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Argentina, Argentina :: 28/04/2017

Manuel Puig concibe a la literatura como un contrabando de otros géneros

Mario Hernández y Héctor Freire
En Ciudad Cultural entrevistamos a Delfina Cabrera, autora de "Las lenguas vivas. Zonas de exilio y traducción en Manuel Puig"

Se presenta el próximo 29 de abril a las 19:30 en Costa Rica 4568 (Librería del Fondo, Buenos Aires) con la participación de la autora, Graciela Goldchluk y Rodrigo Labriola

M.H.: El pasado 22 de julio se celebraron los 25 años de la muerte de Manuel Puig, nacido en General Villegas. Un escritor muy vinculado al cine.

H.F.: Es impensable Puig sin el cine, hizo toda una carrera cinematográfica. El libro más completo sobre él es de Suzanne Jill Levine, Manuel Puig y la mujer araña, un gran tomo donde prácticamente cuenta toda la vida y obra de Puig. Cuando él estuvo en Nueva York se hizo muy amigo de esta periodista y crítica. El tema del cine no es solo por la cantidad de obras de su autoría que se filmaron, sino porque él concebía las novelas como guiones cinematográficos. Además estudió en Roma, fue asistente de directores muy importantes, hizo guiones.

M.H.: Aunque él decía que no era tan bueno como guionista sino que veía mejor el cine.

H.F.: Hay una anécdota que cuentan, que dice que se trata de General Villegas, una localidad muy cercana a La Pampa en el límite de la Provincia de Buenos Aires, lugar al que él degrada en Boquitas Pintadas, donde lo transforma en “Coronel Vallejo”, incluso degradando el cargo de General al de Coronel.

Quienes estudian la literatura argentina dicen que hay dos galaxias dentro de ella, una es la de Borges y otra la de Roberto Arlt. Puig es único porque concibe a la literatura como un contrabando de otros géneros, se metía con géneros menores, con el kitsch, el mal gusto, las divas de Hollywood, el cine. A los 4 años el padre lo llevó por primera vez al cine, a ver “La novia de Frankenstein”, su papá temía que se asustara, sin embargo, le picó fuerte y no paraba de ir al cine con su madre.

Es el único que parte del cine para hacer literatura. Se habla de la videoteca de Puig, no de su biblioteca. En Boquitas Pintadas mete el tango, está considerada una novela como folletín, no hay capítulos, hay primera entrega, segunda entrega, etc. Y el nombre sale del tango que canta Gardel, “Rubias de Nueva York”, después Leopoldo Torre Nilsson la lleva al cine en una súper producción.

Por otro lado, está “El beso de la mujer araña” de Babenco que es espectacular, ahí mezcla lo gay con lo guerrillero en un espacio claustrofóbico donde William Hurt hace de Molina, el homosexual que le cuenta películas a Juliá, que es el guerrillero que está en la cárcel.

M.H.: Fuertemente criticado por Juan José Saer ese libro.

H.F.: El problema que tuvo ese libro es que después fue apropiado por el mundo gay, mientras que Manuel Puig tiene una opinión muy interesante sobre la homosexualidad. El que iba a hacer originalmente el papel de William Hurt era Burt Lancaster, y los interesados por hacer la dirección del guión que luego termina haciendo Babenco fueron Fassbinder y Cavani. Después se llevó a Broadway con un éxito impresionante.

M.H.: ¿Cómo te vinculaste a su figura?

D.C.: Me presentaste como una especialista y creo que más bien soy una especie de fan, una admiradora del arte literario de Puig. Me vinculé a su obra más que nada por afecto, empecé a interesarme por él hace pocos años, había tenido un acercamiento a su obra durante mi escuela secundaria, así como la mayor parte de los adolescentes porque Boquitas Pintadas se volvió un libro que está dentro de la currícula a nivel nacional, sin embargo, no me había producido mayor impacto porque es una novela en donde no sucede nada espectacular, es una historia de personas de un pueblo, donde hay un crimen pasional; pero nada que a un adolescente de hoy en día le pueda interesar.

Cuando leí otras novelas de él, lo que más me interesó fue su manejo de los diferentes idiomas, porque Puig, y éste es tal vez un aspecto menos conocido, es un escritor multilingüe, toda su obra y de esto da cuenta el archivo Puig que está en la Universidad de La Plata, está compuesta en varios idiomas. Él empezó a escribir guiones en inglés, rememoraba y copiaba los melodramas hollywoodenses de los años ´30, que había visto con tanta pasión en el pequeño cine de General Villegas; y los reproducía a su modo en una lengua que oscilaba en una mezcla entre el inglés y el español.

