lahaine.org
Medio Oriente :: 23/05/2016

¡Farkhunda Malikzada, ni olvido ni perdón!

Maité Campillo
A diferencia de muchos abusos que se cometen en privado contra mujeres afganas, este asesinato —ocurrido en marzo de 2015— provocó una protesta nacional.

Con la cara ensangrentada luchó por levantarse. Trató de cubrirse el cabello con sus manos horrorizada de que sus atacantes le habían arrancado parte de su ropa. Lanzada una vez más contra el asfalto la bestia la cerca a patadas apedreando con saña asesina su cuerpo.


Farkhunda Malikzada, y su grito de justicia sobre un desierto humano Mundo de horrores, de escalofrío, capitalismo e imperialismo puro y duro va moliendo lo que de ser humano prevalece y, no quiero, no puedo centrar en una sola denuncia su rapiña, descomposición humana y sus crímenes en una sola mujer, en un solo ser humano “en solo eso”, en un solo hecho. Me resisto a ello, supera todo aguante, dignidad y conciencia. Quiero sentirme en ella, no estoy dispuesta a silenciar los espejos del horror. Son miles, millones las personas asesinadas con total impunidad a manos de los ejércitos; cuerpos represivos, campo de destrucción cómplice de expansión holocausto tras holocausto, lanzándose sobre seres humanos y descomposición de culturas.

“Europa” la maldita, la impuesta, la inventada por sus propios intereses, la carnívora capitalista e imperialista cómplice junto con la ONU.
“Europa” la rastrera bélica, la impotente económica. “Europa” arrasando continentes y contenidos de bélicas aspiraciones y ladronicio a manos del impostor de dentro y fuera de sus fronteras. “Europa” la que deja en el desamparo más decadente a miles de seres sin recursos, a familias enteras sin trabajo. “Europa” ese estercolero del gringo, corral de intereses de los EEUU, que además de apoyar el sionismo criminal, mira para otro lado para no ver el horror que va sembrando sobre todo Oriente Medio.

“Europa” apoyando el sionismo contra Palestina, y últimos culatazos sobre lo que de Iraq, ¿han dejado en pie o bajo tumba?, impunes sus crímenes en Siria, Afganistán, Libia, África, Indoamérica, Indonesia...

La “imagen” de una sola mujer masacrada y asesinada como Farkhunda Malikzada, simboliza el horror de una sociedad enferma. Era solo una mujer, cualquier mujer del mundo, una mujer más en un país en guerra impuesta de rapiña insaciable imperialista; una mujer nomás una mujer. Farkhunda “tuvo la oportunidad de escapar de la muchedumbre que quería asesinarla” (?), dos policías la lanzaron al techo de un cobertizo… y la bestia humana enfurecida tomó cuerpo liberando al crimen, varas y tablas de madera la golpearon hasta caer de nuevo del lado de la bestia; con expresión espantada y cara ensangrentada luchó por levantarse como gente. Trató de taparse el cabello con las manos, horrorizada de que sus atacantes le habían arrancado también su hiyab negro, cercada por una multitud embravecida que la pateaba y pisoteaba a cuerpo entero.


Hubo un tiempo, otro tiempo en el que Afganistán, su sociedad, avanzó en niveles de justicia y libertad, solidaridad y derechos, ¡inaudito!, en una sociedad anclada en épocas oscurantistas fuertemente regida por psicópatas, sobre todo con la mujer. Fue una esperanzada época, tiempo de desarrollo más allá de cualquier tipo de evangelio (llámese Corán), donde los imanes aplicaban leyes religiosas dejando a la mujer con menos valor que a una cucaracha, pura basura a la que todo hombre podía utilizar incluido los varones de la propia familia. Durante ese periodo de tiempo de asentamiento ruso, la mujer alcanzó el nivel más alto en dignidad, respeto, conocimientos y libertad. Sí, hubo una época en que la mujer se pudo mirar a los ojos y resplandecían flores en su sonrisa, una vida por delante con futuro, junto a compañeros que las respetaban. Pero llegaron los yanquis para que volviera a las cavernas, a un estado fascista, al caos entre seres humano s, al asesinato de niñas y mujeres con total impunidad.


