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Europa :: 23/09/2015

14 años del asesinato de Carlo Giuliani

Michell Champán
El 18 de febrero de 2013, la juez instructora Elena Doloiso firmó el archivo del caso contra Mario Placanica, el carabinero que asesinó a Carlo

20 de julio 2015. Se cumplen catorce años de la muerte de Carlo Giuliani, joven que participaba en las protestas organizadas por el Foro Social de Génova con motivo de la cumbre de los países mas ricos del mundo, el G-8. El disparo con arma de un carabinero acabó con la vida de Giuliani durante la marcha de los Desobedientes, una convocatoria autorizada y pacífica.

Desde 2001, el Comité Plaza Carlo Giuliani, formado por amigos y familiares de Carlo, investigan las circunstancias que rodearon su muerte. También cada año recuerdan esta fecha con actividades festivas y culturales en la Plaza Alimonda, donde murió el activista. El comité reclama que la plaza sea rebautizada con su nombre, pero hasta ahora sólo se ha conseguido que el Ayuntamiento de Génova aprobara, en 2013, la colocación de un trozo de granito con la inscripción ‘Carlo Giuliani, Ragazzo’ en el jardín de la plaza.

Junto a los actos en recuerdo de Carlo, también se han hecho tradicionales las provocaciones por parte del sindicato de policía, que cada año llama a una contramanifestación, el mismo día 20 de julio, en la misma plaza “para recordar la verdad del G8 en Génova y más allá de la mutilación de alguien”, según publica Il Fatto Quotidiano.

El proceso judicial del caso Carlo Giuliani: la bala mágica

El 18 de febrero de 2013, la juez instructora Elena Doloiso firmó el archivo del caso contra Mario Placanica, el carabinero que disparó a Carlo. Fundamentó el archivo de la causa en “en causas que excluyen el castigo del hecho, y el uso legítimo del arma para la propia defensa’’, tesis que también defendió el fiscal Silvio Franz.

De las cinco versiones que dio Placanica durante el proceso judicial, el único hecho que se mantiene fue que durante los hechos protegió con su cuerpo a “su amigo” Dario Raffone, que estaría herido en la cabeza. Esto confirmaría las declaraciones de los manifestantes que fueron testigos de los hechos, que afirmaban que en el jeep había una cuarta persona. El estudio forense solicitado a un equipo de “expertos” por parte del juzgado llegó a la conclusión de que el disparo que mató a Carlo, según ellos fue disparado al cielo, y que una piedra, lanzada por los manifestantes, desvió su trayectoria y fue a dar a la cabeza de Carlo. El conductor del vehículo, Filippo Cavatio, y Darío Raffone quedaron excluidos de cualquier responsabilidad, a pesar de que el jeep pasó dos veces por encima de Carlo cuando éste aún estaba con vida. El informe de la autopsia, lleno de vaguedades, dijo que Carlo murió en el mismo momento del disparo, sin embargo, las personas que acudieron a prestarle primeros auxilios detectaron que su corazón latía.

El 13 de marzo de 2007, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó el recurso presentado por la familia Giuliani, que afirmaba que las fuerzas del orden habían violado el artículo 2 de la Convención Europea para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales al haber ejercido un “uso excesivo de la fuerza”. El tribunal afirmó que tal pretensión no se podía dirigir contra los militares. Dos años después, el Tribunal de Estrasburgo dictaminó que Mario Placanica, autor del disparo, “actuó en defensa propia a lo que él percibió como un peligro real para él y sus compañeros”. Y en mayo de 2011, el mismo tribunal volvió a rechazar otro recurso de la familia de Giuliani en cuanto a la falta de diligencia en la investigación de la muerte del activista y los fallos en el dispositivo de seguridad durante los días de la cumbre.

Cerca de mil de los efectivos que formaban el dispositivo de seguridad en las protestas de la cumbre provenían de un cuerpo militar especializado en operaciones internacionales. Entre ellos se contaba el autor del disparo, Mario Placanica. Otros responsables del operativo fueron Leonardo Lesso, a quien el presidente de EE UU le dio la condecoración de la Legión del Mérito –máximo reconocimiento junto con el del Honor– pocos meses antes de la Cumbre del G8 en Génova y que, durante la cumbre, ocupó el cargo de comandante jefe de todo el operativo; John Truglio, teniente coronel y máxima autoridad en las calles de Génova, quien se hallaba a 30 metros del vehículo que golpearon algunos manifestantes acompañado de un pelotón formado por unos 50 efectivos, a pesar de lo cual nunca fue llamado a declarar; Claudio Capello, capitán del pelotón en la plaza Alimonda, dspués de haber trabajado, junto con Truglio, en Somalia en los años 90, donde se dieron varios casos de tortura y violaciones de derechos humanos; y Adrian Lauro, jefe asistente y responsable del pelotón que protagonizó los sucesos en plaza Alimonda.

