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Mundo :: 26/10/2014

Uruguay: Un canto disonante en el coro electoralista

PIA Noticias
Entrevista con Gonzalo Abella, candidato a presidente del Uruguay por la Unidad Popular

PIA.- Entrevista con el candidato a presidente de Uruguay, Gonzalo Abella en su visita a Argentina, a pocos días de las elecciones, quien competirá por ese cargo en las por el partido Unidad Popular. Sus orígenes, su mirada política, las posibilidades de entrar al parlamento. Antiimperislismo, artiguismo, teología popular, multiculturalidad y bienes comunes. Un canto disonante en el coro electoralista.

De formación marxista-leninista Abella sostiene que  la teología de la liberación fue convirtiéndose en parte de su “práctica social, donde, sobre todo los años que viví en Nicaragua, descubrí la importancia de la religiosidad popular como un campo de la lucha de clases”. Desde temprano inició la lectura de los clásicos del marxismo, introducido por uno de sus parientes, quien era militante del Partico Comunista. “A los dieciséis años estaba leyendo El Capital y después me iba a la biblioteca pública a leer la economía clásica inglesa, para entender cosas que Marx daba por obvio y que yo no sabía de qué se trataba.
Keynes, Smith, Ricardo. Y para entender a Lenin también me iba a estudiar matemáticas superiores.”

Inspirado en la generación de Ernesto “Che” Guevara y el heroísmo de la epopeya cubana, eligió ser maestro de escuela rural.

PIA: ¿Qué buscaban allí?

Abella: Buscábamos sembrar conciencia. Pero terminamos por aprender del sector rural. Luego leo más profundamente el marxismo y veo que allí decía que la revolución la dirige la clase obrera urbana, lo que generó en mí una gran angustia. Así que me traslade a una escuela urbana y obrera, donde los militares no habían leído a Marx y en lugar de hacer una Revolución hicieron un Golpe de Estado. Yo integraba en ese momento el Partido Comunista, integraba un aparto interno, trabaja en conseguir casas y autos para los perseguidos, no trabajé en el aparato armado del PC.

¿Cuál fue su militancia en esa época?

El Golpe de Estado me sorprendió, después tuve discrepancias con el PC, por su renuncia a la lucha armada contra la dictadura, seguí militando en el partido, porque no podías desertar, la cosa era de vida o muerte. La dictadura se dio en el año 73 y sobreviví en la clandestinidad hasta el 75, que pasé a Buenos Aires, donde estaba Isabelita Perón. Y en el partido habíamos llegado a la conclusión “científica” de que Isabelita era tan reaccionaria que nadie le iba a dar un Golpe de Estado. Pero la ciencia falló. Y a mí lo que me salva fue que la mitad de mi familia era argentina, y me fui a Entre Ríos.
Después el partido aconsejó a todos, incluso a los que estábamos muy disidentes, que nos acogiéramos al estatuto de Naciones Unidas para los refugiados y nos daba a optar para tomar asilo en Suecia o Cuba. Yo elegí Cuba, ahí me formé, me integré mucho en Pinar del Río, al Comité de Defensa de la Revolución, a las milicias.

Me becaron, estuve en la Unión Soviética, estudié en Moscú, en ruso, con compañeros cubanos, búlgaros, una experiencia inolvidable. Después volví a Cuba, donde cumplí tareas internacionalistas de solidaridad para luego regresar al Uruguay. Ese regreso me impactó mucho, quizás por estar influido por las luchas centroamericanas.

¿Por qué?

Por el programa del Frente Amplio. Yo creo que algunas eran lógicas, en la situación uruguaya, y otras eran claudicaciones inconcebibles.
Desde allí, a partir de la militancia, ya no me entendía con el PC en Uruguay, y creamos lo que se llamó la Universidad Popular, una estructura de lectura de textos políticos, de debates políticos. También trabajamos sobre métodos de seguridad elementales, pensando en un eventual crecimiento de la represión.