Más adelante traducía los guiones con la intención de ser director de cine, cuando eso no funcionó intentó ser guionista cinematográfico, por lo tanto, lo que pretendía era vender esos guiones en EEUU, donde vivía en ese momento. Parte de su obra también está en francés, en italiano, algunas partes en alemán, su anteúltima novela está escrita en portugués en diálogo con un albañil brasilero a partir de entrevistas pautadas. Ese fue el aspecto que me interesó, leyendo Maldición eterna a quien lea estas páginas, novela que escribe también a partir de esta técnica, un método documental de entrevistas con un vecino sociólogo de Nueva York; luego la auto traduce al español. Ese manejo fue el que me atrajo hace un par de años y enfoqué por ese lado mi interés por su obra.

M.H.: Este interés por la figura de Manuel Puig te llevó a estudiar en Italia, en la Universidad de Bérgamo, donde presentaste una tesis sobre él.

D.C.: Sí, y el tema principal está enfocado en la traducción justamente. Sobre todo sus novelas del período del exilio donde la cuestión de la lengua se ve de forma más clara.

H.F.: Tenía como dato que Manuel Puig había fundado el Frente de Liberación Homosexual en 1971, pero Delfina me hizo una corrección al respecto.

D.C.: Yo no tengo fuentes documentales específicas, pero por lo que he leído y por lo que discutimos con el equipo de trabajo de la Universidad de La Plata, donde está el archivo Puig, no hay una certeza de que Puig haya fundado el Frente de Liberación Homosexual; sí que participaba de reuniones y conocía a quienes le dieron vida a ese movimiento. En verdad políticamente Puig no reivindicaba a la homosexualidad como una identidad, eso es algo clave y creo que lo que habría que preguntarse es cómo un escritor como Puig en su época era considerado pasatista, banal, apolítico, frívolo. Lo que no se correspondía casi en nada, más que en el éxito comercial, con los escritores del llamado “boom latinoamericano”. La de Puig es una figura muy distinta a la del escritor político comprometido de la década de los '70, fundamentalmente por su relación con la cultura de masas.

Entonces, cómo es posible que de un escritor que en esa época tenía esa caracterización hoy en día cada vez se encuentre más información sobre su politicidad ligada a la causa homosexual. Creo que eso habla más que nada de una coyuntura política de los últimos años, no así del propio Puig. Porque justamente una forma de pensar la identidad homosexual o el movimiento gay es contra los que él esgrimía una serie de críticas, más asociadas a un feminismo que fue llamado de la tercera ola, que cuestiona más que la homosexualidad, la heterosexualidad como régimen político. Puig en sus escritos de los años '80, particularmente en uno que se llama “El error gay”, desarma la naturalización de cualquier identidad fundada en la sexualidad, ya sea homosexual o heterosexual; esto me parece lo más avanzado del pensamiento político de Puig.

H.F.: Hay un reportaje en Crisis de 1986, en el N°41, se llama “Cine y sexualidad” y abona lo que comentaste, le preguntan “¿Cómo cree usted que se expresa el tema de la homosexualidad en la película?” (porque empezó a tener mucha trascendencia después del estreno de “El beso de la mujer araña”) y él responde: “Me parece que la película puede ser una metáfora de lo que yo pienso de la homosexualidad. Para mí la homosexualidad no existe, es una proyección de la mente reaccionaria, quiero decir, hay personas que realizan actos homosexuales pero sería necesario entender que el sexo no tiene trascendencia, no tiene peso moral, el sexo es como comer, beber, dormir, forma parte de la vida vegetativa y por esto es que no me parece que la identidad deba pasar a través de la sexualidad. La idea de dar un peso moral al sexo es un crimen cometido hace muchos siglos, se dice que fue un patriarca el que concibió esta monstruosidad para controlar a las mujeres”. Después le preguntan si cree en la cultura gay, a lo que responde: “Yo admiro muchos de los movimientos de la liberación gay, pero creo en la integración y pienso que hay que hacer una propuesta más radical, negar el sexo como signo de identidad”. Es taxativo.

D.C.: Es más, en ese reportaje va más allá, él cree en la afectividad antes que en el sexo, eso a mí cuando lo leí me pareció algo completamente actual, es una reivindicación de muchos activismos actuales.

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