargo comercial impuesto por Estados Unidos contra una nación de 11 millones de personas que comenzó en 1961 continúa hasta el día de hoy con Barack Obama, aunque se haya flexibilizado un poco (algunos dirían que se trata de una ligera operación cosmética).

Fidel Castro fue un gigante que caminó a través de dos siglos. Un gigante del intelecto y de la humanidad, cuya compasión por los oprimidos y su idea de liberar de la explotación del hombre por el hombre fue tan luminosa como en los días de su juventud. Fidel fue una luz para el mundo e incluso en su muerte su luz en pos de la justicia social aún resplandece. Ni siquiera sus enemigos políticos más formidables pueden minusvalorar a este radiante revolucionario.

De la espléndida herencia de Fidel Castro tal vez uno de sus atributos más importantes es que la vida y la lucha del revolucionario ha mostrado con claridad elocuente la naturaleza agresiva, destructiva y guerrerista del sistema político de Estados Unidos. Cómo los gobiernos de Washington fueron los que desencadenaron las hostilidades de la Guerra Fría que estuvieron a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear. Esta es una lección histórica legada por Fidel que es tan importante ahora como lo era entonces.

La agresión que los EEUU han infligido a Cuba se mantiene hoy en su beligerancia hacia Rusia, China o cualquier otro país que plante cara a su dominio hegemónico. La comprensión de la historia de la desafiante revolución de Cuba y Fidel Castro nos habilita para entender las causas reales y los culpables de las agresiones que se producen hoy día en el mundo.

Incluso en la muerte, el espíritu revolucionario de Fidel vive, enseña e inspira.

Traducción: www.uraniaenberlin.com

 

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