Ahí triunfa el Frente Amplio, y un grupo importante de electores del Frente, cuando iban a repartirse los cargos dijeron que el proyecto se estaba desviando y que preferían la intemperie. Esas personas que rompen con el Frente Amplio generan lo que en un principio se llamaron las asambleas populares a las cuales yo me incorporé con mucho entusiasmo.
Eso luego se llamará la Unidad Popular, que recoge las viejas banderas del Frente que olvidó, pero también tiene en cuenta la amenaza de la derecha tradicional.

En ese marco hay algo que aparece en el siglo XXI y que realmente es nuevo desde el punto de vista de la izquierda: daría la impresión de que en el siglo XX, la izquierda lucha por la revolución social, los negros por los derechos humanos, los indígenas por sus territorios, y que a partir de la irrupción del EZLN en el 94 en la selva lacandona, se empieza a ver que la verdadera alianza obrera campesina, de la que tanto habló Lenin, es mucho más rica si el saber ancestral de los pueblos originarios y códigos de la resistencia afro se insertan a esa lucha multicultural por la liberación nacional y el socialismo. Y en ese plano es que la teología de la liberación, sobre todo después de Nicaragua, pero también en Venezuela e incluso en Cuba, uno empieza a ver que los procesos latinoamericanos son subversivos realmente si son multiculturales. Porque todas las formas de lucha, armada y pacíficas, está todo previsto, todo es controlable. Lo único que no puede controlar el imperio es la diversidad de las formas de lucha y de resistencia donde se incorporan elementos multiculturales. La religiosidad popular es un campo de la lucha de clases en esta trinchera de ideas en que estamos.

Ahí la UP plantea frenar la contrarrevolución agraria que está viabilizando el Frente Amplio, frenar la subordinación ante las transnacionales, y vincularse al mercado mundial de igual a igual.
Sabiendo que Uruguay tiene menos de cuatro millones de habitantes, 16 millones de hectáreas de tierra fértil, y que si nosotros recuperamos ese recurso tenemos para negociar con el mercado mundial un arma impresionante. Es un mundo ávido de comida, y que cuanto más rico es el país más exigente es, en la calidad orgánica de la comida que se consume, si Uruguay deja de darle terreno a las transnacionales de la megaminería y hace un proyecto de país, puede tener un rumbo distinto a ese fatalismo en que ha caído el Frente Amplio, que en ese plano se ha sumado a los partidos de la derecha. Los recursos del país están siendo saqueados.

Este 26 de octubre se llevarán a cabo las elecciones, ¿Creen en la posibilidad de entrar al parlamento? ¿Qué expectativas y qué objetivos tienen?

Como UP tenemos el deber de ser muy realistas con la política electoral en Uruguay. La gran disyuntiva se da entre el Frente y la derecha tradicional. En un sistema de ballotage, como el de Uruguay, lo que está clarísimo es que en la primera vuelta no va a haber un resultado conciso. El Frente ha disminuido levemente, la derecha ha subido levemente, y para que hubiera un gobierno de derecha, tendría que ser en la segunda vuelta. En la primera vuelta no va a haber presidente. Nuestra estrategia es, en la primera vuelta, que se van a elegir diputados, instalarnos en el parlamento, para instar allí temas que no se tocan hoy.

¿Qué proponen ustedes?

Nosotros buscamos diferenciamos, tenemos un programa máximo: nacionalización de la banca, nacionalización del comercio exterior, sistema único de salud pública, aumento de salarios y jubilaciones, fuerte política impositiva hacia las transnacionales y reforma agraria por encima de dos mil hectáreas que es muchísimo, pleno apoyo al pequeño y mediano productor agropecuario, y reforma constitucional, queremos hacer unicameral, porque la cámara de senadores ocupa un lugar ocioso.