Lauro persiguió a un manifestante que gritó ‘asesinos’ al retén de la policía que se formó alrededor de Carlo al poco del suceso. Fue detrás del manifestante replicando: “Fuiste tú con la piedra”. Sin embargo, la piedra fue colocada por la policía junto a la cabeza de Carlo cuando rodearon el cuerpo para intentar dar a entender que fue ésta la que provocó el tremendo golpe que se vería en la frente del activista cuando le quitaron el pasamontañas. Según el fotógrafo Eligio Paoni, los carabineros dieron patadas en la cabeza de Carlo mientras moría, tal como recoge la web La Píldora Roja.

Los medios de comunicación y la Cumbre de Gotemburgo como antesala a Génova

La cumbre de Gotemburgo situó a la policía sueca como el primer cuerpo policial en abrir fuego contra el movimiento de protesta contra la globalización. Tres activistas resultaron heridos de bala y durante tres días, la policía realizó arrestos arbitrarios aplicando la ley antiterrorista en lo que se configuró como un estado de sitio, según publicó La Haine en junio de ese año.

Un mes después, las protestas de la cumbre de Génova fueron retratadas en los medios italianos con más saña, incluso. Los telediarios reproducían los primeros informes policiales, que llegaban a acusar a los manifestantes de lanzar globos con sangre contaminada de sida y jeringuillas usadas. También amenazas falsas de bombas. Incluso se invitó oficialmente a la población de la ciudad a abandonar sus hogares durante los días de la cumbre.

20 de julio de 2001: relato de los hechos

A primera hora de la mañana, el vicepresidente del Gobierno de Italia, Gianfranco Fini, y otros líderes de su partido Alianza Nacional, de corte neofascista, mantienen una reunión de varias horas en el cuartel de los carabineros de San Giuliano.

Las fuerzas encargadas del orden son colocadas en las zonas por donde está previsto que pasen las marchas y cerca de las plazas donde los manifestantes realizarían debates. Se quitaron los pequeños basureros de las calles, pero muchos contenedores estaban todavía en las plazas y calles, escenario de las manifestaciones.

El black block apareció por la mañana en grupos de diez, quince y hasta 20 personas. Uno de estos grupos se concentró en la plaza Paolo da Novi, asignada para debates a la Organización Cobas. El black block transita bajo el túnel del ferrocarril, a la altura de la calle Turín. Luego se divide en dos grupos, uno se dirige a la cárcel Marassi –donde un vídeo muestra, a las 15h, coches blindados de los carabineros y grupos militares– y el otro a la plaza Manin.

Mientras tanto, la marcha de los Desobedientes, que había salido del Estadio Carlini, camina lentamente por el recorrido autorizado, encontrando a su paso contenedores volteados y coches quemados. Algunos manifestantes van ‘armados’ de escudos de PVC transparente, con el cuerpo protegido con polietileno, esponja sintética y botellas de plástico.

Repentinamente, a la mitad de la Calle Tolemáide, 500 metros antes de llegar al final del recorrido acordado con el Ministerio de Interior, los carabineros cargan duramente contra los manifestantes de la marcha Desobediente, apoyados por cuatro vehículos blindados.

El ataque obliga a los manifestantes del frente de la marcha a retroceder unos metros rumbo a la calle Gastaldi, compactándose. Pero les resulta imposible huir, porque diez mil personas siguen tratando de avanzar, sin entender lo que está sucediendo. A un lado está cerrado por el terraplén de la vía férrea, al otro por una fila ininterrumpida de edificios.

De nuevo en la calle Tolemáide, después de la embestida a la marcha de los Desobedientes, los vehículos blindados y los militares retroceden, retirándose hasta la esquina de la Calle Turín. Unos jóvenes de la marcha los persiguen, tirando piedras y tratando de quebrar los vidrios de los blindados.

Una camioneta, después de haber circulado entre los primeros manifestantes con temeraria velocidad, repentinamente retrocede y se detiene junto a un contenedor de basura. Su conductor huye, abandonando a sus colegas. Un pelotón de carabineros situados a pocos metros tampco interviene para protegerlos. Jóvenes manifestantes asaltan el vehículo con palos y piedras, enfurecidos, pero permiten alejarse a los carabineros que habían quedado dentro. Luego prenden fuego al vehículo.

La Policía empuja la marcha hacia la Calle Tolemáide. A esa hora, 16h30, Carlo se une a la marcha de los Desobedientes, bloqueados frontalmente y exhaustos por las frecuentes embestidas de los militares, intoxicados por los lacrimógenos e intentando volver al Estadio Carlini. Carlo lleva pantalón de chandal azul y una camiseta blanca sin mangas, y lleva una sudadera gris atada a la cintura.

Carabineros y policías vuelven a cargar contra la marcha con más gases lacrimógenos y urticantes, garrotes modelo tonfa y armas de fuego. Los manifestantes contestan tirando piedras, a veces devolviendo a tiempo un lacrimógeno y preparando pequeñas barricadas con los contenedores para basura.

A las 17h15, unos veinte carabineros, escoltados por dos Jeep se colocan en una de las dos callejuelas que salen de la calle Tolemáide hacia la plaza Alimonda y disparan lacrimógenos en medio de los manifestantes. Cuando éstos reaccionan, los militares retroceden hasta huir desordenadamente por la calle Caffa, cruzando la Plaza Alimonda. Un grupo de jóvenes salen detrás de ellos.

Los efectivos que viajan en uno de los jeep, de retroceso, superan un primer contenedor situado en medio de la plaza, frente a la Iglesia del Remedio. El segundo vehículo se detiene junto a otro contenedor casi al final de la plaza Alimonda. A pocos metros se encuentra un pelotón de policías, con más vehículos blindados, en el segundo tramo de la calle Caffa. Más efectivos se sitúan en la plaza Tommaseo, 300 metros más allá.

Algunos manifestantes empiezan a lanzar piedras a los militares que se encuentran en la citada calle. Otros regresan a la marcha en la Calle Tolemáide y otros cuantos le tiran piedras y golpean con una tabla de madera al vehículo que se ha quedado inmóvil. Uno de los manifestantes encuentra en el suelo un extintor y lo tira a la parte trasera del jeep. El extinguidor golpea la ventanilla, y se queda encima de la llanta de repuesto. Una bota de carabinero se asoma desde aquella ventanilla con el vidrio quebrado, da una patada y el extinguidor cae rodando en el suelo de la plaza.

En ese momento, hay cuatro fotógrafos y cinco manifestantes alrededor del vehículo, que ven como, desde su ventanilla, se asoma una pistola. Un muchacho, con una sudadera gris, se da cuenta de que la pistola lo apunta, baja la cabeza y huye. Carlo se acerca, se agacha para recoger el extintor, se levanta contorsionando su cuerpo para encontrarse casi en frente de la parte trasera de la camioneta y levanta el extintor a la altura de su cabeza.

En este instante, Carlo se encuentra a cuatro metros de distancia de la ventanilla trasera de la camioneta. Son las 17h25. Se oye el primer disparo. Carlo cae al suelo hacia adelante, empujado por el mismo extintor que sujetaba –en horizontal y no de punta– con ambas manos-. Los manifestantes presentes en la plaza huyen rápidamente. Se escucha un segundo disparo. Las luces de retroceso de la camioneta están encendidas. Alguien le grita “¡deténganse!, ¡stop!”, pero el vehículo pasa dos veces sobre el cuerpo de Carlo. Una primera vez –de retroceso– sobre la pelvis y la segunda –yendo hacia adelante– sobre las piernas.

Cinco segundos después del segundo atropello, el vehículo ya está en la calle Caffa, detrás del pelotón de policías. Los reporteros, que se encontraban cerca del vehículo empiezan a tomar fotos de Carlo en el suelo, muriéndose. Se le acercan unos manifestantes que tratan de parar la salida de sangre que brota del pómulo izquierdo. En este momento, los represores se acercan disparando de nuevo gases lacrimógenos, alejan a los pocos manifestantes todavía presentes y rodean el cuerpo de Carlo.

Diez minutos después, una enfermera del Genoa Social Forum que intenta auxiliar a Carlo, percibe todavía unos latidos de su corazón. Llega una segunda enfermera. Quitan a Carlo el pasamontañas y se enteran de que su frente tiene una amplia y profunda herida que no sangra, provocada por un golpe recibido después del disparo. La sien derecha de Carlo presenta raspones y heridas. Varios testigos relatarán después que vieron a representantes de los represores pateando la cabeza de Carlo antes de que llegaran las dos enfermeras.

Diagonal. Extractado por La Haine

 

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