Las últimas horas de Farkhunda Malikzada… tenía 27 años, quería estudiar islam, pero fue acusada de quemar una copia del Corán en un santuario musulmán, y ésto impactó sobre la sociedad afgana. El regocijo sobre el triple crimen (a pedradas, bajo ruedas y quemada), atroz, degradante, fanático, que sus asesinos emplearon con saña, se grabó con atracción morbosa mientras la golpeaban; publicaron sus tomas, su cuerpo deshecho en las redes sociales. Cientos de hombres observaron el linchamiento mientras sostenían sus teléfonos, capturaban el horror sin intervenir, sin inmutarse, retroalimentándose morbosamente entre policías de la misma condición.


A diferencia de muchos abusos que se cometen en privado contra mujeres afganas, este asesinato —ocurrido en marzo de 2015— provocó una protesta nacional. Farkhunda no había quemado nada fue una pura farsa. Al principio las sentencias emanadas del juicio parecían un triunfo dentro de la larga lucha por hacerle justicia a la mujer afgana; pero el “calculador” presente oteo frío y sibilino, con mirada atenta en fanatismo sugirió lo contrario. En la apelación se consideró “inocente al adivino” que según los investigadores inició los sucesos; y al guardia del santuario, quien urdió la acusación falsa de la quema del Corán e incitó a la muchedumbre, se le conmutó la sentencia; también a los policías que no buscaron ayuda y se quedaron contemplando como uno más los hechos, recibieron una “ética amonestación”; y a los atacantes, que sí pueden identificarse en los videos, evitaron su captura.


¿Dónde quedó “la justicia”?. ¿Qué podemos hacer?. Preguntó Mujibullah Malikzada, hermano mayor de la joven asesinada. Como último recurso, la familia de Farkhunda apeló a la Corte Suprema Afgana, que tiene el poder de imponer nuevas sentencias y ordenar un nuevo juicio; su decisión, aún está pendiente… “Si se le hace justicia a Farkhunda, se estará haciendo justicia a todas las mujeres afganas heridas, asesinadas, o de quienes se ha abusado”, afirmó Leena Alam, actriz de la televisión afgana, que se unió a cientos de mujeres en el funeral donde desafiaron las tradiciones al cargar con el ataúd, con la flor del árbol de la opresión. A Farkhunda le escandalizó la manera en que se aprovechaban de la superstición femenina (recuerda su hermano Mujibullah), se enfrentó al guardia Zainuddin y al “adivino” Mohammad Omran, a quienes les dijo: “Están abusando de las mujeres…”. Como el ambiente en el santuario se puso tenso (explica s u hermano Mujibullah), “el guardia le dijo a Farkhunda: ¿Quién demonios eres tú?.


¿Quién te crees para decir estas cosas?, vete de aquí.
La familia Malikzada, es además de educada, culta. El padre de Farkhunda, Mohammad Nader Malikzada, de 72 años, trabajó durante casi 40 como el ingeniero principal en la Secretaría de Salud Pública de Afganistán, donde se encargó de que funcionara la tecnología médica. Mujibullah trabajaba en la Secretaría de Finanzas, y el segundo hermano es ingeniero. Farkhunda, una de ocho hermanas, sentía inclinación por el estudio. Las hermanas estudiaron para convertirse en maestras y algunas ya se habían graduado. Muchas seguían solteras aunque estaban en la década de los veinte años, algo inusual en la sociedad afgana. La familia no era asidua a lugares como el santuario Shah-Do Shamshira… Farkhunda tenía razón, algo raro sucedía en el elenco del Coran; pero el pretender hacer justicia acabó con su vida. Investigadores de la policía y de la Dirección General de Seguridad Nacional y servicio de inteligencia afgano “se enteraron más tarde de que el adivino”, vendía dentro del elenco inmaculado viagra y condones entre otras sustancias y utensilios, además de amuletos supersticiosos de alienación hacia la mujer.


En los videos al principio Farkhunda parecía gritar de dolor por las patadas, pero luego su cuerpo se convulsionaba por los golpes, pronto dejó de moverse incluso cuando la muchedumbre la empujaba hacia la calle y trajo un coche para que pasara por encima de su cuerpo. La arrastraron 90 metros, los policías no hicieron nada. El 19 de marzo no era el día de la mujer trabajadora ni “el de la asunción a los cielos”, fue el último día de su vida después de aleccionar a las mujeres sobre la inutilidad de dichos amuletos sibilinamente programada su venta.