Como la UP es una coalición, ese programa máximo es a la vez el programa mínimo de muchas organizaciones marxistas que están en su seno, que se plantean después, avanzar hacia el socialismo, pero que definen a esta etapa como de afianzamiento de la soberanía del Estado y de liberación nacional, no del socialismo todavía.

En ese plano el programa máximo de la UP podríamos hacerlo si fuéramos gobierno. Con una minoría parlamentaria, tenemos que elegir de ese programa aquellos proyectos de ley que sean más difícilmente objetables. Sabemos que dos diputados contra noventa no pueden hacer nada. Pero dos diputados con cien mil personas rodeando el Palacio Legislativo y una opinión pública sensible, esa situación de minoría cambiaría. Porque estamos convencidos que las grandes luchas del pueblo uruguayo no se van a lograr en el parlamento, se van a hacer en la calle, en la tierra, resistiendo el desalojo de los campesinos, es ahí donde nosotros tenemos que estar, ahí es donde deben estar nuestros diputados, contra las políticas cada vez más neoliberales del Frente Amplio.

¿Qué expectativas tienen en cuanto a resultados electorales?

El escenario realista es que vamos a conseguir dos o tres diputados, no más de eso. Porque si tú recorres las calles y los pueblos del Uruguay, verás la diversidad de los pueblos latinoamericanos, allí, en las casas humildes que nosotros recorremos y muchas veces nos alojamos.
Pero en todas las casas hay un altar que es sagrado y está en el lugar más importante de la casa: la televisión. Y en la televisión, nosotros no tenemos recursos para entrar. Entonces, nosotros hoy tendríamos dos diputados si la elección fuera hoy. Pero falta un mes en que se larga con asesores de imagen una campaña extraordinaria de los partidos ricos, incluyendo al Frente Amplio. Y frente a estos partidos para los cuales elección es igual a inversión, tantos millones de dólares son tantos asientos en el parlamento. Nosotros no tenemos más armas que la organización por abajo, por eso hacemos reuniones en casas de familia, caminando, reuniéndonos en una plaza, pintando los muros, que son la televisión de los pobres, y generando una política de construcción desde abajo. En ese sentido la UP tiene un gran triunfo ya hoy que es irreversible, desde una punta a la otra del Uruguay nosotros tenemos grupos de ciudadanos pensando en políticas pública alternativas. Eso es ya irreversible. Nosotros sabemos que no vamos a hacer nada sin lo que llamamos los frenteamplistas de a pie, toda esa inmensa masa que apoya al Frente que son nuestros compañeros de duelos y de esperanzas, pero que nos separa una sola cosa, ellos creen que todavía el Frente se puede arreglar desde adentro. Y nosotros creemos que la cúpula del Frente ya está estructurada y puesta en piloto automático, y la desviación hacia la derecha es incorregible. Pero no somos los iluminados, tenemos muchísimo que aprender, y de alguna manera somos hijos del Frente Amplio, quien nos formó en la clandestinidad fue el PC o el MLN, quienes nos educaron fueron ellos. Somos hijos de esa historia, y tratamos de retomar algunas banderas que ellos han olvidado.

¿Cómo ve la situación actual de Uruguay, teniendo en cuenta el posible triunfo de Tabaré Vázquez?

El problema es que ningún gobierno hace todo mal todo el tiempo. Al gobierno del Frente Amplio hay que reconocerle algunas cosas muy buenas, por ejemplo la reanudación de las relaciones con Cuba, la Operación Milagro, liderada por Cuba y Venezuela, que con los partidos tradicionales hubiera sido imposible. Un solo niño pobre que recupera la vista, ya hizo que valga la pena que ganara el Frente. El enfrentamiento con la corporación médica, Tabaré enfrentó a la corporación de los médicos. El canal oficial de televisión, que nos excluye, desde el punto de vista cultural está incomparablemente mejor, tiene un proyecto de calidad.

Después algunas medidas audaces, como el matrimonio igualitario. Pero el gran tema en política, que es lo que nosotros tratamos de entender, es la tendencia, y nos aterra. Porque el saqueo ambiental, el envenenamiento del agua, la irresponsabilidad en la entrega de la tierra, el sometimiento al FBI y al Mossad de los órganos de inteligencia uruguayos. El sometimiento al pentágono del ejército uruguayo, que le va a hacer un puerto de aguas profundas para la cuarta flota. La ambigüedad con el tema de las Malvinas, que el canciller uruguayo dice “las Malvinas son argentinas” y después en el puerto de Montevideo se abastecen los barcos del colonialismo. Toda esa ambigüedad nos permite temer que Uruguay se transforme en un Haití, y no lo digo con desprecio hacia el pueblo haitiano, que va a barrer a los cascos azules y los va a sacar del país, estoy hablando del dolor de la miseria en que podemos caer si perdemos la tierra fértil.

¿Cómo ve la situación argentina y la situación nuestroamericana en general?

En relación a Argentina, yo no me puedo sentir extranjero en Argentina, yo siempre les digo a nuestros compañeros que los argentinos son nuestros compatriotas, los extranjeros están en los ministerios vendiendo la tierra. Pienso, desde el punto de vista estrictamente político-partidario veo muy mal el futuro inmediato de Argentina. Todas las vacilaciones del gobierno de los Kirchner, para bien y para mal, van a ser mejores de lo que se viene. Pero el pueblo argentino, y sobre todo el pueblo urbano argentino, tiene un atributo que está años luz más desarrollado que el uruguayo, que es la capacidad de autogestión, de ocupar un hotel, de sacar adelante una fábrica con autogestión obrera, de hacer radios comunitarias, de organizar un barrio o una villa.

Y veo el futuro de Argentina, que si sucumben las posiciones nacionalistas de los Kirchner, en la gestión por debajo de un pueblo que una vez dijo “que se vayan todos” y se tuvieron que ir, en ese pueblo pienso que puede cambiar la correlación en cuatro o cinco años. Pero en lo político-partidario, lo veo muy mal.

¿Cómo analiza el período de gobierno del matrimonio Kirchner, desde el 2003 hasta la actualidad?

Muy contradictorio. El problema es que los Kirchner tuvieron dos lenguajes, desgraciadamente Tabaré Vázquez tiene uno sólo y es pro norteamericano, como cuando le pidió ayuda militar a Bush para defender una zona franca finlandesa contra el nacionalismo argentino. Lo que demuestra que la patria de Tabaré Vázquez son las transnacionales. Ese no es suelo Uruguayo, ese suelo es transnacional, finlandés. En ese sentido, pienso que la situación argentina tuvo también cierta ambigüedad, pero que de todos modos el pueblo argentino tiene un sentimiento de nacionalismo más desarrollado que el uruguayo. Y creo que con todas las luces y sombras eso fue obra del primer peronismo y sobre todo de Evita. La relación de Kirchner, sobre todo con Chávez ha generado que ese nacionalismo se transforme en antiimperialismo. Es muy dialéctica la correlación, pero hoy el nacionalismo argentino tiene muchos componentes incluso de internacionalismo.

Desde algunos sectores progresistas argentinos se ve con muy buenos ojos el gobierno de Mujica. ¿Cómo es esa situación ahora y cómo puede cambiar con un futuro gobierno de Vázquez?

Hay un abismo entre Tabaré Vázquez y Mujica. Mujica es un hombre que vivió y sigue viviendo humildemente, pero que en realidad no gobierna.
Mujica pone buena voluntad, camina los barrios humildes, hace discursos muy buenos desde su filosofía de vida, pero en realidad cuando habla con la embajadora norteamericana, de los presos en Guantánamo, en vez de hablar de la solidaridad con Cuba, que tiene que ser eso, dice “si ella me ayudó a colocar cítricos en Estados Unidos, algún favor le tengo que hacer”. Es de una inconsistencia terrible el pensamiento de Mujica, no como filosofía humana, es un poeta, pero desde el punto de vista de su administración está totalmente inconsistente.

Recuerdo que cuando militaba en el PC, yo admiraba mucho a los Tupamaros. No me sumé a ellos porque creía que el PC tenía el grueso de los sindicatos en el Uruguay, y así era posible una insurrección obrera que podía ahorra la necesidad de una guerrilla. Pero radicalismo metodológico no garantiza radicalismo ideológico. Realmente en el MLN Tupamaros, aparte de la genial figura de Raúl Sendic, hubo gente que se sumó por la indignación de los atropellos, hizo cosas muy heroicas, pero que no tenían formación ideológica. Ante la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética algunos pensaron “se acabó el socialismo, ahora vamos a tratar de mejorar el capitalismo”. Pero eso no pasó, y el Frente Amplio cayó en ese fatalismo de mitigar las cosas peores del capitalismo salvaje. Y están en eso, muy apoyados en la socialdemocracia europea.

Igualmente, el Uruguay de hoy tiene cosas muy lindas, y todavía hay una fraternidad de país pequeño, de puertas abiertas, de gente que se conoce. En Uruguay la dictadura fue tan cruel como en Argentina.

Pero nos asustan señales de descomposición social muy grandes que van acompañados del saqueo ambiental y de una pobreza que está desembocando en la desesperanza. Porque hay algo peor que ser pobre y es no tener esperanza de mejorar. Entonces se lanza el vandalismo, el consumismo desmedido de lo que se pueda, y el aumento de la delincuencia.

¿Qué diferencias existen entre el posible triunfo de Tabaré y un triunfo de la derecha?

Bueno, hay una buena y una mala. La buena es que la posición internacional de Uruguay se mantendría en la ambigüedad actual, lo cual sería muy útil para la causa de Bolivia, Venezuela y Cuba. Si triunfa la derecha tradicional se transforma en una política hostil asociada con los peores intereses de Colombia y de Israel, eso es indudable. Si perdiera Tabaré, la buena sería que la cúpula sindical, que hoy es consecuente a la megaminería, al pasar a ser oposición, volvería a ser de izquierda, y ganaríamos fuerza para la protesta. Pero todo hace pensar que va a ganar Tabaré. También porque Lacalle es un candidato muy joven, que ha dedicado su campaña a no hablar y solo mostrar su imagen.
Pero en un escenario de ballotage, el oficio de Tabaré se impone, porque es lo que la gente conoce, el otro es un muchacho que nadie lo conoce, y para el votante de centro puede ser un riesgo.

¿Qué opina del proceso de integración nuestroamericana?

Yo creo en el ALBA, todo lo demás es ambiguo. Es el proceso más interesante, y en torno al ALBA todos los proyectos que Cuba y Venezuela a la cabeza están haciendo para integrar desde aquella profética solicitud de Fidel del club de deudores. Aunque desde el punto de vista de las políticas sociales, el caso de Bolivia es admirable. El arte de la política es medir la tendencia, y desde ese punto de vista, hacia la liberación, hacia la dignidad de los pueblos, el caso boliviano es realmente muy interesante.

¿Cuáles son los desafíos y los peligros que corre Nuestra América en este proceso de integración?

La fortaleza es la unidad, ese es el legado martiano. También la alentadora multipolaridad del mundo desarrollado que nos permite un margen de maniobra mayor. La principal debilidad es la fragilidad de algunas estructuras frente al sabotaje fundamentalmente económico y el bloqueo del imperio y las clases dominantes en línea. Lo cual implica prepararse para todos los escenarios. Una diferencia que tiene el proceso de Allende con el de Chávez y Maduro, es que Allende no formó milicias. Y Maduro no las quiere para la lucha armada, las quiere para evitarlos embates imperialistas.

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