El guardia, Zainuddin, es analfabeto… “Tomó los papeles quemados (quizá de los propios amuletos supersticiosos que vendían a las mujeres), y los añadió a unas viejas páginas de un Corán quemado; eso y no otra cosa fue lo que le mostró a la gente fuera de la mezquita, como prueba de que ella había quemado el Corán”. Es Afganistán hoy un país, donde el rumor más leve de que se está quemando un ejemplar del Corán puede lograr no cientos, sino que miles de personas salgan a las calles para hacer correr sangre de cualquier inocente, sobre todo si “el inocente”, es una mujer.

Muhammad Naeem, es un trabajador por su cuenta… vende comida para palomas en la acera frente al santuario, dijo haber oído al guardia, cuando llamaba a la gente que pasaba por allí: “Una mujer quemó el Corán. No sé si está enferma o mal de la cabeza… Pero ¿qué clase de musulmanes son ustedes?, ¡vayan y defiendan el Corán!.” Eran casi las 4:00, hora de la oración de la tarde. Las calles estaban llenas y pronto se juntó una multitud, videos tomados con celulares captaron el principio de la discusión: “¿Por qué lo quemaste?” -grita un hombre.

(Farkhunda insiste desconcertada en que no había hecho eso, y sin dejarla hablar otro hombre grita) “¡Los estadounidenses te enviaron!.” Ella confusa responde: “¿Cuáles estadounidenses?.” La respuesta del hombre fue rápida: “Deja de hablar, ¡o te pegaré en la boca!.” Muhammad Naeem (el vendedor de comida para palomas frente al santuario), dijo que un policía había tratado de alejar a Farkhunda “pero que ella consciente de las costumbres afganas y de las estrictas enseñanzas islámicas, le había pedido al policía que trajera a una mujer policía” , pero no fue así. Indudablemente la claridad, cultura y firmeza que transmitía Farkhunda Malikzada, chocó contra la multitud fanática; en las grabaciones puede oírse repetidas veces en una sola garganta: “¡Mátenla!”. Empezaron a golpearla, cayó al piso mientras es apaleada de forma feroz: “Parecían niños jugando con un costal de harina en el suelo”.

Uno de los que lo hacía con más fervor era un joven llamado, Mohammad Yaquoub, que trabajaba en una óptica cerca del santuario.Escuchó a la multitud cuando arrastraba a Farkhunda detrás del coche para que la aplastara, y salió corriendo a unirse al crimen organizado por el “adivino“.

Ocho meses después, bien vestido, con una pequeña barba y bigote, Mohammad Yaqoub (el joven óptico), no pareciera una de las bestias del crimen, según los medios. Y, sin embargo, en los videos está tan inmerso en lo que hace que su ferocidad es tétrica, terrorífica… “La gente decía, el que no la golpee es infiel, entonces fue cuando me dejé llevar, el tercer golpe fue contra el suelo y me lastimé la mano.” (Después de regresar a la óptica para curarse escuchó a los hombres que todavía gritaban y dijo sentirse atraído), arrastraron el cuerpo de Farkhunda a la orilla del río, de nuevo el joven óptico Mohammad Yaqoub, buscó piedras pesadas para tirarlas sobre ella… “Una era tan grande que apenas podía cargarla.” Mohammad Yaqoub no era un analfabeto… Había terminado el segundo año de preparatoria, en la entrevista en prisión dijo tener 18 años, y explicó con furia: “El Corán es como nuestro honor, es nuestro honor personal y el honor del profeta.” … Mientras el joven óptico caminaba ansioso a continuar con la segunda parte del crimen, otro grupo de hombres preparaba el remate final (conformando así la triple acción criminal), a la que se unió nuevamente; prenderle fuego a Farkhunda, usando sus propias mascadas para que ardiera viva, pues las ropas de la inocente Farkhunda estaban encharcadas en sangre * Fue un viernes, hace muy poco, las únicas personas cerca de la tumba eran cuatro niños vecinos para quienes el cementerio es un patio de juegos; todos ellos sabían su nombre. Ishaq, de 6 años, se ofreció a explicar, imitando el “juego de guiá turístico”: “Su nombre es Farkhunda. Quemó el Corán, así que la castigaron y la lincharon.”

PD.
Paralelamente a ésta información… el rey que se autoproclama como de “España”, recibía el premio Columna de la Libertad, otorgado por la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) -¿Por su “defensa de la democracia y la libertad de prensa, fundamental en la formación de la opinión pública?.”

Maité Campillo (actriz y directora de teatro)

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal